PEQUEÑAS
GOTAS DE AGUA
Todo
ocurrió hace muchos años en el enigmático bosque de un pequeño
pueblo de interior. Una joven risueña y muy soñadora se encontraba
sentada bajo un viejo sauce. Como cada día se hallaba perdida en sus
pensamientos cuando algo la trajo de vuelta a la realidad. Eran
pequeñas gotas que caían deslizándose por las verdes hojas de
aquel viejo árbol que la cobijaba, estaba comenzando a llover.
En
vez de salir corriendo para refugiarse en un lugar más seguro, una
fuerza invisible hacía que permaneciera inmóvil contemplando
aquellas gotas de agua. El tiempo se había ralentizado y las gotas
caían poco a poco, cosa que hizo que pudiera observar algo que no
podía creerse. En una de las gotas vio como si de una bola de nieve
se tratase, una pequeña imagen, un diminuto mundo que mostraban una
escena. No se lo podía creer y pensó que había sido su
imaginación, cerró los ojos y cuando los volvió a abrir, en otra
gota vio pasar otra escena. Miles de preguntas pasaban por su mente
¿Qué estaba pasando? ¿Estamos tan centrados en nosotros mismos que
no nos fijamos en las pequeñas cosas? ¿Eso era algo que siempre
había sucedido? ¿Dentro de las gotas de agua había pequeños
micromundos? ¿Qué serían? ¿Sueños? ¿Desilusiones?
Paró
de llover y volvió a casa. Desde aquel momento lo único que le
importaba era encontrar una respuesta a lo que había vivido aquella
tarde de primavera. Buscó en todas las formas posibles de agua, en
la lluvia, las lágrimas, en un grifo, en una fuente… Pero nunca
más volvió a ver aquello tan extraño.
Un año después volvió a
aquel bosque y, sentada bajo el mismo árbol esperó que llegara la
lluvia. Así sucedió. Y como si volviese el tiempo atrás y se
encontrara un año antes, en las pequeñas gotas comenzaron a verse
escenas. Tan fuerte fue su deseo de descubrir que era aquello que se
fundió en una gota y quedó dentro de ella para siempre.
VICTORIA
PALACIOS MUÑOZ
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UN
CÍRCULO MUSICAL
"…En
esta posada los muertos
cuentan
su vida y se ríen de quien
estando
vivo desea estar muerto,
en
el más allá nunca dan de beber.
Alza
tu cerveza, brinda por la libertad,
bebe
y vente de fiesta,
y
a la muerte emborráchala…”
Fragmentos
de la canción: “La Posada de los Muertos”.
Del
grupo español "Mago de Oz".
Y sin embargo no
quería sacarla debido a su enorme envergadura, ya que las
caballerizas reales son muy pesadas y costosas, pero sabía que tenía
que hacerlo, claro que en todo caso lo que él creía no tenía
ninguna importancia, ya que el sacarla de donde estaba estacionada
era un deber.
Estacionada
se encontraba su caballeriza real, en la parte específica de su
pieza; que Julio César llamaba el anfiteatro romano. El mismo que en
la antigüedad, pasaban gladiadores, leones, y tigres. Ahí, en ese
lugar específico de descanso en la actualidad, pero de lucha en la
antigüedad, era donde Julio César acostumbraba a dejar su
motocicleta Yamaha, y por donde transitaban además las gloriosas
caballerizas reales, que se dirigen a las ensangrentadas contiendas
romanas y a las carreras.
Julio
César era muy ordenado con sus cosas y libros de la cultura romana,
y lo hacía como las gradas de tres partes: Ima cavea, media cavea y
summa cavea, donde en la antigüedad, los espectadores del anfiteatro
romano, se ubicaban de acuerdo a su puntual clase social. Porque la
ima cavea era la parte situada entre la orquesta y el primer
praecinctio o diazona, que es un pasillo semicircular que divide la
cavea longitudinalmente en diversos sectores por un muro.
La
media cavea era la parte situada entre el primer y segundo
praecinctio; y la summa cavea era la parte situada en el lugar más
alto del graderío; mientras que la cavea (tan nombrada) era la parte
del teatro dotada de gradas o peldaños, reservada a espectadores
cuyo perímetro es semi circular en el anfiteatro romano.
El
compromiso de Julio César era en la noche con fantasmas, sombras
tenebrosas, imágenes y luchadores; con su infinito manto de sombras
que todo lo cubre era la fiesta, a diferencia de los juegos del circo
romano de la antigüedad, que se celebraban de día
Julio
César en los momentos en que ordenaba sus cosas en su anfiteatro
romano subterráneo, de acuerdo a sus respectivas y exactas
jerarquías, no se distraía recordando a su novia Magdalena.
Sí,
se llamaba Magdalena su novia por una obra de la arquitectura de la
comunidad de Sevilla (España), la iglesia parroquial de Santa María
Magdalena, que data del siglo XIII, en el año 1248 de su
construcción.
Magdalena
era rubia, como los pelos de los yelmos que tenían los gladiadores,
con una linda imagen ya que Julio César veía en ella a la figura
de la emperatriz romana, la esposa del César.
Pero
desgraciadamente para Julio César Magdalena tenía serios retrasos
psicológicos, con una mentalidad santa e ingenua, ya que a los diez
y ocho años, tenía la forma de pensar de una niña de siete; porque
le gustaba jugar con los gladiadores del circo romano entre sus
juguetes favoritos, y escuchar por poco tiempo, las historias que
Julio César le acostumbraba a contar, antes de dormirse. Narraciones
del anfiteatro romano, que era un tipo de edificio público de dicha
civilización, utilizado para espectáculos de gladiadores y
venationes, o lucha de animales. Por consiguiente, Julio César
contaba entre sus favoritos a los construidos en Etrunia y Campania
del siglo II antes de Cristo. Julio César además le contaba a
Magdalena que la diferencia más notoria entre el anfiteatro romano y
el teatro romano clásico, es que el anfiteatro romano es de forma
circular u ovalada; mientras que el teatro romano clásico es de
forma semicircular, y por otra parte el circo romano es utilizado
para carreras, con forma elíptica.
Entre
las largas conversaciones de la cultura romana que tenía Julio César
con Magdalena, su tema favorito consistía en el anfiteatro romano
más conocido que era el Coliseo de Roma, llamado “Anfiteatro
Flavio”. En honor a la Dinastía Flavia, porque tenía una gran
estatua, el Coloso de Nerón; siendo construido por el emperador
Vespasiano entre los años 70 y 72 después de Cristo en el siglo I,
en el centro de Roma. Fue el anfiteatro más grande construido en el
imperio romano, terminando su edificación en el año 80 después de
Cristo, por el emperador Tito; (y modificado durante el reinado del
emperador Domiciano). Su inauguración duró 100 días y consistió
en sangrientas contiendas de gladiadores y fieras, por la diversión
del pueblo romano. Poseía una capacidad para 50.000 espectadores,
con 80 filas de gradas, y los que estaban cerca de la arena eran el
emperador y los senadores, y a medida que se ascendía se situaban
por los diferentes estratos inferiores sociales. En el coliseo se
llevaban a cabo luchas de gladiadores, y espectáculos públicos,
además de caza de animales, ejecuciones, recreaciones de famosas
batallas y obras de teatro de la mitología clásica, que duraron
quinientos años, celebrándose los últimos juegos de la historia en
el siglo VI. En la actualidad está considerado como uno de los
monumentos más famosos de la antigüedad clásica, declarado en 1980
Patrimonio de la humanidad por la Unesco. Pero a Magdalena le
aburrían incansablemente estas historias, que le apasionaban a Julio
César, y que le acostumbraba a contar antes de dormirse.
La
ubicación de la casa de Julio César, que se situaba en el campo,
era la misma que tenía el anfiteatro romano, vale decir al centro,
igual que en Roma. Donde hay dos calles principales que cruzan la
ciudad de parte a parte: El cardo con dirección norte-sur, y el
decumano, con dirección este-oeste. Como en la antigüedad, la
misma que tenía el anfiteatro romano, y que esta ubicación daba al
centro de su campo, que peyorativamente le decía Roma. La casa
contaba con pisos de madera, patio interior, exterior, ventanas y
balcones.
En
la noche, los ladridos de Emperador hacían eco en todo el campo; al
mismo tiempo que el capataz Centurión llevaba el fusil como el
tridente, similar a la costumbre de los gladiadores romanos, ya que
su tarea consistía en cazar al lobo.
Mis
padres no estaban ese verano, pensaba Julio César, porque salieron
en viajes de negocios como quien visita al César, ya que eran las
fechas de los juegos romanos, como se habrían celebrado en tiempos
de antaño.
Julio
César después de haberle dado las instrucciones al capataz
Centurión de cazar al lobo, toma su caballeriza real y se dispone a
realizar el comienzo de su trayecto hacia el Coliseo. Pero en la ruta
realiza una mala maniobra, entre el ruido de su caballeriza real y el
asfalto del camino y se golpea su cabeza en una rama. Claro que como
llevaba su casco como yelmo, el daño no fue tan notorio; por lo que
Julio César cae al suelo ileso, recriminándose en sus divagaciones
mentales: Estoy concluyendo, que el haberme influenciado por los
romanos, al consumir vino con especias, seguido de lo que podrían
haber sido hongos alucinógenos que los gladiadores usaban de
anestesia, para el dolor después de sus combates, no fue bueno.
Mientras se frotaba su cuerpo de dolor.
Pero
como Julio César no tenía en su poder, hongos alucinógenos,
acostumbraba a consumir para ocasiones de fiesta pastillas de
“éxtasis”. Fáciles de conseguir y canjear como denarios en las
noches de bohemia de los bares; que le provocaban alucinaciones,
recordando la película “Gladiador”, el lobo, las historias que
le acostumbraba a contar a Magdalena, las estrellas luminosas del
Coliseo, la arquitectura romanticista donde el arte huye de la
belleza exterior para buscar la interior; porque de esta forma el
arte predomina por sobre el ser. Julio César también divagaba con
la arquitectura romana, destacada por lo grandioso de sus
edificaciones, su solidez que la ha hecho perdurar en el tiempo,
siendo las construcciones muy semejantes unas a otras, y con mucha
distancia entre ellas, (como la distancia que existía de la casa de
Julio César al Coliseo). Porque la arquitectura romana, tiene su
origen en la etrusca, influenciada por la griega, después de las
guerras púnicas del año 146 antes de Cristo; entonces Julio César
nunca pensó que al dirigirse al Coliseo, iba a una contienda como la
de los gladiadores romanos con seres pintados, propio del actual arte
de las juventudes que se suelen teñir los cabellos; como los
antiguos yelmos que utilizaban los luchadores de la antigüedad.
Una
vez que Julio César recuperó la conciencia, despertó con dolor de
cabeza, y yacía tendido en el suelo, con la caballeriza real
aplastándole las piernas, se paró se puso su casco, (que creía que
era un yelmo) y se dirigió al Coliseo.
En
el trayecto llegó hasta el arroyo para cruzarlo por el puente.
Volteó la cabeza que le zumbaba, apagó el motor de su caballeriza
real, se bajo y contempló el agua. Recordando la novela “Yo
Claudio”. Al ver su reflejo en el arroyo, notó que se había
puesto el casco en la cabeza, y en el agua cristalina como de fuente
medieval, vio como una predicción que tenía puesto un yelmo de
gladiador. Subió a la caballeriza real y viajó del lugar donde
estaba el arroyo hasta el Coliseo.
En
su interior habían pasillos con puertas de acceso, ya que a los
teatros romanos no se accedían por las laterales, (sí con los
griegos), sino por las puertas o “vomitorios”. Establecidas por
el emperador Domiciano en la antigüedad. El nombre del bar El
Coliseo fue por sus proporciones y en homenaje a una estatua de
bronce de Nerón, que decoraba la sala como circo romano. Las gradas,
que eran puestos inferiores más cercanos a la pista, estaban
reservadas a los senadores, las situadas encima de ellas a los
caballeros; en las demás las gentes del tercer Estado, y las damas
con los hombres.
Entre
toda la multitud de espectadores que había esa noche en el bar el
Coliseo, Julio César se abrió paso en la medida que el público lo
dejaba, porque los habitantes del pueblo correspondían a los
espectadores, quedándose en los asientos del emperador, vale decir
su mesa reservada, ya que las otras mesas de alrededores, las ocupaba
otros espectadores, y en la antigüedad correspondían a la familia
del César, y a los senadores; en ese especial lugar reservado ya que
Julio César antes de salir, había tenido la precaución de llamar
al celular del portero del bar el Coliseo.
Y
tenía sus ubicaciones diferentes a las graderías donde estaban los
palcos, que los emperadores hicieron para ellos y sus acompañantes.
Cuando llegó al coliseo las estrellitas circulaban en la pista
cambiando de color; y reflejándose en el gran cetro circular
metálico, parecido al del emperador romano que usaba para los
premios de los gladiadores que vencían.
Mientras
tanto en la casa de Julio César, el capataz Centurión recorría la
comarca con su rifle y tiros en el hombro izquierdo, por la costumbre
de los gladiadores que así cargan su tridente para dar cacería al
lobo.
Después
de una ardua travesía entre el público, Julio César ya logra tomar
ubicación en su localidad especial. Por supuesto las cervezas y el
vino con especias, según la antigüedad no podían faltar en una
noche celebración, ya que ese era el consumo cotidiano de los
gladiadores que sobrevivían al circo romano. Entre el sonido de la
música, Marco Antonio le dice a Julio César que andan jóvenes
punk dando vueltas, ya que en sus cabezas se logra ver como yelmo los
colores teñidos de su pelo, y el peinado tipo mohicano igual que los
cascos de los gladiadores; en una actitud agresiva.
Se
desplazaban por los alrededores de las afueras del coliseo, en sus
respectivas caballerizas, pero no eran reales como la Yamaha de Julio
César. Tenían otras monturas y banderines de alforjas, estacionadas
afuera y sus jinetes estaban en otra localidad circular, reían y
consumían vino con especias, al igual que Julio César. Usaban
chaquetas de cuero negro, y algunas recortadas en sus mangas, como
cotas de maya, además de medallones de la suerte para los combates
de los gladiadores, según viejas leyendas.
Los
seis tenían peinados tipo mohicano, cortados a los lados, calvos y
pintados colores rojos, como los cascos de la antigüedad, similares
a los yelmos de guerreros romanos como los de la novela “Yo,
Claudio”. El rock se escuchaba por la pista circular, como si se
tratara de una arena caliente al sol, una arena donde se enfrentaban
los gladiadores, y afuera en la entrada se veía el letrero luminoso
que decía bar “El Coliseo”.
Por
otra parte el lobo merodeaba el campo, al mismo tiempo que el capataz
Centurión dispara al aire, para tratar de ahuyentar al lobo, y en
esos momentos de tensión piensa, “quizás podrá atacar a
Magdalena, o está en problemas”; entonces en una nocturna carrera
se dirigió al campo. El lobo al oír el tiro, corrió por la puerta
trasera de la biblioteca de la casa de Julio César que estaba
abierta hacia el campo. En eso el capataz Centurión llega por su
lado derecho, y el lobo le pasó rozando desapareciendo en la
espesura de la pradera, sin poder cazarlo.
En
el Coliseo los amigos de Julio César no pasaba de la primera ronda
pero Julio César estaba mal. ¿Le habría afectado el viaje?. ¿El
golpe?. ¿La lectura de la obra “Yo, Claudio”?. ¡No!. Estaba
mareado y es porque había caído víctima de las ilusiones etílicas,
¡encerradas!, en su envase de cristal. Más el efecto de las
pastillas de éxtasis. En ese momento, cae a la mesa adonde estaba
Calígula, un botellazo de la otra mesa que decía: ¡Son unas
plastas!. Volcando los tragos. Al mismo tiempo que unas miradas de
odio se cruzaban de mesa a mesa.
Octavio
Augusto intentó controlar la situación si les reponían el vino con
especias, pero fue inútil. Marco Antonio ya estaba listo para
luchar, y Julio César no sabía qué pasaba, había escapado de la
realidad, desfilaban imágenes en su mente, viéndolo todo color
negro, como la más oscura de las noches, en una dimensión perdida
entre el tiempo y el espacio.
La
contienda era cruenta, los gladiadores amigos de Julio César ya
estaban de pie, y los romanos contrarios con pelos en sus yelmos
listos, para iniciar el combate como se acostumbraba a realizar en el
circo romano, además ya se habían saludado. Claudio escuchaba rock,
que a Julio César le parecía el alboroto del público, y los
gladiadores contrarios blandían sus armas blancas, (que como filosas
espadas) eran cuchillas y cadenas, como las que usaban los
gladiadores con una boleadora.
Se
inició la lucha con un bloqueo que Julio César le hace al primer
atacante, mientras que Aquiles lo aturdió a golpes de puño en su
cabeza, destrozándole parte de su cabellera roja. Marco Antonio
esquiva a uno que lo quiso apuñalar con su daga, haciéndole una
llave para luego romperle el brazo. Atacan a Calígula con un
cadenazo, y el atacante es contrarrestado por Octavio Augusto, con
una silla de las tribunas para dejarlo inconsciente.
Otro
contrario atacó a Aquiles, pero fracasa por ser interceptado por
Marco Antonio, ya que Aquiles no caminaba bien producto de haber
recibido una herida en el talón. Los últimos dos gladiadores en la
arena circular, desenvainan sus dagas y se toman espalda con espalda,
por la antigua formación de defensa, propia de los gladiadores
acorralados.
Pero
no les valió esta maniobra, ya que Octavio Augusto, Pericles,
Calígula y Marco Antonio son hábiles luchadores en técnicas cuerpo
a cuerpo, dejándolos aturdidos a golpes de pies y puños.
Julio
César no se sentía bien, todo le daba vueltas, perdía el
equilibrio. -¿Qué te pasa?, - le preguntó Pericles. ¡Na……da!,
dijo tartamudeando, y en ese momento se le nubló la vista, lo vio
todo color negro, para desplomarse de espaldas en la pista, que halló
blanda como una caliente arena circular propia del circo romano.
Mis
amigos disfrutaban del rock -pensaba Julio César-, mientras lo
miraban ahí tendido de espaldas, ya no pensaba en Magdalena, en el
Capataz Centurión, en atrapar al lobo, en sus historias del circo
romano, ni en su viaje al coliseo. Mis amigos me contemplaban como yo
estaba ya en el suelo, escuchando como la multitud aclamaba mis
hazañas; y mi mente caía en un profundo silencio, oyendo
exteriormente el rock. Era un silencio oscuro, tenebroso, nocturno, y
cansador dentro de Julio César, en ese sangriento, arenoso,
caliente, y musical círculo de la muerte.
MUNIR
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LA
VOLUNTAD DE LA REINA
Ya estoy cansado
de esto. Es verdad lo que dicen: al que no quiere caldo le dan dos
tazas, pero en mi caso han sido tres.
Siempre había
querido salir de Tántar a ver a los ogros, orcos, dragones o
cualquier criatura de esas que nos “protegen”… tanto lo
quisieron que se han multiplicado y ahora estamos en guerra por
nuestro territorio. Nunca antes había visto a un grifo y ya he
matado a diez; no había visto a un dragón y por poco me come uno, y
un segundo me ha dejado una cicatriz en la espalda; he visto cientos
de criaturas, más de las que imaginaba que existían. Pero lo que
nunca he llegado a ver en tres guerras es a una Viuda Negra.
Ellas son las
mentes maestras detrás de todo ataque contra Tántar, las causantes
de todos los temblores de tierra que han amenazado con destruir la
ciudad. Llevo diez días buscando la entrada principal a las cuevas
donde viven, mi huargo ya me mira con cara de pocos amigos cuando le
voy a poner la montura… realmente quisiera darle un descanso, pero
es el único que puede olfatear a las Viuda Negras desde la
superficie.
-¿Qué pasa,
Draco? ¿Qué es?
Draco estaba
enseñando los dientes al lago donde estamos abrevando. No se veía
nada extraño, traté de tranquilizarlo hablándole pero no dio
resultado.
-Mira, bobo, para
que veas que no pasa nada, voy a nadar hasta esas rocas en el centro
del lago.
Había acabado de
introducir el pie en el agua cuando se congeló. Dos freezer
aparecieron de entre las rocas, resbalando por encima del hielo y
riéndose a carcajadas con las cuchillas preparadas para cercenarme
el pie y acabar conmigo después.
-¡Draco, mi
espada!
Como habíamos
practicado, Draco corrió hacia mí y fue cuestión de un segundo
sacar mi espada de la vaina, romper el hielo que me aprisionaba el
pie y ponerme en guardia para repeler el ataque de los freezer. Al
ver que me había librado comenzaron a dar vueltas cerca de la orilla
del lago incitándome a que entrara al hielo. No tenía intenciones
de obedecerlo pero tampoco de irme: los corazones de freezer son
valiosísimos en varios mercados negros dentro y fuera de Tántar. Al
ver que no hacía caso a sus provocaciones comenzaron a lanzarme
carámbanos de hielo largos y filosos como puñales. Como si nos
hubiéramos hablado, Draco y yo nos posicionamos en partes diferentes
de la orilla. Con la espada en mano comencé a romper el hielo a
mandoble.
Cayeron.
Trataron de
cogerme cuando rompía el hielo y se me acercaron de frente. Como un
rayo me pasó por encima Draco y le rompió de un mordisco el cuello
y resbaló sobre su cuerpo hasta que este paró. El segundo freezer
miró hacia atrás, hacia donde se encontraba el cuerpo de su
compañero. Aproveché su distracción para lanzarle una rama a las
cuchillas que tiene por pies, él de un salto la esquivó y ahí fue
cuando con espada en mano le salté encima y nos enredamos en al aire
y caímos rodando en el hielo. Justo cuando le iba a encajar la
espada en el estómago me habló. Que sorpresa la mía al oír su
voz, criaturas más inteligentes como los dragones, unicornios y
Huargos no lo hacían, así que me dispuse a oír lo que tenía para
decirme.
-Tengo
información que puede interesarte.
-Dímela entonces
mientras tengas lengua.
-Sé cómo puedes
entrar a la cueva de la Viuda Negra.
-¿Cómo es eso
posible?
-Porque soy su
guardián.
Aquello me dejó
más estupefacto que el hecho de tener un freezer hablador.
-¿Dónde está?
-Eso tiene su
precio.
-Tienes una
espada en el pecho, me parece que no estás en condiciones de
negociar.
-La tengo si es
que quieres entrar y salir para contarlo.
-¿Cuál es tu
precio?
-Tu palabra, dame
tu palabra que me vas a dejar ir
Lo miré con
desconfianza pero al final accedí.
-La tienes. Ahora
dime dónde y cómo se entra…
Me contó que
nunca nadie ha podido penetrar en la cueva de las viudas porque las
verdaderas entradas están bajo agua; todos los túneles a los que se
acceden por la superficie son simples trampas para capturar la cena.
Los verdaderos están a veces a cien metros por debajo.
Terminando de
hablar, blandí mi espada contra su congelado cuello, haciendo a su
cabeza volar hasta donde estaba Draco. En el poco tiempo que demoró
el lago en descongelarse les saqué los dos corazones y coloqué a
cada uno en una cajita hermética. Draco me miraba con ojos tristes.
-Es simple,
Draco, lo tuve que matar porque era la única manera de poder entrar
a la cueva. En el momento de congelar el lago se debe de haber
cerrado parte del túnel de entrada. Éramos blanco fácil de
cualquier ataque… además le di mi palabra, pero no le dije de qué.
Entro a la cueva
solo. Draco se quedó en la orilla vigilando y esperándome a mí o a
lo que salga de entre las rocas. Tal como había predicho, el túnel
de entrada tenía forma de U y el mismo se encontraba cubierto de
agua. Me sumerjo para poder continuar mi camino. En esa parte del
túnel, la altura aumenta hasta convertirse en una cueva así que
puedo seguir de pie. La oscuridad es total. Tengo miedo de alumbrar
demasiado, pero es más peligroso seguir a oscuras. Saco entonces de
mi bolsa un cuerno de unicornio que emite la luz justa que necesito
para guiarme. El olor a carne podrida inunda la cueva corrompiendo el
poco oxígeno que había, el rastro de restos de cadáveres es más
que evidente a medida que avanzo, están esparcidos por doquier y el
olor cada vez más fuerte anuncia la cercanía a la cámara
principal. De pronto, la temperatura aumenta considerablemente y una
luz ondula en la pared, ahí donde es la curva era más abrupta.
