CONVOCATORIAS ABIERTAS

TODAS LAS CONVOCATORIAS QUEDAN SUSPENDIDAS HASTA NUEVO AVISO.


CONVOCATORIA CERRADA
_TU MUNDO FANTÁSTICO (RELATOS DE CIENCIA FICCIÓN Y FANTÁSTICO)
ABIERTA HASTA EL 30 DE JUNIO DE 2013

SE RETRASA EL FALLO DEL CONCURSO HASTA SEPTIEMBRE.

RELATOS TU MUNDO FANTÁSTICO CONVOCATORIA CERRADA

UN VIAJERO DEL MISTERIO

Era Enero de 1942, en un bunker subterráneo de una isla del Báltico hubo tensión entre los militares y el profesor Steinberg inventor de la nave denominada Vril-H9 propulsada por turbinas electro-gravitacionales. El general Hermann Blitzberg deseaba tener listo el artefacto porque habían dispuesto el avance de tropas en todos los frentes.
–Estimado profesor, nos interesa la conquista del espacio, pero su costo paga el ministerio de armamentos– decía Blitzberg.
–Este aparato no se ha diseñado para el combate –se quejó Steinberg.
Resignado, el inventor solicitó que pilotos familiares suyos deberían ser transferidos de los campos de combate hacia la base aérea secreta. Poco después junto con tres primos nos trasladaron al bunker a recibir entrenamiento con la novedosa nave.
– Berthold, tú eres un piloto de prueba capaz de conseguir el sueño de los verdaderos visionarios, ¡superar los 10.000 km. por hora! –arengó Blitzberg.
El enérgico militar significaba en esos momentos la confianza de la cúpula bélica. –El destino aéreo depende ahora de la nave circular –recalcó el general.
En la semana siguiente fueron presentados más tripulantes, el comandante Fritz, el mayor Klaus, y la doctora Beatrix médica de a bordo.
Un día de Julio, mientras combatían en la batalla de Kursk dos millones de hombres y 3.000 tanques, en las misteriosas instalaciones del mar Báltico se probó la resistencia del Vril-H9; mientras a cierta distancia la Luftwaffe realizaba simulacros de bombardeos. Poco tiempo después durante una madrugada cargada de niebla, cuando los aliados tomaban Normanda, algo semejante a un terrorífico rayo iluminó la isla y el Vril-H9 cruzó las nubes. Perplejos ante su velocidad, los aeronautas nos dimos cuenta que debieron probar el artefacto más veces por control remoto. Era claro que la nave causaría asombro y miedo.
El jefe científico me había confiado que Fritz no había informado detalles sobre su carga. En el interior del aparato extraños síntomas hicieron perder la calma.
“Sentimos adormecedora frialdad y ambigüedad en la percepción del tiempo; luego la bitácora y los cronómetros dejaron de funcionar”, había anotado Beatrix.
En pocos minutos el Vril-H9 volaba encima del Polo Norte; cuando de pronto, la voz vigilante desde otra estación científica ordenó un inesperado cambio del plan experimental.
_“Se hace saber que ahora tomará el mando de la nave su comandante Fritz”
En ese momento los asistentes del profesor Steinberg comprendimos que Fritz y su grupo nos transformaban en prisioneros, y el mayor Klaus apresuró a programar coordenadas de ataque. Intuitivamente advertí la presencia de un proyectil secreto.
– ¡Un explosivo con material atómico! _exclamé.
– ¡Exactamente camaradas! –afirmó el comandante Fritz.
– ¡Está prohibido el uso nuclear!, ¡se debe abortar su lanzamiento! –protesté.
Y sin titubear me lancé hacia los controles del proyectil a pesar de no conocer sus claves. Hubo una pelea entre las dos partes, hasta que Klaus perdió el control del vuelo. En ese momento la nave accionada con fuerza implosiva fue iluminada por un descomunal fulgor que traspasó el fuselaje y bañó a los viajeros; luego se hizo la oscuridad total, llenando de calor sofocante la nave. Al quedar el Vril-H9 fuera del control, sus ocupantes nos percatamos que un poder sobrehumano lo dominaba. Entonces en el interior una voz misteriosa expresó con serenidad.
_“Para cambiar el mundo, empezad por vosotros mismos”.
Al instante, cada miembro del Vril-H9 entendió la intervención sobrehumana. Y lo enigmático abrió las mentes para visualizar en un instante las acciones pasadas, y calculamos que la Tierra había quedado muy lejos. Sentimos el miedo atroz que produce lo caótico y violento. La nave se hallaba en el espacio extraterrestre.
–Dios, sálvame _fue lo que conseguí decir antes de ingresar en una etapa inducida por otro poder, cuando no cuenta ni el crujir de dientes.
Entonces una descomunal visión se abrió paso a través del espacio y del tiempo; siguiendo el abismo de campos inter-dimensionales, en medio de una velocidad centellante hasta “un túnel de gusano”; donde al traspasarlos pude captar el otro lado y esa “realidad de las sombras”. Allí las teorías del tiempo y del espacio se convirtieron en sueños, y contemplé su “Gran ojo del Cosmos”, vibrando en energía pura y piadosa que no permitió el fin. Poco después, la explicable aflicción se apoderó de mi esencia vital, y que quise llorar pero no pude; pues debía cruzar nuevamente por el “túnel de gusano”, esta vez protegido por invulnerable coraza mística. Otra vez recorrí la Tierra en guerra y atestigüé la barbarie. Aprendí el sufrimiento de tal conocimiento. No supe cuánto tiempo guardaron en lo más enigmático. Sin embargo en una tibia mañana de un tranquilo país, una bonita melodía me hizo despertar.
–Hijito has dormido mucho, hoy cumples tres años y debes estar lindo –decía mi madre mostrando el espejo.
Allí sentí un gran sobresalto.
– “¿Qué me han hecho?”, “¡estoy vivo!” –dije al tomar atención.
Me alegró el avión de juguete, pero en lo más profundo no pude olvidar la otra nave.

ARTÍFICE DE SUEÑOS MARS Rh+
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EL VIAJE DEL KYU
En el bosque de Trust, vivía un duende llamado Tekam.
Tekam contaba con 180 años, justo la mayoría de edad

 de esta variedad de duendes que llegaban a vivir 
hasta los 500 años.
Hasta ahora la vida de Tekam había transcurrido 
entre la familia y los amigos, entre juegos y estudios, 
sin llegar más allá en el camino hacia su destino. 
Sin embargo, había llegado el momento de volar 
del nido y empezar su propio
 camino personal, para conseguir quedar a la altura
 de toda la gran estirpe que le precedía. Sus antepasados 
habían sido célebres desde tiempos inmemoriales, 
abarcando distintas materias, desde la medicina 
hasta la música, tocando todos los campos, incluso
 el de la magia. Un ejemplo de ello era su abuelo 
El Gran Místico de Trust.
Para Tekam, provenir de tan grandes maestros no 
suponía precisamente alegría, no es que no se
 sintiese orgulloso, no, simplemente se esperaba
 mucho de él, y Tekam estaba sumido en un mar
 de dudas, ni siquiera era capaz de saber si disponía
 de algún tipo de don.
Sabía de variedades de plantas medicinales, 
de los espíritus que habitaban en los árboles
 y también, el lenguaje de los distintos animales 
que le enseñó su abuelo, el arte del barro 
que le enseñó su padre pues era un gran alfarero,
 pero nada de esto le llenaba.
Su destino estaba presto, debía partir hacia el Lado 
Mágico de Trust a meditar. Sin influencias de personas conocidas, en lugares desconocidos, sobrevivir sin 
ayuda que no pudiera encontrar en sí mismo, 
durante 10 años. Se transformaría y volvería hecho
 todo un duende Kyu, pues así lo mandaba la Tradición
 y así debía hacerse.
Pero Tekam sentía miedo.
Decidió que antes de irse se pasaría por la casa

 de su abuelo para pedirle consejo.
_ Abuelo, antes de partir desearía pedirte consejo,
 pues no sé quién soy realmente y tengo miedo,…
no sé qué se espera 
de mí y tengo miedo,… tampoco sé qué me espera ahí 
fuera y tengo miedo,…nunca he estado solo lejos 
de casa y tengo miedo,… no sé cómo haré en las frías
 noches y tengo miedo,…no me conozco ni sé mi 
camino y tengo miedo. 
_Pequeño –respondió- quisiera poder ayudarte, 
pero no puedo. Aunque yo sepa por mi fecunda
 experiencia quién eres, qué te espera ahí fuera, 
cómo superarás tus estados mentales, no te serviría
 de nada, pues has de vivirlo para entenderlo en 
la magnitud que debes, ¿puedes darle un libro de
 medicina a un recién nacido?, no sería malo para él 
pero, ¿lo entendería? De la misma manera he de actuar
 yo contigo. Respecto al camino, has de pensar 
que éste sólo es un medio para llegar a algún lado,
 ¿cuál?, eso sólo lo puedes responder tú a través 
de tu experiencia, la cual no le serviría a otro, pues 
cada vida es diferente y cada una tiene su propio
 Hado de Luz.
_Tengo tantas dudas…
_Has de partir, ten confianza y recuerda todo lo que

 has aprendido hasta ahora, pues todo ha de servirte
 en un momento u otro del camino, porque así debe
 ser, no hay nada casual dentro de la Tradición.
Tekam salió de casa del místico, con lágrimas 
en los ojos, pues sabía que debía cerrar un capítulo 
en su vida que no deseaba concluir y que pasarían
 muchos años antes de que volviese otra vez a Takia, 
su aldea.
**********
Habían pasado cinco años desde su partida de Takia. 
Tekam, sentado en su chocita, encendió una pequeña
 pipa y recordó el día que marchó de su aldea.
 Comenzó a compararse y descubrió que el miedo 
que había sentido a causa de la soledad que provoca
 el salto al vacío hacia el destino, ya no lo sentía. 
El miedo que había sentido en
 las cerradas noches sin luna, acurrucado entre
 los terroríficos ruidos del bosque, ya no lo sentía. 
Algo, sin duda había cambiado en él, en su interior
 y comprendió que, aunque hoy mismo regresara
 a Takia, él ya no era el mismo chico que salió 
de la aldea hacía ya cinco años.
 No se había parado a pensar mientras andaba el camino, 
día a día, tomando decisiones, en el inquietante futuro.
 Se había preocupado del presente, de proveerse 
alimento, de resguardarse, de aprender lo que podía 
ofrecerle el entorno, de contemplar el sol cuando 
caía en el horizonte. 
El sentimiento de miedo se había transformado 
en una agradable libertad que podía coger con las 
manos. Sin embargo, un vacío ensombreció su 
pensamiento: no sabía enfocar su vida. Seguía 
sin saber cuál era su sino. Qué debía hacer de su vida. 
El motivo de su existencia.
El tiempo seguía su curso y un buen día, Tekam, 
estaba cogiendo agua de un arroyo cercano,
 cuando se dio cuenta que en la otra orilla había
 algo en el agua que no distinguía con claridad y decidió acercarse para verlo mejor. Era un colibrí malherido, casi moribundo. Lo arrastró como pudo hasta la orilla del arroyo. Como no podía trasladarlo hasta su choza, lo dejó 
acomodado lo mejor que supo y fue a buscar las 
pócimas y las cataplasmas necesarias para curarlo.
Tekam estuvo cuidando del colibrí día y noche. 
A los cuatro días el diminuto pajarillo despertó. 
Como Tekam sabía el lenguaje de los animales pudo comunicarse con él perfectamente. Se llamaba Yam.
Yam le contó que en la otra parte del lado mágico de Trust, habitaba una energía maligna que provenía del 

malvado duende Kyu Kripta y que mantenía 
una larga y agónica guerra entre el Bien y el Mal.
Entonces Tekam recordó una leyenda que le había

 contado su abuelo sobre un duende Kyu que
 había desertado de su tribu y se había vuelto
 malvado, pero creía que sólo era una simple 
leyenda como las demás. Ahora sabía que no.
Algo se movió en el vacío de Tekam.
Era el destino.
El miedo que había sentido cuando no creía en

 sí mismo ni en sus posibilidades le había
 abandonado. Se encontró repleto de coraje y 
lleno de ganas de luchar por algo.
Reunió a unos cuantos animales de varias 
especies amigos de Yam y lo dispuso todo
 para ir a visitar al malvado Kripta. Debían
 mantener un Gran Duelo entre ambos, pues
 así debía ser, porque así lo mandaba la Tradición.
Al cabo de tres días comenzó la más grande batalla