Desenvaino la espada y la guardo de nuevo, en vez de ella escojo mis
dos gladios que son más factibles para el poco espacio de la cueva,
doblo la curva esperando la lucha y…
Nada
Solo dos fogatas
a ambos lados. Sigo avanzando alerta, esperando a aquel que encendió
las llamas, ya el oxígeno se va agotando, paso por entre las
hogueras y se despiertan. Dos criaturas de fuego se levantan y
arremeten contra mí, de un salto esquivo el primer ataque y me corro
contra la pared. Las criaturas se me quedan mirando un momento con
ojos rojos, me señala una con el brazo, abre la boca y el brazo sale
disparado hacia mí, de milagro escapo y ruedo lo suficiente rápido
para de un tajo cortarle los pies. La criatura cae envuelta en un mar
de chispas. Como un tigre esquivo un latigazo lanzado con malísimas
intenciones, cojo una roca y trabo el látigo con ella. El calor
extremo hace que se me haga una ampolla en la mano, piso la roca con
mi pie y de un golpe corto a la criatura en dos.
Arrastrándome,
me recuesto contra la pared a coger un poco de aire. Estos seres con
sus llamas inextinguibles han consumido casi todo el aire y ya cuesta
trabajo respirar. Me propongo observar sus cadáveres, me acerco a
ellos, miro a uno y me abre los ojos. Las llamas casi muertas hasta
ese momento crecen hasta hacer desaparecer mis pestañas, los dos
cuerpos se unen en uno solo más grande que los anteriores. Ruedo
sobre mí en busca de los gladios y en vez de ellos lo que encuentro
son los corazones de los freezer, ¡claro! Agua, o en este caso
hielo… Rápido como un rayo cogí mi gladio, esquivé un mazazo de
llamas que rompió parte de la pared, corrí hasta el otro extremo de
manera que le gano las espaldas y se la desgarro con el gladio, y en
el hueco abierto le encajo los corazones de los freezers. Mi brazo no
salió muy bien de aquello y mis pulmones tampoco, corrí y me separé
lo más rápido que pude de las llamas y desde el suelo observé
antes de desvanecerme por la falta de oxígeno cómo la criatura
despedía una mezcla de vapor, se retorcía dando tumbos contra las
paredes hasta caer… Eso fue lo último que vi.
Abro los ojos y
aspiro una bocanada de aire como si me estuviera ahogando. El oxígeno
se ha normalizado y la oscuridad es total, busco a tientas mi bolsa,
la encuentro y saco el cuerno de unicornio. El camino que sigue es
todo bajada, tengo que caminar despacio ya no solo para vigilar a mi
alrededor, ahora también para no caer. Llevo descendiendo casi cinco
minutos y veo al final del túnel algo que brilla, la entrada a la
recámara era una telaraña luminosa por todos los bordes de la
entrada haciendo imposible ver hacia adentro sin acercarte. Con la
espada me abro camino a través de la telaraña, entro a la
habitación y la veo.
La Viuda Negra.
Es hermosa:
cuerpo de plata, de dos metros de alto, cabello rojo sangre igual a
sus ojos, su pubis está cubierto de escamas de hielo plateado,
pechos generosos y sus cuatro piernas cubiertas de un vello luminoso.
En el techo estaban lo huevos pegados a la red de telaraña. Ella
está apoyada en la brillante matriz de sus huevos, fuente de toda la
luz en la cueva. Me miró sin moverse y su cabello se encendió como
una antorcha, haciendo que su piel emitiera reflejos plateados por
las paredes.
En tres pasos
llego a ella, su cabello cayó nuevamente sobre sus hombros, sus
piernas se doblan, su vientre poco a poco se va curvando y sus manos
agarran mi rostro:
-Ya era hora que
llegaras-dice.- Te he estado esperando, mi rey.
ABEL GUELMES
ROBLEJO
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LA
VIDA ROSA
Todos
miraban al cielo mientras caían hermosos copos rosas sobre sus
cabezas ¡Qué apetitosos parecían! Su aroma se extendía por todo
el país de los cuentos y los ogros, hadas, princesas, trasgos,
dragones, duendes y brujas, todos querían probarlos. El terrible
ogro, acostumbrado a comer niños y cachorros de animales, no pudo
resistir la tentación y cogió un puñado en sus manos para
metérselos en la boca. La princesa Margarita, la más bella del todo
el país, ésa que nunca comía chucherías para no mancharse, los
guardó en el bolsillo de su delantal y se los llevó a casa para
cenar. El dragón Félix, el mejor y más audaz dragón volador,
ganador de todas las carreras y comedor insaciable de barritas
energéticas, abrió su gran boca, la llenó de copos y la cerró.
Los trasgos, como eran muy tragones, engulleron todos los que
pudieron. Incluso la bruja, que había salido al bosque a recoger
plantas para preparar el veneno de las manzanas, se olvidó de su
tarea y comenzó a recoger los copos rosas que caían del cielo. Y
así, poco a poco, todos los habitantes del país de los cuentos
probaron tan suave y exquisito manjar. Cual sería su sorpresa,
cuando después de unas horas, todos empezaron a ver rosa. Donde
antes habían visto árboles, arroyos, flores y amigos, ahora sólo
veían una especie de niebla rosa. Esperaron a la noche, pensando que
la niebla desaparecería y verían el cielo. Pero no fue así,
simplemente la niebla se oscureció y aparecieron las estrellas.
Todos estaban asustados. ¿Qué les había pasado? ¿Ya no volverían
a ver nunca? ¿Qué podían hacer? Sólo había una solución, subir
a la montaña mágica y llamar al gran mago Merlín. Merlín era el
mago más poderoso del país y seguro que sabría qué hacer. Juntos,
todos los habitantes del país de los cuentos ascendieron hasta la
cima de la gran montaña mágica y comenzaron a gritar una y otra vez
el nombre de Merlín: “¡MERLIN!”. Pero Merlín no apareció, y
después de esperar unos días, todos se sentían hambrientos y
cansados, y decidieron bajar para comenzar una nueva vida. El ogro ya
no comía niños sino las exquisitas frutas de su jardín. Margarita
no podía ver el vestido que llevaba puesto, así que poco a poco se
olvidó de las manchas y disfrutaba tumbándose en la hierba. El
dragón Félix ya no volaba, se dedicaba a ayudar a los demás en las
tareas más duras. Los trasgos olvidaron lo feos que eran y se creían
muy guapos y apuestos. Lo curioso es que los demás también lo
empezaron a creer y todo el mundo los amaba. La temida bruja dejó
de cocinar los venenos para manzanas y comenzó a fabricar perfumes.
Y así pasó mucho, mucho tiempo, tanto, que aunque parezca
sorprendente, todos olvidaron lo que eran.
Un
día 25 de Abril, Merlín volvió. Había estado muchos años jugando
una reñida partida de ajedrez con su primo el mago Artabán, y por
eso no había acudido a la llamada de sus amigos. Merlín quedó muy
impresionado al ver la terrible enfermedad que aquejaba a todos los
habitantes del país, y rápidamente cogió su varita y dijo las
palabras mágicas “Salutín Salatón” para devolverles la salud.
Por arte de magia, la niebla rosa que hasta entonces les había
nublado la vista desapareció y todos comenzaron a ver de nuevo los
árboles, los arroyos, las flores, los amigos y a ellos mismos. Al
verse reflejados en el agua, los ogros recordaron quiénes eran y que
su deber era cazar y comer niños. Margarita recordó que era una
princesa y dejó de revolcarse en la hierba. Félix comenzó a
entrenar para ganar todas las carreras y se olvidó de sus amigos. Y
la bruja cerró su tienda de perfumes y volvió a fabricar veneno.
Los que peor lo pasaron fueron los pobres trasgos, que durante mucho
tiempo se habían sentido guapos y admirados, y ahora volvían a ser
feos y antipáticos. De esa manera, todo volvió a la normalidad.
Pero
la normalidad no siempre es sinónimo de felicidad, y los habitantes
de país del los cuentos no pudieron olvidar su vida cuando sólo
veían rosa. La alegría inicial que sintieron por haber recuperado
la vista, se fue transformando poco a poco en añoranza. Ese año,
cuando acabó el verano, todos los habitantes del país de los
cuentos se volvieron a reunir en la cima de la gran montaña mágica
para pedir a Merlin que hiciese llover los copos rosas de nuevo.
ASUNCIÓN
FUENTE
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ENTREVISTA CON EL FANTASMA
Le pregunté al
fantasma que se apareció de repente, en el medio del pasillo. Le
detuve un momento.
Las alfombras bajo sus pies de metal líquido, humeante, y el movimiento de su sábana de cuento de niños sonando como los dedos que acarician la boca llena de dientes con caries de un piano.
Le dije que si dolía, le pregunté que si lo aceptó como un tesoro se acepta en el fondo del mar, con todo el oro muerto en los estómagos de gusanos con colas verdes y azules y ojos de salmuera. Le pregunté que si le pesaba lo que tenía debajo y levantó ese mantel blanco que me dolía en los párpados, y que contaminaba las paredes del pasillo de un azul eléctrico, ahuyentando los mosquitos que se colaban por la axilas de las ventanas.
Le pregunté si se difuminaba bien con el ambiente de aerosoles y con las estrellas alcohólicas de las noches de sábados. Le interrogué para saber si se había enamorado de una de esas muchas viudas que observaba en silencio, con un dedo en los labios, dentro de los armarios teñidos de verdes chivatos en vestidos de algodón y de seda rota. Diseñé un interrogatorio continuo, mientras mis brazos temblaban dormidos al lado de las caderas, colgando como cadáveres en una horca en medio de la plaza de la República Francesa.
Le pregunté si notaba dolor, si le habían dañado hasta mil veces sobre la piel sobre el cerebro; pensé que había extirpado sus pensamientos hasta convertirlos en una lasaña, donde todas las caras eran el fundamento y la razón de la comida de los gusanos. Ya vivos. Agonizando bajo la lluvia de todos esos paraguas de colores vivos, que parecían que burlaban la muerte de allá arriba, con sus caras pintadas y sus elásticos y sus palos levantados al infinito. Quise saber si le dolían las palabras en los poemas, si sentía la sangre que ya no tenía en las venas, si se vaciaba poco a poco cuando subía las escaleras retorcidas del recuerdo, hacia dentro. Le pregunté si los sonidos de los caracoles cuando beben los ríos que surcan la tierra en dos seguían siendo escuchados por sus oídos de burbujas de agua.
¿Era, en ese tiempo inconsciente en el que se movía aleteando sobre los centímetros de angustia que giraban su suelo, todavía un maniquí destrozado y olvidado por todos los molinos de viento, y por todas las bandejas de entrantes en los mejores lugares de comida india? ¿Ejercía el oficio de modisto de tambores mientras palidecía un poco más a la luna que le decoraba los miembros de aire con blanco sepulcral y con tinieblas de ojos de anciano?
Le pregunté si los ratones le carcomían las puntas enredadas que volatilizaban sus palabras podridas, sus dedos secos y abiertos al hambre de siglos errando; si en las plazas de música medievales aún quedaba el recuerdo de las barras de pan duras que espantaban a las palomas. Si aún sentía todos sus rostros escondidos en charcos de agua y en huellas en el suelo, y si le dolía ver a las niñas con estrellas en el pelo, soplándoselas muy fuerte para que sirviesen de carburante a los coches biológicos luchando sobre la autopista.
Le pregunté mientras callaba y sonreía, muerto, a mis dudas que surgían como cabezas de extraños vecinos en los tendales de un edificio, pendiendo, llorando por el cielo de cemento lleno de pinzas de ropa que bajo ellos acumula los cadáveres de mariposas y de hormigas muertas por exceso de migajas de pan.
Le interrogaba continuamente hasta que mi voz se acostó con el viento que nos separaba, y se pegaba a los retratos del pasillo y abrazaba las alfombras rojas que ejercían de tiritas para todas esas pisadas de tacones tibios sobre el mármol plano.
Le pregunté.
Y el fantasma me miraba con el vidrio de su cara y con la sábana elegante que en todos los dibujos es el uniforme de un fantasma por excelencia. Si no, no es fantasma. Le preguntaba y él no lloraba ni discutía, ni siquiera comentaba cómo se le torcía la columna antivértebras cuando caminaba despacio sobre fuentes de barro.
Se deslizaba sin moverse, y corrían sus velos bajo la tormenta de mis preguntas, enfadadas, y bebidas de ira y de tabaco. Le pregunté y sólo la noche parecía escuchar los lamentos que ese alma despertaba bajo el peso de una tela que era más infinita que temporal, y más espiritual que vagabunda.
Le pregunté.
En una entrevista que me hacía a mí mismo.
Delante de un espejo.
Las alfombras bajo sus pies de metal líquido, humeante, y el movimiento de su sábana de cuento de niños sonando como los dedos que acarician la boca llena de dientes con caries de un piano.
Le dije que si dolía, le pregunté que si lo aceptó como un tesoro se acepta en el fondo del mar, con todo el oro muerto en los estómagos de gusanos con colas verdes y azules y ojos de salmuera. Le pregunté que si le pesaba lo que tenía debajo y levantó ese mantel blanco que me dolía en los párpados, y que contaminaba las paredes del pasillo de un azul eléctrico, ahuyentando los mosquitos que se colaban por la axilas de las ventanas.
Le pregunté si se difuminaba bien con el ambiente de aerosoles y con las estrellas alcohólicas de las noches de sábados. Le interrogué para saber si se había enamorado de una de esas muchas viudas que observaba en silencio, con un dedo en los labios, dentro de los armarios teñidos de verdes chivatos en vestidos de algodón y de seda rota. Diseñé un interrogatorio continuo, mientras mis brazos temblaban dormidos al lado de las caderas, colgando como cadáveres en una horca en medio de la plaza de la República Francesa.
Le pregunté si notaba dolor, si le habían dañado hasta mil veces sobre la piel sobre el cerebro; pensé que había extirpado sus pensamientos hasta convertirlos en una lasaña, donde todas las caras eran el fundamento y la razón de la comida de los gusanos. Ya vivos. Agonizando bajo la lluvia de todos esos paraguas de colores vivos, que parecían que burlaban la muerte de allá arriba, con sus caras pintadas y sus elásticos y sus palos levantados al infinito. Quise saber si le dolían las palabras en los poemas, si sentía la sangre que ya no tenía en las venas, si se vaciaba poco a poco cuando subía las escaleras retorcidas del recuerdo, hacia dentro. Le pregunté si los sonidos de los caracoles cuando beben los ríos que surcan la tierra en dos seguían siendo escuchados por sus oídos de burbujas de agua.
¿Era, en ese tiempo inconsciente en el que se movía aleteando sobre los centímetros de angustia que giraban su suelo, todavía un maniquí destrozado y olvidado por todos los molinos de viento, y por todas las bandejas de entrantes en los mejores lugares de comida india? ¿Ejercía el oficio de modisto de tambores mientras palidecía un poco más a la luna que le decoraba los miembros de aire con blanco sepulcral y con tinieblas de ojos de anciano?
Le pregunté si los ratones le carcomían las puntas enredadas que volatilizaban sus palabras podridas, sus dedos secos y abiertos al hambre de siglos errando; si en las plazas de música medievales aún quedaba el recuerdo de las barras de pan duras que espantaban a las palomas. Si aún sentía todos sus rostros escondidos en charcos de agua y en huellas en el suelo, y si le dolía ver a las niñas con estrellas en el pelo, soplándoselas muy fuerte para que sirviesen de carburante a los coches biológicos luchando sobre la autopista.
Le pregunté mientras callaba y sonreía, muerto, a mis dudas que surgían como cabezas de extraños vecinos en los tendales de un edificio, pendiendo, llorando por el cielo de cemento lleno de pinzas de ropa que bajo ellos acumula los cadáveres de mariposas y de hormigas muertas por exceso de migajas de pan.
Le interrogaba continuamente hasta que mi voz se acostó con el viento que nos separaba, y se pegaba a los retratos del pasillo y abrazaba las alfombras rojas que ejercían de tiritas para todas esas pisadas de tacones tibios sobre el mármol plano.
Le pregunté.
Y el fantasma me miraba con el vidrio de su cara y con la sábana elegante que en todos los dibujos es el uniforme de un fantasma por excelencia. Si no, no es fantasma. Le preguntaba y él no lloraba ni discutía, ni siquiera comentaba cómo se le torcía la columna antivértebras cuando caminaba despacio sobre fuentes de barro.
Se deslizaba sin moverse, y corrían sus velos bajo la tormenta de mis preguntas, enfadadas, y bebidas de ira y de tabaco. Le pregunté y sólo la noche parecía escuchar los lamentos que ese alma despertaba bajo el peso de una tela que era más infinita que temporal, y más espiritual que vagabunda.
Le pregunté.
En una entrevista que me hacía a mí mismo.
Delante de un espejo.
DRÍADA
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EPPUR
SI MUOVE
Aunque
se
sentía impaciente luego de aquel descubrimiento, por un tiempo
físicamente incalculable lo embargó la belleza de ese paraíso
donde se encontraba. Era
un astrónomo de los seres inteligentes que habitaban ese diminuto
planeta verdoso y que volaba majestuoso, dotado de los atributos que
le daban sus enormes alas.
Estaba
indeciso
en develar ese hallazgo,
porque sus semejantes, consideraban que ese hermoso planeta en el que
vivían era el centro del universo. Aunque se sentían sometidos a
los designios de un Dios creador de todo lo existente, creían con
soberbia que habían sido concebidos a su imagen y semejanza y que
todo el cielo giraba en torno de ellos.
En
el crepúsculo del pequeño día, el sol ya no se mostraba en el
curvado horizonte anunciando la oscuridad que fue cayendo de golpe.
Lentamente fueron apareciendo en el cielo nueve lunas de diversos
colores, que generaban misteriosas sombras grises y azuladas en la
noche.
Se
posó
en la altura de una roca y se abrigó acurrucándose en sus plumas
mientras escudriñaba el cielo observando ese magnífico espectáculo,
donde cada
movimiento de los astros tenía un tiempo y espacio.
Entonces,
hinchando el plumaje de su cuello, alzó su pico para emitir un canto
sublime dirigido hacia el cielo, con toda la fuerza que fue capaz de
juntar:
-
Dios, he descubierto que nuestro planeta no está fijo en el centro
del universo. ¿Que les digo a mis congéneres para convencerlos de
su error en medio de tanta intolerancia? Por un instante
escuchó el eco de su propio canto al que nadie respondió.
Sin
embargo, después
de un momento, divisó
entre las nueve lunas, que algunas
estrellas se
abrían y cerraban, se agrandaban y achicaban, saltaban y se
sumergían. Eran como
pequeñas luces brillantes reflejadas en el cielo oscuro y poco a
poco, fue percibiendo un murmullo lejano,
que luego se fue haciendo voz.
-
Diles “eppur si
muove”, “eppur si muove”, le repetía
Dios, que se reía en el cielo apoyado sobre las estrellas. Ya le
había pasado lo mismo con un tal Galileo Galilei ante otros seres
intolerantes y soberbios, que habitaban un pequeño planeta azulado,
que sólo tenía una luna.
NÉSTOR
QUADRI
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AUNQUE
NO LO CREAS
Cuando
terminó el show de nuestra amiga Ligia, en
la plaza principal de aquel pueblo, Patricio y yo decidimos comprar
dos pasajes para visitar la Isla Escondida. No queríamos irnos a
dormir temprano. Estábamos de vacaciones y había que beber la noche
caribeña hasta el final. Luego de unos veinte minutos en un barco
deteriorado, por cierto, llegamos a la isla. Caminamos entre los
árboles enormes, pisando hojas secas y disfrutando del encanto de la
noche. Decidimos dar un paseo por la playa que se veía lo
suficientemente atractiva como para que quisiéramos recorrerla.
Nos
desplazábamos en silencio, contemplando
admirados, el sendero de plata que construía la luna sobre la
superficie del agua, compenetrados en la percepción de tanta belleza
nocturna, cuando, súbitamente, Patricio señaló hacia el mar y yo
comprobé, asombrado, que unas ondas peculiares perturbaban la
tranquilidad marina. Luego, se produjo un extraño remolino y algo
emergió de las aguas. No pudimos identificarlo, pero lo que fuese,
salió y se deslizó sin ruido por la arena, perdiéndose en la
selva. Nos miramos sorprendidos y Patricio atribuyó el fenómeno a
los tragos que habíamos tomado en el bar. Yo no estaba tan seguro y
sugerí que regresáramos a nuestro hotel. Mientras caminábamos
hacia el barco, ambos miramos a nuestras espaldas varias veces, pero
todo estaba tranquilo por allí.
El
capitán nos comunicó la desagradable
noticia de que su embarcación estaba averiada y no podríamos
regresar hasta la mañana del día siguiente. Nos recomendó un hotel
de confianza que se encontraba sólo a un kilómetro de allí. La
idea de quedarnos en ese lugar no nos agradó demasiado, pero no
habiendo otras posibilidades, emprendimos la marcha por un sendero
apenas delimitado entre los árboles.
No sé
si sería producto de lo que habíamos
bebido, pero todo el camino sentí la perturbadora sensación de que
miles de pequeños ojos seguían atentamente nuestro paso por ese
paraje desolado. Me inquietó también el extraño silencio que
cubría la selva. Al fin divisamos una luz lejana y al acercarnos nos
encontramos con un hombre con una linterna en la mano, que nos
acompañó hasta nuestro cuarto, muy humilde, pero refugio al fin.
Me
dormí de inmediato, pero alrededor de
medianoche sentí que Patricio me llamaba muy agitado, por cierto, y
me señalaba hacia la ventana. Afuera se notaba algunas sombras en
movimiento,
Nos
vestimos sigilosamente y salimos. Entonces los vimos. Eran una
hilera de hombres que se desplazaban rumbo a la playa. Con una sola
mirada, acordamos seguirlos.
Ellos
marchaban silenciosamente, llevando armas
entre sus manos. Tomaron por un atajo que parecía abandonado y
debimos luchar con las ramas que nos impedían el paso. De pronto,
Patricio tropezó con una piedra y trastabilló, para nuestro
infortunio, en forma ruidosa. Entonces el último hombre giró su
cabeza y nos miró. Debo decir que sus ojos fueron el espectáculo
más aterrador que contemplé en mi vida. Todo el odio y la ferocidad
del universo estaban concentrados allí. El individuo fijó su
mirada en Patricio, durante unos segundos y luego, afortunadamente,
continuó la marcha.
Al
salir del camino, los vimos subir en una
lancha y luego zarpar sin producir ningún sonido. Nos quedamos unos
minutos absortos, observándolos alejarse a la luz de la luna llena,
cuando de pronto, el silencio se vio interrumpido por gritos,
lamentos y maldiciones aterradoras, seguidos por varios chapoteos en
el agua y finalmente toda esa escena desapareció en el aire.
Volvimos entumecidos de frío y de terror por la senda principal al
hotel y no pudimos pegar un ojo en toda la noche, preguntándonos
quiénes serían esos hombres y qué estaban haciendo allí.
Al día
siguiente, pudimos observar que al lado del
hotelucho se levantaba una extraña construcción en ruinas,
cubierta por la vegetación y junto a ella, los restos de un antiguo
cementerio. Todo este cuadro produjo en mi interior cierta inquietud
y rechazo.
Una
vez en el barco, conversamos con el capitán
sobre la historia de esa isla. El hombre entrecerró sus ojos azules,
circundados por pequeñas arrugas en su piel curtida por el tiempo y
fue develando el relato de una isla que era cárcel de extrema
seguridad y de un día lejano de un verano de luna llena de 1960,
cuando un grupo de criminales, sumamente peligrosos planeó
cuidadosamente su fuga. Luego de reducir a sus carceleros, marcharon
por la selva y mediante una lucha encarnizada, tomaron por asalto la
isla y se apoderaron de una lancha.
Como
eran muchos y la embarcación era pequeña,
decidieron arrojar al agua a los heridos. Así lo hicieron,
contemplando imperturbables cómo los tiburones, atraídos por la
sangre, se hacían un festín con sus compañeros.
A
pesar de sus recaudos, el peso de los
prisioneros restantes era excesivo y la lancha finalmente se hundió.
La mayoría de los prófugos murió ahogada y los que quedaban fueron
apresados y trasladados a otras cárceles. El penal fue abandonado y
el motín fue considerado la mayor rebelión de presos en la historia
de ese país.
Cuando
comencé a realizarle preguntas sobre la
posible existencia de acontecimientos inusuales en la isla, el hombre
titubeó un poco antes de relatarnos las leyendas que contaban los
lugareños sobre sonidos misteriosos, siluetas borrosas en el
sendero de la selva y desgarradores gritos y maldiciones en el mar,
que se repetían una y otra vez, en las noches de luna llena, pero
que él consideraba habladurías sin fundamento alguno.
Volvimos
al hotel, conmovidos y sumergidos en innumerables interrogantes.
Luego
de esta extraordinaria aventura, no volví
a ver a Patricio, ni a tener noticias suyas. La última vez que me
contactó telefónicamente, me confió que estaba pensando en volver
a la isla llevando esta vez, consigo, una cámara. Luego de un
tiempo, traté de ubicarlo en los sitios que frecuentaba para que me
contara el resultado de su aventura, pero no tuve éxito alguno.
Diez
años después de estos hechos, recibí la
inesperada visita en mi departamento en Buenos Aires de Ligia, quien
luego de saludarme brevemente, me mostró un ejemplar de una revista
de historias marineras, donde se relataba los hechos ocurridos en
1960 en la isla. Entre otras fotografías se encontraba la del
fugitivo que nos había mirado en forma tan extraña, el cual había
fallecido durante la represión y otra que mostraba, vestido con su
uniforme, el rostro del jefe del penal, el cual me resultó
increíblemente familiar. Cuando ella se arrojó en mis brazos
sollozando, comprendí con asombro, que ese amarillento retrato no
era otro que el del abuelo de nuestro pobre amigo desaparecido.
En ese
instante los terrores nocturnos, los gritos escalofriantes,
toda aquella espantosa escena volvió hacia mí y sin darme cuenta,
me desvanecí.
Desde ese infortunado día he perdido casi por
completo el sueño, aquella mirada perversa permanece clavada en mi
alma y ningún médico de la tierra ha logrado que yo deje de
esperar cada noche de plenilunio, que esos hombres regresen por mí.
SUSANA
ANGÉLICA ORDEN
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AMOR CORRESPONDIDO
Porque quería huir de ti tuve que
sufrir. Para poder pasar el tiempo sin volverme loco, mi ingenio dio
lugar a unas prácticas muy variadas. Lo que ocurrió mientras
intenté escapar de tu influencia es lo que te voy a contar ahora.
Lo primero que se me
ocurrió fue poner muelles por toda la casa. Funcionó bastante bien
y, como te digo, me ayudó a seguir adelante en mi estúpido proceso
de seguir sin ti. Coloqué muelles enormes por toda la casa, sobre
todo en la entrada. Y nada más pasar la puerta, apenas dentro,
empezaba a rebotar por todas las paredes y en todas las direcciones.
Cada vez cogía más velocidad y enseguida podía verme a mí mismo
distorsionado en los rebotes anteriores. Como la imagen de mis otros
yoes se difuminaba mucho, no podía distinguirme y parecía que había
muchísima gente en casa. Funcionó a la perfección; era tristísimo
llegar a casa y verla deshabitada. Además, me ayudaba a conciliar el
sueño, del cansancio que me provocaba tanto rebotar. Y también el
hecho de pensar que habría alguien al día siguiente, aunque luego
no fuera así. A las semanas, los vecinos empezaron a quejarse del
alboroto de las “fiestas” que me montaba, así que tuve que optar
por un plan más tranquilo.
Entonces me compré unos
hamsters. Pensé que me harían compañía y formarían una familia
en la que yo pudiera ser algo partícipe, pero ocurrió todo lo
contrario. Me hacían sentir aún más solo, ya que formaron ellos
(eran dos) una familia con cinco crías, y obviamente, no tenían
hueco ni tiempo para mí. A raíz de esto se me ocurrió que podía
hacer lo mismo con la vajilla de mi casa. Lo mismo, es decir, formar
una familia. Una vajilla siempre había sido para mí algo así: los
platos de comida son los padres, los platos de postre los hijos, y
los platos hondos los abuelos. Les pinté unas caras con sus sonrisas
y ya tenía toda una familia en casa. Bueno, a los abuelos les
alquilé un piso cerca para que no tuvieran que soportar tanta
juventud y agitación. Ellos se portaron mucho mejor entre ellos que
los hamsters, y conmigo también, claro. Estaban siempre que les
necesitaba. Todo perfecto, hasta que un día se me cayó un plato al
suelo. Esta idea no siguió adelante: peor que tu compañía era
soportar una nueva derrota.
Tras estos tropiezos y
con mi ingenio por los suelos, apareció ese ser que ha renovado a
tantos hombres a lo largo de la historia y que aparece en tantas
cartas. Sí, una mujer.
Quizás me precipité la
primera vez que fui a visitarla, pero mis ansias solas mueven al
resto de mi cuerpo. Primero tenía que asegurarme de que estaba sola.
Como vivía en un décimo, para comprobar si lo estaba, tenía que
asomarme por la ventana. Era complicado llegar hasta allí, pero no
imposible. A base de muchos experimentos químicos realizados durante
unos dos años, desarrollé una mutación en mi cuerpo que me
permitió volar, aunque fuera durante unos minutos, hasta su piso.
Realmente no funcionaban muy bien estas alas, o como queramos
llamarlas. Me hacían ir dando golpes con casi todos los áticos que
había en el camino de su casa a la mía y tenía que beberme cada
poco rato dos líquidos: uno para que tuvieran fuerza, y otro para
que se encogieran hasta que eran apenas visibles, solo dos granos en
mi espalda . A veces pienso que esas alas nunca existieron y era yo
saltando de ático en ático impulsado por mi emoción. El caso es
que el día que coincidió que estaba en casa, no estaba con su novio
y tenía la persiana subida, me emocioné tanto, que en un gesto de
nerviosismo se me cayeron las botellas con los líquidos. Así que
tuve que pasar toda la noche esperando, y a la mañana siguiente,
aguardé a que saliera de casa, y llamé a los bomberos para que me
bajaran de allí. Vino también la policía y me dijo que no podía
ir por ahí con las alas, que estaba prohibido volar. Les pedí que
me enseñaran una ley o lo que fuera, donde pusiera algo al respecto,
y así lo hicieron. Resulta que hay un punto en la ley en el que se
prohíbe volar aunque se haga por amor, aunque extrañamente no
añadan nada sobre hacerlo bajo los dominios del alcohol u otros
productos. No me imaginaba que a nadie se le había podido ocurrir
hacer una ley así. No pasó nada más; en el fondo vi que los
policías lo sentían por mi situación. Después de eso, tuve que
extirparme las alas totalmente.
Esta parecía la última
de mis hazañas para evitarte, pero aún me quedó ingenio. Ya se
sabe, por amor o hambre uno se inventa lo que sea. Además, mi
relación con esta chica fue a más, aun sin tener yo que hacer
grandes apariciones nocturnas volando por la ventana de su décimo
piso. Me empezó a hablar mucho de ella y de su novio. Estaban
pasando una mala época y yo era un gran apoyo. Como grababa todas
las conversaciones, podía estudiarlas luego en casa. De esta manera
llegué a la conclusión de que el problema que había aquí no
éramos ni ella ni yo, ni que no hubiéramos tenido la oportunidad de
conocernos; era su novio, que le cegaba. Así que ahora mis esfuerzos
se enfocarían en competir contra él. Durante aproximadamente seis
meses intenté mejorar mi cuerpo para sorprenderla con mi físico y
que me mirara con otros ojos. Por más que lo estuve intentando, no
conseguí ningún músculo digno de admiración. Mi complexión no da
más de sí. Pero sí se me ocurrió otra cosa: tener un hijo con
alguien que fuera muy parecido a mí y hacerlo crecer muy
rápidamente. Le haría un gran hombre musculado para abrirle esos
ojos tan bonitos a ella, y que se quedara después impactada por mi
(su) personalidad. Luego daría el cambiazo.
Me llevó un par de meses
encontrar a una chica físicamente parecida a mí que quisiera tener
un hijo conmigo. No podía dejar pasar mucho tiempo, porque luego
tenían que pasar los otros nueve meses de embarazo, por lo que con
que se pareciera un poco ya bastaba. Dos años pasaron hasta
conseguir el bebé varón, porque por desgracia mi primer hijo fue
niña. Le dije que podía quedársela si quería, que yo no podía
educarla, pero que nos pusiéramos ya con el chico. Ese era el trato.
Por fin, el segundo salió niño. Desde el principio le quité los
juguetes, aunque él iba directo, y le daba de comer cosas de
mayores: costillas, jamón, o café con whisky después de las
comidas, por ponerte algunos ejemplos. A los dos meses le empecé a
enseñar filosofía, a conducir, y le apunté a hípica. Fue
practicando mis aficiones, leyéndose mis libros preferidos, viendo
las películas que yo había visto y escuchando mi música, que fue
lo que más le costó. Y no practicó otras aficiones, ni leyó otros
libros, ni vio más películas, ni escuchó otras canciones.
Siguiendo el plan, se fue haciendo mayor antes de tiempo, a gran
velocidad, y con dos meses de edad ya medía un metro y medio. Los
resultados fueron espectaculares. A los cinco meses era casi como yo,
así que ya podía hacer flexiones, correr, levantar pesas y demás.
Como no había cumplido ni un año, no tenía ningún deber de
persona mayor ni que ir al colegio; podía estarse todo el día
haciendo ejercicio. Y en otro par de meses ya se había convertido en
un modelo exquisitamente construído. Su cuerpo, joven, sí que era
admirable. El plan dio sus frutos, y se empezó a fijar en mí. O
sea, en él.
No te he dicho por qué
te escribo. El motivo principal es que quiero volver contigo. No me
molesta que la chica que conocí esté actualmente manteniendo, en
realidad, relaciones con un niño de dos años. Ella no lo sabe, no
es consciente, y él... él solo es un niño “jugando”. Lo que me
molesta más es que dejó a su antiguo novio por el físico nada más.
Yo soy exactamente igual que mi hijo, le eduqué como yo, con las
mismas costumbres e ideas, los mismos modales; le hice ser yo en
tiempo récord para que ella le conociera, me
conociera. Era una manera de llegar a ella. La única diferencia es
que él tiene un cuerpo perfecto. Incluso medimos lo mismo, todo nos
mide lo mismo. En realidad es de mí de quien está enamorada, aunque
no lo sepa. No podría estar con una chica así. A veces pienso que
inconscientemente le sometí a una prueba, y... no la ha superado.
Claro, ella piensa que está saliendo conmigo, sería una locura que
nos viera a los dos a la vez, y eso no ha pasado hasta ahora, ni
pasará. Dejaré que sea feliz con él, porque yo no quiero nada con
ella ya, ahora quiero estar contigo otra vez, como antes, como
siempre hemos estado. Como cuando mi primer amor eligió su segundo
amor.
CRIMEA
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EL PERSEGUIDO
Tenía que ser esta la
oportunidad. Él sabía bien que si no lograba contactar a los Illu
jamás lograría tener la fe necesaria, ya que lo que más se
asemejaba
a la deidad para él eran
esos dioses horrendos dibujados en las paredes vetustas de arcilla
primigenia, que narraban pasajes del Enuma Elisha, las antiguas
historias de Sumer, de
Atlantis y Lemuria, había hecho las semblanzas que terminaron siendo
las pruebas del sincretismo religioso; así se supo que Hesus,
Thor, Sammonocadam, Sethme
II y Cristo eran una historia sacada del poema de Gilgamesh, que los
egipcios sabían utilizar bombillas y conducir la electricidad,
de manera que las
pirámides permanecían con luz como nosotros en nuestras viviendas
en las noches; se supo además el importante hallazgo de la batería,
si, la batería, ese era
el único nombre que se le podía dar a la caja de plástico con
celdas de plomo y conductores de cobre hallada en Iraq, se habían
hallado las pirámides de
cristal que algunos ya se atrevían a llamar la Atlántida
reencontrada, un grupo de seis pirámides halladas cerca de Bermuda,
pero
más cerca de Cuba,
sumergidas y cubiertas de algas marinas. Tantas pruebas portentosas
que maravillaban a la humanidad, y el profesor Kreisler aún se
sentía
totalmente escéptico. Ya
había leído los apuntes de Sitchin y de Von Daniken muchísimas
veces, y aún no lograba digerir a cabalidad todo el asombro al
que aquellos viejos
apasionados le provocaban. Pidió una cerveza más y la sorbió como
si fuera sopa caliente, y en verdad por momentos parecía que aquella
cerveza que se estaba
engullendo era el sobrante de un caldo de pollo helado, no como su
cerveza natal, llena de espumosidad, temple, chispa, carácter,
así es, para el Doctor
Kreisler hasta la cerveza germana tenía carácter, no como el
pueblecito en el cual se encontraba, que según sus palabras era un
lugar lamentable y
paupérrimo; y no era en realidad que el lugar fuera de mala muerte,
si no que el corazón del Doctor Kreisler estaba castrado de las
mieles del placer, ni
siquiera sus estudios de historia y astronomía le satisfacían, y
así era como le conocía todo el mundo, como un hombre insatisfecho.
Era paranoico en extremo y
astuto, aunque obsesivo, a veces pasaba la madrugada yendo de un lado
a otro de la casa, revisando ventanas y puertas, deteniéndose
a ver que los cerrojos
estuvieran bien puestos, casi sacaba su lubricante y aceitaba las
bisagras, y eso fue lo que causo que su esposa le abandonara,
y sus amigos dejaran de
visitarle. Ahora solamente le entretenía la lectura de los grandes
volúmenes que componían su biblioteca. Una vida de prestigio
y rédito le había
proporcionado los medios para llevar a cabo sus sueños, que la mayor
parte del tiempo eran excentricidades. Después de varios meses de
estudio de la cultura
babilónica se sentía listo para recibir a los visitantes
galácticos, durante el acercamiento del planeta dios Nibirú, sentía
que
era su deber recibir a los
altísimos, como embajador de la paz, de la humanidad. La tarde había
llegado y el Doctor Kreisler seguía en el plan de embriagarse,
pues según él, mientras
más borracho, más elocuente sería para departir con los visitantes
tan distinguidos. Su mente estaba en ese momento esbozando un
recuerdo de la máquina de
hacer maná, el anciano de días, del Arca del Pacto, el reactor
nuclear que los dioses dejaron a los antiguos semitas. Pensaba
en Jesús y en el gran
señor Pacal de los mayas, pensaba en Yig, en Huitzilopochtli, en
Tiamat. Sabía que este era el Oxlajuj Baqtún, el día en que los
mayas habían profetizado
el regreso de los altísimos. Su boca se contrajo cuando sintió como
una mordida en su vientre, se quedo con la cara contra la
mesa de madera recién
cortada de un cedro negro, rústica, fría, dolorosamente sola como
él, Despertó en la cama de su habitación, una de tantas en la
vieja
mansión de su propiedad,
sintió la garganta seca, y cuando abrió la puerta para salir en
busca de agua, se vio frente a Andrómeda, con un planeta gris
y negro, gigantesco, poderoso, que se venía encima de la tierra
para devorarla con su potencia.SHELOMIT
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PERSEGUIDO
Siempre fui racista,
odiaba la raza negra, para mí era una raza inferior y nunca dude de
ello.
Hoy todo a cambiado
ellos se han hecho con el poder, ellos me persiguen, tengo que vivir
escondido, si me encuentran en el mejor de los casos, me recluirán
en un campo de concentración como antiguamente recluyeron los nazis
a los judíos, por suerte no estoy solo Jacob me ha ayudado y junto a
él vivo escondido en el bosque.
-Jacob, ¿crees que
acabaran encontrándonos?
-Seguramente Diego,
pero no debemos perder la esperanza quizás no lo hagan.
Jacob era una
persona muy optimista y segura de sí misma, sin el no creo que
hubiera resistido esta situación tan delicada.
La
noche llego, creímos estar a salvo y decidimos salir de nuestro
escondite, aun siendo muy arriesgado no teníamos opción alguna, la
única manera de conseguir agua potable era beber de un pequeño
arroyo no lejos de allí. Llegamos al arroyo y nos dispusimos a beber
de él, me puse de rodillas y comencé a beber cogiendo el agua con
las dos manos, mientras bebía el fuerte sonido de un disparo me
sorprendió, Jacob cayó desplomado y pude ver con la tenue luz de la
luna como el agua se teñía de rojo, asustado me levante
rápidamente pero ya era tarde para escapar, allí estaban ellos
habían matado a Jacob y se disponían a matarme a mí, con su arma
apuntándome en la sien y sabiendo que iba a morir eche una última
mirada al cuerpo inerte de Jacob, ese chico negro que no dudo ni un
solo momento en ayudarme, aun sabiendo que tiempo atrás había
propinado palizas a chicos de su barrio por ser de raza negra, ahora
era yo quien se encontraba en la situación de aquellos pobres
chicos, perseguido y en breves instantes ejecutado por una raza
alienígena que había invadido la Tierra.
DIEGO
GALÁN RUIZ
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MIRANDO AL ESPEJO
Mi entras me miraba al
espejo no podía dejar de pensar en lo mucho que siempre había
disfrutado viendo mi imagen,pero ya no era así mi imagen ya no se
reflejaba
en el,era el precio pagado por mi inmortalidad al haberme
convertido en vampiro.DIEGO RUIZ MARTÍNEZ
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PEQUEÑAS
GOTAS DE AGUA
Todo
ocurrió hace muchos años en el enigmático bosque de un pequeño
pueblo de interior. Una joven risueña y muy soñadora se encontraba
sentada bajo un viejo sauce. Como cada día se hallaba perdida en sus
pensamientos cuando algo la trajo de vuelta a la realidad. Eran
pequeñas gotas que caían deslizándose por las verdes hojas de
aquel viejo árbol que la cobijaba, estaba comenzando a llover.
En
vez de salir corriendo para refugiarse en un lugar más seguro, una
fuerza invisible hacía que permaneciera inmóvil contemplando
aquellas gotas de agua. El tiempo se había ralentizado y las gotas
caían poco a poco, cosa que hizo que pudiera observar algo que no
podía creerse. En una de las gotas vio como si de una bola de nieve
se tratase, una pequeña imagen, un diminuto mundo que mostraban una
escena. No se lo podía creer y pensó que había sido su
imaginación, cerró los ojos y cuando los volvió a abrir, en otra
gota vio pasar otra escena. Miles de preguntas pasaban por su mente
¿Qué estaba pasando? ¿Estamos tan centrados en nosotros mismos que
no nos fijamos en las pequeñas cosas? ¿Eso era algo que siempre
había sucedido? ¿Dentro de las gotas de agua había pequeños
micromundos? ¿Qué serían? ¿Sueños? ¿Desilusiones?
Paró
de llover y volvió a casa. Desde aquel momento lo único que le
importaba era encontrar una respuesta a lo que había vivido aquella
tarde de primavera. Buscó en todas las formas posibles de agua, en
la lluvia, las lágrimas, en un grifo, en una fuente… Pero nunca
más volvió a ver aquello tan extraño.
Un
año después volvió a aquel bosque y, sentada bajo el mismo árbol
esperó que llegara la lluvia. Así sucedió. Y como si volviese el
tiempo atrás y se encontrara un año antes, en las pequeñas gotas
comenzaron a verse escenas. Tan fuerte fue su deseo de descubrir que
era aquello que se fundió en una gota y quedó dentro de ella para
siempre.
VICTORIA
PALACIOS MUÑOZ
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EL FANTASMA
Rio a carcajadas, ante la mirada atónita de sus hermanas, que no
entendían cuál era la gracia.
_¿Cómo te podés reír, cuando nosotras estamos tan asustadas?
La que habló era la menor de ellas, visiblemente angustiada.
_Bueno no es para tanto, no se enojen, pero decir que hay fantasmas,
mueve a risa. –Respondió la mayor.
_Claro, como vos no estuviste, no pasaste el miedoque vivimos
nosotras. –Respondió la otra.
_Esta noche vamos las tres y les voy a demostrar que no hay ningún
fantasma, sólo imaginación.
Esa noche las tres se instalaron en la casa que fuera de sus abuelos,
de la cual habían salido despavoridas el día anterior.
Cenaron sin hablar mucho, sólo Teresa la mayor consiguió tener
ánimo. Hicieron sobremesa, recordando aventuras vividas allí,
cuando eran niñas e iban de visita.
Más tranquilas, cada una fue a su habitación a descansar.
Teresa, decidió hacerles una broma, buscó una sábana blanca y en
la oscuridad de la noche comenzó a pasearse por el corredor
emitiendo ruidos extraños. Las otras dos salieron de las
habitaciones totalmente desencajadas, llamándola a los gritos:
_¡Teresa, Teresa!, ¿dónde estás?
Cuando estuvieron agotadas de gritar y llorar, Teresa, sacándose la
sábana que la cubría, se dio a conocer.
_Vieron chicas, quería demostrarles que no tienen nada que temer.
Más tranquilas y luego de cambiar algunas palabras; todas se
retiraron a dormir.
Teresa después de su aventura se durmió enseguida.
A mitad de la noche, sintió que las cobijas se retiraban dejándola
sin abrigo. Estiró la mano derecha y se tapó. Inmediatamente lo
sintió nuevamente. Volvió a taparse, pero esta vez, tironeó con
fuerza ya que al parecer alguien hacía lo mismo,empeñado en dejarla
sinabrigo.
Se sentó en la cama realmente contrariada, no sabía que pasaba.
Grande fue la sorpresa, al ver a su abuelo sentado en un sillón
frente a ella.
_¿Qué está pasando? –dijo algo alarmada –estoy soñando.
_No mi hijita, no, estoy aquí, vengo a verte.
Mientras hablaba, fumaba su pipa y largaba el humo formando una nube
que hacía más irreal la escena.
Teresa, se refregó los ojos para despertar de ese sueño.
_No te preocupes, no te va pasar nada.
_Pero vos estas muerto abuelo. –Dijo con un hilo de voz.
_Si, -respondió –Vine de visita. Lo hago cada vez que siento
nostalgia, busco mi pipa, toco el piano. Teresa recordó lo que le
habían contado sus hermanas. La música que escuchaban.
_Lo hago para que me escuche tu abuela.
_¿Ella no está con vos?
_Por ahora no. Más no pierdo las esperanzas de que pronto nos
rencontraremos. Entonces voy a dejar de venir. Bueno mi hijita ya fue
suficiente. Me voy…
_Abuelo, ¿sos un fantasma?
_No querida, sólo una visita.
Dicho esto desapareció.
Teresa, tardó en dormirse. Al día siguiente al despertar no supo
si lo que recordaba haber vivido era un sueño o realidad. Sintió el
olor inconfundible a la pipa de su abuelo, que encontró sobre la
mesa al lado del sillón que él ocupara. La tomó en sus manos y
notó que aun estaba tibia…
Y supo que sí, él había estado allí.
No, no era un fantasma, sólo un alma errante buscando a su amada.
No comentó nada con sus hermanas, tampoco volvió a reírse de
ellos…
SUSANA DELGADO
SUSANA DELGADO
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UN
DÍA, NO COMO OTRO CUALQUIERA
Pip-Pip Pip-Pip Pip-Pip
UN DÍA, NO COMO OTRO CUALQUIERA
Pip-Pip Pip-Pip Pip-Pip
6 : 37 AM
Como todas las mañanas, chirriaba la impertinente alarma del despertador. Sin haber abierto aún los ojos, sentí ese crujido dentro de mi cabeza. Mi conciencia obnubilada, hacía caso omiso a aquellos ruidos tan estridentes.
Con el ceño fruncido, lograba resistir detrás de la mullida almohada. Mi negación era absoluta a levantarme. Tan solo pedía tres o cuatro minutos más de prórroga para afrontar un nuevo día.
Los primeros intentos de parpadeo fueron nulos, alguna que otra lágrima buscando atisbo de luz en unos ojos llorosos. Y poco más.
Dejando al margen, lo poco fluida que transcurría la comunicación Ojos-Ideas, había en esa mañana algo que no me gustaba, algo que no cuadraba, que la hacía distinta a las demás.
Después de lograr abrirme paso entre las sábanas, dando una patada al acogedor nórdico, pude por fin sentarme al filo de la cama, posando los pies sobre la alfombra.
Intentando a oscuras ponerme uno de los calcetines, noté que el tacto no era el de siempre. A mi lado no dormía nadie, luego sin duda era mi pie.
Pero ... ¿ Dónde habían ido a parar esos cuatro pelos de las piernas, que todo hombre se siente orgulloso de tener cuando juega al fútbol? Debían de perdurar los efectos de la fiestecita de anoche, pensé.
Rascándome la cabeza entre bostezos descubrí, como todos los pelos de las piernas se habían subido por arte de magia a la parte superior de la calva, convirtiéndose ésta, en una melena de suaves cabellos.
La cosa pintaba mal, empezaba a ser preocupante. Aquí pasaba algo raro.
Todavía atontado como para asustarme, sentía ese bloqueo que impide pensar. Sólo me atrevía a balbucear palabras sin ninguna coherencia ¿Qué? ¿eh? ¿Pero ... qué?
De manera instintiva, las manos se escaparon para investigar qué demonios ocurría. Palpando con miedo el resto del cuerpo, pude llegar a la horrible conclusión de que allí faltaba algo; y por el contrario sobraban algunas otras cosas.
Poco a poco comenzaba a darme cuenta del grave problema que se avecinaba. Por lo pronto y de entrada, lo de hombre hecho y derecho había desaparecido, para dar lugar a una dama de medidas increíbles.