 jamás contada entre magos. Tekam descubrió 
apasionado cómo se revelaban los secretos 
de la magia a través de él, pues los hechizos
 salían de sus manos con sólo pensar lo que
 necesitaba. Llamaradas de luz incontrolables
 se estrellaban por todos los ángulos que el 
Arquitecto del Universo creó. Sintió la fuerza
 de sus antepasados que emergían a través de él, 
con tal furia, que sólo pudo dejarse llevar. 
Se apartó del control para poder tenerlo.
El fuego del Poder Blanco.
Tekam venció.
Venció a la soledad.
Venció a su miedo.
Venció a su destino.
Era un gran mago.
Era hora de regresar a Takia. Había hallado su don, 
su razón de ser. El destino, tantas veces perseguido, 
apareció frente a él. Estaba en paz consigo mismo, 
con el mundo y con el universo.
Ahora entendía las palabras de su abuelo.
M.M.
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COMO ANIMALES
Si hubiéramos sido humanos le habríamos puesto
 un nombre rimbombante, como "Conferencia
 Global del Mundo Animal", pero no deja de 
ser lo que parece: una extraña, insólita reunión
 de animales. Un único representante por especie. 
Todas las especies representadas. Junto a la costa,
 en la desembocadura de un río, dando así opción
 de juntarnos seres terrestres, aéreos y acuáticos,
 tanto de agua dulce como salada. Todas las 
especies animales del planeta, excepto los 
humanos. Y las ratas, claro, pero ésas 
siempre han ido por su cuenta. Están incluso el perro y el gato, criaturas tan cercanas a los humanos, pero sin embargo solidarias con la causa animal. Para sorpresa de la mayoría, han acudido también las diversas especies de simios y primates, a pesar de lo recelosos que hemos estado siempre los demás de ellos. De los que menos me fío son la gallina, pues siempre ha sido una cobarde, y la serpiente, con su mirada sibilina y traidora. Ojalá que el lobo, que no deja de observar a la gallina, relamiéndose, le hincara el diente en el pescuezo. Y ojalá que el caballo, que no cesa de revolverse inquieto, pisoteara a la serpiente. En cuanto al resto de animales... el cuervo y el buitre me dan mala espina, la hiena me pone de los nervios, el lobo me aterra de verdad... Yo sólo soy un pobre búho, viejo aunque lleno de ilusión.
A veces me maravillo de haber podido juntar pacíficamente a especies tan antagónicas como el guepardo y la gacela, el halcón y la paloma, el tiburón y la foca, y en general cualquier especie con las demás. Todo por la causa común: el enfrentamiento definitivo contra la cruel y devastadora humanidad. Estamos hartos de la destrucción que provocan hombres y mujeres. El planeta agoniza por su culpa. Estamos hartos de ver especies hermanas que se extinguen gracias a los seres que irónicamente se autodenominan civilizados. Estamos hartos de vivir bajo su designio, bajo su yugo opresor. Nos hemos reunido hoy aquí, al alba, para definir una estrategia conjunta que nos permita derrocar a la hasta ahora especie dominante.
Pero apenas tenemos tiempo de empezar a exponer nuestros argumentos. Sin previo aviso, un grupo de humanos fuertemente armados nos sorprende y comienza a dispararnos cruelmente, masacrándonos sin escrúpulos.
Cada uno de nosotros intenta huir lo mejor que puede, pero los humanos nos rodean. Aparecen por tierra, mar y aire, perfectamente preparados para acabar con cada uno de nosotros. Han acudido sabiendo perfectamente lo que iban a encontrar. Eso sólo puede significar una cosa: hay un traidor entre nosotros.
En lugar de huir, me encaramo a la rama de un árbol y comienzo a observar la escena. La mayoría de animales caen abatidos cuando tratan de huir. Los más fuertes y osados se enfrentan a los humanos, pero es inútil, no hay nada que hacer frente a sus armas. Yo, sin embargo, busco al animal que nos ha vendido al gran enemigo. Primero busco a los más obvios: el zorro, el topo... pero veo cómo van cayendo uno tras otro. Sospecho también del burro, pero tengo que arrepentirme de dudar de él: no sólo no ha huido, sino que no cesa de cocear a varios humanos, hasta que finalmente lo reducen. Empiezo a temer que el traidor ha escapado, posiblemente amparado por nuestros ejecutores. Entonces, lo veo, al pie del árbol donde me encuentro, observándome. El conejo.
—¿Por qué? –le pregunto. Sé que estoy perdido pero, al menos, quiero saber la razón de su traición, antes de morir.
—Estamos hartos, búho –me contesta, con mirada triste–. Hartos de estar en lo más bajo de la pirámide alimentaria. Los conejos necesitamos dar un salto en nuestra evolución, y la única manera era aliarnos con los humanos.
Entonces observo cómo le vuelan la cabeza de un disparo. Debería alegrarme porque al traidor le hayan pagado con su misma moneda pero sé que, en el fondo, todo esto no es más que una nueva derrota para nuestro planeta.
IGOR RODTEM
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EL SEÑOR DE LOS ANILLOS... VIBRADORES
“… un anillo vibrador para gobernarlos a todos y atarlos a las tinieblas… “
Libro 1:
La vida en la Tierra de Mordor es un círculo
donde algunos puntos se desvían.
Nació para formar parte de mis sueños, para fundirse con dulce pasión en lo más profundo de mi mente, transportándome lejos de esta mísera vida terrenal, hacia la luz… ardientes llamas… del infierno.
Tantas noches acechando, recorriendo los lúgubres caminos de la Tierra Media, las misteriosas sendas de la perversión de los trolls pero, no me importaba, estábamos unidos desde tiempos ancestrales, y era inminente… el gran encuentro.
Una cena, una cena romántica en la posada de Bree nos ha unido; un espacio íntimo, acogedor, armonizado por las efímeras voces del Señor Oscuro: es tuyo, es tuyo, te pertenece … Allí lo tenía, al otro lado del salón, cenando sólo, igual que yo, pero en mi interior lo sabía, lo notaba, lo disfrutaba, era nuestra noche, era nuestra cena, era nuestro día de gloria; desde los albores de la vida los hobbits siempre hemos seguido el mismo precepto: “ Ni yo sens vos, ni vos sens mí “, y había llegado mi soñado encuentro.
Le observo, su figura resalta en la penumbra reinante abriéndome de par en par las puertas de su reino; cada poro de mi piel es ofrecido a su amor, a la pasión eterna, pero… ¡No!, no puede ser, noto una presencia maléfica alrededor, un Rohirrin, descendiente directo de los éothéod, fuerte, de pelo rubio y ojos azules, en el mismo lado de la sala que mi amado, la vida no es justa, pero siempre nos queda el consuelo de amar y herir, y esa figura del reino de Rohan pedía ser herida.
Notaba su mirada lasciva, su predisposición a seducir a mi estimado, ¡no!, no podía permitirlo, “No es bueno que un hobbit esté solo” dice el Génesis mitológico, y no iba a renunciar a mi posesión más preciada.
Habían pasado varios minutos cuando un golpe de suerte vino a mi encuentro; el rohirrin había hecho suya más de media botella del primado licor de los dioses, cuando se levantó para ir a meditar al baño, era el premio a mi infinita paciencia.
Me levanté y traspasé el umbral de lo conocido hasta la puerta principal del servicio, la puerta que me llevaría al honor y la gloria. En el interior reinaba un silencio sepulcral, roto tan solo por la suave respiración de un cuerpo, depravado, sentado en el trono de su perdición.
Abrir y cortar fue rápido, sencillo, sin que una palabra pudiera salir de sus labios, simple, abrir la puerta, cortar el cuello. Su última mirada lo dejaba claro: soy culpable, es tuyo, es tuyo, para siempre… los ojos nunca mienten.
Al volver a la sala me dirigí a mi adorado.
  • Hola, soy Frodo.
  • Hola, soy Sam, me susurró.
Libro 2:
No hay nada más romántico para el Universo Hobbit,
que vivir por él, para él … formando un Yo infinito.
Aquí está ahora conmigo. No recuerdo como hemos llegado a la habitación; a veces me adentro en una terrible oscuridad durante días, para despertar en lugares desconocidos, como trasladado por una invisible máquina del tiempo.
La alegría me embarga; aunque breves, estos son los más intensos momentos de mi vida inmortal. Camino ligero, henchido de gozo, nervioso, y a duras penas logro sentarme para contemplarle.
Está silencioso, disfrutando en la penumbra del suave ambiente reinante.
Me siento observado; una mirada sutil impregna mi cuerpo de emoción, una mirada transmitida por esas dos perlas, ese par de bolitas de azabache que yacen, reposando, sobre la jabonera. Ahora, apartadas de las cuencas que las vieron nacer, son totalmente perfectas, sin que un triste pestañeo pueda impedirnos gozar de su misteriosa presencia.
Infinitos seres recorren su cuerpo, se adentran, emergen… sombras animadas, carne de su carne; sonrojado no deja de sonreír. Sin darme cuenta me encuentro en el suelo, arrodillado, ante tal espectáculo dantesco; alzo la cabeza y respiro profundamente, una y otra vez, gozando del primoroso aroma nauseabundo … recuerdos de la infancia inundan mi mente: una figura pequeña, escuálida, tras las cortinas de la habitación del pecado, observando a sus padres gemir … la fugaz sombra de un hacha …
Me incorporo y lo observo con ternura. Descansa en la bañera, tendido. Una pierna cuelga al exterior formando en el suelo sinuosos regueros de sangre, ¿la otra?, nebulosos recuerdos de haberla envuelta y tirado a… pero es algo intrascendente, yo caminaré por él, viviré por él, lo cuidaré y mimaré a través de los siglos… él lo sabe, no protesta.
Me acerco lentamente; todo mi cuerpo tiembla, regueros de emociones eclosionan en mi cabeza. Un pequeño ejercito de moscas alza el vuelo dejando entrever su rubia melena. La acaricio, sus sedosos rizos se deslizan entre mis dedos, tiñéndolos; entonces, suavemente, comienzo a peinarlo.
Lloro, sí, lloro de emoción contenida; grandes mechones rojizos se desprenden con sonido desgarrado, cual ofrenda de amor, ahora sé que me ama.
Es la hora, en el bolsillo de mi pantalón guardo la ofrenda, el Anillo Único Vibrador, para proporcionar toda la diversión y el placer absoluto a mi amado, tan merecido.
Sin despertarle, busco suavemente su Tótem de la fertilidad y coloco el anillo, poco a poco, con dulces movimientos circulares, mientras le susurro frases hermosas de los Días Antiguos.
Llegó el gran momento, ¡todo por mi amado!; conecto el Anillo Único Vibrador y, toda la energía de la Tierra Media pasa a su Tótem. Espasmos tras espasmos son presenciados, y por fin, se endurece y alza saludando a los cuatro puntos cardinales, vigoroso.
Detecto un brillo especial en sus cuencas oculares, ha debido de llegar al éxtasis final.
Henchido de pasión sobrepaso los lindes de la bañera, y me adentro en ese mundo sangriento y visceral; nos fundimos en un tórrido abrazo, intenso, más intenso, intentando formar un solo cuerpo;
el sonido embriagador de huesos rotos nos envuelve…
la vibración del anillo nos une…
para siempre…
FRANCISACO GARCÍA BAUSÁN
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A PESAR DE MIS CELOS
Aparecieron las primeras sombras, las primeras sospechas, las inquietudes agolpadas en mi estómago y en mi mente. Sus marchas repentinas en medio de la noche a urgencias en el hospital; llamadas telefónicas donde se susurran palabras de trabajo.
La verdad es que no entiendo que me pueda estar engañando. Al fin y al cabo yo se lo he dado todo. Yo pagué con el sufrimiento de mi espalda, cargando sacos, tirando de pico y pala, trabajando duro en la construcción, todos sus estudios.
Al conocernos hace ya tantos años, y aún lo recuerdo con nostalgia, sentimos una química especial, como si del cielo hubiéramos bajado para encontrarnos en aquel café en aquella tarde que quedamos por el chat. Y ahora estos celos enfermizos. Ojala tan solo sean eso, lo que ella siempre menciona y es mi mente enfermiza y desquiciada que ve engaños donde no los hay. Siempre la he deseado tanto, y ahora aún más a pesar de los años. Y esta inquietud que no me deja vivir, está haciendo que naufrague nuestro amor ¿Pero acaso no son los celos un signo inequívoco de amor? Lo único que ahora sé es que nuestro amor está naufragando, hundiéndose irreversiblemente y que mi única salvación es que ella vuelva a encontrarme maravilloso, que vuelva a quererme como siempre, que sus cabellos rocen mi rostro y que la noche sea una bella luna de su cuerpo en el mío.
Al principio siempre le gustaron mis poesías, siempre vio mi lado de poeta como una extensión de mi personalidad cariñosa y amable. Y está mal que yo lo diga, pero soy una persona muy sensible y cariñosa, y que a pesar de mi trabajo tan duro, por otro lado, siempre he tenido esta vena poética. “Por algo eres piscis” suele decir ella. Y por algo soy náufrago pienso yo. Yo la salve de su soledad de chat día tras día, yo la salve de una vida abocada al fracaso. Ella había abandonado sus estudios en segundo de medicina y según me contaba en sus tiernos e-mails estaba completamente desorientada, la vida le resultaba insulsa y sin picante, un aburrimiento constante y una mañana tras otra de la misma monotonía.
Fue muy emocionante la primera vez que nos vimos, quiero decir en persona. Y su sonrisa fue tan grande y hermosa, que me inundó absolutamente de la certeza que esta mujer es para mí. No puedo olvidar su largo cabello hasta la media cintura ni la mirada de sorpresa y aún mucho menos ese hermoso beso que me propinó en la mejilla. La amaba tanto incluso antes de conocerla. Era la mujer que yo esperaba, la mujer que yo deseaba y se había convertido en realidad.
“Todo gran hombre necesita una gran mujer” le dije bromeando y ella me contesto que eso no era así, sino que toda mujer no necesita un gran hombre. Que toda mujer se vale por sí misma para ser una gran mujer y que en esta sociedad, el hombre lo tiene fácil, y que por ello, la mujer es la verdadera leona, la que caza y la que lleva todo el peso de la sociedad. “Para, para” le dije sonriendo, “ya veo por donde vas”.
Nuestra primera noche juntos fue como una luna de miel, más bien diría como mil soles de noches de luna de miel, me encantó su ritual de caricias, su ritual de palabras susurradas en mis oídos, su ritual de su tacto en mi cuerpo, su ritual de yo te ato y tú te dejas atar. Y cuando con mis labios rozaba sus bellos pechos, tersos y no demasiado grandes, la miel de esa noche fue la más dulce que jamás probé. Y ahora estaba atado también de pies y manos, atrapado por estos celos enfermizos que ojala, por favor ojala tan solo sean eso, imaginaciones mías.
-- Cariño tengo que salir a una urgencia. No te preocupes.-- me dice y me da un beso grande mientras levanta una de sus piernas hacia atrás.
--¿Volverás pronto cariño? ¿Qué es eso tan urgente, mi amor?
Me quedo atrapado en mis propias palabras por qué ella ya está lejos, ha entrado en un coche que vino a recogerla, y me doy cuenta que le besa en la mejilla. Posiblemente algún amigo. Mañana es sábado y no hay que madrugar ni ir al trabajo, así que tal vez la espere levantado. Miles de hormigas se retuercen en mi pecho y en mi estómago y el corazón me late con fuerza, las sienes parece que me vayan a reventar. No puedo quitarme de la cabeza ese hombre que acaba de llevársela. La amo tanto que no sé qué haría si la perdiera. Soy un buen hombre, un hombre muy cariñoso, muy amable, siempre la he tratado con todo el respeto del mundo, si ahora la pierdo de qué me servirán todos estos años a su lado sino como un peso en mi recuerdo que me llevaría al suicidio. No quiero tener pensamientos violentos, no quiero pensar en venganzas, no quiero pensar… Por dios dame algo de fuerza y voluntad para creer en ella.
Escribiré alguna poesía para cuando llegue, para que vuelva su cabello a estallar en mi cara y para que me vuelva a mirar con sorpresa y con una sonrisa burlesca me haga cosquillas de nuevo como en esa maravillosa tarde que tanto nos amamos. Como en las que siguieron a esa misma y fuimos tan felices.
Lo cierto es que hace ya dos años que me engaña. Lo descubrí casualmente, dejó abierto el ordenador y puede leer alguno de sus e-mails en ellos hablaba de amor como cuando éramos amantes, pero no iban dirigidas a mí sus bellas palabras, su bella poesía. Si su letra tocara mis labios volvería a sentirme tan especial como ser un ser de otra galaxia. Y vivo con ello con mis celos porque perderla sería peor que quitarle la vida, porque yo soy también especial, porque escribo poesías, soy sensible, amable, considerado, porque quitarle la vida sería arrancarme el corazón para después saltar desde una torre sin dimensión. Pero puedo vivir con ello, compartiendo un pedazo de un manjar que antes era mío. Porque si la mato, estaría envenenando mi sangre y mi pecado no tendría redención ni con mil años en el infierno.
Sólo sé que seguiré a su lado, con un amor que ha perdido algunas rimas, algunas sensaciones, pero todo pasará y volverá a amarme porque yo soy especial.
LUIS MARÍA GARZÓN CARRASCO
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EN MOMBADETU
En el mundo en el que vivo los parakari juegan con los monestibes en grandes campos abiertos; todo es alegría, el resultado es lo que menos importa en los saltos, carreras, juegos con las manos y piernas que duran hasta que el cuerpo aguante.
En ese mundo donde no hay puertas, las ventanas son grandes espacios abiertos donde sestinolis y verispates pululan en libertad enriqueciendo con sus cantos la atmósfera de aire limpio y claro. Ellos juegan a ras de suelo con tiriclides y sorregrunos, que corretean en campos multicolores saludando a yasometas, gorostitas y mericlides, que desde extensos lagos y ríos disfrutan de cristalinas aguas.
En esos campos se alzan con caprichosos troncos esbeltos pertonelos y polinetas que en sus ramas serpentinas recogen coloridas mortesilas y tirepochas.
Hoy estamos de fiesta, en realidad para mí siempre es fiesta, y con mis coterráneos horostesas brindaremos con peluquires, parakari y monestibes para que desde lejos por el horizonte vuelva a salir con disciplinada armonía y belleza el astro Casliserba. El traerá nueva energía que llenará nuestros verizemus hasta el nuevo ciclo. La celebración durará todo el día, donde todo ser viviente disfrutará hasta el amanecer para despedir a Casliserba, y entonces volveremos a jugar.
Todo se renueva, renace con vigor y vibra, rezuma pasión, exhala fuerza, deseos que en ningún momento proclamarían individualismo, sumisión o rencor. Todos esos términos como tantos otros que abanderan comportamientos que causaron la casi total aniquilación de nuestros antepasados.
Eso fue hace mucho tiempo y lo podemos visitar para nuestro aprendizaje visitando el Museo de Historia Humana, donde aquellas razas adoctrinadas de banales semánticas afortunadamente nos dejaron un legado del que no hemos copiado nada.
ANTONIO ORTUÑO CASAS
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SENTIMIENTOS DE MADERA
Aquella noche fue calurosa, el viento apenas soplaba y las nubes dejaron a los humanos apreciar la luna llena. Pero ella no era humana, y como ser sin corazón y carente de sentimientos, no debía tener una vida, se la habían robado junto a una anhelada libertad. Cada día lloraba su pena entre las demás marionetas, que ignoraban sus lloros, pues ellas eran las protagonistas de la función, y no podían mezclarse con títeres de tan baja calidad como lo era aquella pálida muñeca de ojos negros.
Con el pasar de los días se sentía más y más desgraciada, y su único deseo era que llegara el día en el que su amo, un rico señor que había heredado el trabajo de su padre, muriera para que su vida teatral se consumara junto a la de él, pues no tenía hijos y ella quedaría libre.
Un reloj de madera, que tic-taqueaba retrasadamente, marcó las doce menos cuarto de la noche, y el dueño de todas aquellas marionetas entró para comenzar la función. Tomó a los seis títeres de siempre entre sus manos, con un ausente cariño y un deseo extremo de ambición.
Una hora y media después entraba de nuevo para dejarlas descansar allí, colgadas cada una de una vieja y oxidada alcayata.
Pero la mañana siguiente algo cambió en la rutina de la desdichada marioneta. Y es que Germán, el dueño, trajo consigo una caja, apenas un poco más grande que la estatura de ella. Abrió uno de sus laterales de cartón y, con un cuidado que jamás había visto presente en él, sacó una nueva marioneta que se encontraba en mejor estado que Lasla, la pintura de la gran sonrisa que tenía dibujada se notaba como en ninguna otra marioneta. La dejó reposar al lado de ella y marchó entonces el dueño de allí, cerrando la puerta tras de sí y dejándolos sumidos en la más absoluta oscuridad.
La muñeca de madera perdió su vista entre la penumbra, instantes antes de que el recién llegado títere cerrara sus ojos verdes, envueltos de maquillaje, para introducirse en un sueño donde todas las ilusiones se cumplen.
Como cada noche Germán tomó entre sus manos a las seis marionetas, pero esta vez, añadió al recién llegado títere, Adriel, al grupo. Le dedicó un turno especial antes de la actuación de las otras marionetas, una actuación en la que Lasla quedó totalmente perpleja con él.
El muñeco, ataviado con un traje del color del sol en su caída, deleitó a todos con su espectáculo: convertirse en escorpión ante los asombrados ojos de los espectadores.
Cuando llegaron las dos de la mañana las marionetas fueron devueltas a la oscuridad y soledad de aquel cuartucho. La muñeca de madera miraba atenta a Adriel, en cada gesto que él hacía más ansiaba Lasla hablarle, pero su timidez extrema hizo que careciera de la fuerza de poder hacerlo.
Así pasaba las madrugadas la marioneta, mirándolo deseosa, enamorándose de él en cada instante que pasaba. Hasta que Adriel habló, le habló de lo distinto que era aquello de su antiguo teatro. Excusa tan sólo para que ella le dirigiera alguna palabra, pero Lasla tan sólo afirmaba en su eterno silencio.
Los susurros del viento cuentan que pasaron así días enteros, hasta que Lasla encontró la fuerza suficiente para declararse y, cuando esto pasó, él sonrió en la penumbra del cuarto y susurró algo envuelto en silencio: Vine a verte, Lasla, venía a verte noche tras noche, hasta que un día me harté de no ser nadie en tu vida. Acudí a Serlenze, vieja bruja, que no sabe lo que hace. Le pedí un cuerpo de manera, quería ser el ser que te conquistara, quería que fueras mía, y ella, en sus delirios, me concedió mis deseos por tan sólo unas monedas de oro. Fue la misma Serlenze quien informó a tu amo de la existencia de una marioneta que poseía el don de convertirse en escorpión, y tantas fueron sus ansias por tenerme en sus espectáculos que pagó con tantas monedas que no cabrían ni en este cuarto, Lasla.
Dicen que ambas marionetas se soltaron de sus hilos gracias a las pinzas del escorpión, y huyeron del Gran Teatro. De esto, hace ya dos meses y no se ha vuelto a saber de ellas, pero sí del que era su dueño pues cayó en una terrible enfermedad fruto de la última maldición de Serlenze, que al darse cuenta de las falsas monedas con las que Germán le había pagado, quiso vengarse sin dejarle apenas una sola salida para salir de aquel infierno de agonías...
ELYN
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´´ 25 de DICIEMBRE´´
La nieve sigue cayendo con mucha fuerza desde ayer. Todo está blanco: las casas, los jardines, incluso los niños que están jugando fuera sin sentir el frio. Con sus gorritos negros y sus bufandas coloradas se parecen a los muñecos de nieve. En el aire se escucha la dulce música navideña. La pista de trineos está llena. La felicidad se siente en el aire. La llegada de la nieve y de la Navidad ha cambiado todo y a todos.
Las madres están en sus casas preparando la comida y los bizcochos para este día tan especial: el 25 de diciembre. Cada rato miran por la ventana para asegurarse de que sus niños están bien. El amor de madre se ve en sus ojos. Sonríen felices pensando en la alegría que tendrán sus hijos cuando verán los dulces que les han preparado.
Los padres cortan leña para encender el fuego de las chimeneas. De vez en cuando se paran para secarse el sudor de la frente a causa del gran esfuerzo hecho. Sonríen con ternura viendo a sus hijos jugando con el trineo sin parar.
Los niños no tienen frio, no están cansados, no tienen hambre. Están tan felices de poder jugar con la nieve. Algunas niñas visten a los muñecos de nieve que han hecho, con gorros negros y bufandas multicolores. En vez de nariz les ponen zanahorias y los botones son de carbón. Tienen las mejillas coloradas de frío, pero en el mismo tiempo de tanto reír. Sus voces son música para mis oídos. Ya no puedes diferenciar los niños de los muñecos de nieve.
Tengo ganas de salir yo también a jugar con mis amigos. Están todos en la pista: Jorge, Vicente, Beatriz y Alba también.
-¡Mama!, llamo a mi madre para que me ayude a vestirme. Solo tengo 6 años y no sé muy bien que ponerme. Es la primera vez que veo la nieve y con el frio que hace fuera me tengo que abrigar bien.
-¡Mama!, la llamo otra vez. No sé porque no me oye. Me siento tan feliz. Siempre me han leído cuentos de Navidad y he visto la nieve, pero solo en las fotos. Me acuerdo que mi madre, cuando la preguntaba cuándo llegará la nieve, me decía que aquí nunca nieva y que algún día me llevará a una pista de trineos. Pero mira que equivocada estaba. ¡La nieve está aquí!
-¡Mama!
Alguien me está sacudiendo los hombros.
-¿Ángel, que te pasa?, oigo una voz.
-Mama que quiero salir a jugar con la nieve, con mis amigos.
-Cariño te he dicho mil veces que mami y papi están en el cielo. Desde ahí ellos se encargan de cuidarte todos los días y todas las noches. Venga ponte a adormir otra vez Ángel. Además aquí no nieva nunca.
Suspiro con tristeza. Siempre se me olvida que estoy en una casa de acogida, que mis padres ya no están conmigo…
-Perdona que te he despertado Nieves. He tenido un sueño fantástico. Estaba otra vez con mis padres, nevaba mucho y era Navidad…
-No pasa nada cariño. Pero si tienes razón: es 25 de diciembre y es Navidad. Ponte a dormir que esta noche va a venir Papa Noel a traerte un regalo hermoso.
Nieves apaga la luz, me da un besito de buenas noches en la frente y se va. A rato abre otra vez la puerta y me dice:
-Que no se te olvide Ángel: ¡puedes pedir un deseo esta noche!
Cierro los ojos con fuerza y digo en voz baja: ´´ ¡Quiero que mis padres estén aquí, conmigo! ´´
Estoy en frente de la chimenea. El fuego arde con más fuerza en la obscuridad de la habitación. El árbol de navidad brilla y hay muchos regalos debajo. Mi madre se me acerca con un plato lleno de bizcochos:
-Toma cariño, come algo dulce.
-Gracias mama. ¿Tú quieres papi?, pregunto a mi padre que está a mi lado. Están muy ricos los bizcochos.
-Si Ángel. Gracias.
Comemos y nos acercamos a la ventana.
-¡Qué bonita se ve la pista de trineo, mama! ¿Mañana podemos salir y jugar con la nieve? ¿Y hacer muñecos de nieve?
-Claro que si cielo. A primera hora nos cambiamos y salimos.
-¡Gracias por cumplir tu promesa mama!, le digo con entusiasmo.
Nos cogemos de las manos los tres y miramos como caen los copos de nieve. ¡Es hermoso!
Nieves abre otra vez la puerta. Se acerca a mi cama y me mira con ternura. Me ve sonriendo y me susurra al oído:
-Estas con ellos, Ángel, ¿verdad?