Corriendo despavorido por el pasillo, golpeándome con todo lo que encontraba por medio, logré llegar al baño. Con los ojos como platos delante del espejo, sentí miedo y vértigo a la vez. ¿Pero en qué me he convertido? ¡Si no bebí tanto anoche! Creo.
La situación era desbordante. Frente al espejo, pasaba de ser un Señor de Murcia, para convertirme en una señorita como la Pataki.
Cientos de preguntas se agolpaban en mi cabeza, todas girando sin encontrar rumbo o al menos freno.
No entendía nada, estaba ahí morfológicamente perdido, ante la realidad que mis propios ojos se empeñaban en mostrarme.
Lo intenté todo, echarme agua sobre la cara, pellizcarme los brazos. Era inútil nada podía cambiar esta absurda pesadilla femenina.
Vamos, venga. Tenía que tranquilizarme. Coger las riendas de la situación, poner en orden el concepto de hombría.
¡Por dónde empezar!
¡Si me veía una mujer!
Mi anterior existencia como varón, era demasiado importante, como para asimilar ahora en segundos de la noche a la mañana, este brutal cambio.
Inmóvil, petrificado. Tragaba saliva, mientras observaba el espejo de arriba a abajo con total y absoluto desconcierto.
¿Y si me hubiera vuelto loco?
Demasiados pensamientos en cadena, que se perdían uno a uno en el laberinto de mi cabeza.
Tomando un peine, comencé a darle forma a mi nueva melena, a mi nuevo “look”, pensando en como debería interpretar mi nuevo papel.
Ensimismad@ en esta sorprendente tarea, creí oír un ruido lejano de fondo. Como un pitido que iba creciendo, impertinente, chirriante.
Pip-Pip Pip-Pip Pip-Pip
Algo volvía a crujir dentro de mi cabeza.
Sí, era la maldita alarma del despertador. Abrí los ojos de golpe, sin necesitar de ninguna prórroga, salté de la cama olvidando el acogedor nórdico y me dispuse a buscar como un poseso mi calcetín. El punto cero de todos mis problemas.
Puedo asegurar que esa mañana no iba a tener ningún protocolo, había ganas de agilizar el proceso. Al instante pude comprobar, que de nuevo volvía a ser un hombre de fútbol.
¡Un sueño!
¡Todo había sido una maldita pesadilla!
Sentado en el filo de la cama, empecé a reír sin parar, mientras desaparecían por el pasillo todas las sensaciones de desconcierto y de contrariedad.
No más cenas fuertes. Y nada de copas antes de dormir. Pensaba mientras me partía de risa.
¡Vaya mañanita! Le repetía una y otra vez a mi amigo el espejo del baño, en el más absurdo de todos los monólogos.
Fuera, los rayos del sol apuntaban por las rendijas de las persianas. Amaneciendo un nuevo día, no como otro cualquiera.
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AL SÉPTIMO DÍA
Estabas
solo. Perdido.
Habías
dejado de hacerte preguntas después del último milenio de saltos
entre dimensiones infinitas, buscando un rastro de vida que no
existía en ninguna de ellas.
Te
volviste loco al verte varado en aquella dimensión vacía como una
cáscara. Y como a una cáscara la odiaste, porque no tenía nada
para ofrecerte. Eras solo un traidor, un exiliado de la casta del
Dios Orom. Eras el Tabú
de
tu especie, y como tal estabas condenado a ser un solitario.
Resignado,
apagaste los motores y desgarraste el vínculo del hipersalto.
Con pasos lentos entraste a las vitrinas de criocongelación,
pensando en una inmortalidad indolora y alejada del recuerdo.
Imaginaste que terminaba el
Tabú
mientras te abrazabas a la última vitrina funcionable y contemplabas
a aquel universo de polvo y muerte, que estaba condenado - como tú-
a la inercia eterna.
Cuando
el frío llegó a tus huesos, soñaste.
Cuando
el frío llegó a tu mente ya habías extendido sobre el sueño un
mapa azul; y sobre él hiciste a la tierra, al mar y a cada cosa
viviente para que te adorara.
Todo
en solo seis ciclos.
Entonces
decidiste que aquel sería el principio de muchos principios.
Dormido
aún sonreías, como suelen hacerlo los dioses en el descanso del
séptimo día.
2010 finales.
ELAINE VILAR MADRUGA
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EL RETORNO
Los robots de volframio y titanio
programados para destruir todo lo que no fuese humano se habían
topado con un atroz hecho: Ellos también eran materia inerte.
Comenzó en los cielos la batalla de los autómatas, cuyo programa
empezaba a dar instrucciones confusas.
-Self destruct sequence
activated… ALERT!...Alert!… Suspicious material…-
En los cielos se veía toda suerte de
luces multicolor. Los compañeros del Canticum X Mortis estaban
reunidos recordando las hazañas pasadas.
Abner Caleb, líder de la organización
estaba ansioso por acariciar entre sus brazos a su primogénito hijo.
La base Canticum parecía un lugar apacible donde ya varias familias
se habían asentado en un clima de concordia y fraternidad. Pasado
eran los gritos autoritarios de Abner, que ahora parecía un remanso
de quietud. Olvidadas las batallas contra los dioses demonio
babilónicos la vida había vuelto a ser una total quietud. Al menos
eso era lo que los miembros del Canticum creían.
Adramelek había logrado escapar de la
prisión del tamaño de una caja de cerillos que le aprisionaba. Su
plan era sencillo en apariencia: volver a la Tierra. Pero lo dudaba,
no sabía cómo volver a ese lugar donde unos simples humanos y sus
mascotas híbridas le habían propinado una paliza a él y a los más
distinguidos demonios de los infiernos arcanos. Tenía conciencia de
la destrucción de sus compañeros dioses, de la emigración del dios
Enkidu a la materia oscura, donde era protegido por la serpiente
alada, la serpiente eterna, mensajera de los dioses, Cotzcut, que no
era otra que Tiamat. No le era ajeno que algunos dioses escaparon a
la destrucción, y decidió buscarles por las regiones abisales del
cosmos, tránsfuga del silencio vagando en cuerpo de gas, pasó por
nebulosas raudas, los miembros del Canticum observaban el cielo y
vieron pasar un cometa azul y de cresta gris, iracundo, viajando a
una velocidad vertiginosa, precipitándose a lo profundo del cosmos.
Para Canticum, que a la sazón se había convertido en un
observatorio astronómico, además de un museo de monstruos arcanos y
mitológicos, que por cierto ya nadie visitaba. La gente parecía
haber olvidado el museo Canticum X Mortis que tanto diera de qué
hablar en su momento. Pero volvamos con Adramelek el grande, el
príncipe de los malignos, el poderoso, el derrotado…
No le fue muy difícil encontrar a sus
compañeros dioses del fango. Un demonio siempre sabe donde hallar a
un colega. Celebraron una reunión en la que todos, aterrados y un
poco confundidos, pero a la vez esperanzados por el retorno del
príncipe de los demonios, que había fracasado en su conquista de la
humanidad, pero que nunca se rendía, y era precisamente ahí donde
radicaba su peligro, en la constancia que tenía en sus acciones. En
el infierno le decían el rey de los tercos, ya que cuando quería
algo jamás dejaba de presionar. Si la Tierra estaba entre sus
infinitas ambiciones, no descansaría hasta tomarla para él, no
importaba cuantas veces lo destruyeran, su esencia siempre renacía.
Su esencia maligna era su centro de poder, que se crecía con el
odio, la avaricia, la venganza, el temor, la locura, la muerte. Con
su oratoria rebuscada ya tantas veces oída por sus correligionarios
logró convencerlos de que se unieran a la segunda campaña en contra
de la humanidad, mas algunos permanecieron reacios a sus
proposiciones, recordando el poder de los seres humanos, y de sus
sentimientos, de los cuales ellos carecían. Los contrarios al
discurso de Adramelek empezaron a debatir las razones de aquel fiero
guerrero perlado en necesitar de todos ellos para tomar a las
personas, ya que el discurso de Adramelek invitaba a una guerra
fácil, que la esgrimiera él solo. El demonio se impacientó, quiso
comenzar a gritar y decir insultos a los compañeros contrarios, pero
se abstuvo al sentir un miedo indecible cuando uno de los contra dijo
“CANTICUM X MORTIS”. El sólo hecho de escuchar ese nombre lo
hizo titubear en su discurso, y su argumento se desvió en una
reminiscencia de la paliza que había recibido. Absorto estaba
Adramelek mientras los demás comentaban con horror cómo fueron
humillados por los humanos. No repararon en una pequeña luz que
comenzó a crecer en el centro de la oscura parte del cosmos en la
cual estaban, cuando de pronto irrumpieron tremendos robots
dispuestos a despedazarlos en cuestión de minutos, y así lo
hicieron. Fue una horrenda carnicería aquella, horrible aún para
aquellos demonios que en el pasado subyugaban seres humanos e
híbridos, aquellos que ofrecían condena eterna a los humanos eran
ahora diezmados por un séquito de robots creados por un joven un
poco loco que muriera en la implementación de su táctica con estos
seres. Aquellos que fueron creados para destruir a la humanidad la
habían salvado sin que ella lo supiera de una batalla dantesca. Los
robots tomaron rumbo desconocido, y los cuerpos grises de los
demonios se hicieron cenizas, cenizas que se transformaron en
pequeñas luces que se multiplicaban con rumor de grillo, un rumor
ensordecedor, con aleteo de moscas horrísono, con crujir de dientes
y reír descontrolado. La derrota los había hecho más fuertes,
ahora sólo les quedaba volver a repasar la estrategia para entrar
al ruedo nuevamente. Los Canticum se habían enfrascado en un círculo
que nunca terminaría, se estaban perdiendo en las vueltas del
infinito. Lo que no sabían era que precisamente esta batalla era el
camino a la inmortalidad.
Colonia San Simón, Jutiapa, Guatemala,
16 de mayo de 2013
R.E.R.M.
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EL HOMBRE
DE NEGRO
Aterrorizado,a
sí me encuentro,muy asustado,y no debería ser así nunca pensé
encontrarme así,nunca lo pensé,pero es la realidad,mi triste
realidad.El hombre
de negro a
venido a por mi ,como tantas veces, pero esta vez es diferente se le
ve más seguro,dispuesto a acabar conmigo cueste lo que cueste.
Siempre e
vivido en esta casa y nunca imagine que algún día intentarían por
todos los medios echarme,no entiendo el porque de esta persecución
nunca e echo
daño a
nadie,tan solo e defendido mi hogar,algo que cualquiera haría en mi
misma situación.
Hará poco
más de un mes unos desconocidos se instalaron en mi casa,los okupas
me cogieron por sorpresa sin tiempo para reaccionar,pasada la
sorpresa inicial
intente
echarles con muy malos modos,con gran esfuerzo conseguí que se
fueran pero volvieron con el hombre de negro.
Nunca
olvidare el primer día que lo vi, fue el principio de una pesadilla
sin fin,estoy cansado de verle,de escucharle,su sola presencia me
intimida,su
aspecto me
causa escalofrios,no muestra sentimiento alguno,no parece humano,como
si fuera de otro mundo de otra dimension,ya no puedo más e meditado
seriamente
abandonar mi
casa,la casa en que nací,la casa donde pase toda mi vida,la casa
donde morí y donde pensaba pasar toda la eternidad,pero hasta un
espíritu
es capaz de sentir miedo,miedo del hombre de
negro,alguien que en nombre de Dios esta dispuesto a acabar
conmigo,un cura.
DIEGO MARTÍNEZ RUIZ
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AIRE FRESCO
La música sonaba fuerte,
su cuerpo vibraba dejándose llevar por el compás, girando
estremecido; de pronto sintióuna mano que rodeaba su cintura. Una
mano
fría que le transmitió
dolores y quejidos, de otras almas presas en su cuerpo. Salió sin
aliento de aquella oscuridad, desesperado e inquieto. Aun no lograba
reponerse; era ilógico
que dentro de la muchedumbre, existiera un demonio haciendo de las
suyas. Solo él lo descubrió. Cuando sus ojos chocaron
inesperadamente
con su mirada, pudo ver
que el fuego del infierno hervía en sus pupilas.
Salió desesperado en
busca de la luz, su cuerpo temblaba como hoja en el viento, anduvo
hasta que pudo ver, que el camino terminaba en un inmenso muro de
piedras que le cerraban el
paso, no tenía otra alternativa que no fuera esperarlo, sabía que
vendría en su busca. Se enfrentaría a sus maldades milenarias
no había otro camino.
Apresurado dio el último paso y pegó su espalda al muro que quedo
incrustado en su espalda. Estoy dispuesto a todo menos a caer en
sus garras, apretó sus
manos fuertemente; tomó un pequeño crucifijo que pendía de su
cuello y se encomendó sin demora al señor de la luz.
Cerró sus ojos y al
instante sintió la terrible presencia, la atmósfera se había
vuelto viscosa y le pesaba el cuerpo, como si colgaran de sus hombros
unas
inmensas piedras, a pesar
de que sus ojos permanecían extremadamente cerrados, no dejaba de
imaginar la luz azul inmensa que lo mantenía limpio, e intocable.
Se percató que de
repente, sopló un viento fuerte y un olor a tierra húmeda penetro
por su nariz, comenzaron a caer unas gotas de lluvias grandes y
dispersas
que se volvieron cerradas
y fuertes, después se estremeció la noche y retumbaron en el
espacio, truenos que venían acompañados de grandes descargas
eléctricas.
Al final sopló nuevamente
un aire fresco; abrió sus ojos y todo estaba completamente limpio y
seco.
Tula2
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EL CAZADOR
El
señor vive en el campo, con su mujer y dos hijos, uno de ocho y otro
de nueve años respectivamente. Hace hambre ha sido una semana muy
pesada, es la decimonovena vez que busca entre las latas de los
granos. Nada, ni una pizca de nada. Se va a la alacena, ha de estar
vacía, ya lo sabía, pero de nuevo la abrió. Es la vigésimo novena
vez que la abre. El estómago le arde. Cuando llegue la esposa del
pozo, donde está lavando la ropa, y sus hijos de la escuela, no
encontrarán nada para comer.
Decide
tomar la escopeta e irse al bosque. Pero no es el mismo bosque al que
ha ido siempre. Hoy es primera vez que encuentra este. Es un bosque
encantado al que jamás había entrado. Oye toda clase de animales.
Escucha sus rugidos, cantos, estertores y aleteos, pero no los puede
ver. Apunta aquí, apunta allá, nada a quien disparar. Se acuerda de
San Francisco de Asís, lo invoca. Se le aparece en persona.
(San
Francisco De Asís) Hola buen hombre, ¿cómo te llamas?
(El
cazador) José del Montelíbano.
(El
cazador se quedó reparándole, se acomoda la escopeta y pregunta) ¿Y
tú? ¿Quién eres tú?
(San
Francisco) Buen hombre, yo soy San Francisco de Asís, patrono de los
animales del bosque.
(El
cazador, un poco alarmado) ¿A tú eres San Francisco? ¡Claro! Desde
pequeño había oído hablar de ti.
(Los
dos caminan como viejos amigos)
(El
cazador retoma el diálogo) Contéstame una pregunta San Francisco,
¿por qué vistes de esa manera? Pareces un pordiosero, ¿Es que tú
nunca sales de este bosque?
(San
Francisco) Mi familia tuvo lo necesario, pero a mí me gustó la
austeridad, aquí en este bosque me divierto, soy feliz. El bosque es
mi vida, los animales, mis hermanos.
(El
cazador) Está bien hombre, cada quién viste como le parece y hace
lo que le da su santa voluntad. Pero debes considerarme, necesito
cazar una buena pieza.
(San
Francisco más alto y delgado que él cazador, le mira a los ojos y
le pregunta) ¿Y eso por qué, o qué?
(El
cazador) Es que pronto llegan mis hijos de la escuela y mi mujer del
trabajo y no encontrarán nada que comer.
(San
francisco mirando hacia la distancia) Ya que se trata de una buena
causa, te ayudaré.
(El
cazador entusiasmado) Claro santico bendito, haz que cace dos, uno
para mi familia y otro para tí, te invitaré a cenar a mi choza.
(San
Francisco mirando serio al rostro del cazador) Está bien, está
bien.
Dicho
esto desapareció.
(El
cazador mira para todos lados, siente un poco de intriga, pero
continúa su cacería).
(No
bien había dado veinte pasos cuando se le aparecieron dos grandes y
gordas liebres. Apunta con sumo cuidado y hace los sendos disparos.
Una de las liebres cae, la otra corre veloz).
(El
cazador se acerca y la recoge). ¡Mira como corre la tuya San
Francisco!!
JAIRO
SÁNCHEZ HOYOS(Adaptado de la tradición oral del municipio)
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MISIÓN GÉNESIS
Poco a poco despertaba del suave y reparador sueño de la hibernación. Las ideas congeladas en su cerebro siguieron su curso normal, y aún cuando su mente solo recordaba haberse dormido unos minutos antes, sus músculos se encontraban algo desorientados. Sin intentar ponerse de pie, trató de llenar sus pulmones con el aire fresco cargado de oxigeno de la nave, más la expresión en su rostro no fue de satisfacción. El aire tenía un sabor amargo, dejándole un pesado gustillo a tiempo en su garganta. Volvió la mirada al sentir activarse los sensores de la vida, a su lado una esbelta y hermosa mujer despertaba después de una muerte controlada. No intercambiaron palabras por mucho tiempo, quizá sus mentes repasaban todos los idiomas para encontrar el correcto.
Sus cuerpos por fin recobraron vitalidad y pudieron abandonar el útero de la nave, para adentrase en un mundo aparentemente desconocido, más lo que vieron los tranquilizó.
- Debemos estar próximos-
Su compañera asintió con un leve moviendo de cabeza. Luego, sin mirarlo, su respuesta viajó por toda la nave. – Debemos seguir el protocolo-.
El no responde, solo busca una pequeña pantalla oscura en el tablero de comando, sus huellas son la llave que activa el centro de control de la nave. Está despierta.
- La hora ha llegado, como están tus elementos –
- Me siento bien. Debo iniciar la revisión de mis circuitos, el proceso tomará un tiempo-
- Cuando termines, comunicas situación-
Sin tener necesidad de volverse, siente alejarse a su compañera. -¿A dónde irá?, poco importa, lo bueno es que se aleja, su presencia me incomoda –
Se volvió al sentir que era observado, más el corredor estaba desierto y se tranquilizó. Sin embargo algo lo incomodaba y eran las preguntas sin respuestas. ¿Por qué cambiaron a su compañero minutos antes de la partida? ¿Cuál es la tarea de está mujer en la misión?, ¿Por qué no me informaron nada? El llamado del computador le evaporó sus pensamientos y nuevas interrogantes minimizarían estas.
- Todos los componentes están en óptimas condiciones, ningún circuito se ha dañado y han respondido afirmativamente después del sueño prolongado-
- Verifica el tiempo que hemos estado en hibernación-
- Mil cincuenta años, tres meses y un día, exactamente el tiempo estimado-
- Verifica el curso seguido-
- Existe una desviación de la ruta trazada-
- Corrige curso inmediatamente-
- Imposible, órdenes posteriores orientaron al control automático las variaciones-
- Confirma autenticidad de las órdenes-
- No creo que sea posible, el buzón de correspondencia ha sido borrado y me resulta imposible recuperar su contenido-
- ¿Cuál es nuestro nuevo destino?-
- La Tierra-
- ¡La Tierra!- se asombró al escuchar estas palabras. Generaciones anteriores habían dejado el planeta hace ya demasiado tiempo.
- ¿Cómo es?- De este solo conocía por los relatos de su abuela, la que a su vez, los había escuchado de la suya y así sucesivamente por más de quinientas generaciones.
- De la Tierra solo guardo en mis archivos imágenes descoloridas por el tiempo, de seguro el planeta ha cambiado-
- Seguro- recordaba las tristes palabras de su abuela, tierras desoladas, bosques muertos, ríos negros de contaminación. Maravillosas criaturas desapareciendo de los mares. – ¿Cómo será ese mundo ahora y por qué ha cambiado la misión?-
El objetivo de este largo viaje, al menos el que él conocía, era encontrar otro lugar para asentarse, los planetas gemelos a los que habían ido a parar los primeros fugitivos en la historia de la exploración espacial, estaban casi colapsados por la explotación irracional de unos pocos que controlaban ambos mundos. Su gente, a los que llamaban inadaptados, buscaba un planeta al que escapar.
- ¿Cuándo tendremos las primeras imágenes de la Tierra? -
- Dentro de unas nueve horas –
- Entonces pronto sabremos qué estamos buscando, mientras, ¿me puedes mostrar las imágenes del éxodo?-
Estás comenzaron a pasar por su mente, no tenía necesidad de cerrar los ojos para verlas. Mujeres, niños y hombres, se amontonaban en las entradas de las naves más imponentes construidas jamás. El escape de un sofocante mundo que distaba mucho del paraíso fue difícil. Los fugitivos espaciales no podían ser sometidos con aquella tecnología a más de diez años de hibernación, por lo que, cuando el nuevo mundo fue encontrado habían nacido y muerto en las naves veinte generaciones de humanos.
- La Tierra ya está a la vista-
- Comienza a trasmitir -
Los poderosos ojos de la nave, dejaron ver un mundo maravilloso, lleno de verdes y exuberantes bosques, ríos de aguas tan cristalinas que se podía ver el fondo, a pesar de estar todavía a más de mil kilómetros de distancia en el espacio. El recorrido fue amplio, observó criaturas magníficas que saltaban de un lugar a otro, monstruos marinos de olvidados relatos haciendo acrobacias sobre las tranquilas aguas de un mar tan inmenso como el mismo mundo. En las tierras que observó, nada semejante a lo que habían sido sus antepasados encontró.
-¿Qué ha pasado, dónde están las personas?-
- No hay, me temo que la inteligencia, si se puede llamar así, ha desaparecido de este mundo-
- Es que se ve tan distinto a los relatos de la abuela-
La nave comenzó su descenso lentamente, el contacto fue tan suave, que ninguna criatura en aquél nuevo mundo pareció darse cuenta, ni siquiera las hojas de los árboles se movieron un milímetro de su lugar.
Salió al exterior y sus pies se toparon con la hierba por primera vez en su existencia, sus pulmones se llenaron con aire nuevo y su garganta perdió para siempre el sabor a tiempo.
Inesperadamente, la nave comenzó a moverse, sin darle tiempo a reaccionar. Sus intentos de comunicarse con el computador fueron infructuosos, esta se elevó ante su incrédula mirada hasta desaparecer más allá del horizonte. En ese momento se sintió desamparado, creyéndose el único de su especie en este mundo. De repente un gran sonido penetró por todos los conductos de su cerebro dejándolo tendido con el rostro pegado a la tierra.
Poco a poco, su cerebro fue despertando de un letargo de miles de años, sus ojos se abrieron, delante suyo encontró una imagen conocida. Una señora de años inciertos con el cabello blanco, el rostro marcado por los ciclos vividos y la mirada más dulce que existiera jamás sobre este abandonado mundo.
Trató de alcanzarla, más no pudo tocarla, su imagen era inmaterial. Sin embargo, pudo escucharla cuando su dulce voz acarició nuevamente sus oídos.
- Hijo ya estás en casa-
Sus ojos miraron a los lejos, su compañera se acercaba, comenzó a verla de otra manera. Buscó en su mente hasta recordar su propio nombre –Adán, me llamo Adán- sus labios preguntaron -¿Cómo te llamas?-
Ella lo miró y con una sonrisa cómplice, respondió- Eva, mi nombre es Eva-
GYOVANY RUIZ ECHEVARRÍA
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ESTACIÓN DE TRANSPORTE
Marcelo Laverson miró una vez mas el agreste lugar que se hallaba ante el. Un enorme paisaje rocoso, con montañas hasta donde se perdía la vista. A sus espaldas a unos 3 kilómetros, se encontraba un enorme océano color marrón. Realmente, ya no encontraba tan fantástico el paisaje del cuarto planeta llamado Cignus 3 que giraba en torno a una estrella roja.
Miró el cielo violáceo-azulado tratando de entender como las cosas podían salir tan mal a veces a pesar de los años de planeamiento, pruebas y análisis.
Su mente lo llevó de vuelta hacia atrás, hacia el comienzo de todo.
Hubo dos descubrimientos fortuitos que en el año 2156 que cambiaron el rumbo de la humanidad.
Uno lo hizo el premio Nóbel de física Albert McKansey con su teoría de la compresión espacio-tiempo artificialmente inducida. La otra fue idea Enrico Merfi quien logró enviar una partícula positrón en forma dirigida hasta la luna, sin que colisionase con un electrón. Esta fue la base del proyecto "Paseo".
La idea era simple: En teoría, se podía convertir en energía un objeto y enviarlo a través de una curvatura en el espacio tiempo hacia un planeta distante y volver a reensamblar cada átomo en su lugar en el destino. Esto podría lanzar al hombre a lugares donde "jamás había llegado nadie" en cuestión de minutos sin necesidad de enormes naves espaciales, ni viajes largos y agotadores para la tripulación.
Pasaron cinco años hasta que el prototipo del transportador estuvo listo y operativo. Esa era
solo la primera parte del plan, ya que para lograr traer de vuelta el objeto enviado, en el lugar de destino debía haber otro equipo similar.
Luego de perfeccionar la técnica de transportación molecular se decidió enviar un grupo de astronautas a un planeta lejano. Se eligió Cignus 3 por poseer una atmósfera similar a la terrestre en composición y densidad.
Los astronautas elegidos fueron el especialista en física molecular Vladimir Pietrov, la doctora en medicina Gabrielle Dironais y el ingeniero Marcelo Laverson.
Se enviaron al planeta las piezas y componentes junto una cuadrilla de robots encargados de ensamblar la estación de reenvío para que los astronautas pudieran volver a la tierra. Sin ella quedarían varados sin posibilidad de rescate. También se enviaron holocamaras automáticas, alimentos, suministros médicos y gran cantidad de elementos de supervivencia, ya el grupo tenia pensado pasar varios días explorando.
Los preparativos estuvieron listos para octubre del 2159, se realizaron las pruebas de rutina y los saltos de prueba fueron perfectos. El gran momento había llegado.
Los astronautas permanecían sentados en la cámara de transporte esperando la secuencia de lanzamiento.
La voz del controlador de vuelo sonó en los auriculares de los astronautas.
- Todos los sistemas en verde equipo Cignus...sus signos vitales son estables. Lanzamiento en 10 segundos
- Enterado control .Transpórtame scotty - bromeó Pietrov por enésima vez - mientras revisaba los cierres del casco.
- Dironais rió entre dientes- la especialista en medicina parecía nerviosa -caballeros aquí vamos.
- En realidad me estoy arrepintiendo un poco, estoy a tiempo de cambiar de opinion? - pregunto Laverson.
Cuando el zumbido de las bobinas cuánticas inundó la habitación se produjo un silencio nervioso. Era algo
normal pero a los astronautas le causaba nerviosismo y no era para menos. Sus átomos estaban a punto de ser desintegrados, enviados a través del espacio y reensambladas en un planeta a millones de años luz.
Cuando sus moléculas fueron separadas en elementos simples solo notaron un leve cosquilleo en la piel.
En ese instante, a cientos de años luz de la tierra, un meteorito del tamaño de un edificio de dos pisos colisionó a varios kilómetros del punto de transporte con consecuencias devastadoras.
La magnitud del impacto provoco daños severos en los delicados circuitos de la estación. La lluvia de polvo y piedras destruyeron los receptores de retícula de blanco cuando los astronautas se rematerializaban.
Laverson abrió los ojos y miro a su alrededor. Estaba en la estación Mckansey en Cignus 3, eso era seguro, pero la cámara de transporte estaba arruinada. Todas las consolas estaban apagadas y cubiertas de polvo. Los sillones de sus compañeros estaban vacíos.
- Control de misión me copian? -dijo a través de los auriculares del traje mientras realizaba una revision
.de su estado físico mediante el autodoc instalado en su muñeca derecha. Según el aparato, todas sus funciones orgánicas eran normales.
- Dironais, Pietrov, me escuchan?, cambio...- no captó nada, su equipo de comunicación estaba mudo.
Se puso de pie tambaleante buscando la salida del cuarto de transporte. Abrió la compuerta en forma manual y entro a la pequeña sala de control del hábitat, el lugar era un desastre. Cajas con raciones, piezas de equipo, herramientas, todo estaba esparcido por el piso. el lugar estaba desierto y tenia el aspecto de
estar abandonado hacia tiempo.
Todavía confuso buscó la exclusa que comunicaba con el exterior. El panel de control y la pantalla indicadora estaban apagados por falta de energía pero había un control manual debajo de este. A pesar de su estado, el entrenamiento del astronauta pudo mas logrando salir al exterior.
El resplandor violáceo del cielo lo cegó momentáneamente, cuando sus ojos se adaptaron pudo ver las torres de comunicación derribadas, un par convertidores de energía oxidados y gran cantidad de cajas de componentes esparcidas en derredor y cubiertos de tierra.
Un destello metálico a su derecha le llamo la atención, a través de las nubes de polvo levantadas por el viento.
Caminó hacia la fuente del reflejo... era una gran placa de metal sobre una columna de mármol. Estaba gastada por la erosión pero aun era legible debido a que el metal con que estaba hecha era inmune a la corrosión.
AQUÍ SE REALIZO LA ULTIMA PRUEBA DE TRANSPORTE MOLECULAR. HACE 200 AÑOS.
LOS ASTRONAUTAS DIRONAIS, LAVERSON Y PIETROV DIERON SUS VIDAS.
SERAN RECORDADOS. DESCANSEN EN PAZ
(Placa colocada por los astronautas de la primera nave con propulsión Takionica, octubre 2359)
RODOLFO SILVÁN
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EL RAYO
Cansado, aletargado por el largo y caluroso día, volví a mi casa, cuando se desató una fuerte tormenta eléctrica.
Un estruendoso rayo, cual línea iluminada y quebradiza, cayó sobre el capó de mi auto, que instantáneamente quedó inmóvil.
Bajé y después de verificar el daño causado, emprendí la caminata.
Estaba en la plaza, a sólo siete cuadras…”Al día siguiente buscaría el coche y lo haría arreglar”.
Me crucé en ese momento con Clarisa, mi vecina y la saludé. Un fuerte ladrido retumbó en mi cabeza y no pude escuchar su respuesta, aunque no se si la hubo. Ella se apartó y siguió su camino.
Apuré el paso, podía largarse la lluvia y quería evitarla.
Más adelante, se acercó un señor con dos libros en la mano y al pasar junto a mí, noté su gran altura. Debí inclinar mucho mi cabeza para observarle la cara. El me miraba con ternura. Qué raro pensé, si yo no lo conozco.
Dos cuadras después, me enfrenté al Bar de Don José.
¿Qué hizo éste hombre?, cavilé; ¿clausuró las vidrieras? No se ve nada hacia adentro.
Muy poco duró mi duda. Decidí entrar para tomar algo fresco y al levantar mi mano queriendo abrir la puerta, sentí un gran peso. Para poder llegar al picaporte, debía levantar parte de mi cuerpo y mi mano…!qué rara!; me pareció algo peluda y con dedos gruesos y cortos. La noche ya me abarcaba y no veía bien, pero me resultó muy extraña.
¿Qué estaba pasando?
Otro parroquiano me empujó hacia un costado y yo reaccioné:
_Tenga cuidado, yo también voy a entrar.-Dije.
Más no escuché mis palabras y nuevamente ese fuerte ladrido que retumbaba en mi cabeza.
No obtuve respuesta y cuando iba a pasar, él cerró la puerta rápidamente y allí me vi. En el vidrio espejado, en su parte inferior, sólo había un perro.
¡No lo podía creer! No era yo, era ¡un perro!
Me moví para cerciorarme de lo que veía y él se movió. Me tiré en el umbral desesperado, también lo hizo.
Abatido `por la sorpresa, empecé a correr, como liebre perseguida por sanguinario cazador.
Llegué a mi casa exhausto, el portón del garaje estaba abierto, me deslicé hasta la cocina, necesitaba encontrar a alguien que me ayudara. Y entonces mi angustia llegó al límite.
_Hola “pinito”, ¿dónde te habías metido? Te buscaba para darte tu comida. –Dijo mi esposa, mientras me acariciaba la cabeza y ponía el alimento de la mascota, a mi alcance.
Entró mi hija, yo le hablaba, le explicaba y cada vez más fuertes esos ladridos, estallaban dentro de mí.
Después llegó el abuelo, quien se agachó para acariciarme.
“Se agachó”, ¡él que era mucho mas bajo que yo!.
Y mientras me pasaba la mano por la cabeza, comentaba:
¡Qué raro está hoy éste perro”. Siempre me hace fiestas y hoy, ni se dio vuelta cuando entré.
Me tiré al piso, nadie entendía lo que me pasaba. Empecé a revolcarme, no sabía como expresar quien era, ellos me miraban sin comprender, empecé a hacer piruetas, grité y otra vez los ladridos…
Enloquecido salí corriendo y cuando mis fuerzas llegaban al límite, sentí que me zamarreaban.
!He! Señor. ¡Reaccione! –decía alguien a viva voz.
_No cierre los ojos. No vuelva a desmayarse. Lo peor ya pasó.
Estaba dentro de una ambulancia.
Unos metros hacia atrás, algo borroso, vi a mi automóvil descompuesto.
El paramédico, ayudó a que me levantara de la camilla, a la vez que preguntaba:
¿Cómo se siente? La descarga casi lo mata. – agregó.
_Bien, muy atolondrado, pero creo que bien. –contesté.
Y ésta vez no escuché los ladridos.
Sólo mi voz.
YOSELI DEMATTEI
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LA ESTIRPE DEL ESPACIO
En el año 3.983, la astronave de exploración NOSTRAMA fue la primera en aterrizar en Argos, el primer planeta de Alfa Centauro de los tantos mundos descubiertos por entonces, que era idéntico a la Tierra.
>>Argos era, innegablemente, un planeta admirable bajo muchos puntos de vista. La atmosfera que lo envolvía era ideal para la vida. Aquí y allá, sobre la superficie, se abrían vastos mares, abundantemente recalentados por el sol, que evaporaba continuamente sus aguas, escondiendo la parte baja del planeta tras una cortina de nubes. Continentes, islas y mesetas completaban la estructura de aquel mundo.
Como en la Tierra, allí se alternaban el día y la noche, el viento y la lluvia, y su temperatura media podía ser soportada perfectamente por los seres humanos.
>>¡Pero en Argos no existía la vida!
>>En sus continentes no rugían las fieras, ni volaban aves por el cielo, ya que no existían, y sobre sus vastas rocas no crecían ninguna vegetación; tampoco existían las bacterias que deberían haber empeñado su lucha contra la piedra para desmenuzarla, y menos aún para formar un organismo complejo. Por eso, no existía una verdadera y propia tierra digna para la vida.
No obstante, había muchas piedras, rocas y también arena, pero no existía un solo centímetro de tierra propiamente dicha, sobre la cual pudiera crecer la vegetación.
No, en Argos no había nada vivo, ni siquiera microscópico; en sus vastos océanos no nadaba nada, y en su fondo tampoco se hallaba el característico fango. Se trataba de uno entre tantos mundos cuyo descubrimiento, ocurrido durante las muchas exploraciones de la galaxia, había representado una desilusión: un mundo en el cual, como en la mayor parte de los mundos entonces descubiertos, no era posible vivir, porque la vida no había reinado nunca antes de ellos…
>>Cerca de dos mil años después, sin embargo, llegó a Argos la nave ELÍSEOS.
En aquella época, la Humanidad había llegado muy lejos y se había extendido grandemente por la galaxia… Por otro lado, las astronaves eran también mucho más veloces y estables; varias centenas de años luz representaban un breve viaje a la orden del día en cualquier línea espacial. Los exploradores habían llegado a menudo mucho más lejos, y habían referido que había aún gran cantidad de mundos a la espera de ser colonizados por la Humanidad. Pero la mayor parte de los planetas hasta entonces descubiertos, estaban desprovistos de vida; en el espacio giraban sistemas solares enteros en los cuales no se hallaba, en ninguno de sus numerosos componentes, ni la menor célula viviente.
>>Por este motivo habían sido construidas las naves porta-simientes, que no tenían una muy brillante función hasta entonces. Su humilde cometido consistía en contaminar metódicamente los mundos estériles, inseminándoles la vida.
Cuando la ELÍSEOS aterrizó en Argos, lo contaminó cuidadosamente. Giró infatigablemente en su torno por encima de las nubes, esparciendo un polvo finísimo formado por esporas de las más diversas especies de microorganismos que pulverizarían la roca, transformándola en terreno abonable. Contenía también simientes de líquenes, de hongos y musgo, y todo aquello que debería transformar después el abono formado en sustancias de las cuales pudieran desarrollarse formas de vida más altas. Incluso esparció el plancton en los océanos.
>>Pasaron varios siglos desde la última visita. Desde que la nave ELÍSEOS inseminara el planeta Argos. Las naves de los hombres hicieron ulteriores progresos.
Y los exploradores alcanzaron los márgenes extremos de la galaxia.
>>Mil millones de años después de la ELÍSEOS, aterrizó sobre Argos la nave ecológica G.E.O (organización ecológica galáctica), que provenía de un planeta muy lejano. Se trataba de una nave gigantesca, cuya misión era bastante elemental: ante todo, observar las consecuencias que había tenido la visita de la nave ELÍSEOS.
Desde un punto de vista estrictamente técnico, éstas resultaron bastante satisfactorias; todo el planeta estaba cubierto por una tierra que rebosaba de vida.
Los hongos prosperaban monstruosamente; los mares bullían de minúsculas formaciones vitales, había incluso algunas formas nuevas, originadas como una consecuencia de las condiciones ambientales del lugar. Había, por ejemplo, paramecios grandes como uvas, y los fermentos habían alcanzado tales dimensiones que permitían ver a ojo su perfecta floración.
>>Pero la vida en Argos no era autóctona; todo descendía y se había adaptado y modificado a partir de los microorganismos que habían sido sembrados desde la astronave ELÍSEOS, reducida a simple polvo hacía ya mucho tiempo, y cuya tripulación no era más que unos nombres en alguna genealogía más antigua todavía, si es que acaso eran aún recordados como tales.>>
>>Y fue que, transcurridos muchos millones de años después de que la nave ecológica G.E.O y otras naves más visitaran Argos, y gracias a la muy avanzada tecnología con la que estuvieron al corriente de la evolución del planeta durante millones de años… estudiando el curso de la flora y de la fauna; desde los primeros artrópodos hasta los primeros mamíferos y reptiles capaces de pisar la muy avanzada naturaleza del planeta, hasta los primeros homínidos que muy a su evolutiva marcha, lograron desarrollar su cuerpo y cerebro, que al igual que los humanos, habían formado en el tiempo una gran civilización, digna de conocimiento y de saber, cuya habilidad en las manos como en la mente, no cabía duda de que se trataba de una civilización avanzada.
>>Hasta que, los humanos, decididos a volver a visitar Argos para conocer a aquella civilización, que hacía ya dos mil millones de años, desde que fuera descubierto Argos hasta lograr llegar a él, inseminarlo y lograr crear vida, tomaron rumbo de una lejana galaxia ya colonizada por ellos con la misión de revelarles su verdadero origen…
Y cuando la magnífica astronave BONOBOS llegó a Argos y descendió del cielo, los Argosianos la veneraron y la aceptaron, recibiendo a sus verdaderos dioses con un amor y fervor como jamás antes habían hecho, ya que siempre habían adorado al sol y a la luna, y a los monumentos mucho antes construidos desde que éstos tuvieran conocimiento alguno para entenderlo, siempre creados por el hombre, para que entendieran quienes eran en realidad, de dónde habían surgido y por qué estaban allí.
>>Tal vez … Hace miles de millones de años, viajantes espaciales podrían haber visitado la Tierra y, con sus conocimientos y experimentos, quizá de sus inmundicias, podrían haberse originado formas biológicas que se desarrollarían después en la vida tal como ahora la conocemos. Pues puede ser muy probable de que, muy en el pasar del tiempo, descubramos si de verdad vinieron seres del más allá, cuyos progresos en la Tierra pertenecen a alguna estirpe del espacio>>.
TOMÁS DELGADO
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PREMONICIÓN
Entre brumas grises mi corazón late desbocado al observar la casa en que nací y la de mis abuelos, situadas una al lado de la otra. No comprendo por qué no consigo vislumbrar el color ocre del ladrillo con el que están construidas, sólo percibo paredes claras…, puertas y ventanas oscuras.
Levanto la cabeza hacia el firmamento para contemplar los negros nubarrones que sigilosamente se apoderan del cielo y se ciernen amenazadores sobre mi hogar desolado. Parece que estuviera mirando una fotografía antigua en blanco y negro, sin atisbos del color al que estoy acostumbrada.
Ante la puerta de mi casa, cerrada a masa y martillo como si nunca hubiese sido habitada, me detengo y llamo al timbre esperando una respuesta a la sinrazón que me acompaña. El silencio es la respuesta, un silencio roto por el graznido de unos cuervos que se acaban de posar sobre las ramas de mi árbol. Sí, tengo uno en la puerta de mi casa, un árbol cuya especie desconozco pero que posee un nombre que lo individualiza entre todos. Se lo puse siendo niña, pero no consigo recordarlo…
En mi casa retumba el silencio de la ausencia. Decido visitar a mis abuelos hasta que mis padres regresen.
Las nubes negras acentúan el color gris que preside un ambiente desapacible.
Ante la casa de mis abuelos me detengo pensativa. El polvo cubre la rica madera de pino, oscurecido por el paso de los años, tal vez de los siglos. No comprendo por qué está tan sucia. Mis nudillos golpean la puerta con fuerza, hasta sentir una punzada de dolor, pero nadie contesta, nadie abre el muro que me aleja de los míos.
Con la garganta rota, a pesar de no haber pronunciado un sonido, y los ojos anegados en llanto contemplo aterrorizada el paisaje gris y negro que me acompaña. Comprendo que estoy sola. Desconozco qué puede haberles ocurrido a mis seres queridos. Intuyo una catástrofe de la que no he formado parte. No sé qué será de mí.
En el momento en que mis ojos y mis puños se cierran violentamente, víctimas de la impotencia de la ignorancia, escucho unas voces lejanas:
-"Cumpleaños feliz,
cumpleaños feliz,
te deseamos todos,
cumpleaños feliz".
Abro los ojos y contemplo extrañada otros ojos: los azules de mi madre que sonríen, y los castaños alegres de mi abuela. Me despiertan con todo su amor en el día de mi natalicio. El mundo en color ha regresado para apartar el gris de una cruel pesadilla. A pesar de los cantos, de la felicidad y del cromatismo, mi corazón continúa angustiado formulándose una pregunta: "¿Estoy en el mundo real o éste es el mal sueño, el de la felicidad inalcanzable?
MARÍA ORETO MARTÍNEZ SANCHÍS
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ASÍ ES LA VIDA
-Desayuna tranquilo, ¿cuál es la prisa?
-Los compromisos. Me toca estar puntualito en el puesto.
-¿No eres el gerente?
-Con más razón, debo dar ejemplo.
Cuando dijo, esto su cara reflejó un gesto de duda. ¿Ejemplo de qué debía dar? ¿A caso no había sido injusto con aquella chica? "Después de todo, ¿dónde andará? ¿Y la bebita?, a ver, a ver, si debe andar en los veintiuno".
-¿Quién amor?
-Nadie mija, aquí pensando en voz alta.
-Cómetelo todo, no dejes nada.
No la escuchó, se paró dejando medio desayuno. No era frecuente pensar en ello, pero ahora lo hacía. Tenía bien claras las cuentas porque ese año había ingresado a la universidad. Primer semestre de Administración.
Se dirigió al cuarto a despedirse de sus hijas de 13 y 14 años que ya se disponían a bajar para tomar el desayuno.
Llegó silbando como siempre y saludando a los empleados que encontró a su paso. Estaba ojeando la prensa cuando irrumpió su secretaria. "La correspondencia, doctor".
-Gracias Corina, déjala ahí.
Bajó el periódico y se la quedó. "Es igualita a la que trabajó en mi casa. Y lo más curioso, casi el mismo nombre". Quiso distraer el pensamiento para no recordar aquel episodio, pero le fue imposible, por más que lo alejaba, más intenso volvía. Le atribuyó el suceso a su inexperiencia. Tenía apenas diecisiete años y ella quince. Hizo él todo lo posible para que la madre no se diera cuenta de su embarazo.
Media hora después volvió a entrar la secre. "Los señores de Comabién".
-Que pasen.
Después que se fueron continuó firmando papeles y facturas, cuando… Doctor.
-¿Sí, Cori? Digo, Corina. Estaba pensando en una asistenta que tuvo mi madre.
-La cita con los de Pedernal.
-¡Au! Gracias. Alístame el portafolio.
Una cuadra más adelante le pareció que le seguían. Cambió de ruta. Ahí mismo el semáforo. Dos sujetos le encañonaron. ¡Esto es un secuestro!
Al suceso le dieron poca importancia, los grandes titulares era para el Protocolo Modificatorio del TLC con E.U.
Tres días habían pasado y nada se sabía. A los cinco tuvieron noticias, la guerrilla quería presionar para que el gobierno le bajara la intensidad con que la estaba acorralando. La respuesta del gobierno fue más contundente.
-Perras sarnosas, busquen a trabajar, le dijo a las dos guerrilleras que lo cuidaban. ¿Qué les he hecho para que me secuestren? ¿Por qué atacan a la gente de bien?
-Si no te callas, te amordazamos otra vez.
La otra dio un paso dispuesta a bofetearle, pero de súbito sintió algo. -Oiga señor, estoy aquí por opción, no por convicción. De haber estudiado estuviera detrás de un escritorio, como lo está usted.
Se estremeció, esta chica le recordaba mucho a Maira, su hija mayor. _Todos dicen lo mismo. ¡Lo que les encanta es el delito!
-No lave las ventanas son fango, desde arriba viene la podredumbre. Mi madre trabajaba en una casa prestante, el hijo de la señora la embarazó y la botó sin importarle la suerte de ella, ni la de la criatura. Ella murió de parto, yo fui criada por una tía que no tenía ni para un agua de panela al día. Hoy tengo veintiuno, desde los diecisiete estoy alimentándola con este fusil.
-¿Cómo se llamaba?
-¿Qué?
-Tu madre, ¿cómo se llamaba?
La guerrillera miró a lo lejos, no pudo, la selva le acortaba la línea, mentalmente procuró salir de ahí. Apenas la conoció por fotografías, era hermosa, tenía un bonito cuerpo. "Mi tía dice que me parezco mucho a ella. Que era muy tierna, pero tímida a la vez". -¡Corí!
El celular sonó. Ella frunció el ceño, lo miró intrigada, casi con compasión. A él no le gustó para nada. Menos cuando la vio sacar la pistola.
-Espera, ¡no! Soy tu pa.
JAIRO SÁNCHEZ HOYOS
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LA HIJA DE TERMINATOR
¡Al fin! Llegó el año 3011 y los creadores japoneses me consideran mayor de edad y lista para salir al mundo. Esto no me produce sensaciones ya que no fui diseñada para sentirlas.
Soy un androide. Por fuera me parezco a cualquier ser humano y por dentro poseo una maraña electrónica que -si llega a descomponerse- arreglaré tocando el chip implantado bajo la piel siliconada del antebrazo y ajustando los botones del pesado reloj en la muñeca (si el desajuste no es grande, de lo contrario lo arreglan desde casa).
Cierta vez, riéndose entre ellos, me llamaron la hija de Terminator. Yo conozco la risa del ser humano porque en varios disquetes con los que fui programada ese sonido aparecía y entiendo que ese estrepitoso ruido debe ser gracioso y darle identidad al tema. Por lo tanto cuando miro la película, llamo a Schuartzeneger papá.
Lo sé todo. En la memoria de mil gigabytes está el conocimiento del tiempo, desde sus orígenes hasta hoy. Admito que es un oscuro intento por comprender aunque no es esa mi asignación.
Ahora me instalaron en un departamento de Buenos Aires. Al estar tan atiborrado de tecnología lo siento análogo al centro experimental natal. Si bien todo luce familiar resultan extraños tantos espejos. Me explicaron que en su reflejo me reconocería una mujer bella y actuaría como tal. Sin embargo también me enseñaron que belleza es un cuadro de Dalí o Picasso. Y yo no me veo como un reloj derretido o un clown cubista. En todo caso, si ellos dicen que soy bella, así será. Me sistematizaron para obedecer y no cuestionar.
Por ahora mi misión es hacer espionaje industrial en la usina nuclear donde trabajo. Les envío los datos solicitados; lo hecho con ellos no es asunto mío.
Hoy de mañana algo en el software no funcionaba y como les llevaría cuarenta y ocho horas solucionar el inconveniente que no puede arreglar ni con el chip ni con el reloj, fui autorizada a conocer la ciudad.
Bueno, ¿por qué no? Comencé a caminar por ella hasta que una callecita llamada Pasaje Bolonio llamó mi atención. Decidí recorrerla; nadie la transitaba. Y fue cuando lo ví. Estaba apoyado en un vidrio. Apreté el chip para que me diese información, recordé la rotura. Recurrí al reloj pero los botones estaban enloquecidos. Evité reconocer que por primera vez estaba a mi tacto.