CORAL DEL MAR
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LA MAGA
Agustina era la niña más fanática de la magia que el mundo había conocido. Cada día practicaba los trucos que su abuelo le había enseñado desde pequeña.
A medida que crecía, veía la necesidad de mejorar. Casi todo su público sabía dónde escondía las cartas o dónde ocultaba los animales que luego aparecían en su mano.
Necesitaba algo mejor. Un gran truco. Algo que la hiciera única.
Después de mucho buscar, en la biblioteca de su barrio encontró un libro de tapas negras que podía servirle para su objetivo. Le llamaron la atención, en la portada, una horrible bruja con una mirada maligna, y una palabra que nunca había escuchado antes: ocultismo.
Buscó el mejor de los trucos. Y decidió probarlo. Esperó hasta las doce y despertó a Ángeles, su hermana. Le explicó su plan y la cubrió con una sábana. Tocando su cabeza, dijo las palabras que nunca debió.
Ángeles desapareció por completo. Y pasó a vivir, tal como el libro lo prometía, detrás de los espejos. Detrás de todos los espejos del mundo.
Ahora, ella está esperando cada medianoche, a que algún niño desprevenido vuelva a pronunciar esas palabras frente a un espejo, para poder escapar.
GONZALO TOMÁS SALESKY LASCANO
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FRAGMENTOS DE UN MUNDO PERDIDO
En el siglo 23, la población terráquea ha sido diezmada por el virus V-8, elaborado por la industria farmacéutica en aras de su propio enriquecimiento. La sociedad se encuentra automatizada bajo el dominio de las compañías petroleras, que han secuestrado la información y continúan proclamando al carburante como la única esperanza de progreso para la humanidad. Para ello, extraen masivamente el crudo mediante sofisticadas máquinas cual ejército de implacables sanguijuelas metálicas, plagando el planeta de pústulas negruzcas.
En uno de los inmensos vertederos de residuos que tapizan los antiguos bosques del planeta Tierra, tras una tormenta de lluvia ácida y fulgurantes rayos, cobra vida un primitivo androide fabricado a base de antiguos electrodomésticos. El ingenio, aturdido, se dirige hacia la humeante metrópoli con su circuito integrado repleto de cibernéticas emociones. Bajo un cielo húmedo y plomizo, su cuerpo metálico chorrea aceite usado.
El ingenuo hombre mecánico recorre las calles de la urbe proyectando desde un viejo televisor instaurado en su pecho imágenes de otra época. Un viejo spot vacacional desparrama verdes praderas bañadas por el sol y un sonriente grupo de personas a orillas de un mar impoluto.
La extraña visión origina un gran caos en las mentes de los individuos que salen al encuentro del visitante. Sus retinas parecen quemarse ante el súbito fogonazo de felicidad que ha violado sus anquilosados sentidos. La alegría quedó prohibida hace tanto tiempo que el ser humano ha olvidado su significado, considerándola una amenaza.
De pronto, una piedra pulveriza la pantalla del aparato, finalizando así la infortunada transmisión, que amenazaba con repetirse una y otra vez en un bucle sin fin. El miedo a lo desconocido provoca que la turba enfurecida rodee al intruso para castigar su osadía. Decenas de enfermizos rostros carentes de expresión se agolpan para derramar su ira sobre él.

El linchamiento ocasiona graves daños en la férrea carcasa del robot, aunque su funcionamiento interno sigue intacto. A rastras, consigue regresar al vertedero, fundiéndose con la herrumbre retorcida.
El androide mira a la ciudad. Sus ojos de neón irradian cierta tristeza.
Finalmente, introduce su mano biónica en las entrañas mecánicas de su organismo y arranca el chip que lo mantenía unido al mundo.

JUAN MORALES GALLO
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EL INVITADO

Y llegó la noche. También la tormenta.
Todo el día había estado acercándose aquel malón de nubes cargadas de luz y predecibles sonidos.
Ahora los pinos en el frente de la casa eran iluminados desde los cuatro puntos cardinales; esto también es una maravilla de la Naturaleza.
A mi sobrina de Buenos Aires le encantaban las tormentas, decía que el campo era una gran disco y San Pedro era el DJ (ó el disc-jockey para nuestra generación) que hacía todas las fantasías de luces.
Antes de la tormenta había venido mi vecino de visita.
-¿Quiere un mate? –le ofrecí.
-No, ahora no puedo, gracias
-¿Alguna galleta?
-Le agradezco pero quizás por un tiempo no podré comer nada.
-Disculpe, don Emilio.
-No se preocupe don Florencio, ya me estoy acostumbrando.
-¿No le entra frío por ahí?
-Un poco sí, en invierno, pero qué le va a hacer…
Florencio se sirvió un mate e inició el comentario:
-¿Qué me cuenta de lo que dicen en el boliche sobre lo que usted perdió?
-Que son bolazos nomás. ¡Gauchos mentirosos! Dicen cualquier cosa para hacerse ver frente a todos.
Aunque mi vecino parecía molesto pero no enojado preferí no profundizar más sobre el tema.
Seguimos hablando sobre nuestros campos y los vaivenes de la política.
Era casi medianoche cuando Emilio se levantó de su silla.
-Me tengo que ir don Florencio.
-Gracias por la visita, don Emilio.
Cuando llegó a la puerta se dio vuelta y me dijo:
-Esos mentirosos hablaban de un jinete sin cabeza. ¡ Y yo no sé montar a caballo!
NOMADE

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LA FUERZA INTERNA
Yo siempre he creído en la fuerza interna, sé que el cuerpo en un momento determinado dispara una energía que sorprendería a cualquier medición, sin embargo la gente común, incrédula y desconocedora de los secretos del cerebro, simplemente no entienden y se burlan de las cosas que inocentemente comentaba.
-Pero demuéstralo-me decían –cualquier hipótesis se demuestra o si no, no se aprueba— ja, ja, ja, ja-las rizas rebotaban en mi orgullo.
Ellos tenían razón, había que demostrar lo que yo por intuición sabia que latía dentro de mí. La fuerza interna.
No soy un tipo que pueda llamarse fuerte, lo digo por el asuntillo de la cantidad de músculos, más bien me parezco a alguien un poco menos de lo normal, para remate ni bonito soy, o sea que por ningún lado soy muy creíble, tenía que demostrar que existe la fuerza interna para poder entre otras cosas buscar un lugar en la sociedad, es de suponer que con mis características y sin dinero lo único que me queda es la fuerza interna.
En el seno de mi familia tampoco eran muy escuchados mis argumentos, mis hermanos se reían y me retaban constantemente a combatir, para poder –según ellos – conocer la magnitud de la fuerza interna, mi fuerza interna. Yo evitaba responderles pues sino ¿que haría con aquellos fortachones que estaban dispuestos a ultrajar hasta el desprestigio mis teorías. Mis 5 hermanos eran mucho mayores que yo , se ganaban la vida en los combates de lucha libre callejera, auto apostando dinero al que venciera de cualquier modo posible, los combates eran terriblemente crueles, el problema de perder o ganar dinero para poder alimentar a la familia era mas que deseos de ganar, eran grandes deseos de sobrevivir, por eso en muchas ocasiones los contendientes en vez de rendirse dejaban que le mutilaran la pierna o el brazo hasta salírsele el hueso ,a punto de morir de dolor. Los árbitros casi siempre estaban borrachos y sus decisiones carecían de justicia. Había que vencer al contrario dejándolo inutilizado. Aquí no entraba ninguna otra opción.
Constantemente mis hermanos me comentaban que cuando cumpliera los 13 años comenzaría a entrenar, entonces vendrían los contratos, pero primero tenia que estar fuerte y demostrar que no era cobarde – Bueno, yo cobarde soy, quizás era ese sentimiento el que me impulsaba a buscar el dominio de la fuerza interna, pero ni jugando lo reconocía delante de nadie.
Todavía era muy joven para combatir por dinero, o más bien por la vida, antes, era imperativo no menos de dos años de entrenamiento, y si me destacaba, entonces me aprobaba un jurado, que por cierto, ninguno era calificado profesionalmente, al final ellos eran dueños del negocio y eran los que daban el visto bueno para comenzar a luchar; claro que mi teoría era pelear sin entrenamiento y vencer todas las peleas sin tocar al contrario.

Con mis 11 años ,todavía me faltaba mucho para entrar en el negocio de los combates y como los entrenamientos eran tan fuertes decidí comenzar a entrenar solo, fue así que busque un lugar apartado cerca de un arroyo que pasaba a dos kilometras de casa, debajo de un frondoso Mango; por lo alejado nadie molestaría mientras me ejercitaba, lo primero ---pensaba yo---es saber lo que puedo hacer con mi fuerza interna, debía encontrar el ejercicio de concentración adecuado ordenándole a mi cerebro que actuara sobre mi cuerpo en la dirección que yo le indicara, para eso, me paraba justo delante del tronco del árbol, cerraba los ojos , reuniendo todas mis energías para lograr mover el enorme tronco, pasado un tiempo abría los ojos , desilusionado veía al árbol en el mismo lugar. Así, una y otra vez repetía el ejercicio, siempre con los mismos resultados.
Pasaron varias meses y mi voluntad lejos de menguar, se fortalecía, allí, cerca del arroyo, debajo del mango seguía el niño famélico luchando por mover el imponente tronco. Fue un domingo ,el día no parecía lo que era, amaneció sin sol, lo recuerdo pues fue cuando sucedió el incidente; estaba concentrado al frente del árbol, con todas mis energías trataba al menos de sacudirlo, fue cuando sentí como se partía una ramita en mi cabeza, como no me pareció importante no abrí los ojos hasta que transcurrieron varios segundos ,cuando al fin lo hice pude ver para mi sorpresa, que no era tan insignificante como había creído, era una enorme rama que me había golpeado y se había partido en dos, al principio me asuste, me pase la mano en la zona del golpe, pero ni rastro de sangre, entonces tome la parte mas grande de la gigantesca rama con mis dos manos ,tratándola de arrastrar para separarla del tronco del árbol , no pude. Fue cuando cerré los ojos, transporté a mis manos toda la fuerza del universo que me rodeaba, y casi sin esfuerzo logré lanzar el gajo a más de 15 metros del lugar, justo al lado opuesto del arroyo. ¡Había encontrado la fuerza interna!