Temí al notar cosas fuera de control. Luego recordé que al ser mayorcita podía hacerme cargo de situaciones nuevas. Entonces dejé de centrarme en el desperfecto y lo contemplé con cuidado, evitando que mi visión de quinta dimensión le hiciera daños colaterales. Él permaneció quieto y por ese pensamiento mío a la velocidad de la luz, percibí el agrado ante la porfiada observación.
¡Qué extraño, vivía sensaciones! ¿Cómo haría la humanidad para sentirlas todo el tiempo? Reconozco cuán desconcertante fue, pero como ninguno de los sensores daba el alerta roja me acerqué a quien parecía estar sólo para mí. Tras mirarlo más de media hora y no captar resistencias, lo compré y llevé a mi departamento. Al no saber qué hacer me dejé transportar por una idea en mi cabeza y lo acosté conmigo.
Algo debería ocurrir en él porque con sumisión consintió el toqueteo. Rocé su contorno rústico, masculino. Respondió a la curiosidad enseguida y desnudó su alma para mí, causándome un gran impacto. Ni en la más intensa de las programaciones se me había preparado para ésto.
De él comenzaron a surgir vocablos difíciles de conectar; mis filamentos se cortocircuitaban. Y como el sistema descompuesto no indicaba nada, acepté entregarme a esas frases provocadoras de chispas.
En mi memoria no había registro de una codificación semejante. Así que lo viví tal cual los humanos lo harían. ¿Y cómo lo harían? Mi única salida fue improvisar.
Lo acurruqué sobre el pecho y algo nuevo emergió: la maravilla. Hablaba de un corazón enamorado, de estar perdido por mis ojos y del encuentro en los besos y caricias. Me costó entender. Sabía que la emoción causaba vulnerabilidad. Muchos clásicos literarios las exaltaban; sin embargo, experimentarla era una deriva constante. Hasta que me invitó a leer en la hondura de sus palabras y un nada informático deseo de a poco lió ciertas ondas eléctricas.
Fueron horas a las que llamó pasión y me hizo suya cuantas veces quiso. Cansada de tantas licencias lo saqué de encima con ternura estrenada y encontró un lugar en mi colchón. Para él también había sido demasiado.
Mañana tengo otro día libre, así que con el pretexto de los circuitos descompuestos me entregaré alocada a lo que ese libro de poesías tenga para contarme.
BARBARELA ACUÑA
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PASADIZOS
Todavía no sé bien que sucedió. Caminé de regreso a casa bajo una atmósfera envolvente y placentera. Anochecía limpio después de largas horas de lluvia.
Aunque faltaba poco, involuntariamente, mis pensamientos se adelantaron dejándome solo; como si la escoba de un barrendero invisible detrás de mis pasos, impulsara una parte de mí, arrojándome hacia el futuro.
En pocas semanas, viajaría a un país extraño. Imaginé que volaba hacia ambos destinos: el más cercano, mi hogar; y aquél exótico y lejano.
Hasta que apareció esa mujer, apoyada en la puerta de una juguetería que a mi paso, miraba vigilante y absorta, el andador de un niño en medio de la vereda. El pequeño no estaba…
Cuando dejé atrás esta escena trivial de la calle, sentí una presión blandiendo en el cénit de mi cabeza o tal vez, fue ésta, la que se tornó blanda por acción de algo.
Mi mano desocupada no halló más que una hebra de pelo dorado y largo que no era mío. Pensé que se trataba de una reacción ante la inminencia de volar tantos kilómetros en avión y de cuya potencial experiencia, emanaba una imagen catastrófica. El fuselaje colapsaba, atrapándome en un abrazo metálico y mortal.
Entonces, recordé que poco antes, al cruzar la última esquina, advertí aleatoriamente que a mitad de la cuadra, mi rumbo se tornaría en un túnel armado entre andamios y lonas, improvisado para proteger a los transeúntes y mantener en el anonimato, a las figuras de quienes se movían entre las costillas del futuro edificio. El viento entreabría las lonas, dejando ver a los obreros que trepaban como primates por ese laberinto de materiales en proceso.
Más, no me di cuenta del verdadero colapso que sobrevendría, porque me distrajo la visión perturbadora de la joven congelada sobre aquel rodado infantil, cuya ausencia parecía inexplicable para los dos.
Quizás fue sólo producto de esa luz intermedia y difusa de la tarde, mezclada con los vahos de la humedad persistente. Los restos de la lluvia todavía goteaban de los aleros. El aroma a vainilla y el sabor dulzón del pastel de Susana con que nos despidiéramos. Todo eso, remontándome al Caribe, palpitando ya en mis entrañas. Antes de tiempo.
Y de pronto, cayó sobre mi osamenta, blandida de antemano por aquella otra sensación en la cabeza; la estructura del edificio que se construía en un espacio contiguo a la juguetería, donde habíamos posado un instante, dos extraños en el plasma sensorial de mi conciencia desdoblada.
Sí, porque ahora tengo la impresión de que una parte de mí, debió quedarse, preventivamente, en la última esquina, observando todo desde allá, por instinto de supervivencia.
Ese otro yo, el subconsciente o lo que fuere, permaneció asomándose, atemorizado aunque inhábil para retener los impulsos puramente físicos, que me condujeron hacia el cepo donde me hallo en este momento.
La última vez que pude verme desde esa perspectiva. Estaba un poco más allá de mí, cruzando por debajo del túnel pasadizo. Y ahora, me encuentro consciente de ambas experiencias. Vencido por esa mala costumbre de adelantarme a los acontecimientos. Y retenido en el tiempo real. Percibo la hemorragia de mis heridas, la húmeda fragancia de la madera y el manto espeso del cemento, solidificándose alrededor.
Apenas sientoel dolor que provocan hierros y clavos, atravesándome con escarmiento. La presión de los materiales comienzan a sofocar mis pensamientos, que apenas responden, a la urgencia de los que han quedado fuera de esta tumba imprevista; para el niño que gime también, entre los escombros y que a diferencia de mí, sobrevivirá.
ANIBAL
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PASADIZOS
Todavía no sé bien que sucedió. Caminé de regreso a casa bajo una atmósfera envolvente y placentera. Anochecía limpio después de largas horas de lluvia.
Aunque faltaba poco, involuntariamente, mis pensamientos se adelantaron dejándome solo; como si la escoba de un barrendero invisible detrás de mis pasos, impulsara una parte de mí, arrojándome hacia el futuro.
En pocas semanas, viajaría a un país extraño. Imaginé que volaba hacia ambos destinos: el más cercano, mi hogar; y aquél exótico y lejano.
Hasta que apareció esa mujer, apoyada en la puerta de una juguetería que a mi paso, miraba vigilante y absorta, el andador de un niño en medio de la vereda. El pequeño no estaba…
Cuando dejé atrás esta escena trivial de la calle, sentí una presión blandiendo en el cénit de mi cabeza o tal vez, fue ésta, la que se tornó blanda por acción de algo.
Mi mano desocupada no halló más que una hebra de pelo dorado y largo que no era mío. Pensé que se trataba de una reacción ante la inminencia de volar tantos kilómetros en avión y de cuya potencial experiencia, emanaba una imagen catastrófica. El fuselaje colapsaba, atrapándome en un abrazo metálico y mortal.
Entonces, recordé que poco antes, al cruzar la última esquina, advertí aleatoriamente que a mitad de la cuadra, mi rumbo se tornaría en un túnel armado entre andamios y lonas, improvisado para proteger a los transeúntes y mantener en el anonimato, a las figuras de quienes se movían entre las costillas del futuro edificio. El viento entreabría las lonas, dejando ver a los obreros que trepaban como primates por ese laberinto de materiales en proceso.
Más, no me di cuenta del verdadero colapso que sobrevendría, porque me distrajo la visión perturbadora de la joven congelada sobre aquel rodado infantil, cuya ausencia parecía inexplicable para los dos.
Quizás fue sólo producto de esa luz intermedia y difusa de la tarde, mezclada con los vahos de la humedad persistente. Los restos de la lluvia todavía goteaban de los aleros. El aroma a vainilla y el sabor dulzón del pastel de Susana con que nos despidiéramos. Todo eso, remontándome al Caribe, palpitando ya en mis entrañas. Antes de tiempo.
Y de pronto, cayó sobre mi osamenta, blandida de antemano por aquella otra sensación en la cabeza; la estructura del edificio que se construía en un espacio contiguo a la juguetería, donde habíamos posado un instante, dos extraños en el plasma sensorial de mi conciencia desdoblada.
Sí, porque ahora tengo la impresión de que una parte de mí, debió quedarse, preventivamente, en la última esquina, observando todo desde allá, por instinto de supervivencia.
Ese otro yo, el subconsciente o lo que fuere, permaneció asomándose, atemorizado aunque inhábil para retener los impulsos puramente físicos, que me condujeron hacia el cepo donde me hallo en este momento.
La última vez que pude verme desde esa perspectiva. Estaba un poco más allá de mí, cruzando por debajo del túnel pasadizo. Y ahora, me encuentro consciente de ambas experiencias. Vencido por esa mala costumbre de adelantarme a los acontecimientos. Y retenido en el tiempo real. Percibo la hemorragia de mis heridas, la húmeda fragancia de la madera y el manto espeso del cemento, solidificándose alrededor.
Apenas siento el dolor que provocan hierros y clavos, atravesándome con escarmiento. La presión de los materiales comienzan a sofocar mis pensamientos, que apenas responden, a la urgencia de los que han quedado fuera de esta tumba imprevista; para el niño que gime también, entre los escombros y que a diferencia de mí, sobrevivirá.
ANIBAL
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LOS POETAS MUERTOS Y EL SEPTIMAZO EN SUS MEMORIAS
Las soledades amontonadas viajan hacia la estación de Museo Del Oro… Robado, en un bus con estomago de plástico y ruedas calientes que aplastan el pavimento rompiéndolo como si estuviera hecho con medias negras de Bugs Bunny llenas de betún, "a mil las medias"… -y ese olor a navidad: a vino espumoso de ancheta, ven, ven ven, ven a nuestras almas Jesús ven, ven ven-… la lluvia negra percudida de humo, cigarrillo para el dolor de garganta, ¿es aquí o qué?
Noche ebria, viejitos con cara de peones jugando ajedrez con otras antigüedades para poner en jaque al aburrimiento, la calle es campo de batalla, perdí mi diccionario debajo de un sueño que no recuerdo; crucemos la séptima jugando golosa, de piedra en piedra… veamos: chance, la biografía inédita de Uribe, "sólo me hago la paja con la mano DERECHA"; monedas de chocolate, "regáleme una", "tome", "entonces cuánto quiere", "coma mierda de pájaro copetón"
Cuántos pasos da el tiempo en el reloj, no se marea, el cielo vomita, Drogas La Rebaja. Se me apagó el cigarrillo, "no me mire así que no la conozco", "ah… me va a regalar candela", "préndelo con el calor de tu lengua… roja", "no se vaya", "venga… seamos-amigos", "abrace; entonces"
Estoy cansando. Me voy a subir en un avión de papel, en un barquito, si hubiera aprendido a hacerlos… a hacer el amor con mi sombra. Una canción para mi empanada, roja no rosa, estoy cansado; alacranes de icopor, qué es eso, carne de alacrán… vagabundear y de nada ser culpable, vagabundear es una buena opción, vagabundear cuando tu vida se quiebre en dos… audífonos para las señales de tránsito; la bicicleta robada, de la película, apareció; número de celular: 1022…
Planetario, editorial planeta, estrellas literarias, cuántos amigos tiene que tener un poeta: ninguno, un dios muerto. Se me acaba el oxigeno… beso un árbol, listo.
Lo barato sale caro, una cara bonita hace las cosas baratas. "Cuánto vale el Old John". Nadie llega, monedero roto, sus cuchillos son los dientes de las moscas enfermas, "gracias".
Un sorbo, dos, copas rotas, qué hace aquí, Darío Lemos… "no me venda poemas", "con los amigos se tienen secretos, no negocios… ¡ya se le olvidó!", "qué le dijo Gonzalo de Bogotá", "ah, nevera hijueputa", "y Amílkar se murió ahogado, sí vio que nadaísmo no venia de nadar", "qué tiene este trago que me hace ver ‘cosas’", "no se vaya"… NO PIENSE ENTONCES… "esperando un amigo", "para subir a la universidad", "no me acuerdo", "no pregunte tanto", "qué es estar muerto", "vacaciones indefinidas", "y tu pie", "se fue corriendo"… mmm… "Adiós Darío", "venga, que se le cayó un papel"… su poema, Darío… se desapareció detrás del pie…:
Hoy resucitan los poetas colombianos
-que se hicieron los muertos-
Para darse un septimazo;
Si lees esto
Quiere decir que ya estoy corriendo
A salvar a Silva, el poetica bogotano,
Porque si ve su cara en un billete de cinco mil
Se mete otro balazo.
MICHAEL BENÍTEZ ORTIZ
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LA HORMIGA CANTANTE
Érase una hormiga muy joven, que quería ser cantante, sin embargo ella persistía en su noble deseo, y las demás hormigas se burlaban de ella, y le decían que era muy ilusa, que ser cantante para ellas era un imposible, sencillamente porque las hormigas no podían hablar.
Hasta que una tarde nuestra amiga se dirigió al bosque y allí se puso a llorar, porque no podía alcanzar su más grande anhelo, de pronto un hada madrina, de los animales pequeños del bosque apareció de detrás de un árbol milenario, en forma de una hermosa libélula gigante, y le dijo que ella le iba a otorgar el don extraordinario de la voz, y que incluso podía regalarle un poco más de estatura, para que todos sus congéneres le entendieran, y la reconocieran, pero que debía continuar siendo una hormiga buena, tal como había sido hasta ahora.
Y ella comenzó a practicar, a afinar su voz, y por fin a cantar, de hecho descubrió que tenía una voz melodiosa, y con el paso del tiempo, se convirtió en una hormiga famosa, e iba por todas las colonias brindando sus conciertos, y millones de hermanas se reunían a escucharla, y a deleitarse con su privilegiada entonación.
Pero la pequeña y grisácea artista aprovechó su fama para acumular tantos alimentos y otros enseres, que le llevaban sus admiradores, y se volvió sumamente soberbia, malgeniada y llena de egoísmo, decidió un día cualquiera no compartir con las demás de su género, su preciada alacena, aunque estuviesen en un fuerte invierno, prefería acumularla, en un lugar secreto en su inmensa colonia construida por sus seguidores en un claro del bosque, donde vivía sola. Hasta que la libélula madrina la visitó de nuevo, en el mismo lugar donde le otorgara el don maravilloso de la voz. La reina de los bosques le dijo que estaba muy molesta con ella, porque se había vuelto engreída y déspota, y que por eso había decidido quitarle, desde ahora y para siempre, tan encantadores dotes, que nadie podría entenderle, ni siquiera en el lenguaje universal de las hormigas.
Acongojada, con sus antenitas casi inertes, regreso a su enorme morada, para encontrar con sorpresa, que miles de ex compañeras suyas, obreras y hormigas- soldado, habían ingresado a su nido, furtivamente, y se habían hurtado todas sus pertenencias, por lo cual quedo más desconsolada todavía.
Pasaron varios años, y casi nadie ya la recordaba, tuvo que volver a asumir las tareas más humildes, las que deben realizar los insectos comunes, es decir volviendo a traer, acompañada de los de su especie, a sus inmensos y subterráneos hormigueros, cientos de hojitas frescas, y granos de arroz, también de azúcar y otras especies, a sus espaldas, para alimentarse en el crudo invierno.
Ya en su lecho de muerte, sumamente viejita, recordaba y contaba a sus congéneres, el fantástico relato de cómo alguna vez fue una poderosa, y muy conocida cantante, por supuesto que nadie le creía, y pensaban que estaba desquiciada, en razón a su vejez.
Sin embargo, antes de exhalar su último suspiro, comprendió que en los últimos años de su corta existencia, gracias a que había aprendido por fin, a compartir sus pertenencias, con los demás de su prole, ahora sí en realidad, era una hormiga feliz.
PEDRO MARTÍNEZ
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LA ABUELA
Firmemente parada con la ayuda de su trípode, se encontraba ella…en una foto de algunos años atrás.
Su contextura pequeña y baja estatura, de aproximadamente un metro cincuenta, no reflejaba claramente la fortaleza y energía con la que sobrellevó sus ochenta y pico de años. Su piel trigueña y un abundante cabello, recogido con una par de hebillas, despejando su frente, formaban un rodete detrás de la nuca; algunas canas desnudaban las décadas vividas, junto a los surcos profundos de las líneas de expresión que se encontraban presentes en su rostro. Una mirada sufrida y contrariamente brillante, transmitían sus profundos y pequeños ojos claros. Su ancha y apenas voluminosa nariz sombrean los finos labios, que en ese momento no quisieron dibujar una sonrisa.
Llevaba muchas historias en la memoria y guardadas en las palmas de sus manos. Los dedos encorvados y la fina textura de su piel, garantizaban los sacrificados labores de campo, arar la tierra para futuras plantaciones, cuidar de la huerta, los animales, cosechar el algodón, en los suburbios de Barranqueras, provincia del Chaco; donde el cultivo de verduras, era el principal elemento para preparar un proteico guiso y alimentar a sus hijas, quienes solo contaban con la presencia de su madre.
Cómo disimular tantas vivencias ante el click de una cámara de fotos. Así fue su vida, su historia doliente y valerosa la que transmitía su dimita imagen…imborrable.
CAROLINA MERCEDES CALCAGNO
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SORPRESA EN JUJUY
Siempre quise visitar la provincia Argentina de Jujuy, por eso cuando mi Empresa me ordenó viajar a Antofagasta, Chile, vi la oportunidad de cumplir mi sueño. Tenía un amigo propietario de un hostal en San Pedro de Atacama y con él me informaría sobre todo lo necesario para cruzar la frontera.
Alquilé un todo terreno y cargando con todo lo que mi amigo me había recomendado partí muy temprano en la mañana.
Es increíble el paisaje que se puede apreciar en el recorrido hasta el puesto fronterizo de Jama a más de cuatro mil metros de altitud. Aunque reconozco que prestaba más atención a la conducción del vehículo y su estado, que al paisaje. En este puesto fronterizo descansé y revisé mi 4x4 pues me habían advertido sobre mi próximo trayecto de casi 155 kilómetros hasta Susques, un pueblito perdido en la soledad de aquellos parajes.
Después de Jama el paisaje, parecido al de Atacama, impresionaba por su suelo árido, por la gama de colores ocre a blanco, por la soledad de sus campos y por su magnetismo misterioso que te relajaba el alma. Había dejado atrás el salar de Olaroz cuando mi vehículo comenzó a fallar a intervalos hasta que se detuvo completamente. No tenía idea de cuál era la “dolencia” de este caballo motorizado y ni un alma por todo aquello.
Dando paseítos y tratando de comunicarme con mi amigo por el celular, diviso una figura, a unos trescientos metros, entre las grietas de un cerro. Daba la impresión que pedía ayuda y hacia allí dirigí mis pasos. La figura se desaparecía a intervalos pero sin cambiar de lugar. Llegué, un poco falta de aire, al lugar de la aparición y me encuentro con la entrada de una pequeña cueva, casi un agujero. Me quedé mirando hacia dentro tratando de ver algo, pero la oscuridad me lo impedía. De pronto, como si se iluminara el interior, pude apreciar un cuerpo menudo de apenas medio metro. Tenía una cabeza muy grande con un sombrero de lana. Llevaba un poncho y andaba descalzo. “Hola. ¿Necesita ayuda?”. La oscuridad se apoderó de aquel pasaje subterráneo y un silencio total invadió el lugar. Sentía miedo, curiosidad o quizás una mezcla de sentimientos. Me aparté un poco, pero sin quitar la vista del lugar. Estaba absorto en mis
pensamientos sobre ese encuentro con el misterioso personaje, cuando un claxon me hizo volver a la realidad. En la carretera, junto a mi auto, se encontraba un camión de auxilio. Bajé rápidamente y apenas sin poder respirar, comencé a relatarle, a los mecánicos, lo que había visto. Se rieron y uno de ellos me dijo:
-¿Qué, vistes acaso al Duende?
-No sé quién era. Está allá arriba en una pequeña cueva.
-Amigo, me has descrito al Duende, un personaje creado por la imaginación de los aborígenes. En realidad no existe. Creo que usted ha leído mucho sobre las leyendas deJujuy.
No dije más nada. Pero, había sido tan real. Cuando llegamos a Susque el mecánico me dijo en tono burlón:
-Arroja harina en el piso donde vaya a dormir esta noche y si aparecen unos piececitos marcados, sabrás que está ahí. No se preocupe, su trabajo es joder pero no hace daño a nadie. Ah, para alejarlo basta con que pongas tu pantalón en la cabecera de la cama.
Por supuesto, no conté a más nadie el encuentro con el Duende pero por si acaso y para disfrutar del encanto de Jujuy, todas las noches ponía mi pantalón en el lugar indicado por el mecánico.
ELPINERO
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CRÓNICA DE UNA CRUZADA ANÓNIMA Y SECRETA
La quinta noche fue la peor para el apóstata: la fiera le asestó una estocada en el costado, le rasgó la piel y lo envió contra un montón de rocas. El duque de Birmingham se repuso a duras penas, sintiendo un viento colarse por sus vértebras, y sólo para constatar que un dolor intenso le recorría el túnel carpiano. La sangre brotaba a borbotones pero embistió nuevamente, esta vez recibió una mordida que por poco le destroza la tráquea. El caballero pensó que habría de encontrar el martirio pero se equivocaba, la batalla aún no terminaba: hacia el alba se persignó, blandió su espada y desgarró la cerviz de la criatura.
El duque se despojó del peso de su armadura.
–Maldito seas tú, bendito sea mi Rey y alabada sea la Providencia –dijo contemplando a la bestia y acto seguido la degolló.
En la época moderna hubiera inyectado acetona en las cavidades corporales del animal, silicona en las zonas musculosas y arrastrado el cuerpo-trofeo hasta su ciudad natal para goce y júbilo de su estirpe. En el mundo clásico Julio César, triunviro desdichado y azote de las Galias, habría mandado traer desde la Ciudad Eterna al mejor sastre para que la desollara y confeccionara una túnica con sus membranas. El pragmatismo de los Caldeos se hubiera traducido en la oblación de los colmillos de la criatura y la destrucción de todo lo demás. Sin embargo este relato transcurre en el Medioevo y, como tal, el héroe de la cristiandad se conformó con untar aquel cuerpo en aceite, prenderle fuego y contemplar cómo se consumía en medio del páramo.
Esa noche leyó las Sagradas Escrituras a la luz de las llamas.
Cuando la bestia se hubo vuelto cenizas el duque cerró el libro, se incorporó a duras penas y caminó rumbo al Panteón de Éste yace a espaldas de la humanidad y su estado es de abandono general.
El duque observó el Sacro Sanctus, que con tanta sangre y tesón había defendido, y sonrió satisfecho. En ese instante una paloma blanca se posó sobre su hombro ensangrentado, emitió un graznido y nuevamente alzó el vuelo. El duque sintió el orgullo latir en su pecho: el Espíritu Santo lo felicitaba por la gesta, no cualquier mortal defendía el cuerpo de Cristo de las fauces de las bestias, y en el centro del país de los infieles. Sabiéndose dueño de sí mismo abrió las puertas de la bóveda. La inscripción estaba tallada en mármol: ius latus Jossuah vascus, «aquí late el corazón de Jesucristo». El honor, la gracia y su cuerpo fundiéndose con el infinito se pasearon por su imaginación.
El ánfora era de oro macizo, llamativo y voluminoso.
¿Era digno él, un mísero duque de una isla perdida, de entrar en verdadera comunión con el Santísimo? ¿Estaría perpetrando un crimen de decidirse a hurgar su contenido? ¿Estaría obedeciendo a los secretos designios de Lucifer? ¿Estaría quizás realizando un acto de infinita piedad?
El duque prestó juramento a la Providencia, respiró profundo y abrió la caja.
En principio su cerebro no dio crédito a lo que vieron sus retinas. El ánfora permanecía en sus manos y sus manos permanecían inmóviles. Su interior era un verdadero larvario: una oruga reina de veinte centímetros de longitud se retorcía de placer sobre los restos de capullos, exoesqueletos y polvo que constituían su palacio. Un sinnúmero de gusanos plebeyos se arrastraban para desdicha del caballero. El hedor, la fetidez y la impotencia urgieron sus entrañas: las estepas de Palestina fueron honradas con una libación de vómito copiosa y sonora.
El duque de Birmingham sollozó, gritó y aguardó lo peor, sin embargo el Ángel de la Muerte no lo visitó. Se tumbó en el suelo e intentó dormir, pero el insomnio se apoderó de su cuerpo, en medio de arrebatos de llanto y carcajadas psicóticas el complot se le hizo manifiesto: el destino, la Providencia y la Hidra del Caos se burlaban de él, riéndose a mandíbula batiente. El sol despuntó en el horizonte e infundió nuevos bríos a su espíritu, después de todo, ¿qué hacer sino marchar hacia adelante con la frente en alto?