RAÚL SUÁREZ LEYVA
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HUMANO MMEX130795SALEA EN UN DÍA COTIDIANO
Cuando di el gran paso para salir de la cama me llevé una desagradable sorpresa y es que hoy, Jacinto mi pie derecho no quiso trabajar, por ello caí al suelo sobre Aidé, mi retaguardia. Me cubrí la cara con Luisa, mi mano derecha y con Laura, su gemela izquierda. Pedí silencio porque su parloteo de hermanas me estaba colmando la paciencia, entonces Gerardo, mi oído derecho se cerró y me contó lo que estaba pasando, ninguna de las personitas que normalmente habitan los miembros del cuerpo humano se enteró del asunto, salvo tal vez Gonzalo, el oído derecho que era más bien perezoso, desde aquella vez que fui al mar y el agua salada lo volvió oído de nadador.
El caso es que el pie de la discordia, Jacinto, estaba cansado. Gerardo me contó que él, oyó de los pies del vecino que si se tenía una dieta rica en hierro se tiene una resistencia física sublime y por ello, los pies gemelos del vecino Xenón y Radón, de 28 cm de longitud corrían maratones y la base de su éxito era el hígado de res, por lo tanto, hasta que yo no consumiera mucha de esta carne él estaría en huelga.
No es de sorprenderse que ante las palabras de Jacinto, yo dejara salir una gran risa, cosa que lo enojó y me castigó durmiéndose, al verme retorcer por el cosquilleo amenacé con desquitarme con su mellizo Julián, brincando de cojito sin parar hasta que le saliera una ampolla. Pero tampoco pude enojarme mucho, después de todo, los pies de todo el mundo son las partes más ingenuas del cuerpo humano, eso se debe a que están hasta el otro extremo del rey de la anatomía, nuestro segundo al mando; el cerebro y en este caso mi Iván, desde su cuartel secreto bajo el cráneo repasaba lo que sus súbditos hacían segundo a segundo, los dirigía y en brevísimas ocasiones se tomaba una siesta. De modo que decidí hacerle frente a mi desafiante pie.
-A ver Jacinto, tú -y noté que ambas manos no lo estaban señalando, incriminándolo-niñas, oigan -ellas al darse cuenta de su error se disculparon al unísono, así que apuntaron sus índices al sur de mi cuerpo, pero justo en ese momento el timbre de la puerta indicaba que tenía una visita, a ésas horas de la mañana- Jacinto, muévete necesito caminar -a lo que me contestó con un cortante no-. No te me pongas rejego, me urge bajar a abrir la puerta -y respondió lo mismo, de modo que, arrastrándolo, cojeaba hasta llegar a la escalera, el timbre seguía chillando.
-¡Apágalo, qué se calle, no soporto su escándalo! -Gerardo mi pobre oído bueno gritaba desconsolado, incluso Gonzalo se incomodaba por los timbrazos que lo laceraban como martillos, las mellizas hicieron la manualidad de cubrirlos, pues ellas eran los más lindísimos y considerados miembros de todo el cuerpo.
-¡Deja de tocar el timbre caramba, ya te escuché, tooodos lo hicimos! -vociferó la malcriada Marianela, mi boca principal, es decir, la cavidad oral, con sus labios rosados, dientes amenazantes y siempre lanzando amenazas.
-¡Perdón compadres, que nos están obligando a seguir apretando el botón! -alcancé a oír la voz con eco de los dedos del extraño del otro lado de la puerta. Me enojé, arrastrando a Jacinto, con las mellizas manos en los hermanos oídos, con Marianela gritando grosería y media y por si fuera poco, los dedos ajenos con acento norteño.
-Jacinto o te enderezas o te enderezamos todos -amenacé más furibunda que antes, pero él terco sólo dijo no, no y no. El muy testarudo se ocultó tras su tímido hermano y me fui para atrás, cayendo por las escaleras como si fueran un tobogán, entre un alboroto total, de sentón en el suelo, Aidé se llevó todas las de perder.
-¿Oyeron eso compadres? -se oyó el murmullo ahora de los pies del extraño tras la puerta- mejor corramos, no vaya a ser que abra y nos eche la culpa de su torpeza.
-Y pensar que solo le queríamos vender la suscripción a una revista -concluyeron sus dedos. Laura y Luisa estaban alborotadas, estiraban los dedos, jalaban a los brazos, abrazaban mi pecho, cada movimiento como parte del rictus de dolor.
-J-a-c-i-n-t-o -y tomé algo de aire- Mariaela, te dejo que a este malnacido le grites hasta de lo que se va a morir- pero ella en tono solemne mencionó que sólo deseaba decir algo, entonces le di la pauta.
-¡Por todos los cielos!, ¡me lleva, cómo me duele la… cómo me duele la Aidé!
-Bueno, bueno, Laura y Luisa se encargarán de darle un masaje, al menos hasta que me pueda levantar, ahora bien Jacinto, te voy a explicar una serie de cosas para acabar este problema: número uno, yo no corro maratones, si quieres que hagamos más ejercicio te compro una caminadora y te das gusto, número dos, como no corro maratones no necesito comer un camión de hígado de res al día, número tres y te lo digo porque me acabas de constatar que siempre se te olvida ¡SOY VEGETARIANA sonso!, y número cuatro hay más hierro en 100 gr de lentejas que en 100 gr de hígado, y por eso las comimos ayer, ¿quieres saber qué más cenamos?, espinacas, avena y toooodo ello tiene hierro, entonces no me vengas con que por venganza te portas como un gran…
-Oye… cálmate, yo solo decía que… -con voz culpable me interrumpió, se veía muy apenado, me hormigueaba un poco por el rubor en su empeine, me levanté adolorida y quise salir al jardín a que me calmara el sol de la mañana. Afuera en su patio estaba el vecino tendiendo ropa, él vivía solo y siempre estaba activo, tras unas sábanas húmedas asomó su rostro y me vio caminando con un poco de dificultad, entonces me sonrió.
-Hola humano HMEX080192romuale -le dije incorporándome ya más repuesta.
-Buen día vecina MMEX130795salea.
-Qué raro no verte corriendo ya, siempre madrugas, oye, ¿y ese cabestrillo? -vi su brazo izquierdo enyesado, desde el codo hasta los dedos- ¿qué le pasó a Plata, tu mano?
-Es que… me da algo de pena contártelo, pero verás… me dijo que estaba celosa de tus manos porque ellas llevan las uñas pintadas y por eso hasta que yo no hiciera lo mismo estarían en boicot, me pusieron un yeso porque Plata amenazó con todo, encendí la estufa y casi se quema a propósito, salí a correr y se puso a acariciar cactus, incluso quiso tocar un cable de alta tensión, pero yo no me voy a poner esmalte rosado, ni que fuera un…-dejé salir una risa y miré a Jacinto ahora encerrado en unos zapatos tenis.
-Te entiendo… estos seres en nuestros cuerpos, te juro que si hubiera manera me haría un trasplante de pies, como que… ya no se puede convivir tan bien como antes.
MARÍA DEL CARMEN MACEDO ODILÓN
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SABES PILAR?
No necesito el despertador para saber la hora que es cuando salto de la cama y me dirijo al cuarto de baño, paso previo como es el de mirarme al espejo en el que se refleja la imagen de un hombre que necesita tomarse una ginebra a las ocho de la mañana, y es lo primero que hago, coger la botella y verter un poco de licor que bebo de golpe para volver a poner un poco mas que saborearé mientras se calienta el café.
Pero no siempre ha sido así, tú lo sabes, el licor llevo tomándole desde que me quedé solo, en el momento en el que te marchaste abriendo camino para que yo algún día me acercase fácilmente a ti y poder vivir juntos el resto de la eternidad, solo que ahora, al marcharte y estar viviendo ese milagro que se desea con ansia al final del trayecto, como es la jubilación, , ahora pues, necesito el calor del licor que entra en mi cuerpo abriendo camino.
-Si Pilar, no me mires desde esa fotografía en la que apareces sonriendo, estoy solo, rodeado de gente es verdad porque las calles y el tiempo invita a salir fuera, pero solo sin amigos, ni familia , ni compañeros, ni vecinos, es más ni tan siquiera una maceta a la que hablarle todas las mañanas.
Es cierto que tengo, que tenemos tres hijos, pero están lejos y no puedo interferir en sus vidas, tu lo sabes…pero ¿Qué te voy a decir?
Me afeito con calma, no he cesado de hacerlo ni un día  dejo que la cuchilla resbale por mi piel, sería fácil apretar un poco mas, pero no lo hago, aprieto solo lo suficiente para que la piel quede lisa y tirante, termino copa antes de salir y caminar perdido como un alma en pena, cruzarme con gente que no conozco ni me conocen aunque sus rostros me resulten familiares, camino en soledad respirando un silencio sereno, sin sentir el bullicio ni el barullo de los niños camino del colegio, en una soledad que no quiero, que me ha sido impuesta y es que yo, Pilar, debería haberme ido antes que tu.
Han pasado diez años y me siento cansado, solo y atrapado en una ciudad que detesto, rodeado de personas a las que odio, aunque a veces y tu lo sabes, sea tan fuerte esa soledad que tengo que entrar en el metro para sentirme apretado entre gente que no se fijan en mi, que se apartan para no dañar al anciano, como sucede cuando algunos domingos voy al fútbol, que no me gusta y tu lo sabes, pero que de esa manera puedo mezclarme entre los aficionados, vociferar como ellos y gritar al árbitro que estoy seguro desconoce que puede motivar al hombre que le grita esas barbaridades.
Tu Pilar, me decías que no me integraba por algún trauma vivido en la infancia y es posible, solo recuerdo de aquella época la frustración el desengaño y también la soledad, quizás porque era superior a los chulos con cerebro de mosquito, como ha sucedido en mi trabajo, el mejor, el que mas dinero ganaba, el mas trabajador, pero también el mas odiado, el marginado, inteligente si, pero sin saber que la existencia no tiene ningún sentido sino vives y no me refiero a vegetar.
Estoy tan solo que abro la puerta a todo el que llama a casa, hasta escucho a los evangelistas tratando de convencerme o al vendedor de libros ofreciéndome una oportunidad cuando ya he dejado de leer, los miles de libros han quedado en el camino y ahora lo único que hago es ver la televisión y beber, dejar que la botella vierta el licor en el vaso una y otra vez hasta quedar adormecido, aunque despierte a media noche para cambiar de canal continuamente hasta detenerme en aquel que se puede concursar por teléfono y llamo para escuchar la cálida voz de la mujer que me trata con cariño, con la suavidad necesaria para volver a coger el sueño.
Me encuentro solo, en el bar en el que me siento a mediodía para que el camarero me lleve de comer, solo, a pesar de la gente que pasa por la calle, de la secretaria temblorosa por haber estado haciendo horas extras y no le va a dar tiempo a recoger a su hijo, pasa todos los días  como aquella otra que anda de un lado a otro buscando un cliente y puedo saber cuando lo ha conseguido porque no camina con la rapidez habitual, lo hace lentamente apoyándose en la pared cansada que no satisfecha.
Es un momento que me gusta, mientras saboreo el vino que me llega antes de la comida y a través de los cristales puedo ver a la amante que viene de estar con el hombre casado como ella pero que han estado cabalgando en el apartamento que se alquila por horas, puedo escuchar en mi mente los susurros, los gemidos de la hembra, el grito del hombre como el silencio de vagabundo que está sentado en un banco con el tetrabrik de vino y un bocadillo en sus manos, tan solo como puedo estar yo, familiarizado con los personajes que poco a poco acaban disolviéndose.
Y regreso a la soledad de la casa y me tumbo en el sillón hasta que suena el teléfono y una voz cálida me ofrece una pizza a domicilio, que pido y espero impaciente tras la puerta para hablar con el joven que la trae y agradece la propina.
Y salgo de nuevo a ver como las luces poco a poco van invadiendo la ciudad y me detengo como siempre a la puerta del bar en el que unas luces parpadean y el póster de una mujer semidesnuda me invita a entrar y hoy cambié mi rutina, sabes Pilar, hoy he entrado en el bar, a lo mejor es porque es mi cumpleaños y los hijos aún no me han felicitado, entro y me tomo una copa apoyado en la barra, viendo como una mujer en una tarima central comienza a despojarse las prendas que lleva, poco a poco hasta que se quita la última y la arroja cerca de mi, tan cerca que me agacho y la recojo del suelo.
-Deme mi braguita abuelo.
-Claro…claro…
Me miró y besó mi mejilla, Pilar, que distinto de tus caricias, pero no puedo contarte lo que llegué a sentir en esos momentos.
-¿Quieres una copa de algo?
-Pero abuelo……-me sonríe abiertamente.
-No, no, no pienses mal, yo solo quiero ofrecerte algo.
-Pues claro que si, porque es la primera vez que viene ¿verdad?.
-Si…si
-No es sitio para Usted.
-Es que hoy es mi cumpleaños y…
-Pues que bien abuelo…felicidades, que cumpla muchos mas.
-No hija, ya no me quedan tantos.
-Claro que le quedan, aún tiene que vivir muchas cosas, disfrute de la vida, haga lo que desee, busque lo que necesite, lo que quiera…
Y sabes Pilar, me besó de nuevo, en la mejilla, no tengas celos, y volví a casa, pero no para llamar al programa de la tele, ni para beber mas, volví para hacer la maleta, si, la tengo en el coche, ahora estoy cerrando la puerta de casa, le he dejado una nota a la vecina porque me marcho, no se hasta donde llegaré, sabes que me canso pronto de conducir, pues pararé cuando lo necesite, pero salgo, abandono esta soledad y me marcho seguramente a encontrarme con otra, la que me obligará a seguir buscando….
FRANCISCO BAUTISTA GUTIERREZ
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UN VIAJE POR EL BOSQUE
Cierro los ojos y aspiro profundamente. Me parece escuchar a mis pulmones agradeciéndome la bocanada de aire fresco. Llamo a mis dos nietos y nos adentramos en el bosque. Llevo tantos años viniendo acá que podría asegurar que conozco cada árbol e incluso cada piedra a lo largo del sendero. El canto de las aves y la luz que se filtra entre el follaje, hacen que este momento me parezca irreal, como si de alguna manera nos hubiéramos transportado dentro de la ilustración de un cuento infantil. De pronto los tres nos detenemos y aguzamos el oído intentando determinar la procedencia de un sonido lejano. A medida que va ganando intensidad descubro que se trata del zumbido de una alarma. Sonrío con tristeza al comprender que es la señal de que nuestro viaje ha terminado. Nos quitamos los cascos de realidad virtual y las mascarillas de oxígeno. Cuando salimos a la calle les comento que alguna vez los bosques existieron. Ambos se me quedan viendo fingiendo asombro, pero con el rabillo del ojo alcanzo a ver, cuando uno de ellos, me señala con los labios y hace girar el índice junto a su sien. Entiendo sus dudas. Yo tampoco conocí los bosques, pero sé que existieron. Me lo contó mi abuelo que conoció el último. Aunque, pensándolo bien, mi abuelo era un político y, claro, ya se sabe que no siempre se puede confiar en ellos.
KALTON BRUHL
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VIVIR EN LA EFERVESCENCIA
Dolores la gran monologuista de los años noventa, fue concebida en Mojacar en un cuenco de aperitivos en enero de mil novecientos sesenta y ocho. Su madre Raquel, una joven sugus de menta, fuerte y alocada acudió a una fiesta y allí conoció a Toni, un pringoso oso gominola de fresa que con su hablar azucarado embelesó a Raquel y más tarde se dejó desenvolver.
El abuelo de Dolores, un sugus tuttifruti con mucho carácter que decía saberlo todo porque contenía todos los sabores, en cuanto notó que su hija perdía su forma cuadrada y se redondeaba lo supo. Raquel estaba embarazada. Que otra cosa se podía esperar de ella siendo de menta, que fuera una fresca y encima embarazada de un oso ¡Qué vergüenza! —dijo su abuelo.
Raquel se ve obligada a abandonar la bolsa de plástico familiar y se muda con Toni a un cenicero abandonado a esperar la llegada del bebé. Cuatro meses más tarde cuando la barriga de Raquel no da más de sí, siente un retortijón incontrolable seguido de un fuerte dolor y escozor. El vientre de Raquel se estremece y deja escapar a Dolores. Era el tres de mayo de mil novecientos sesenta ocho. Dolores estaba aquí. Una bebe caramelo que no se parecía a sus padres a pesar de tener a su manera un poco de cada uno. Dolores había heredado la piel de fresa de su padre y el cuerpo blando de su madre. Sin embargo no era bajita ni rechoncha como Raquel sino de cuerpo largo y aplanado y su piel no era transparente como la de Toni, sino áspera y cubierta de pecas ácidas. ¡Habían concebido una cinta de gominola picante! El más raro de todos los caramelos. No lo tendrá fácil en la vida. No caerá ni sentará bien a los demás, así que será mejor que se acostumbre desde pequeña a lo que lo opinaran de ella —pensaron sus padres—. Por eso le pusieron por nombre Dolores Fuerte Barriga.
La infancia de Dolores transcurre en un ambiente dulzón y pegajoso en el cual sus ideas como sus pecas borbotean efervescentes y ácidas. Con los años Dolores se transforma en una adolecente observadora, de verborrea mordiente que escribe historias satíricas y corrosivas alejadas de su rutina edulcorada.
A los dieciocho años en mil novecientos ochenta y seis conoce a quien será su compañero de vida. Ramón, un lacasito amargo 90% cacao que como ella desafía la vida empalagosa. Ramón se convierte en su pareja, amante y representante. Juntos emigran a Madrid. Los primeros años malviven en puestos de golosinas ambulantes mientras Ramón rueda cada día con los escritos de Dolores bajo el brazo pero nadie parece estar interesado. En el verano de mil novecientos noventa y uno le llega a Dolores su gran oportunidad de la mano de un empresario alemán. Alfred un pretzel muy salado amante del humor acre. Alfred estaba en Madrid en una convención de galletas saladas y allí descubre a Dolores recitando una de sus historias a unos sándwiches mixtos en el bar del hotel. Alfred queda atrapado por los monólogos de Dolores. Monólogos sazonados de palabras mordaces, de tragar áspero que avinagran. Alfred lleva a Dolores a la cima de la fama y durante una década no hubo ningún otro artista como ella. Dolores fue la reina de la picaresca.

El veinte de diciembre de mil novecientos noventa y nueve, Ramón muere aplastado por un tacón de zapato del número cuarenta y cuatro. Dolores no supera la muerte de su amante. Dolores deja los escenarios y se abandona en brazos de caramelos toffee, azucarados de ellos mismos, para olvidar el amargor de Ramón. A solas, por las noches se diluye en vasos de tequila. El veinte uno de enero del año dos mil uno, Dolores burbujea por última vez en una sobredosis de alcohol y azúcar glasé. Ese día, la más ácida de las monologuistas nos dejó víctima de su propia efervescencia.
AVERÍA
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 OJOS DE ACERO
La línea que separaba la luz de la sombra era demasiado sutil, demasiado fina…Las montañas resplandecían en una lejanía aún alcanzada por el sol… Nieve apelmazada bajo unas nubes que pretendían vestir la falda.
Probablemente alguien más estuviese observando aquel mismo paisaje… ¿cómo sería su visión?
La mía, a la orilla de aquel hermoso pantano, empujaba a mi mente a embarcarse en alguno de los botes amarrados en el embarcadero.
A un lado, una maravillosa puesta de sol entre nubes, mientras al otro un bosque rozaba las ondas del agua tímidamente con una vasta superficie irisada por delante: agua surcada por leves ondulaciones. Dibujaban el paisaje como artistas navegantes en un lienzo de pinceladas acuosas.
Y mientras los observaba, el pantano, el cielo, los árboles y las montañas cambiaban. Las cimas se iban durmiendo…entraban lentamente en un letargo arropado por la penumbra… la luz se deslizaba por el agua, retirándose a lugares más al oeste.
El silencio hacía compañía al silencio. Solo a veces, y sin mucho interés, unas ocas se hacían notar elevando su graznido. En aquel paraje, lo suficientemente lejos de todo, el tiempo parecía transcurrir más libremente que en la ciudad. Más majestuoso.
Y yo, con las manos buscando un arropo innecesario en unos bolsillos inexistentes, emprendí la marcha.
Era hora de regresar.
Las articulaciones me rechinaban a cada paso y los engranajes necesitaban una revisión urgente. El metal aleado de mi cuerpo solía ser casi indestructible, pero ese día creí sentir frío.
Llevaba allí casi tres años humanos. Sabía que me estaba deteriorando, pero no era capaz de hacerlo.
No, aún no. Dejaríamos el fin del mundo para otro día.

MARÍA JOSÉ LAGUNA CASTRO
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LA LEYENDA DEL BOSQUE
Cuentan los juglares que se acercan hasta la corte muchas historias y leyendas maravillosas, pero de todas ellas, la que más me fascina desde que era pequeña es la de las estatuas en el bosque.
“La vegetación lo cubre todo con su alfombra verde y fresca; el liquen crece por los árboles con presteza. Donde la luz de la luna ya no se refleja existe en el bosque un lugar mágico por su belleza. Por las noches, las niñas curiosas cruzaban su linde en busca de hadas, pero ingenuas ellas no las encontraban. Al amanecer, sus padres los lechos vacíos se encontraban, las pobres niñas ilusas nunca regresaban. El embrujo de las hadas en las sombras es fatal, y en estatuas las convierten por toda la eternidad. Donde la luz de la luna ya no se refleja existe en el bosque un lugar mágico por su belleza. Estatuas de piedra de infinito esplendor, con gesto tranquilo contemplan su destino. Y si de noche en el bosque acabas tu camino, no te dejes llevar por su canto divino, pues no volverás a sentir del viento su frescor.”
Yo creo que sólo es una historia para que las niñas no vayan al bosque, para que no salgan de sus casas por las noches, pero no por ello deja de intrigarme este cántico.
Esta noche voy a ir al bosque, tengo que ver esas estatuas con mis propios ojos, necesito saber si la historia es real o sólo es una leyenda. Mi prima iba a acompañarme pero al final le ha entrado miedo y se ha negado; pero no me importa, ya tengo doce años, soy lo bastante mayor como para no atreverme a ir sola.
Volveré antes del amanecer para que mis padres no descubran que salí en mitad de la noche. Cuando regrese, lo primero que haré será escribir aquí si la historia era cierta o no.
LARA CARRASCO PÉREZ
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LAS PERSONAS SE HICIERON PODEROSAS
Carol avanzaba por las calles algo apresurada, pues debido a las divagaciones de sus amigos, llegaba de nuevo tarde a casa. Justo cuando se disponía a doblar la esquina, sintió como colisionaba con alguien tan fuerte, que cayó al suelo. Al abrir los ojos y reaccionar, pudo ver como un joven aparentemente nervioso, se sacudía el polvo y le trasmitía su miedo con la mirada. Sin embargo no se detuvo mucho en aquel detalle, pues de su brazo brotaba sangre. Cuando quiso levantarse, su vista se nublo y fue incapaz de reincorporarse. Por su parte, el joven cuyos colores se avivaban, no atino a decir palabras y tras coger un poco de aire; lo que parecía para él un don divino, se marcho corriendo.
Gracias a un indiscreto vecino, Carol pudo ser atendida por un médico. Una hora y media más tarde, por fin podía entrar a su casa. El cansancio para aquellas horas ya era tanto, que se dirigió a la cama sin mediar palabra con nadie. Sin embargo, no pudo encontrar el descanso esperando en sus sueños, pues en ellos, habidas manos trataban de acecharla.
Con la idea de despejar su mente y olvidarse de aquel pequeño altercado, decidió aprovechar aquellas únicas horas en las que el verano parecía dar un poco de descanso a los acalorados, para ir a dar una vuelta. Lamentablemente para ella, aquella noche todavía no había terminado de darle sorpresas. De nuevo se topo con el joven anteriormente citado; y pese a sus intentos por evadirle, tuvo que quedarse a escucharlo, pues este le sostenía con firmeza su herido brazo. Parecía que esta vez, aquel joven que decía llamarse Iván, si tenía ganas de hablar. Con semblante serio y denotando seguridad en sí mismo dijo:
“Sé que estas asustada, te confieso que yo también. Pero sé que además tu no entiendes nada, y pese a que ahora intente aclarártelo, algo me dice que no hare más que aumentar tu confusión. Pero antes solo quiero decirte que no soy un mal tipo, sino un tipo que se encuentra en unas malas circunstancias. Y que además, vengo de tal lejanía, que jamás adivinarias mi procedencia, pues soy de otro planeta…”
Por atónita que se encontrase Carol, Iván no cesaba de contarle con aspavientos todo aquello que le estaba sucediendo.
“…como te cuento, mi mundo se encontraba en unas circunstancias parecidas a este cuando todo empezó. Al igual que en este, mi mundo sufrió una grave crisis económica, pero esta con el tiempo, se convirtió en una crisis de valores que evocaría a mi mundo a la desertización de la innovación viéndose este así, anclado en sistemas arcaicos para el provecho de algunos. Estos tiranos alimentados de la codicia, sembraron en mis vecinos la semilla de la desesperanza, la cual acabo destruyendo todos los sueños. Se olvidaron, o no les importo, que estos conformaran gran parte del combustible de mi mundo. Así pues, los insurgentes y desconfiados tuvimos que huir, no sin antes llevarnos algún rasguño de por medio. Por eso estoy aquí, y no solo en este planeta, sino también aquí contigo pues mi última explicación, te dará la razón acerca de que tienes que ver tú en todo esto.
Resulta que cuando me choque contigo, debido al cristal que llevaba incrustado en mi mano a causa de la huida, mi sangre penetro en la tuya convirtiéndonos así en una especia de hermanos. Para bien o para mal, ahora compartimos algo más que sangre. Esas manos con las que has soñado, en verdad me persiguen a mi”
Así fue la primera conversación que mantuvieron Carol e Iván. Aún que a un les quedaban otras muchas, igual o más sorprendentes, pues lo que para Carol parecía un mundo fantástico, todavía guardaba muchos secretos que tan solo se le desvelarían con el tiempo.
Aquella semilla de conformismo de la cual hablaba Iván, y que parecía ser metafórica, resultaba ser tan real en aquellos habitantes de su mundo, que había conseguido sustituir a la originaria; la cual les otorgaba poderes inalcanzables en nuestro mundo. Resulta que Iván pudo huir por que como telepático, conocía bien los movimientos que sus adversarios pensaban tomar. Ahora ese poder era compartido con Carol y ambos, reconocían los pensamientos de cualquier persona.
Adaptándose a este poder e intentando tener siempre en consideración las advertencias de Iván acerca de no convertirse en una manipuladora como aquellos de su mundo, un día Carol decidió avivar la esperanza de una joven pareja, los cuales no solo en su mente decían que se amaban, pues sus ojo, también les delataban. Sin embargo el miedo frenaba sus palabras, a si que Carol una vez alejado el joven, le dijo a ella que sabía a ciencia cierta que él la quería, pero que alguno de los dos había de ser valiente o pronto todo aquello caería en el olvido. Siendo tan buenos los resultados de su intervención, Iván y Carol decidieron empezar a animar a la gente a seguir sus sueños. Con ello, consiguieron que el mundo, al menos el de Carol, empezara a recuperar la seguridad en sí mismo dándole la fuerza que el miedo y el conformismo le habían robado hasta entonces. Empezaron así las personas a ser poderosas en sus vidas controlando aquello importante que les atenía. Aquella crisis que se anunciaba empezó a retirarse poco a poco, al igual que lo hicieron los enemigos de Iván, que al ver el coraje de aquellas personas que ellos consideraban inferiores, decidieron marcharse antes de que la oleada de indignados traspasar sus fronteras como así paso.
Fue entonces cuando Iván decidió marcharse y emprender su lucha con la idea ya no solo de recuperar su vida, sino también su mundo. Como todas las despedidas, la de Carol e Iván fue triste. Aun que algo ocurrió que hizo que esta fuese más llevadera, pues lo que nunca pensaron sucedió. Siempre creyeron que al separarse jamás volverían a saber el uno del otro. Sin embargo pronto mantendrían de nuevo sus largas y confusas conversaciones pues su conexión jamás se rompería.

CANTALOJAS
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POST NUBILA PHOEBUS
La luz que entraba ese día por la ventana no podía ser normal. El Sol brillaba como nunca. Y todas las nubes que hacía un segundo suavizaban los ardientes rayos ultravioleta parecían haber huido a territorio menos hostil. Los niños jugaban en la calle a mojarse con la manguera y tirarse globos de agua. A nuestro piso llegaban las risas de los niños y los gritos de las madres levemente ahogadas por el cristal de la ventana.
Y allí estaba ella, rebuscando en un cajón en busca de una bombilla que funcionara. Porque cómo decía ella, ese espléndido Sol no iba a permanecer allí todo el día. Yo me habría conformado con unas velitas.
  • “Post nubila phoebus”- dijo, mientras yo miraba su espalda.
  • ¿Y eso significa…?
  • “Tras las nubes, el Sol.- No se giró. Seguía rebuscando en el cajón en busca de una bombilla.
  • Demasiado optimista para ti. ¿Y qué es el Sol?- Yo miraba la curva de sus hombros desnudos, y los seguía con la mirada hasta debajo de la nuca, donde se unían en el dibujo de un Sol.
  • Un astro que da calor.- No esperaba que contestara a la pullita.
  • Eso no tiene nada de especial.
  • ¿Y por qué debería tenerlo?
Se giró y me echó una mirada severa. Con el ceño fruncido, los labios duros, los ojos azules siempre tiernos.
  • Enfadona.
Y entonces se acercó a la ventana para comprobar con luz que el filamento estuviera en buenas condiciones. La agitó para escucharla. Que quede claro que estamos hablando de una bombilla, nada que pueda prender por arte de magia. Y sin embargo, ¡pum! La bombilla prendió y encendió el pelo peinado con espuma. Ya lo advierte el fabricante: “Inflamable”.
  • ¡Pero qué coño!
  • Enfadona.
  • Me está ardiendo el pelo, ahora tengo motivos.
  • Desde luego. ¿Te ayudo?
  • No estaría mal.
Pero ella ya corría a la cocina. Yo mientras pisaba la bombilla, que seguía ardiendo en el suelo. No creía conveniente que ahora saliera ardiendo el piso. Total, que ni la bombilla se rompía ni el fuego se apagaba. Ni siquiera cuando ella trajo el extintor. No había manera. Pero algo era más curioso, y es que nada más prendía. El fuego estaba allí. Real, palpable y calentito. Pero nada a su alrededor prendía. Así que cogí la bombilla con las pinzas para el carbón de la cachimba, que aún seguían sobre la mesa, y la metí en un gran tarro de cristal.
  • Ya tenemos luz gratis.
  • Eres gilipollas, a mi no me está haciendo gracia, esto es muy raro.
  • Te pasa por querer ahorrar dinero y comprar cosas de mala calidad.
Entonces se dio la vuelta y fue cuando lo vi.
  • Tu tatuaje… se está iluminando. “Post nubila phoebus”…
  • ¿Qué estás diciendo?
  • Es lo que pone, ha aparecido debajo de tu tatuaje. Así como en cursiva.
  • “Tras las nubes el Sol”.
  • Eso ya lo has dicho antes.
  • Serás capullo, no puedes mantenerte serio ni ahora. Ni siquiera te mantenías serio cuando me iba a arder la cabeza. Me gustaría verte a ti con un tatuaje que se ilumina por arte de magia.
Entonces me quité la camiseta y le enseñé el hombro. En mi tatuaje solían aparecer un par de nubes rodeando un pentagrama con un corazón. Ahora las nubes se estaban separando, el pentagrama había desaparecido, y en su lugar aparecía el mismo Sol que ella tenía bajo la nuca. Un Sol que se iba iluminando progresivamente, tan amarillo y brillante como el que se observaba desde la ventana. Y ahí pude estar seguro, como no lo había estado en mi vida, de que había llegado el momento. Era como alcanzar la iluminación, y saber que eso es lo que hay. Que por mucho que hayas luchado o dejado de hacerlo, por mucho que haya pasado o que hayas dejado pasar. De repente todo llega y la vida llega a su punto álgido. Y es entonces cuando la miras a sus ojos azules, más azules aún que siempre por el nuevo brillo que estaba apareciendo en su vida. Tan azules que mis castañas pupilas no se sentían merecedoras de reflejarse en ellos. La habitación entera parecía iluminada. El Sol traspasaba con fuerza el cristal de la ventana y nuestros cuerpos nunca habían desprendido tanto calor.
Y sonríes, te sonrío y te digo:

  • Tras las nubes el Sol… Nunca has sabido lo que significa realmente. Y hemos tenido que encontrar una bombilla mágica para saberlo. Tú eres el Sol.
  • ALEJANDRO NAVAS VILLAR
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LEYENDA DE “LA GARGANTA DEL DIABLO”
Hace miles de años, aunque no sé crea, los dragones existían. Estos eran malvados y asustaban al poblado de la región, la cual era atacada por ellos. Los dragones sabían que eran temidos por los lugareños y con ello abusaban y los hacían sufrir. Para que estos no sean acosados, sólo les pedían un verdadero sacrificio, a cada pueblo. Ellos rondaban en diversos poblados, en los cuales les decían que tenían el plazo de tres Lunas Nuevas para entregar al niño que justo nazca en esa luna.
Una mujer que debía entregar a su niño, el quinto de la familia, se había negado rotundamente. El poblado enteró estaba enfurecido con ella, porque por su culpa eran acosados, pero nadie veía el dolor de tener un hijo y tener que entregarlo como si no valiese nada. Esto llega a los oídos del Dragón Emperador, que de inmediato se había dirigido al pueblo. Y le dijo las siguientes palabras: - Si en tres días, antes de que termine la luna nueva, no me entregas a tu hijo… Arrebataré su vida y la del resto de sus hijos. Si uno llegase a escapar, los perseguiré hasta hallarlo, por los siglos de los siglos.
Ella estaba al tanto que, a unas horas del pueblo vivía un brujo, que según decían las malas lenguas, ya había peleado con dragones y sabía como eliminarlos. Ella logró encontrarlo en medio del bosque, lo puso al tanto de la gravedad de la situación, entonces él se preparó con un escudo, la espada y lo más magnifico que tenía, su magia.