Finalmente el duque se desembarazó de todo cuanto portaba.
––Maldito seas, Dios mío ––dijo y se echó a caminar, en plena conciencia de su apostasía, sin otro atuendo que unos harapos y sin más compañía que el desengaño, el desierto y el silencio.
LUIS FELIPE TORRES
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LA PRINCESA QUE NO SE CONVIRTIÓ EN RANA
Sandalias rosadas, vestido blanco y sonrisa neutra, le decían Sara la niña perdida. Cuando íbamos al pantano a jugar siempre la veíamos observando las ranas y tirando flores al agua, nos parecía extraña y nos daba algo de miedo.
Nos gustaba tanto nadar que íbamos todos los domingos por la mañana. Mojados jugábamos a los retos; unos se tiraban desde un árbol, otros se comían alguna hoja rara y a mí me pusieron la peor de todas ¡Ir a hablar con Sara la niña perdida!
Respire hondo y fui nadando donde ella, se veía algo triste. Cuando me vio se puso tímida y dejo de tirar flores, entonces pensé que no daba tanto miedo. Salí del agua y me senté al lado de ella en una roca.
- Hola ¿Cómo estas Sara? Creo que me has visto mucho por aquí.
- Si eres el más pequeño del grupo. La verdad no estoy tan bien aun no me convierto en rana.
- ¿De qué hablas? Se supone que la historia es al revés el sapo se convierte en príncipe.
- Lo siento chico pero aquí es diferente, soy Sara la princesa del lago. Hace pocos meses era una hermosa rana hasta que vino una chica a besarme, grito y vio que se equivoco de rana. Desde entonces estoy acá esperando que me bese un chico para volver a ser princesa.
Se acerco a mí y me miro a los ojos con dulzura. Los dos juntamos nuestras cabezas y nos dimos un beso, quedamos mirándonos cinco minutos pero no paso nada, ella seguía siendo Sara la niña perdida.
Sonrió y me dio las gracias, volví al agua y me despedí con la mano, estaba algo sonrojado y mis amigos me molestaron. Que puedo decir fue mi primer beso y sobreviví a no convertirme en rana.
Llego el otro domingo y ya no estaba, tal vez sea La princesa del lago o simplemente:
¡Me quería robar un beso esa Sara!
La Batata Peláez
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CAROLINA EN LA CIUDAD DE LAS MARAVILLAS
EL BAÑO.
No bien había sonado el despertador, cuando Carolina salto de la cama, como un bólido se dirigió al baño y abrió las llaves de la regadera, mirándola fijamente, suspiro una vez más, en lo más profundo de su ser deseaba que el agua saliera, casi sin pensarlo, le rogaba a Dios que el agua saliera de la regadera y en unos instantes, esta salió, dando estrepitosos chorros combinados con cortes del precioso liquido, por fin se regularizo el flujo y Carolina suspiro aliviada, en la Ciudad de las maravillas, sitio donde Carolina vivía desde hacía catorce años, el agua era cada vez más, un artículo de lujo, los esfuerzos incansables de las Autoridades, por llevar el agua a cada habitante de la Ciudad, no podían competir con la enorme cadena de corrupción y "Valemadrismo" de sus propios habitantes, los cuales seguían con costumbres tan torpes como suicidas, como la de lavar sus autos con agua limpia o lavar sus propiedades con chorros de agua potable, en verdad era una bendición que el agua saliera de aquella regadera.
Sin perder tiempo Carolina se despojo de su graciosa pijama, dejando al descubierto su bello cuerpo de adolescente, el agua recorriendo cada poro de su piel le despertó por completo y le devolvió los ánimos, en su éxtasis de limpieza, Carolina llego a pensar que lo que hacía era malo ya que sin desearlo, sentía un placer incognito en el simple hecho de bañarse y en más de una ocasión se imagino ver a los "Porquelos", espiarla a través de la ventana del baño, lo cual le daba pavor, pero esta vez se decidió a no voltear hacia la ventana y disfrutar de su apreciado baño, al final si los "Porquelos aparecían, ella aceptaría su culpa y su castigo.
Se decía que los "Porquelos" eran crueles y que hasta llegaban a asesinar a las personas, pero solo se decía, Carolina no conocía personalmente a nadie que los hubiera visto, hasta se decía que eran inventos del Gobierno para que la gente no desperdiciara el agua, pero esta vez no, Carolina no haría caso a ninguno de esos seres horrendos y torpes, con ella no se meterían, ella no tenía la culpa de que sus padres y abuelos desperdiciaran tantísima agua durante toda su vida, esta vez no, pensó Carolina y dejo que el agua acariciara su cuerpo, en casa todos dormían y nadie se percataría que Carolina tardaba bañándose, nadie la limitaría a 3 o 5 minutos de baño, esta vez no, pensó Carolina y dejaba que el agua acariciara su hermoso cuerpo.
Casi sin sentirlo y como un fugaz susurro en el oído, Carolina escucho un ruido extraño y sobresaltada abrió los ojos, en silencio y conteniendo la respiración, aguzo el oído tratando de escuchar a través del sonido del agua de la regadera, nada, volvió a poner atención y nada, trato de calmarse pero sus nervios ya estaban de punta, con sigilo cerro las llaves de la regadera y aguzo el oído, nada, con cautela tomo su toalla y envolvió su cuerpo, las fuertes sandalias que calzaba le daban seguridad al caminar y con la mano temblándole, giro el picaporte de la puerta, de un golpe la jalo hacia ella abriéndola de tajo, nada, el silencio de la casa era lo único que encontró, suspiraba aliviada cuando se dio cuenta que ese silencio no era normal, el aire estaba espeso, daban las seis de la mañana y de la bulliciosa calle no provenía ningún sonido, nada, solo el silencio pesado y cortante, Carolina dio un paso al exterior del baño y entonces ¡Un ser horrendo se abalanzo sobre de ella! ¡Carolina soltó un grito de angustia y terror!, en sus mas retorcidas pesadillas, nunca se había imaginado algo tan horrible, el pavor y el miedo a la muerte la invadieron y solo atino a poner las manos en defensiva, el ser o la cosa que la atacaba, no le dio tregua y en rápidos arañazos y mordiscos, Carolina se vio de pronto ensangrentada de sus brazos y rostro y con la angustia de saber que no había nadie que la ayudara, como pudo giro su cuerpo y en un impulso increíble se dejo caer al suelo, cayendo sobre el horrendo monstruo, el cual al sentir el golpe contra las baldosas, soltó a Carolina y se hecho a correr a través de la sala y una ventana abierta, no sin antes maldecir a Carolina y amenazarla con regresar.
En un mar de llanto y terror Carolina grito y siguió gritando hasta que los habitantes de la casa salieron y pudieron auxiliarla, ni había palabras de aliento que pudieran contener el estado de histeria en que la encontraron, Carolina se había topado con un "Porquelo" y en esa extraña mañana se dio cuenta que en la Ciudad de las Maravillas donde vivía, la realidad y la fantasía no tienen distingo y los sueños y las pesadillas de la gente cobraban vida y cobraban la vida de aquellos que no habían entendido que lo Divino y lo Maldito se entrecruzaban y que los errores continuos de la gente, daban paso a una realidad paralela y cruda a la vez, Carolina conoció a su corta edad a esos seres, a los cuales unos maldecían y otros bendecían, porque tenían la capacidad de cobrar en carne a la gente que contaminaba, tiraba o malgastaba el agua, recurso sin el cual ellos morían poco a poco, los "Porquelos" si existían o tal vez salían de nuestra retorcida mente o imaginación, pero el caso es que Carolina supo por primera vez que vivir en la Ciudad de la Maravillas era algo muy difícil y más difícil de entender para una chica de 14 años.
JORGE ARELLANO ZYÑIGA
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EL ELEMENTO FALTANTE
En 1839 a Louis Daguerre se le atribuye la invención de la moderna fotografía, y en 1895 los hermanos Lumiere dan otro salto al darle movimiento a las mismas, naciendo el primitivo cine. Por eso causó poderosamente la atención mundial, cuando recién en el año 2017 Francesco Latorre patentó el instanmovie.
Francesco trabajaba para una ensambladora de aparatos electrónicos, y si bien contaba con título de ingeniero, en realidad nunca se había distinguido entre sus pares. Siempre fue un ambicioso sin logros, o sea, un soñador.
La novedosa máquina, pergeñada por el italiano, ceñía en una a la fotografía y a la película, vale decir, a la imagen congelada fundida con la de movimiento. ¿Cómo podía suceder? El mecanismo era más ingenioso que prodigio tecnológico. El aparato era manual, como una máquina fotográfica o filmadora. Desde el visor el operador seleccionaba la escena, y una pequeña cruz roja se movía a su gusto para seleccionar el objeto a congelar. Una presión en el botón de inicio sólo fijaba lo señalado, el resto del encuadre se filmaba por 5, 10 o 20 segundos. El resultado era asombroso. Un niño fotografiado en una plaza aparecía inmóvil y detrás de él las palomas volaban, las hojas del otoño caían y un juguetón cachorro escapado de su dueño se le cruzaba por delante.
El invento rápidamente causó sensación, quizás no por lo revolucionario, tal vez sí, por que a nadie se le ocurrió antes. Surgió una nueva escuela de arte, y la instanmovie reemplazó al 3D como arte de vanguardia. Francesco se hizo millonario de la noche a la mañana... y curiosamente fue su único invento.
Alejado del trabajo de operario, el joven italiano se dedicó a brindar conferencias de todo tipo. Fue invitado a congresos de empresarios, a disertar en cursos de emprendedores, a dar charlas en encuentros filosóficos o asesoramiento en reuniones metafísicas. Él aceptó todas las propuestas.
En cada ocasión dibujaba en una pizarra una torre con varios elementos que la constituían. En la cima escribía en un gran cuadro la palabra INVENTO, verticalmente hacia abajo, en un cuadro menor EMPEÑO, luego en sucesivos cuadros similares las palabras VISION POSITIVA, ALTERNATIVAS, IDEA, y terminaba con otro pequeño conteniendo las iniciales EF.
Explicaba Francesco Latorre, que todo nace con una idea, de la cual se desprenden alternativas para concretarla. Algunas son valederas y otras alocadas. Con una postura positiva se lleva adelante la más promisoria y con esfuerzo y empeño se la ejecuta. Todo ello decía el inventor, que si no fuera por el aura mediático creado en su persona, sus palabras sonaban a un vulgar libro de autoayuda. Cuándo se le preguntaba por el significado de las letras EF, él siempre respondía "No podría traducírselas, piensen lo que ustedes quieran, ni yo mismo puedo descifrar esa sensación que llega cuando nace una idea, y por eso yo se las señalo como Elemento Faltante". Más de una vez los oyentes quedaron disconformes, porque allí reinaba la verdadera esencia del hacedor, de la fama y de la rápida fortuna.
Hay una historia poco conocida del joven inventor y otra más profunda que solamente él aprisiona para sí. En su lujosa mansión de las afueras de Verona, Francesco cierra con llave su dormitorio. De un cajón de su mesita de luz saca un álbum de fotos tapizado con gastado cuero marrón. Lo abre justo en la foto que busca. En ella aparece él, con sus siete años de edad; detrás su madre que falleció cuando Francesco tenía 15 años. Foto que muestra dos seres congelados a poca distancia. Instantánea que no permite ver lo que sí continúa en la memoria del inventor... el beso tierno de su madre en su mejilla. La vida no sólo le robó a Francesco una madre en plena adolescencia, sino miles de besos, abrazos y tiernas palabras, hasta que por lo menos llegara a ser adulto. Hoy Francesco brota en lágrimas deseando ser otra vez un niño para sentir ese beso que la maldita fotografía no le permite ver... ni sentir. Muy dentro de él lo sabe, la NECESIDAD siempre será el germen de las ideas, porque eternamente la meta será SOBREVIVIR.
GUILLLERMO HORACIO PEGORARO
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UN JOVEN CON SUERTE
Cuando un día el joven Hugo de tan solo 34 años se levanto con la idea de trabajar para ganarse un hermoso traje; este traje que quería este joven, costaba mucho dinero en ese momento, el solo pensaba como podía lograr el dinero que costaba el traje, entonces de forma cautelosa se sentó a pensar y poco a poco meditó sobre su problema, él quería comprarse un traje que fuera acorde con la ocasión que tenía, entonces el creyó que lo correcto era primero lograr un empleo; segundo que lo pediría prestado y tercero que jugaría con unos amigos a las cartas, el pensando de esta manera; se ideo un plan, para poder intentar lograr el dinero utilizando de forma ingenua pero inteligente, estas tres alternativas.
Decidió entonces dirigirse a una librería donde buscaban vendedor, ese día el decidió ponerse algo sencillo pero aceptable para la ocasión, llegando al local el decidió esperar a que llegara la joven que atendía la solicitud, al poder verla le parecía encantadora pero quiso dejar en ella una linda inspiración, pero algo no salió bien al parecer, era triste saber lo comprometido del trabajo para el poco dinero que él iba a percibir, entonces el no pudo aceptar este trabajo luego de una semana el joven decidió dirigirse a casa de su hermano y le solicito le prestara el dinero, su hermano no pudo en el tiempo en que lo requería; sin embargo no cerró la posibilidad de que se lo diera aunque sea la mitad, el a pesar se retiro contento del lugar ya podía contar con la mitad del dinero ese mismo día, se ideó ir con los amigos para ver qué podía hacer jugando a las cartas, era interesante saber que de las cartas mucho sabia, entonces se puso a jugar cada partida costaba 20 euros y en la partida se colocan cuatro jugadores lo que suman 80 euros, después de dos manos y haber perdido 40 euros por las dos rondas, el pensó:
¡Si el traje me cuesta 1000 euros y mi hermano me va a prestar 500 euros yo necesito solo 500 euros, lo que me corresponde ganar 9 partidas, esto hace un total de 540 euros, porque le quedarían 40 euros restantes y eso es importante!
La celebración a la que el va acudir es muy significativa, ya que asistirá a la boda de su mejor amigo, entonces decidió poco a poco y con paciencia, como haría para ganar las 9 partidas de cartas y completar el dinero, ya en la siguiente partida se dio cuenta que tenía unas buenas cartas, lo harían recuperar los primeros 60 euros que ya había perdido, ya que la inversión por cada jugada es de 20 euros como ya se mencionó, ganar 9 partidas le costaría jugar toda la tarde, entonces decidió que solo sacrificaría 100 euros, esa tarde para sorpresa del y de sus compañeros de partida, gano esa ronda de cartas ya había logrado recuperar los primeros 60 euros invertidos, uno de sus amigos ya había perdido los 80 euros correspondientes a cada partida, la partida se hiso interesante cuando logro hacer que uno de sus amigos se incorporara al juego, eso si fue grandioso para sus planes ya que aumentaría a 100 euros cada partida y la ganancia por ronda seria de 80 euros, la alegría de la partida que ganó lo convenció de que era su día de suerte y continuo jugando; hasta que en la partida siguiente no tuvo la misma suerte perdiendo 20 euros más, pero las dos siguientes fueron excelentes logrando ganar 160 euros aunque ya había perdido en total 80 euros y decide retirarse con la escusa de que va al médico a acompañar a su vecino, se retiro por un lapso de tres horas con 320 euros en total, muy contento descanso y logro convencer a su hermano de forma astuta de que le lograra prestar los 500 euros, que le había dicho podía lograr conseguir para la fecha, pasadas las tres horas se fue nuevamente al lugar donde solían jugar y en esa casa pudieron disfrutar sanamente del juego si logro como cuatro partidas, logro ganar cinco más lo que hiso de la noche muy especial ya que logro completar 640 euros es decir fue victorioso para el ya que podía comprar hasta un pequeño regalo, al retirarse del lugar después de una larga noche de alegría por lo entretenido del juego y de sus intenciones que era lograr el dinero pudo con afán observar que el vendedor de flores del lugar, se le había caído la venta del día y pensó de forma honesta devolvérsela, pero no podía quedarse más tiempo en el lugar para no correr peligro cuando llego a su casa se dio cuenta que la venta era de 400 euros, lo que ya sumaban unos 1040 euros en total, es así como la dicha alcanzó el corazón de aquel joven que aunque humilde y sencillo, pudo contar con la suerte de lograr conseguir los afortunados 1040 euros sin contar la dadiva de su hermano que le ofreció los 500 euros, que sumaron los mil que requería. Felizmente el pudo dirigirse a la tienda en la que vio por primera vez tan lindo traje es entonces cuando quiso con entusiasmo comprarlo de su color favorito, busco a la señorita que atendía el lugar logrando seleccionar el que con mucha elegancia y buen trato le mostro la joven, es de esta manera como el sin novia y al verla tan bonita, decide invitarla a un café en un lugar sencillo pero especial al que la salir del trabajo; él la iría a buscar eso si siempre pensando en invitarla según su conducta a la boda de su amigo, ese día se puso muy nublado, frio y lluvioso el decidió que con mucho cuidado, colocaría el dinero en el banco y mientras tanto esperaba a la joven salir de su lugar de trabajo, logro hacer un deposito justo como lo había planeado y según lo pensado se dirigió al trabajo de la joven; que a lo mejor muy interesada lo había esperado, razón suficiente de ser cierto, para que junto a ella pasara una rica velada, en un café que quedaba a una calle del lugar donde acordaron encontrarse, la joven hermosamente arreglada se coloco un sutil perfume, que lo inspiro a sentirse mejor, ya que presiente que no hiso una mala elección al invitarla para conocerse entonces ya en el café la joven se puso triste al parecer había muerto la madre hace pocos días y la salida no le sentó nada mal, razón esta que lo conmovió mucho, ya que su buen espíritu no solo lo logro a ayudar a encontrar el dinero necesitado sino acertar en invitar a una joven que pasaba por un lamentable momento cerca de la mesa del café, un hombre le intento vender una rosa le pareció a ese joven que era el mejor regalo para ella y así fue.
El compro la flor y el anciano que se la vendió, aunque le pregunto se quedo con un cambio muy importante de 10 euros que costó la flor; él se quedo con los 10 euros restantes, al joven intentar reclamar este dinero se le voto el café manchando a la señorita y manchándose el lugar, conmocionado por el incidente no permitía que él pudiera disfrutar del café, entonces el muy molesto solicito que limpiaran la mesa sorprendentemente el señor replicando le reclamo en vez de ayudarle, retiro a la señorita del lugar no si antes aclarar que no cancelaria los cafés, que casi no pudieron ingerir y es cuando el joven Hugo en un espacio muy especial a oscuras del lugar, decidió con mucha humildad y sutileza hacerle una pregunta a tan encantadora dama, es entonces cuando el al proponérselo de forma dulce pero muy varonil, le pregunto si ella quería ser su novia y poniendo su boca en la de ella, una hermosa sensación de atracción sintieron ambos, es entonces cuando la joven muy alegre decide lograr mantener con él una hermosa relación amorosa, quedaron en verse los dos la noche siguiente y es cuando intentan lograr ir mas allá de la relación de novios, el joven inspirado y muy emocionado decide mostrar responsabilidades con ella y decide invitarla primero a almorzar y luego en la noche llevarla a su casa a descansar; a pesar de la fría noche el joven se puso a pensar en la dicha tan hermosa, que durante esos quince días a logrado tener, se propuso comprarse un traje para ello un dinero tenía que encontrar y lo encontré tuvo que jugar y gano, necesitaba una joven novia y solo al proponérselo lo logro y con ella comparte los mejores años de su vida, lo que quiere decir para concluir; que solo al proponérselo pudo lograr de forma honesta todo lo que quería y que de la vida en ese momento anhelo. El día de la boda de su amigo mucho fue lo que disfruto y vio, como con felicidad su muy buen amigo se llego a casar.
ABG. MARY FRANCIS FARÍAS
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60 MINUTOS
A la edad de 13 años, Jorge, un niño de familia de clase media de un barrio del extrarradio de una gran ciudad, descubrió que tenía un poder especial.
Estando un verano en la finca de su tío. Se asomó demasiado al pozo de la finca del vecino y resbaló cayendo dentro de él. En su desesperada caída. Sólo acertó a gritar desesperadamente la palabra "mierda" y sus piernas flojearon y cayó al suelo. Había Sol. Y veía el pozo. Por fuera. Estaba a unos metros del pozo. Como un rato antes. No se lo contó a nadie. Ni siquiera estaba seguro que fuera un sueño.
Unos meses después, jugando un partido de fútbol de máxima rivalidad entre colegios. Jorge, que aquel partido era titular por lesiones de los otros delanteros, con el partido empatado y a punto de finalizar, recibió un balón completamente sólo ante el portero y sin nadie que le marcara. Con ansia le pegó al balón con toda la potencia que pudo pero sin pensar en la colocación, y el disparo se fue a las nubes provocando la decepción sus compañeros y la bronca de su entrenador. Se estiró los pantalones y gritó "mierda" y se encontró con el balón de nuevo delante del portero. Dudó un instante, provocando que la defensa estuviera a punto de llegar hasta él. Pero esta vez colocó la pelota cerca del poste con tranquilidad. Sus compañeros le aclamaron. Aquel día fue el heroe. Y el día que se dio cuenta de su poder.
Empezó a mejorar sus notas. En los exámenes orales, volvía el tiempo atrás y miraba la pregunta en el libro y en los escritos se las arreglaba para copiar de distintas maneras, hasta que alguna colaba.
Consiguió evitar las broncas de sus padres. Tras varios intentos, siempre encontraba la excusa adecuada.
Descubrió el tiempo exacto. 60 segundos. Siempre 1 minuto hacia atrás. Los 60 segundos que estaban cambiando su vida.
Pero algo no funcionaba. Laura. Laurita la bella. Su amor secreto. El amor secreto y público de los demás compañeros de la clase.
Pero estaba con Rober. Por el que todas suspiraban. Rober escribía poemas, Rober tocaba la guitarra. Rober… Bah, Rober. Pensaba que él era el goleador y estrella del equipo de fútbol. A Rober ni siquiera se le había visto nunca con un balón. ¿Quién era él para disfrutar de la preciosa, sensual, inteligente, sensible y maravillosa Laurita? ¿Cómo se atrevía a interponerse delante de su sueño?.
Aprovechándose de su nuevo poder. Hizo muchos intentos por conseguir una cita con Laurita. Pero siempre se veía obligado a volver atrás. Ella siempre lo rechazaba con simpatía. Con amabilidad. Con una dulzura que sólo hacía que su obsesión se acrecentara.
Así que no cejó en su intento. Tenía que cambiar de táctica. Se hizo amigo de la pareja. Siempre estaba con ellos. Y ellos lo aceptaban. Aunque a veces les hubiera gustado que les dejara un rato a solas. Ni Laurita ni Rober se hubiera atrevido a decirle nada. Se acabaron acostumbrando a él.
Les buscaba en el recreo. Les buscaba después de clase. Y empezó a usar su poder para ir desnivelando la balanza a su favor. Si Laurita decía que tenía sed. El volvía atrás y le ofrecía una coca-cola. Si Laurita decía que tenía hambre, él, antes de que lo dijera, le ofrecía su bocadillo. Si Laurita decía que quería ver tal película en el cine. Él se lo planteaba antes y le decía que lleva mucho tiempo deseando ver esa película.
Poco a poco, notaba como Laura le miraba con otros ojos. Usaba su poder de manera constante para impresionar la y, de paso, dejar en ridículo a Rober cada vez que tenía ocasión.
Hasta que un día, lo que tenía que ocurrir, ocurrió. Laurita le dio una nota en la que le citaba en el parque después de clase… a solas. Allí, sentados en la fuente, Laurita fue diciéndole que había discutido con Rober, que últimamente se sentía extraña con él, que sentía que tenía una conexión especial con otra persona. Él, con el corazón a cien, le preguntó con ansiedad: ¿Quién?
Aquel día la besó. Por fin llegó el día. Por fin, todo era perfecto para él. Una alegre música inundaba su cabeza y le hacía mover los pies a ritmo cuando volvía a su casa después de dejar a Laurita en la suya. Ella le quería. Era el rey del universo.
Al día siguiente, era Sábado, y Jorge había quedado con Laurita para dar un paseo. Hacía un soleado y maravilloso día de primavera, Laura estaba preciosa. Llevaba un vestido de flores y sus zapatos nuevos. Caminaron por el parque entre achuchones, besos y sonrisas. En un momento de la tarde, Laurita se encontraba algo cansada por lo que se sentaron en un banco y Jorge se ofreció a ir a por unos refrescos. Laura aceptó encantada.
- No tardes mucho – dijo Laurita.
- Vuelvo en un minuto, preciosa – contestó Jorge con felicidad.
Llegó al kiosco y pidió un par de coca-colas frías. Al terminar de pagar y dar la media vuelta con las cocas-colas en sus manos, observó que una bonita chica le sonreía. Su cara le era familiar. Al principio no la reconoció. Sólo reparó en la belleza de la chica. Al dar unos pasos y acercarse a ella cayó en la cuenta. Era Celia, la chica nueva del colegio. Algunos chicos ya empezaban a decir que Celia estaba tan buena como Laurita. Ella mantenía su sonrisa cuando me crucé con ella.
- Te vi jugar al fútbol. Lo haces muy bien.
- Muchas gracias.
Celia mantenía su sonrisa, mientras se alejaba de Jorge después del cumplido.
Jorge dio dos pasos en dirección a donde le esperaba Laurita. Pero se paró y se dio la vuelta.
-¿Vas a todos los partidos?
-Sí, a todos los que puedo.- contestó Celia.
-¿Y qué haces después?
-Poca cosa, aún no conozco a nadie aquí.
-Quizá…tu y yo podríamos hacer algo.
-Por qué no- dijo ella sin parar de sonreír.
-Nos vemos el próximo partido entonces.
-Nos vemos.
Jorge no acababa de asimilar lo que acababa de pasar mientras volvía al banco donde le esperaba Laurita. Estaba confuso. Solo sabía que aquella chica le resultaba muy atractiva. Pero no podía perder el norte. Laurita le esperaba. La maravillosa Laurita. La chica de sus sueños.
Entonces vislumbró la escena más horrible imaginable. A unos metros de él, Laurita besaba a otro chico. Era Rober.
Jorge no podía reaccionar. ¿Qué había pasado?. Laura sostenía un papel en una mano. Sea lo que sea lo que haya pasado, sólo hay una solución y gritó con furia: "mierdaaaaaaa"… Sólo para observar aterrado como Laura leía el contenido del papel e inmediatamente, besaba apasionadamente a Rober.
"Mierda, mierda, mierda". Una y otra vez se repetía la misma escena. El comienzo del apasionado beso. Una y otra vez. Nunca había usado el poder de esa manera. No sabía cuánto tiempo podía ir hacia atrás pronunciando la palabras varias veces seguidas. Ahí tenía la respuesta. 60 segundos. No más allá. Por más que lo intentó no pudo ir más atrás del beso. Estuvo horas torturándose. Reviviendo el golpe una y otra vez. Hasta que de repente pronunció la palabra y la escena no se repitió. En ese momento Laurita se separó de Rober y se dirigió a él.
-Jorge, lo siento muchísimo. Rober me escribió algo que me hizo estar segura de que sólo le amo a él. Quiero que siempre seamos buenos amigos.
No dijo nada. Agachó la cabeza y se fue. Rendido. Sin fuerzas. Torturándose pensando que si no hubiera perdido ese tiempo precioso con Celia quizás podido estar a tiempo de evitar que Rober le diera la nota. Pero ¿cómo hubiera podido evitarlo siempre?. Nunca supo lo que contenía la nota si sabía que él no podría escribir lo que había escrito Rober por mucho que pudiera volver el tiempo atrás.
En esos pensamientos estaba cuando de repente, se sintió empapado. Un coche, a velocidad excesiva, había hecho que el agua de un charco provocado por la lluvia de los últimos días, la calara hasta los huesos. Empapado y rabioso, no tardó ni un segundo en gritar la palabra… y seguía mojado. Nada ocurrió. Jorge se sintió destrozado. Era el peor día de su vida. Había perdido a Laurita y también su don.
Jorge fingió una enfermedad y no volvió a clase en el mes y medio que quedaba de curso. Tampoco fue a los entrenamientos ni a los partidos del equipo. De hecho, nunca volvió a jugar al fútbol.
Al año siguiente, al padre de Jorge le trasladaron de ciudad por motivos de trabajo. Jorge tuvo que ir a otro instituto. Nunca volvió a ver a Laurita. Pero sí a Celia, con la que coincidió el año siguiente. Al padre de Celia también le trasladaban constantemente. Celia y Jorge hicieron buenas migas. Se casaron años después.
Jorge Méndez se convirtió con el tiempo en un afamado actor de teatro.
En una ocasión unos periodistas en una rueda de prensa, en relación con las suculentas ofertas que había recibido para hacer cine, le preguntaban que porqué se negaba a aceptarlas:
- No me gusta repetir las escenas - respondió él provocando las carcajadas en la sala de prensa.
Sé que para él, perder ese don que tuvo durante la primavera de sus trece años, fue un alivio. Que nunca hubiera podido controlar su destino. Y que le hubiera gustado decirle a los periodistas lo que me dijo a mí el día que me contó esta historia:
- Pienso que una obra de teatro fluye como un río. Hacia delante, sin marcha atrás. Como la vida. Si no, no hay riesgo ni emoción.
MIGUEL ÁNGEL ESCUDERO
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AL MAR
El domingo 26 de abril 1867, Jaume partió con su maleta, una llena de ropa sencilla y unas cuantas hojas en blanco, el decía que se va para la mar, tenía una onda afición por las cuestiones saladas digo yo.
Jaume se construyo un arpón con el mango de la escoba de mi abuela, se la regale porque estaba hecha de un mango de roble, era una escoba especial, porque nunca se uso para barrer, y realmente no parecía escoba pues su mango estaba tallado con símbolos extraños, diré que mi abuela era una bruja entonces.
Cuando se fue era como un hilito flaco volando con el ventarrón, todas las hojas en blanco que se llevo me empezaron a llegar llenas de cosas fantásticas, me hablaba de peces que nunca me hubiese imaginado, de las costumbres de los marineros enloquecidos por las olas, de mareos y una cierta psicosis que se le estaba creciendo adentro.
En una de sus tantas cartas se empezó a desdibujar, decía que aquel arpón le estaba abriendo un hueco en la costilla, que a veces temía que le nazca una mujer de ella, que estaba tomando vida la soledad.
Había fantasma entonces en los tablones de su camarote, una especie de hueco con tufo salino, con apenas una escotilla llena de moho y comejenes, que en ese pozo casi seco se mostraban en las noches cadáveres confirmando que él estaba casi vivo, que aquella alimañas se posesionaban del foco y le soplaban la vela, tenía miedo entonces.
Era cuestión de mi abuela le respondía, era como si yo le hubiese mandado la maldición de temerle a la soledad, mi abuela se llamaba Soledad, según cuentan las lenguas vecinas, nunca perdió su belleza y decían que comía gato y sangre de pichón negro, todo para ella se batía en el negro.
Jaume estaba sufriendo embates de terror, cuando el arpón se le cruzaba entre los dedos, muchas veces tubo las ganase de pescar marineros y colgarlos con sal para que se sequen y conservar su carne para venderla cuando topen puerto.
Que juro a ver visto sirenas, pero las sirenas eran entremeses entre pescado y algas, cosas con cara pero no era una buena cara, las sirenas son de verdad demonios come sueños, cantos y chirridos de cadenas y anclas.
Jaume un día se murió o algo así, lo sé porque sus cartas empezaron a llegar en blanco en un blanco fantasma, en un blanco de olvido, entonces agarre mi maleta y empecé a buscar las cosas saladas, a buscar fantasmas y arpones tallados, a jurarle que a la soledad y a mi abuela Soledad las derrotaría sin sirenas.
Algunos puertos me fueron hablando de él, algunos marinos cercenados contaron de su venta de miembros en los mercados, y Jaume, Jaume era un maldito pirata come peces extraños, un ladrón de velas y que estaba pescando mi alma.
Muchos reconocieron mis facciones por el tatuaje que se hizo a rasguños frenéticos en su espalda, que él era un alma desterrada por mi escoba, era mi escoba heredada, muchos se santiguaron, muchos me maldijeron, pero Jaume, estaba perdido en las aguas, y yo, Jaume, Jaume yo nunca aprendí a nadar, pero si a conjurar esos demonios que no harán que me olvides, hasta que llegues al puerto a mi puerto.
GARA GARABATA
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MISTERIO DE UN BIGOTE
En un pueblito lejano, poblado por pocos hombres, cuentan una vieja historia. Algunos dudan que sea cierta, pero otros, sin embargo, creen en ella al pie de la letra.
Imagino que todos querrán saber de que se trata, pero eso se los contaré luego, porque esta historia escalofriante es solo para contarla a la luz de una lámpara.
Por lo pronto, puedo adelantarles que es sobre un señor gordo y gigante, con un enorme bigote, que ocupa calles, y cuadras, y a veces, hasta manzanas. El bigote se agranda y se achica, dependiendo del clima: Se infla cuando hay sol, y si hay lluvia se desinfla.
Además, está habitado por brujas, y hadas, de todos los tamaños, grosores, y colores, pero de esas que se dedican a trabajar para sembrar la maldad en el corazón de cada hombre. Pero eso no es todo: Dicen que en él se esconde un loco misterio.
Un día, un señor muy osado y curioso, soñó con encontrarlo, pero el bigote era tan alto ese día, que se vio obligado a comprar un helicóptero para alcanzarlo. Minutos, horas, y días pasaron, pero finalmente lo alcanzó.
Al pisarlo sintió un viento fuerte que lo elevó por el cielo, cubrió su cuerpo con un fresco aroma, transformó sus pies y sus piernas en tallos, y en pétalos sus manos y sus brazos.
El hombre jamás regresó, y hasta el día de hoy, nadie ha podido encontrarlo.
JUSTINA CABRAL
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MGG Y TLEXI
Antes de que los planetas MMG y Tlexi entraran en una guerra cruenta, todos los habitantes de MMG vivían como formidables duques de fábula, encerrados en sus casas y torreones bajo la protección del techo transparente de selenita que recubría la ciudad de Xaixel.
MMG, el más gigantesco planeta rocoso de ese lejano sistema solar, a 250 millones de años luz del planeta Tierra, en órbita alrededor de un sol implacable e inacabable, con una peculiar vida humana aposentada en su suelo terrestre, es de suponer que careciera de mares y de nevados y de que no tuviera tampoco montañas prominentes con abundante vegetación; sin embargo, sus habitantes se habían aposentado en aquella agreste e indomable tierra y habían acondicionado su hábitat en una extensa zona donde se erigían los altivos edificios de Xaixel, la única ciudad del planeta habitada, y por consiguiente su capital. En esos amplios edificios se cultivaban plantas y se criaban animales domésticos, la escasa lluvia que caía era recogida por extractores muy avanzados y abastecían así, por medio de canales, las necesidades de la gente de la ciudad, pero antes de que se rompiera la alianza y el comercio con el pequeño y paradisíaco planeta Tlexi que los proveía de alimentos y de agua, MMG tenía así algunos beneficios de conservación de su especie, además de que de igual forma otros planetas los aprovisionaban de agua, comida y armamento: flotas, naves y armas. El resto de la población repartida por el gigantesco mundo eran tribus nómadas que vivían en las dunas y se alimentaban de plantas áridas y de residuos.
Mientras tanto Tlexi se enriquecía con la explotación de los médanos ricos de componentes químicos de los planetas rocosos, incluyendo desde luego a MMG, el más grande y rocoso planeta, cuyo territorio era la codicia de los tlexianos. Con el beneficio de estos recursos, los tlexianos impulsaron la energía geosolar en gran escala. Antes de romper la alianza, Tlexi y MMG tenían muy buenas relaciones. MMG cambiaba sus rocas por el agua y los alimentos que producía Tlexi. Pero Tlexi era un vecino muy caprichoso y peligroso, después de la invención y fabricación de las poderosas máquinas que disparaban a kilómetros y millas inimaginables rayos de neutrones iónicos pulverizantes, todo el vecindario espacial temió de ser enemigo de Tlexi, el pequeño planeta había desarrollado armas tan letales de destrucción masiva tanto orgánica como material, al mismo tiempo. Y entonces se supo que Tlexi había atacado ya a algunos vecinos que se negaban a cooperar para permitir la explotación de sus riquezas geológicas. Ese afán de fletear y apoderarse de todo lo mineral llevó a la nación tlexiana a la invasión y a la expropiación, era necesario para mantener la prolongación de su avanzado imperio tecnológico. Y aunque Tlexi era pequeño y verde, cubierto por un solo mar que inundaba el 80 por ciento de la superficie planetaria, llamado por sus residentes como El Mar de Rante, el resto del orbe se componía de tierra habitada y habitable donde se asentaban las ciudades capitales Atriada y Modom, y bajo las montañas la poderosa y misteriosa Ciudad Subterránea, todas estas urbes eran bases del armamento nuclear de Tlexi; rodeadas por magníficas selvas y afluentes que formaba el mismo Mar de Rante. Aunque en un tiempo atrás, el pequeño y paradisiaco planeta no tenía esas pretensiones de conquistar los suelos de los planetas rocosos, no fue sino cuando investigadores de Tlexi, científicos y estudiosos de mentes superdotadas, encontraron en los componentes térreos de los planetas rocosos la fuente de sus armas aniquiladoras. Entonces pasó Tlexi de ser un insignificante y minúsculo planeta viviente a ser un peligroso y devorador vecino con todos los recursos para la vida y todas las armas para la muerte y la destrucción. Y desde entonces ambicionó ser la minúscula tierra todopoderosa que quería gobernar sin importarle la existencia de ningún otro planeta, y decidió quitarse de encima, de una vez por todas, la gigantesca sombra de MMG que impedía que se encontrara plenamente con el sol del sistema, de súbito le declaró la guerra al descomunal orbe con propósitos aniquiladores, rompiendo la alianza cósmica y desestabilizando la región. Primero notificó su encono bélico y luego atacó y bombardeó los desiertos de MMG, como una muestra de provocación. A lo que MMG comprendió que debía responder y armarse para una eventual confrontación antes de que las pretensiones de Tlexi tuvieran un alcance considerable.
Se creía además que Tlexi también había diseñado la construcción de ciudades submarinas en El Mar de Rante, ciudades fortines donde almacenaba armas nucleares y de tipo biológico bajo extremos cuidados, ¿en qué momento el pequeño David había desarrollado tanta destreza tecnológica? Tenían todos los privilegios: naturaleza y agua, flotas y naves, soldados y habitantes mutados, ciudades inexpugnables y armas nucleares de gran alcance. Hasta que sus gobernantes, un Concejo conformado por diestros militares, por inteligentísimos mutantes y científicos delirantes, deliberaron sobre la suerte que le deparaba a los planetas rocosos que no cooperaran con sus intereses de expansión nuclear y biológica. Tlexi consideraba como primarios a esos planetas y quería invadirlos y posesionarse de sus riquezas y desde luego someterlos en definitiva a sus requerimientos tecnológicos.
FRAN NORE
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EL CAZADOR DE BESTIAS INMUNDAS
Cuenta la leyenda que Maravin, descendiente de la estirpe de los argonautas, arribó a las playas del reino de Pangea siendo un niño sobre un escudo recubierto de paja y maleza, creció entre los nativos y con el tiempo se convirtió en un poderoso rey que infundía pavor a sus enemigos. A su muerte, sus guerreros obedecieron su voluntad y llevaron los restos del cuerpo a la orilla del mar dentro de un navío cargado de tesoros. De esta forma, el niño que un día llegó del océano volvía a la mar después de crear una nueva dinastía de reyes, los maravinianos.
El monarca Haribut, hijo de Lot y de estirpe maraviniana, reunió a su alrededor una gran hueste de bravos guerreros, y para albergar la corte decidió construir un lujoso castillo con el nombre de Tanis. En la hermosa mansión siempre reinaba la alegría y se organizaban magníficas fiestas en las que el rey repartía joyas entre sus vasallos. Pero sobre ellos se cernía una grave tragedia.
En las profundidades del pantano habitaba un maligno ser monstruoso cegado de una terrible ira. Se trataba de un animal prehistórico que respondía al nombre de Golgot. Una noche, aquel espantoso monstruo salió en dirección al bello palacio y, viendo que los maravinianos disfrutaban del dulce sueño tras un alargado jolgorio con vino en abundancia, sembró con sus garras la muerte en la estancia. Después de acabar con una treintena de vasallos, el monstruo escapó para refugiarse en su ciénaga.
A la mañana siguiente, el rey Haribut descubrió los estragos de Golgot y su corazón se llenó de tristeza. El monstruo continuó con su sangría de muertes durante meses y años. Las noticias de las desgracias de Tanis se extendieron por toda Pangea y llegaron a oídos del país de los númidas, gobernados por el rey Críspulo.
Entre los guerreros númidas destacaba por su fuerza y coraje un joven llamado Janos, hijo de Eko, quien reunió a quince hombres entre los más valerosos soldados de la corte de Críspulo y partió a bordo de un navío en socorro del rey Haribut. La llegada de los bravos guerreros llenó de esperanza las salas de Tanis y las jarras de vino se volvieron a alzar entre maravinianos y númidas. Tras desaparecer el sol, el rey Haribut decidió confiar la defensa de su reino a Janos ofreciéndole una gran recompensa si salía victorioso.
Janos había decidido luchar contra la bestia Golgot sin armas y le esperaba sin adentrarse en el sueño reparador. El monstruo salió de su guarida entre las sombras y se dirigió hacia el castillo de Tanis donde vio una sala repleta de los jóvenes héroes. Su primera presa fue un guerrero dormido al que destrozó con sus garras y del que bebió su sangre, pero de pronto Golgot notó como un brazo le agarraba tan fuerte que sentía que se ahogaba. La bestia trató de escapar, pero Janos le rompió un hueso del hombro y le arrancó una extremidad, mientras los guerreros númidas le golpeaban con sus espadas, porque estos desconocían que un poderoso hechizo protegía a Golgot de los filos de las armas. Herido de muerte, el pérfido monstruo huyó al pantano y Janos clavó en la pared su trofeo para que lo vieran todos los maravinianos.
El rey Haribut organizó una gran fiesta y agasajó con caballos y joyas a los númidas como agradecimiento por su valentía y honor. Pero Janos se mostraba inquieto porque el monstruo había conseguido escapar con vida. Cuando terminó el festín, nadie podía adivinar que el terror volvería a llamar a las puertas de Tanis.
En el mismo pantano vivía la madre de Golgot; las heridas que Janos infligió a su hijo levantaron en ella un terrible odio, por lo que aquella misma noche se dirigió a Tanis en busca de venganza. Al llegar al castillo donde dormían los guerreros, cazó al primero que tuvo al alcance y huyó sin esperar a Janos. Se trataba de Askariot, el más fiel de los vasallos de Haribut. Maravinianos y númidas siguieron el rastro de la bestia hasta llegar a un precipicio. En el fondo había un pantano con aguas teñidas de sangre, y la cabeza de Askariot colgaba de un árbol. El monstruo estaba cerca.
Ataviado de una excelente cota de malla que le había salvado la vida en anteriores batallas, y de una afilada espada a la que llamaba Amazona, Janos cogió carrerilla y desapareció sumergido en las aguas de la ciénaga. Estuvo nadando largas horas hasta que la madre de Golgot salió a su encuentro atrapándolo con sus feroces garras. El guerrero númida más valeroso golpeó con todas sus fuerzas la espada Amazona contra el monstruo, pero apenas le ocasionaba daño. A punto de devorarlo con sus fauces, la cota de malla salvó la vida a Janos que, exhausto, levantó la cabeza y vio la espada de hierro, forjada por gigantes, que solo un hombre con su extraordinario vigor podía manejar. En un último suspiro de pundonor, Janos asió su arma y asestó un golpe mortal en el cuello a la madre de Golgot, que cayó moribunda ahogándose en su propia sangre. Janos decidió explorar la cueva y descubrió a Golgot agonizando en un rincón. Con el dolor que había provocado en Tanis como fresco y doloroso recuerdo, le cortó también la cabeza.
Con el paso del tiempo, tras la muerte del rey númida Críspulo, Janos se convirtió en un prudente monarca por más de cuarenta años. En su última voluntad, Janos pidió que, después de ser incinerado, se construyera un túmulo elevado, de tamaño considerable y glorioso en la orilla del mar para que fuese visto por los navegantes y perpetuara la memoria del héroe entre su pueblo.
JAVIER RAMOS
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LA LUNA Y SU VELO PLATEADO
Tras las noticias del telediario sobre el tráfico, reposo unos minutos en el sillón azul pálido de la salita. Tengo cierto desasosiego, esta tarde viajaré hacia el anochecer, y aunque no voy lejos, apenas cuarenta km, una inquietud, no sé cual, me domina. Serán las estadísticas de accidentes del fin de semana.
Viajo bastante de noche, y al anochecer; me gusta el brillo de la luna pegado en mi cara, la observa. Cuando lo hago, veo todo su brillo en mi piel y se ilumina mi rostro. En ese momento, se que no debo mirarla, una y otra vez; si no he llegado aún a mi destino; pero lo hago continuamente, Y eso es peligroso.
Es la hora y he salido de casa, conduzco hace rato con la luna pegada en mi oreja; marcho lentamente, está luna pálida de brillo, se ha propuesto nublar mi camino y mis pupilas. Me impresiona, la verdad, sobre todo desde que me abdujeron por primera vez, aquella tripulación; desde entonces parece seguirme, la veo irse y venir por mi mismo camino. Igual que ahora.
Ella, como la nave azulada, juega apareciendo y despareciendo en pícara danza ante mí. No es una sensación, siento como me buscan; noto ese color en el horizonte que deja el humo de la nave. Hoy no quiero, no deseo coincidir con la luna en su órbita. No necesito entrar en ningún baile con ella. La conozco bien desde aquel primer viaje iniciático. Estuve demasiado cerca de su luz helada y su atmosfera macilenta, tanto que empapó todo mi espíritu de ella. Desde entonces parezco blanquecino al lado de la gente; creo que lo notan. Estas sensaciones aparecen si viajo solo, y de noche como ahora.
De momento mi cuerpo siente su frío, nota como algo helado va y viene, y sube y baja por los brazos, las piernas, el cuello; es la humedad de otras veces. La cintura me tirita y la espalda está encorvada; esto no lo soporto bien. Noto como se hielan mis manos; y los pies ya no parecen míos. Los observo inertes dentro de estos zapatos y del calcetín; me he puesto los más calientes Tampoco siento las uñas No están cómodas con esta temperatura, se volverán azuladas y cortantes como las otras veces. Siempre es lo mismo.
Mi volante se ha endurecido y la dirección, más que nunca, parece plástico helado. No lo manejo, resulta parecido al metal; está cada vez más rígido. Creo que se mueven ahí fuera, aunque aun no llegan los reflejos de su cristal. No voy a parar en el arcén; de todos modos van a colocarse detrás de mi coche en marcha. Reconozco el insistente chapoteo del vapor del agua helada de su tubo de escape, hace rato que salpica la carretera. Es enorme, como la nave. Aunque apenas si se escucha algo desde aquí dentro, siento el tintineo de sus ruedas pesado y constante. Quitaré la música del coche, estoy más alerta.
Se va la luz de la carretera, y no llega el resplandor de las farolas, ni el brillo de las señales. Eso indica cosas, la más importante ¡Están cerca, seguramente, me llevaran de nuevo con ellos hasta ese mar en calma de la superficie lunar! Todo lo cercano, parece quedar lejos.
Estoy en la carretera con la luna, algunas estrellas, las sombras clavadas en el infinito, espejos y la escarcha. Creo que va pegada al techo del coche. Avanza, se nota ese frio de cámara de congelación que es su luz. Ya salen de la nave y abren la puerta. Todo es oscuridad hasta posarse, y aunque la luna baila esta noche la misma danza, no la intuyo tan cerca. Cerrando los ojos quizá pude apartarme de su camino. Han abierto la puerta de atrás, porqué siempre usan la misma.
Con estas gafas que me colocan nunca veo sus caras. No puedo relajarme aunque lo intento.
Me bajan por otro lugar; no brillan luces metálicas y enormes como otras veces. Echo de menos la música en la radio; solo me entretienen los guiños de la luna, hoy llena, sin oscuridad: presume de su palidez desvaída que de nuevo me contagia.
El cielo, tan liso como una pista de patinaje y desde hace unos minutos más brillante, y la luna vuelven a ir vestidos de luciérnaga; se deslizaban subiendo y bajando, los noto alrededor de estos hombres extraños y de mí.
La reconozco, a pesar del velo plateado y ladeado, veo su sonrisa burlona; casi de Parca y palidezco aún más. Me hace muecas, continuamente sube y baja. Brilla con todo su brillo de luna llena, y palidece mi desencajado cuerpo, turbado y tembloroso; deseando termine este nuevo viaje, y no se aproximen a mi estas gentes enormes de estatura, y pálidas como yo hasta dentro de… ningún tiempo.
Debo recobrar mi tono de piel para moverme por la tierra cuando llegue, lleva varias semanas de rayos uva y alimentación a base de carotenos. Las explicaciones en casa, por mi tardanza y aspecto, son la parte más divertida. En ellas vuelco toda mi fantasía de escritor.
CALA