La batalla duró cinco largos días, en los cuales luchó sin cesar contra los dragones. Uno tras otro, dragón tras dragón caía derrotado. Hasta que llego al combate final, con el Dragón Emperador, el más viejo y fuerte. La ardua batalla duró más que contra un simple dragón, pero gracias a su magia logró vencerlo.
Como los dragones muertos eran muchos y, la gente no sabía que hacer con ellos (la carne era dura y el cuero no era bueno). El brujo les sugirió que el podría hacer algo con ellos. Fue así que los convirtió en rocas, las que la gente del pueblo denominó comúnmente “Garganta del Diablo”, porque según cuentan los lugareños que en las noches de Luna Nueva, si se hace silencio, aún se oyen los gemidos y bufidos de los dragones.
Hoy esta cascada, junto con otras, forma parte de las Cataratas del Iguazú, que se encuentran en la provincia de Misiones, Argentina.
MARCOS A. ROBLEDO
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LA ARMADURA DE LOS SHYVASSI
Apenas asomaban los primeros rayos de Lakia tras el borde del océano, cuando Mistrak salió de las catacumbas. De Isla Luna, él próspero asentamiento costero de los shyvassi solo quedaba un montón de piedras ennegrecidas por el fuego. La llanura entre la costa y la aldea era un semillero de cadáveres. El propio Aeruk, thal de los shyvassi de Isla Luna, yacía herido en el corazón de la montaña.
Desde el primer contacto con los kiblanks, Mistrak supo que estos hombres, venidos en grandes canoas desde oeste de mundo Xho, no eran de confiar. Adoradores de extrañas deidades las criaturas de ojos luminosos llevaban la mentira reflejada en el rostro.
Así previno Mistrak a Aeruk, pero el thal había quedado deslumbrado hasta tal punto por las novedades y poderes desconocidos de aquellos seres, que puso a un lado toda prudencia y no tuvo por buenos sus consejos.
Con la confianza que le habían conferido largos años de poder sobre las tribus vecinas, el thal aceptó las ofrendas de los extranjeros y les obsequio a su vez con la piedra arcoiris; la que fragmenta la luz con su magia; acuna el fuego en sus entrañas; corta con facilidad las más duras materias y es capaz de emitir los más delicados sonidos cuando la tañen dedos expertos.
Mistrak pudo ver la codicia en los ojos de los jefes kiblanks, pero nada logró hacer para cambiar la suerte de su pueblo.
Dos rondas de Lakia después de la llegada de los malditos, el thal convocó a todos los shyvassi a presenciar la magia de sus invitados. Unos extraños artefactos fueron colocados en la llanura aledaña a Isla Luna y, a la caída de Lakia, comenzaron a rugir y lanzar fuegos que estallaban en el cielo dibujando figuras de colores.
Los shyvassi se lanzaron al suelo temiendo la cólera de los dioses. Ante el desconcierto de la guardia personal del thal, uno de los jefes kiblanks, guerrero fornido y de larga trenza blanca clavó su arma filosa en el cuerpo del regente.
Así comenzó la matanza.
Las hachas shyvassi, talladas de las más duras rocas, se quebraron contra las armaduras de los extranjeros y las armas de estos atravesaron con facilidad los petos de cuero de los guerreros locales.
La mitad de sus hombres y mujeres cayeron. El resto escapó hacía las catacumbas, llevando consigo a su thal herido y a los niños que pudieron salvar de la sed de sangre de los kiblanks.
Pero hoy, con la salida de Lakia, no había lugar para las lamentaciones.
Mistrak, riik de los shyivassi, custodio de los secretos de los Dioses Etéreos, tenía un trabajo que hacer.
Visitó uno por uno los cuerpos inertes de centenares de guerreros. Con la ayuda de sus ayudantes comprobó los signos vitales y, una vez confirmada la partida del alma al Ikss, el lugar-donde-el-agua-no-cesa, les aplicaba los ritos mortuorios elementales. Pero en está ocasión Mistrak dio un paso más allá.
El riik fue atrapando la esencia de los muertos en su caracol espejo. Era una magia prohibida, legado de los dioses etéreos, y su implementación solo era lícita en un caso de vida o muerte para la nación shyvassi. De acuerdo con los códices ocultos, la muerte física no extingue totalmente la llama de la magia en el individuo. Por medio del antiguo sortilegio Mistrak aspiró esa magia de los guerreros muertos, mezclada con la ira ante la traición, el odio a los invasores y el amor por su tierra.
Cuando hubo terminado, con Lakia ya bien avanzada hacía el oeste, Mistrak y sus ayudantes transportaron el caracol hacia las catacumbas y con esa amalgama vital del amor-odio, el riik entretejió una armadura para cada guerrero shyvasi.
Dos recorridos completos de Lakia tomó el proceso.
En la mañana del tercer día, encabezadas por la guardia personal del thal, las huestes shyvasi sorprendieron a los kiblanks en su campamento a orillas del océano y los diezmaron.
Los pocos invasores que lograron escapar en sus embarcaciones referirían al llegar a sus tierras que el cuerpo desnudo de los guerreros shyvasi emitía aquel día un enigmático halo que los hacía invulnerables a sus armas de acero.
Desde la cima del monte sagrado, Mistrak contempló la victoria a través de sus lentes de poder. Luego le entregó los atributos de riik a su primer ayudante y cerró los ojos para siempre. Porque estaba escrito en los códices divinos que una magia de tal magnitud solo podía ser sellada con la vida del hechicero. Así ningún caudillo sediento de poder y gloria podría usar jamás en su provecho las telúricas fuerzas de la muerte.
CAR AKDAR 
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PRINCESA DEL BOSQUE
La princesa Anna vivía feliz en su castillo de piedra marmolada, hasta que un día las flores de los jardines comenzaron a secarse y a fallecer, algo realmente extraño pues se encontraban en plena primavera. Aunque lo verdaderamente extraño es que los pinos del bosque circundante también empezaron a morir y sus troncos se volvieron grises y apagados, ya no había vida alrededor, el palacio estaba rodeado de muerte y tristeza.
Como los ganados ya no tenían de qué alimentarse, pronto la gente del pueblo también empezó a marcharse y el lugar se convirtió en una ciudad fantasma, ya nadie había en aquel reino que quisiera seguir allí. Algunos decían que la tierra estaba maldita.
Como ya no tenían súbditos a los que gobernar, el rey y su princesita decidieron marcharse a otras tierras, cruzando la frontera al país colindante, con los que había buenas relaciones, esperando ser bienvenidos y poder quedarse allí hasta que Anna estuviera en edad casadera.
El camino fue duro, caluroso y aburrido, no se encontraron ningún caminante, ni siquiera ladrones que quisieran asaltar el carruaje. Y cuan grande fue la sorpresa cuando al llegar, el paisaje estaba tan desolado como su mismo reino. Ni una brizna de hierba se abría paso entre la tierra seca y rasgada por el sol, incluso las piedras parecían más muertas y frías de lo normal.
Los pocos guardias que seguían bajo la tutela del rey comenzaron a pensar que era él mismo y su sucesora los que estaban malditos, así que por la noche, cuando éstos dormían, se fueron lejos, donde la maldición no les alcanzase, llevándose los caballos y algunas provisiones.
Perdidos como estaban y habiendo sido siempre servidos por sus vasallos, el monarca maldito y su heredera comenzaron un duro viaje a través de inclementes caminos, donde los ríos sólo eran un fino hilillo entre polvoriento suelo, y eso cuando el agua no era negra y turbia, negándose a beberla.
Pronto, las fuerzas del anciano rey comenzaron a hacer mella en su aliento, y tenían que descansar cada cierto tiempo. La princesa Anna notó que sus manos se llenaban de callosidades por rebuscar en el suelo alguna baya o raíz que llevarse a la boca, y que su vestido estaba sucio y raído, ya no parecía una princesa.
Como se pronosticaba, el rey falleció agotado, hambriento y sediento, y Anna pronosticaba su triste final si debía continuar el camino sola y desprotegida.
Quedose allí sentada, sollozando durante tres largos días, bajo las inclemencias del tiempo, que terminaron de llevarse el poco brillo de su hidalga belleza. Contra todo pronóstico, el tiempo mejoró a lo largo del día, al borde del camino empezaron a surgir plantas, escuchó a lo lejos un riachuelo y el cielo recuperó su color celeste vibrante.
Sintió una cálida sensación y se quedó dormida, pero cuando despertó, todo volvía a ser un desierto de muerte. Aturdida se levantó rápidamente y comenzó a buscar alguna señal de lo que había visto y oído: una flor, un charco, aun fuese un cuervo también.
Algo la golpeó y volvió a sumirse en un profundo sueño.
Despertó en un frondoso bosque, escuchaba cerca una cascada y pájaros que cantaban, notaba la hierba bajo su cuerpo y algunos rayos de sol que atravesaban la espesura. Pensó que habría muerto.
Se incorporó y tenía fuerzas, el estómago lleno, un vestido nuevo y precioso, y su cabello estaba recogido en dos trenzas con cintas de colores. Confusa buscó alguien que le explicara lo que había pasado. Vio un caballo blanco de crines leonadas pastando cerca de un esplendoroso barbusano, su grandeza deslizó su mirada hacia la copa del árbol y entonces escuchó una voz agradable y ligera, como una brisa de verano.
- Perdóname por hacerte daño, pero creí que sería más sencillo para ti aceptar el cambio de ambiente si despertabas de un desmayo.
Anna volvió la vista al frente, miró a su alrededor, no había nadie, sólo el caballo la miraba fijamente.
- No te asustes Anna, soy lo que estabas buscando, muchos sacrificios eran necesarios para que al fin pudiéramos encontrarnos. Estábamos predestinados ¿lo sabías?
Pensó que la falta de comida y bebida la habían vuelto demente, así que pensó que lo ideal sería comportarse como tal. Se remangó las faldas del vestido hasta las rodillas, se montó al caballo y apretó los riñones del animal con sus pies.
- ¡Eh princesa, no seáis descortés! Si deseabais montar, sólo teníais que pedirlo.
Esa voz estaba en su mente y parecía ciertamente venir del caballo. Nuevamente oprimió los riñones del equino, sujetó su crin y las movió fuertemente conforme decía “arre”. La cabalgadura se encabritó haciéndola caer de trasero al suelo.
- ¡Ya está bien princesa! Si queréis decirme algo, usad vuestra mente o ¿el hambre os ha vuelto ignorante también?
Anna entendió que, aunque fantasioso, lo que ocurría era muy real y tras una larga charla supo que aquel caballo blanco era un unicornio salvaje, de los pocos que no habían sido amuermados por el hombre para sus trabajos de granja, y que, desde que vino al mundo, la había estado buscando porque ella tenía el poder de imaginar las cosas más hermosas y él de hacerlas realidad, pero que no eran nada si no estaban juntos.
Así que Anna imaginó su reino próspero de nuevo y a su padre cabalgando junto a ella, imaginó también que los caballos ya no eran caballos, sino unicornios como su compañero y amigo, y que todos podían comunicarse de alguna forma especial con un solo humano, creando un vínculo similar al que ella tenía con Albo.
De modo que el reino más maravilloso era el de Anna porque junto a Albo, crearon un camino de flores de todos los colores, para que encontraran refugio todos los que como ella, alguna vez en el camino se perdieran.
MONEIKA
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EL LUGAR MÁS PROFUNDO DEL BOSQUE
Era en los sauces llorones que se hallaban en la zona más profunda y frondosa del bosque donde se encontraban las hermosas casas de madera que permanecían sobre las ramas produciendo un efecto casi mágico. Parecía como si flotasen. Era allí donde los pequeños, traviesos y revoltosos duendes vivían, felices, sin ninguna preocupación salvo la de mantener su bosque en un estado en el que ningún otro se encontraba en muchas leguas en derredor.
Sin embargo, después de muchos siglos viviendo en paz con el resto de seres mágicos que vivían en los alrededores, de pronto una guerra estalló. Eran los trasgos, los malvados y diabólicos trasgos los que, envidiosos de libertad y felicidad de hadas, ninfas, elfos, unicornios y demás animales mágicos (y no mágicos), habían emprendido una ofensiva contra el bosque.
La mayoría de seres que vivían en él eran pacíficos. Algunos podían ser algo irascibles en algunos momentos, como así lo habían demostrado cien años antes los gnomos que, después de que un pequeño elfo hurtara una pequeña seta haciendo uso de su magia, condenaron al joven de apenas dos siglos a pasar el siguiente cuidando de las hormigas y mariquitas que les proporcionaban alimento a los gnomos.
Aún así, todos querían defender su hábitat, su hogar. Todos menos los duendes. Ellos eran felices y no necesitaban ponerse en peligro por los demás. Nadie llegaba hasta lo más profundo del bosque, nadie se atrevía. Todos pensaban que era un lugar lúgubre y peligroso, pero al contrario, llegaba a ser el lugar más luminoso y acogedor de todos.
Poco a poco, los seres mágicos que decidían participar en la batalla contra los tramposos trasgos iban cayendo, inertes, y con ellos, la vida en el bosque, cada vez se apagaba un poco más. Con eso, los trasgos iban avanzando en el terreno apoderándose de los hogares de los demás. Incluso los elfos, los más valientes, fuertes y hábiles habitantes de la floresta, caían sin poder evitarlo siquiera.
En su mundo, los duendes cantaban y bailaban mientras saciaban su sed con la savia de los sauces, la más rica que jamás había existido. Una savia muy preciada. Cada uno, dentro de su pequeño hogar, dentro de su casita de madera flotante, tenía una fuente. Una fuente inagotable, una fuente de la que, fuera el día que fuera, podían beber hasta hartarse. Pero, ese día se terminó. En la última fiesta (fiestas que daban cada día), la savia se agotó, únicamente un par de gotas cayeron en la gran hoja verde del gran sauce llorón que permanecía en el centro de las profundidades del bosque. ¿Cómo podías ser? Era algo sin precedentes.
Todos y cada uno de los duendes enloquecieron. Sin saber qué había pasado o cómo había ocurrido no podían hacer nada, pero tenían que ponerle fin. Hacía un par de eras que ningún duende se había atrevido a salir de la zona frondosa del bosque. Eran pequeños y debiluchos, y la mayoría de ellos cobardes, y tenían todo lo necesario ¿Para qué abandonar la seguridad del bosque? Ahora, no quedaba otra opción. Era necesario.
Asustados y temblorosos, nueve de los duendes se pusieron en marcha hacía la “claridad” del bosque, hacía donde la espesura no existía, hacía donde la batalla dejaba cadáveres por doquier. Nueve. ¿Qué iban a hacer nueve duendes contra todo un ejército de malévolos trasgos en caso de enfrentarse? Nada.
Poco a poco avanzaban. Oían el retumbar de cuerpos al caer y el eco de los bramidos de cada animal fallecido cada vez más cerca. Miraban a su alrededor y notaban la desesperación que el bosque sufría, lo sabían, todos sabían que el bosque se estaba muriendo. Cada árbol permanecía seco, sin vida, sin saludar a los duendes que pasaban a su alrededor. Tenían que evitar que sucediera el final.
Fue un unicornio el que, de sopetón montó a los nueve duendes a su lomo, llevándoles al mismo centro de la batalla. El fuego que emanaba de las puntas de las fechas de los trasgos, había penetrado en las raíces del bosque. No había nada que hacer. ¿O sí?
El poder y la confianza se apoderaron del más anciano de los duendes, el que menos tenía que perder. Corrió con valentía hacia el trasgo más grande, aunque de apenas siete palmos sobre el suelo, le ganaba en seis al temeroso duende. Sin saber el cómo o el por qué, se encontraba frente a él, mirando hacia el cielo sin saber qué hacer, pero entonces lo vio claro. No siempre el grande es el más fuerte, no siempre el poderoso tiene que vencer. Aprovechó la notable diferencia de tamaño para colarse entre las “patas” de su adversario y así colocarse en la retaguardia. Allí un simple mordisco en la pantorrilla hizo que se doblara, cayendo de bruces contra el suelo, momento que el unicornio que observaba la hazaña del duende aprovechó para acercarse y colocar sus pezuñas sobre el trasgo en señal de victoria.
Al verlo, el resto de seres mágicos que por allí se hallaban y que por fortuna, permanecían con vida decidieron seguir con el ejemplo. Pronto, el trasgo jefe estuvo atado al tronco de un árbol y el resto de su tropa huyendo hacía sus agujeros en el suelo de algún bosque lejano.
Poco a poco, entre todos, consiguieron apagar todos los fuegos que se habían producido, pero tuvieron que pasar centenares de años para que el bosque mágico volviera a ser el que antaño había sido. Más suerte tuvieron sin embargo, los duendes que, aunque sólo seis de los nueve que partieron, consiguieron volver, cuando lograron entrar en la espesura del bosque comprobaron que la savia había regresado con ellos. El bosque volvía a estar vivo y su sangre corría de nuevo a través de él.

IRIS GARCÍA ACEDO
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EN EL PARNASO
Ahora lo hago; abro las puertas de cristal. Entro con vida al paraíso. La perfección me maravilla. Atisbo un firmamento estrellado. Está tan inmaculado como un diamante. Giran por arriba las constelaciones a lo lejos. Hay una simetría entre estas creaciones. Veo sus luces y cambian de colores. Más aquí siento la pureza del paisaje; me embadurna entre la inspiración. Se forma lo impoluto. Respiro la frescura que aquí rebosa. Todo es artístico a lo originario. En este infinito, vivo lo agradable. Me sé poderoso, superior. Por cierto, voy por un sendero, rodeado con tulipanes. Varios canarios vuelan sobre las flores. Ando por entre ellos y los pétalos encendidos. Esto es mucha grandiosidad. Los aromas son frescos. Hay ternura en mi corazón. Más entusiasmado, prosigo a pie limpio. Y actúo sin prisas, hasta llegar a una planicie y a lo lejos avisto la pirámide de los dioses. La estructura está hecha con meteoritos. Creo que es compleja como indestructible. De a poco me dirijo a su parte frontal mientras silbo una sonata de albores. La rumoreo con pasión a la vez que descubro los unicornios de este olimpo, que pastan por ahí junto a sus crías. Ellos poseen un pelaje gris. Sus cuerpos son elegantes, se mueven a paso fino, relinchan con gracia. Esto en efecto me sensibiliza. Así que marcho hasta donde ellos, les acaricio la cabeza con mis manos y a lo seguido, decido montar al más guapo. Eso a lo rápido comienzo a cabalgar por la llanura, pasando por unos trigales, dejando atrás varios molinos. Sólo pienso en ir hasta donde lo deseo. Lo procuro con osadía. Ya volteo por el viñedo de las hespérides. Allí hay un lago de uvas y en este juegan las bañistas, ellas son hermosas. Yo bien, las ojeo con donosura a medida que avanzo por un costado del oasis. Recorro el sembradío. Lentamente me voy separando de esas delicias. Continúo por una enramada de cristales toda larga. Al cabo de algunos minutos, llego a la pirámide. Con sorpresa, advierto un pasadizo entre las murallas. Dispara chispazos estelares. Esto me deja estupefacto. Al tanto, decido bajarme de la bestia. Lo hago con prestancia. Sobre lo inmediato, doy unos cuantos pasos hacia lo interno de esa edificación. A lo fugaz, oigo la música del arpa, que es tocada por Atenea, entre tanto unas esferas flotan en la transparencia. Evolucionan sobre la energía. Más aquí, quedo con los ojos exagerados. De pleno, Zeus hace su aparición, lo reconozco por su mansedumbre y yo lo lloro, por ser un genio, porque ha eternizado esta excelsitud.

FEDORVELT
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UN DÍA COMO OTRO CUALQUIERA
Pip-Pip Pip-Pip Pip-Pip

6 : 37 AM

Como todas las mañanas, chirriaba la impertinente alarma del despertador. Sin haber abierto aún los ojos, sentí ese crujido dentro de mi cabeza. Mi conciencia obnubilada, hacía caso omiso a aquellos ruidos tan estridentes.
Con el ceño fruncido, lograba resistir detrás de la mullida almohada. Mi negación era absoluta a levantarme. Tan solo pedía tres o cuatro minutos más de prórroga para afrontar un nuevo día.
Los primeros intentos de parpadeo fueron nulos, alguna que otra lágrima buscando atisbo de luz en unos ojos llorosos. Y poco más.
Dejando al margen, lo poco fluida que transcurría la comunicación Ojos-Ideas, había en esa mañana algo que no me gustaba, algo que no cuadraba, que la hacía distinta a las demás.
Después de lograr abrirme paso entre las sábanas, dando una patada al acogedor nórdico, pude por fin sentarme al filo de la cama, posando los pies sobre la alfombra.
Intentando a oscuras ponerme uno de los calcetines, noté que el tacto no era el de siempre. A mi lado no dormía nadie, luego sin duda era mi pie.
Pero ... ¿ Dónde habían ido a parar esos cuatro pelos de las piernas, que todo hombre se siente orgulloso de tener cuando juega al fútbol? Debían de perdurar los efectos de la fiestecita de anoche, pensé.
Rascándome la cabeza entre bostezos descubrí, como todos los pelos de las piernas se habían subido por arte de magia a la parte superior de la calva, convirtiéndose ésta, en una melena de suaves cabellos.
La cosa pintaba mal, empezaba a ser preocupante. Aquí pasaba algo raro.
Todavía atontado como para asustarme, sentía ese bloqueo que impide pensar. Sólo me atrevía a balbucear palabras sin ninguna coherencia ¿Qué? ¿eh? ¿Pero ... qué?
De manera instintiva, las manos se escaparon para investigar qué demonios ocurría. Palpando con miedo el resto del cuerpo, pude llegar a la horrible conclusión de que allí faltaba algo; y por el contrario sobraban algunas otras cosas.
Poco a poco comenzaba a darme cuenta del grave problema que se avecinaba. Por lo pronto y de entrada, lo de hombre hecho y derecho había desaparecido, para dar lugar a una dama de medidas increíbles.
Corriendo despavorido por el pasillo, golpeándome con todo lo que encontraba por medio, logré llegar al baño. Con los ojos como platos delante del espejo, sentí miedo y vértigo a la vez. ¿Pero en qué me he convertido? ¡Si no bebí tanto anoche! Creo.
La situación era desbordante. Frente al espejo, pasaba de ser un Señor de Murcia, para convertirme en una señorita como la Pataki.
Cientos de preguntas se agolpaban en mi cabeza, todas girando sin encontrar rumbo o al menos freno.
No entendía nada, estaba ahí morfológicamente perdido, ante la realidad que mis propios ojos se empeñaban en mostrarme.
Lo intenté todo, echarme agua sobre la cara, pellizcarme los brazos. Era inútil nada podía cambiar esta absurda pesadilla femenina.
Vamos, venga. Tenía que tranquilizarme. Coger las riendas de la situación, poner en orden el concepto de hombría.
¡Por dónde empezar!
¡Si me veía una mujer!
Mi anterior existencia como varón, era demasiado importante, como para asimilar ahora en segundos de la noche a la mañana, este brutal cambio.
Inmóvil, petrificado. Tragaba saliva, mientras observaba el espejo de arriba a abajo con total y absoluto desconcierto.
¿Y si me hubiera vuelto loco?
Demasiados pensamientos en cadena, que se perdían uno a uno en el laberinto de mi cabeza.
Tomando un peine, comencé a darle forma a mi nueva melena, a mi nuevo “look”, pensando en como debería interpretar mi nuevo papel.
Ensimismad@ en esta sorprendente tarea, creí oír un ruido lejano de fondo. Como un pitido que iba creciendo, impertinente, chirriante.
Pip-Pip Pip-Pip Pip-Pip
Algo volvía a crujir dentro de mi cabeza.
Sí, era la maldita alarma del despertador. Abrí los ojos de golpe, sin necesitar de ninguna prórroga, salté de la cama olvidando el acogedor nórdico y me dispuse a buscar como un poseso mi calcetín. El punto cero de todos mis problemas.
Puedo asegurar que esa mañana no iba a tener ningún protocolo, había ganas de agilizar el proceso. Al instante pude comprobar, que de nuevo volvía a ser un hombre de fútbol.
¡Un sueño!
¡Todo había sido una maldita pesadilla!
Sentado en el filo de la cama, empecé a reír sin parar, mientras desaparecían por el pasillo todas las sensaciones de desconcierto y de contrariedad.
No más cenas fuertes. Y nada de copas antes de dormir. Pensaba mientras me partía de risa.
¡Vaya mañanita! Le repetía una y otra vez a mi amigo el espejo del baño, en el más absurdo de todos los monólogos.
Fuera, los rayos del sol apuntaban por las rendijas de las persianas. Amaneciendo un nuevo día, no como otro cualquiera.     
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EL RETORNO
Los robots de volframio y titanio programados para destruir todo lo que no fuese humano se habían topado con un atroz hecho: Ellos también eran materia inerte. Comenzó en los cielos la batalla de los autómatas, cuyo programa empezaba a dar instrucciones confusas.
-Self destruct sequence activated… ALERT!...Alert!… Suspicious material…-
En los cielos se veía toda suerte de luces multicolor. Los compañeros del Canticum X Mortis estaban reunidos recordando las hazañas pasadas.
Abner Caleb, líder de la organización estaba ansioso por acariciar entre sus brazos a su primogénito hijo. La base Canticum parecía un lugar apacible donde ya varias familias se habían asentado en un clima de concordia y fraternidad. Pasado eran los gritos autoritarios de Abner, que ahora parecía un remanso de quietud. Olvidadas las batallas contra los dioses demonio babilónicos la vida había vuelto a ser una total quietud. Al menos eso era lo que los miembros del Canticum creían.
Adramelek había logrado escapar de la prisión del tamaño de una caja de cerillos que le aprisionaba. Su plan era sencillo en apariencia: volver a la Tierra. Pero lo dudaba, no sabía cómo volver a ese lugar donde unos simples humanos y sus mascotas híbridas le habían propinado una paliza a él y a los más distinguidos demonios de los infiernos arcanos. Tenía conciencia de la destrucción de sus compañeros dioses, de la emigración del dios Enkidu a la materia oscura, donde era protegido por la serpiente alada, la serpiente eterna, mensajera de los dioses, Cotzcut, que no era otra que Tiamat. No le era ajeno que algunos dioses escaparon a la destrucción, y decidió buscarles por las regiones abisales del cosmos, tránsfuga del silencio vagando en cuerpo de gas, pasó por nebulosas raudas, los miembros del Canticum observaban el cielo y vieron pasar un cometa azul y de cresta gris, iracundo, viajando a una velocidad vertiginosa, precipitándose a lo profundo del cosmos. Para Canticum, que a la sazón se había convertido en un observatorio astronómico, además de un museo de monstruos arcanos y mitológicos, que por cierto ya nadie visitaba. La gente parecía haber olvidado el museo Canticum X Mortis que tanto diera de qué hablar en su momento. Pero volvamos con Adramelek el grande, el príncipe de los malignos, el poderoso, el derrotado…
No le fue muy difícil encontrar a sus compañeros dioses del fango. Un demonio siempre sabe donde hallar a un colega. Celebraron una reunión en la que todos, aterrados y un poco confundidos, pero a la vez esperanzados por el retorno del príncipe de los demonios, que había fracasado en su conquista de la humanidad, pero que nunca se rendía, y era precisamente ahí donde radicaba su peligro, en la constancia que tenía en sus acciones. En el infierno le decían el rey de los tercos, ya que cuando quería algo jamás dejaba de presionar. Si la Tierra estaba entre sus infinitas ambiciones, no descansaría hasta tomarla para él, no importaba cuantas veces lo destruyeran, su esencia siempre renacía. Su esencia maligna era su centro de poder, que se crecía con el odio, la avaricia, la venganza, el temor, la locura, la muerte. Con su oratoria rebuscada ya tantas veces oída por sus correligionarios logró convencerlos de que se unieran a la segunda campaña en contra de la humanidad, mas algunos permanecieron reacios a sus proposiciones, recordando el poder de los seres humanos, y de sus sentimientos, de los cuales ellos carecían. Los contrarios al discurso de Adramelek empezaron a debatir las razones de aquel fiero guerrero perlado en necesitar de todos ellos para tomar a las personas, ya que el discurso de Adramelek invitaba a una guerra fácil, que la esgrimiera él solo. El demonio se impacientó, quiso comenzar a gritar y decir insultos a los compañeros contrarios, pero se abstuvo al sentir un miedo indecible cuando uno de los contra dijo “CANTICUM X MORTIS”. El sólo hecho de escuchar ese nombre lo hizo titubear en su discurso, y su argumento se desvió en una reminiscencia de la paliza que había recibido. Absorto estaba Adramelek mientras los demás comentaban con horror cómo fueron humillados por los humanos. No repararon en una pequeña luz que comenzó a crecer en el centro de la oscura parte del cosmos en la cual estaban, cuando de pronto irrumpieron tremendos robots dispuestos a despedazarlos en cuestión de minutos, y así lo hicieron. Fue una horrenda carnicería aquella, horrible aún para aquellos demonios que en el pasado subyugaban seres humanos e híbridos, aquellos que ofrecían condena eterna a los humanos eran ahora diezmados por un séquito de robots creados por un joven un poco loco que muriera en la implementación de su táctica con estos seres. Aquellos que fueron creados para destruir a la humanidad la habían salvado sin que ella lo supiera de una batalla dantesca. Los robots tomaron rumbo desconocido, y los cuerpos grises de los demonios se hicieron cenizas, cenizas que se transformaron en pequeñas luces que se multiplicaban con rumor de grillo, un rumor ensordecedor, con aleteo de moscas horrísono, con crujir de dientes y reír descontrolado. La derrota los había hecho más fuertes, ahora sólo les quedaba volver a repasar la estrategia para entrar al ruedo nuevamente. Los Canticum se habían enfrascado en un círculo que nunca terminaría, se estaban perdiendo en las vueltas del infinito. Lo que no sabían era que precisamente esta batalla era el camino a la inmortalidad.
Colonia San Simón, Jutiapa, Guatemala, 16 de mayo de 2013

R.E.R.M.
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EL CAZADOR
Personajes
Un cazador
San Francisco de Asís
La mujer del cazador
Los dos hijos (de 8 y 9 años respectivamente)
El señor vive en el campo, con su mujer y dos hijos, uno de ocho y otro de nueve años respectivamente. Hace hambre ha sido una semana muy pesada, es la decimonovena vez que busca entre las latas de los granos. Nada, ni una pizca de nada. Se va a la alacena, ha de estar vacía, ya lo sabía, pero de nuevo la abrió. Es la vigesimonovena vez que la abre. El estómago le arde. Cuando llegue la esposa del pozo, donde está lavando la ropa, y sus hijos de la escuela, no encontrarán nada para comer.
Decide tomar la escopeta e irse al bosque. Pero no es el mismo bosque al que ha ido siempre. Hoy es primera vez que encuentra este. Es un bosque encantado al que jamás había entrado. Oye toda clase de animales. Escucha sus rugidos, cantos, estertores y aleteos, pero no los puede ver. Apunta aquí, apunta allá, nada a quien disparar. Se acuerda de San Francisco de Asís, lo invoca. Se le aparece en persona.
(San Francisco De Asís) Hola buen hombre, ¿cómo te llamas?
(El cazador) José del Montelíbano.
(El cazador se quedó reparándole, se acomoda la escopeta y pregunta) ¿Y tú? ¿Quién eres tú?
(San Francisco) Buen hombre, yo soy San Francisco de Asís, patrono de los animales del bosque.
(El cazador, un poco alarmado) ¿A tú eres San Francisco? ¡Claro! Desde pequeño había oído hablar de ti.
(Los dos caminan como viejos amigos)
(El cazador retoma el diálogo) Contéstame una pregunta San Francisco, ¿por qué vistes de esa manera? Pareces un pordiosero, ¿Es que tú nunca sales de este bosque?
(San Francisco) Mi familia tuvo lo necesario, pero a mí me gustó la austeridad, aquí en este bosque me divierto, soy feliz. El bosque es mi vida, los animales, mis hermanos.
(El cazador) Está bien hombre, cada quién viste como le parece y hace lo que le da su santa voluntad. Pero debes considerarme, necesito cazar una buena pieza.
(San Francisco más alto y delgado que él cazador, le mira a los ojos y le pregunta) ¿Y eso por qué, o qué?
(El cazador) Es que pronto llegan mis hijos de la escuela y mi mujer del trabajo y no encontrarán nada que comer.
(San francisco mirando hacia la distancia) Ya que se trata de una buena causa, te ayudaré.
(El cazador entusiasmado) Claro santico bendito, haz que cace dos, uno para mi familia y otro para tí, te invitaré a cenar a mi choza.
(San Francisco mirando serio al rostro del cazador) Está bien, está bien.
Dicho esto desapareció.
(El cazador mira para todos lados, siente un poco de intriga, pero continúa su cacería).
(No bien había dado veinte pasos cuando se le aparecieron dos grandes y gordas liebres. Apunta con sumo cuidado y hace los sendos disparos. Una de las liebres cae, la otra corre veloz).
(El cazador se acerca y la recoge). ¡Mira como corre la tuya San Francisco!!

JAIRO SÁCHEZ HOYOS
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LOS VAMPIROS TIENE SENTIMIENTOS
- ¡Dejadme salir!, grita con desesperación la joven Jeannette.
Su cuello mordido por los vampiros, no para de sangrar.
Vino en Transilvania para hacer un reportaje. Siempre ha negado la existencia de alguien que podría alimentarse con sangre humana. Está mirando a su alrededor con desesperación. Se da cuenta que toda la sangre que hay en los botes del armario de la pared, no es de los animales como se solía decir, sino era sangre humana. Tantas historias que había escuchado sobre los vampiros, pero nada es igual cómo vivirlo en su carne propia.
Intenta moverse pero no puede. Se da cuenta que está en un ataúd que, es extraño, pero es de color blanco. Lleva puesto un vestido oscuro y una corona de flores negras sobre su cabeza. Siente una extraña hambre, que le tuerce el estómago. En este silencio empieza a oírse de pronto muchas voces que se están acercando. La puerta se abre y empieza a entrar mucha gente, vestida de negro, con las cabezas inclinadas, que no paran de murmurar cada vez más fuerte. De pronto se callan, dejando camino libre a otro hombre que se acerca mirando continuamente al suelo. Cuando llega al lado de Jeannette, se para y la mira sorprendido.
- ¡Eres guapísima! , dice el hombre.
Jeannette se ha quedado helada de miedo. Poco a poco recupera su respiración. El Príncipe de los Cárpatos tiene el pelo largo, negro y es muy guapo. Sus ojos oscuros transmiten amor y no miedo.
- ¡Mátala Príncipe! gritan todos. ¡Ha llegado la hora!
El pánico la envuelve como una manta negra, dejándola sin aire. Siente los ojos de los vampiros acechándola.
- No puedo, dice el Príncipe de los Cárpatos con la voz ahogada por la emoción.
Jeannette ya no tiene miedo. Se da cuenta que por primera vez en su vida se ha enamorado. El Príncipe le coge la mano con ternura.
- ¡Hay que sacrificarla para que tu padre despierte y podamos gobernar la tierra!, gritan todos con odio.
- No puedo…, dice otra vez el Príncipe. Parece que nadie lo oye
-¡Ahora!, se oye un grito gutural que rompe el silencio. Antes de que nadie pudiera reaccionar, uno de los vampiros está ya encima de Jeannette. En el mismo tiempo que la está mordiendo le la está acuchillando sin piedad alguna. Dos o tres vampiros más se le están uniendo al primero.
-¡Nooooo!, grita con desesperación el Príncipe de los Cárpatos.
La joven, con sus últimas fuerzas le coge la mano. El hombre empuja con odio a los que se quieren acercar. La mira con amor. ¡Cuánta amargura e impotencia! En el profundo silencio de la muerte se oye solo la joven susurrándole al oído con un último soplo:
-¡Me llamo Jeannette!
Los vampiros se retiran con sed de sangre, pero con respeto, avergonzados.
El Príncipe de los Cárpatos con lágrimas en los ojos, mira hacia el cielo, gritando con desesperación:
- ¿Por qué???!!!
CORAL DEL MAR
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PEQUEÑAS GOTAS DE AGUA
Todo ocurrió hace muchos años en el enigmático bosque de un pequeño pueblo de interior. Una joven risueña y muy soñadora se encontraba sentada bajo un viejo sauce. Como cada día se hallaba perdida en sus pensamientos cuando algo la trajo de vuelta a la realidad. Eran pequeñas gotas que caían deslizándose por las verdes hojas de aquel viejo árbol que la cobijaba, estaba comenzando a llover.
En vez de salir corriendo para refugiarse en un lugar más seguro, una fuerza invisible hacía que permaneciera inmóvil contemplando aquellas gotas de agua. El tiempo se había ralentizado y las gotas caían poco a poco, cosa que hizo que pudiera observar algo que no podía creerse. En una de las gotas vio como si de una bola de nieve se tratase, una pequeña imagen, un diminuto mundo que mostraban una escena. No se lo podía creer y pensó que había sido su imaginación, cerró los ojos y cuando los volvió a abrir, en otra gota vio pasar otra escena. Miles de preguntas pasaban por su mente ¿Qué estaba pasando? ¿Estamos tan centrados en nosotros mismos que no nos fijamos en las pequeñas cosas? ¿Eso era algo que siempre había sucedido? ¿Dentro de las gotas de agua había pequeños micromundos? ¿Qué serían? ¿Sueños? ¿Desilusiones?
Paró de llover y volvió a casa. Desde aquel momento lo único que le importaba era encontrar una respuesta a lo que había vivido aquella tarde de primavera. Buscó en todas las formas posibles de agua, en la lluvia, las lágrimas, en un grifo, en una fuente… Pero nunca más volvió a ver aquello tan extraño.
Un año después volvió a aquel bosque y, sentada bajo el mismo árbol esperó que llegara la lluvia. Así sucedió. Y como si volviese el tiempo atrás y se encontrara un año antes, en las pequeñas gotas comenzaron a verse escenas. Tan fuerte fue su deseo de descubrir que era aquello que se fundió en una gota y quedó dentro de ella para siempre.

VICTORIA PALACIOS MUÑOZ
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UN CÍRCULO MUSICAL
"…En esta posada los muertos
cuentan su vida y se ríen de quien
estando vivo desea estar muerto,
en el más allá nunca dan de beber.
Alza tu cerveza, brinda por la libertad,
bebe y vente de fiesta,
y a la muerte emborráchala…”
Fragmentos de la canción: “La Posada de los Muertos”.
Del grupo español "Mago de Oz".
Y sin embargo no quería sacarla debido a su enorme envergadura, ya que las caballerizas reales son muy pesadas y costosas, pero sabía que tenía que hacerlo, claro que en todo caso lo que él creía no tenía ninguna importancia, ya que el sacarla de donde estaba estacionada era un deber.
Estacionada se encontraba su caballeriza real, en la parte específica de su pieza; que Julio César llamaba el anfiteatro romano. El mismo que en la antigüedad, pasaban gladiadores, leones, y tigres. Ahí, en ese lugar específico de descanso en la actualidad, pero de lucha en la antigüedad, era donde Julio César acostumbraba a dejar su motocicleta Yamaha, y por donde transitaban además las gloriosas caballerizas reales, que se dirigen a las ensangrentadas contiendas romanas y a las carreras.
Julio César era muy ordenado con sus cosas y libros de la cultura romana, y lo hacía como las gradas de tres partes: Ima cavea, media cavea y summa cavea, donde en la antigüedad, los espectadores del anfiteatro romano, se ubicaban de acuerdo a su puntual clase social. Porque la ima cavea era la parte situada entre la orquesta y el primer praecinctio o diazona, que es un pasillo semicircular que divide la cavea longitudinalmente en diversos sectores por un muro.
La media cavea era la parte situada entre el primer y segundo praecinctio; y la summa cavea era la parte situada en el lugar más alto del graderío; mientras que la cavea (tan nombrada) era la parte del teatro dotada de gradas o peldaños, reservada a espectadores cuyo perímetro es semi circular en el anfiteatro romano.
El compromiso de Julio César era en la noche con fantasmas, sombras tenebrosas, imágenes y luchadores; con su infinito manto de sombras que todo lo cubre era la fiesta, a diferencia de los juegos del circo romano de la antigüedad, que se celebraban de día
Julio César en los momentos en que ordenaba sus cosas en su anfiteatro romano subterráneo, de acuerdo a sus respectivas y exactas jerarquías, no se distraía recordando a su novia Magdalena.
Sí, se llamaba Magdalena su novia por una obra de la arquitectura de la comunidad de Sevilla (España), la iglesia parroquial de Santa María Magdalena, que data del siglo XIII, en el año 1248 de su construcción.
Magdalena era rubia, como los pelos de los yelmos que tenían los gladiadores, con una linda imagen ya que Julio César veía en ella a la figura de la emperatriz romana, la esposa del César.
Pero desgraciadamente para Julio César Magdalena tenía serios retrasos psicológicos, con una mentalidad santa e ingenua, ya que a los diez y ocho años, tenía la forma de pensar de una niña de siete; porque le gustaba jugar con los gladiadores del circo romano entre sus juguetes favoritos, y escuchar por poco tiempo, las historias que Julio César le acostumbraba a contar, antes de dormirse. Narraciones del anfiteatro romano, que era un tipo de edificio público de dicha civilización, utilizado para espectáculos de gladiadores y venationes, o lucha de animales. Por consiguiente, Julio César contaba entre sus favoritos a los construidos en Etrunia y Campania del siglo II antes de Cristo. Julio César además le contaba a Magdalena que la diferencia más notoria entre el anfiteatro romano y el teatro romano clásico, es que el anfiteatro romano es de forma circular u ovalada; mientras que el teatro romano clásico es de forma semicircular, y por otra parte el circo romano es utilizado para carreras, con forma elíptica.
Entre las largas conversaciones de la cultura romana que tenía Julio César con Magdalena, su tema favorito consistía en el anfiteatro romano más conocido que era el Coliseo de Roma, llamado “Anfiteatro Flavio”. En honor a la Dinastía Flavia, porque tenía una gran estatua, el Coloso de Nerón; siendo construido por el emperador Vespasiano entre los años 70 y 72 después de Cristo en el siglo I, en el centro de Roma. Fue el anfiteatro más grande construido en el imperio romano, terminando su edificación en el año 80 después de Cristo, por el emperador Tito; (y modificado durante el reinado del emperador Domiciano). Su inauguración duró 100 días y consistió en sangrientas contiendas de gladiadores y fieras, por la diversión del pueblo romano. Poseía una capacidad para 50.000 espectadores, con 80 filas de gradas, y los que estaban cerca de la arena eran el emperador y los senadores, y a medida que se ascendía se situaban por los diferentes estratos inferiores sociales. En el coliseo se llevaban a cabo luchas de gladiadores, y espectáculos públicos, además de caza de animales, ejecuciones, recreaciones de famosas batallas y obras de teatro de la mitología clásica, que duraron quinientos años, celebrándose los últimos juegos de la historia en el siglo VI. En la actualidad está considerado como uno de los monumentos más famosos de la antigüedad clásica, declarado en 1980 Patrimonio de la humanidad por la Unesco. Pero a Magdalena le aburrían incansablemente estas historias, que le apasionaban a Julio César, y que le acostumbraba a contar antes de dormirse.
La ubicación de la casa de Julio César, que se situaba en el campo, era la misma que tenía el anfiteatro romano, vale decir al centro, igual que en Roma. Donde hay dos calles principales que cruzan la ciudad de parte a parte: El cardo con dirección norte-sur, y el decumano, con dirección este-oeste. Como en la antigüedad, la misma que tenía el anfiteatro romano, y que esta ubicación daba al centro de su campo, que peyorativamente le decía Roma. La casa contaba con pisos de madera, patio interior, exterior, ventanas y balcones.
En la noche, los ladridos de Emperador hacían eco en todo el campo; al mismo tiempo que el capataz Centurión llevaba el fusil como el tridente, similar a la costumbre de los gladiadores romanos, ya que su tarea consistía en cazar al lobo.
Mis padres no estaban ese verano, pensaba Julio César, porque salieron en viajes de negocios como quien visita al César, ya que eran las fechas de los juegos romanos, como se habrían celebrado en tiempos de antaño.
Julio César después de haberle dado las instrucciones al capataz Centurión de cazar al lobo, toma su caballeriza real y se dispone a realizar el comienzo de su trayecto hacia el Coliseo. Pero en la ruta realiza una mala maniobra, entre el ruido de su caballeriza real y el asfalto del camino y se golpea su cabeza en una rama. Claro que como llevaba su casco como yelmo, el daño no fue tan notorio; por lo que Julio César cae al suelo ileso, recriminándose en sus divagaciones mentales: Estoy concluyendo, que el haberme influenciado por los romanos, al consumir vino con especias, seguido de lo que podrían haber sido hongos alucinógenos que los gladiadores usaban de anestesia, para el dolor después de sus combates, no fue bueno. Mientras se frotaba su cuerpo de dolor.
Pero como Julio César no tenía en su poder, hongos alucinógenos, acostumbraba a consumir para ocasiones de fiesta pastillas de “éxtasis”. Fáciles de conseguir y canjear como denarios en las noches de bohemia de los bares; que le provocaban alucinaciones, recordando la película “Gladiador”, el lobo, las historias que le acostumbraba a contar a Magdalena, las estrellas luminosas del Coliseo, la arquitectura romanticista donde el arte huye de la belleza exterior para buscar la interior; porque de esta forma el arte predomina por sobre el ser. Julio César también divagaba con la arquitectura romana, destacada por lo grandioso de sus edificaciones, su solidez que la ha hecho perdurar en el tiempo, siendo las construcciones muy semejantes unas a otras, y con mucha distancia entre ellas, (como la distancia que existía de la casa de Julio César al Coliseo). Porque la arquitectura romana, tiene su origen en la etrusca, influenciada por la griega, después de las guerras púnicas del año 146 antes de Cristo; entonces Julio César nunca pensó que al dirigirse al Coliseo, iba a una contienda como la de los gladiadores romanos con seres pintados, propio del actual arte de las juventudes que se suelen teñir los cabellos; como los antiguos yelmos que utilizaban los luchadores de la antigüedad.
Una vez que Julio César recuperó la conciencia, despertó con dolor de cabeza, y yacía tendido en el suelo, con la caballeriza real aplastándole las piernas, se paró se puso su casco, (que creía que era un yelmo) y se dirigió al Coliseo.
En el trayecto llegó hasta el arroyo para cruzarlo por el puente. Volteó la cabeza que le zumbaba, apagó el motor de su caballeriza real, se bajo y contempló el agua. Recordando la novela “Yo Claudio”. Al ver su reflejo en el arroyo, notó que se había puesto el casco en la cabeza, y en el agua cristalina como de fuente medieval, vio como una predicción que tenía puesto un yelmo de gladiador. Subió a la caballeriza real y viajó del lugar donde estaba el arroyo hasta el Coliseo.
En su interior habían pasillos con puertas de acceso, ya que a los teatros romanos no se accedían por las laterales, (sí con los griegos), sino por las puertas o “vomitorios”. Establecidas por el emperador Domiciano en la antigüedad. El nombre del bar El Coliseo fue por sus proporciones y en homenaje a una estatua de bronce de Nerón, que decoraba la sala como circo romano. Las gradas, que eran puestos inferiores más cercanos a la pista, estaban reservadas a los senadores, las situadas encima de ellas a los caballeros; en las demás las gentes del tercer Estado, y las damas con los hombres.
Entre toda la multitud de espectadores que había esa noche en el bar el Coliseo, Julio César se abrió paso en la medida que el público lo dejaba, porque los habitantes del pueblo correspondían a los espectadores, quedándose en los asientos del emperador, vale decir su mesa reservada, ya que las otras mesas de alrededores, las ocupaba otros espectadores, y en la antigüedad correspondían a la familia del César, y a los senadores; en ese especial lugar reservado ya que Julio César antes de salir, había tenido la precaución de llamar al celular del portero del bar el Coliseo.
Y tenía sus ubicaciones diferentes a las graderías donde estaban los palcos, que los emperadores hicieron para ellos y sus acompañantes. Cuando llegó al coliseo las estrellitas circulaban en la pista cambiando de color; y reflejándose en el gran cetro circular metálico, parecido al del emperador romano que usaba para los premios de los gladiadores que vencían.
Mientras tanto en la casa de Julio César, el capataz Centurión recorría la comarca con su rifle y tiros en el hombro izquierdo, por la costumbre de los gladiadores que así cargan su tridente para dar cacería al lobo.
Después de una ardua travesía entre el público, Julio César ya logra tomar ubicación en su localidad especial. Por supuesto las cervezas y el vino con especias, según la antigüedad no podían faltar en una noche celebración, ya que ese era el consumo cotidiano de los gladiadores que sobrevivían al circo romano. Entre el sonido de la música, Marco Antonio le dice a Julio César que andan jóvenes punk dando vueltas, ya que en sus cabezas se logra ver como yelmo los colores teñidos de su pelo, y el peinado tipo mohicano igual que los cascos de los gladiadores; en una actitud agresiva.
Se desplazaban por los alrededores de las afueras del coliseo, en sus respectivas caballerizas, pero no eran reales como la Yamaha de Julio César. Tenían otras monturas y banderines de alforjas, estacionadas afuera y sus jinetes estaban en otra localidad circular, reían y consumían vino con especias, al igual que Julio César. Usaban chaquetas de cuero negro, y algunas recortadas en sus mangas, como cotas de maya, además de medallones de la suerte para los combates de los gladiadores, según viejas leyendas.
Los seis tenían peinados tipo mohicano, cortados a los lados, calvos y pintados colores rojos, como los cascos de la antigüedad, similares a los yelmos de guerreros romanos como los de la novela “Yo, Claudio”. El rock se escuchaba por la pista circular, como si se tratara de una arena caliente al sol, una arena donde se enfrentaban los gladiadores, y afuera en la entrada se veía el letrero luminoso que decía bar “El Coliseo”.
Por otra parte el lobo merodeaba el campo, al mismo tiempo que el capataz Centurión dispara al aire, para tratar de ahuyentar al lobo, y en esos momentos de tensión piensa, “quizás podrá atacar a Magdalena, o está en problemas”; entonces en una nocturna carrera se dirigió al campo. El lobo al oír el tiro, corrió por la puerta trasera de la biblioteca de la casa de Julio César que estaba abierta hacia el campo. En eso el capataz Centurión llega por su lado derecho, y el lobo le pasó rozando desapareciendo en la espesura de la pradera, sin poder cazarlo.
En el Coliseo los amigos de Julio César no pasaba de la primera ronda pero Julio César estaba mal. ¿Le habría afectado el viaje?. ¿El golpe?. ¿La lectura de la obra “Yo, Claudio”?. ¡No!. Estaba mareado y es porque había caído víctima de las ilusiones etílicas, ¡encerradas!, en su envase de cristal. Más el efecto de las pastillas de éxtasis. En ese momento, cae a la mesa adonde estaba Calígula, un botellazo de la otra mesa que decía: ¡Son unas plastas!. Volcando los tragos. Al mismo tiempo que unas miradas de odio se cruzaban de mesa a mesa.
Octavio Augusto intentó controlar la situación si les reponían el vino con especias, pero fue inútil. Marco Antonio ya estaba listo para luchar, y Julio César no sabía qué pasaba, había escapado de la realidad, desfilaban imágenes en su mente, viéndolo todo color negro, como la más oscura de las noches, en una dimensión perdida entre el tiempo y el espacio.
La contienda era cruenta, los gladiadores amigos de Julio César ya estaban de pie, y los romanos contrarios con pelos en sus yelmos listos, para iniciar el combate como se acostumbraba a realizar en el circo romano, además ya se habían saludado. Claudio escuchaba rock, que a Julio César le parecía el alboroto del público, y los gladiadores contrarios blandían sus armas blancas, (que como filosas espadas) eran cuchillas y cadenas, como las que usaban los gladiadores con una boleadora.
Se inició la lucha con un bloqueo que Julio César le hace al primer atacante, mientras que Aquiles lo aturdió a golpes de puño en su cabeza, destrozándole parte de su cabellera roja. Marco Antonio esquiva a uno que lo quiso apuñalar con su daga, haciéndole una llave para luego romperle el brazo. Atacan a Calígula con un cadenazo, y el atacante es contrarrestado por Octavio Augusto, con una silla de las tribunas para dejarlo inconsciente.
Otro contrario atacó a Aquiles, pero fracasa por ser interceptado por Marco Antonio, ya que Aquiles no caminaba bien producto de haber recibido una herida en el talón. Los últimos dos gladiadores en la arena circular, desenvainan sus dagas y se toman espalda con espalda, por la antigua formación de defensa, propia de los gladiadores acorralados.
Pero no les valió esta maniobra, ya que Octavio Augusto, Pericles, Calígula y Marco Antonio son hábiles luchadores en técnicas cuerpo a cuerpo, dejándolos aturdidos a golpes de pies y puños.
Julio César no se sentía bien, todo le daba vueltas, perdía el equilibrio. -¿Qué te pasa?, - le preguntó Pericles. ¡Na……da!, dijo tartamudeando, y en ese momento se le nubló la vista, lo vio todo color negro, para desplomarse de espaldas en la pista, que halló blanda como una caliente arena circular propia del circo romano.
Mis amigos disfrutaban del rock -pensaba Julio César-, mientras lo miraban ahí tendido de espaldas, ya no pensaba en Magdalena, en el Capataz Centurión, en atrapar al lobo, en sus historias del circo romano, ni en su viaje al coliseo. Mis amigos me contemplaban como yo estaba ya en el suelo, escuchando como la multitud aclamaba mis hazañas; y mi mente caía en un profundo silencio, oyendo exteriormente el rock. Era un silencio oscuro, tenebroso, nocturno, y cansador dentro de Julio César, en ese sangriento, arenoso, caliente, y musical círculo de la muerte.

MUNIR
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LA VOLUNTAD DE LA REINA
Ya estoy cansado de esto. Es verdad lo que dicen: al que no quiere caldo le dan dos tazas, pero en mi caso han sido tres.
Siempre había querido salir de Tántar a ver a los ogros, orcos, dragones o cualquier criatura de esas que nos “protegen”… tanto lo quisieron que se han multiplicado y ahora estamos en guerra por nuestro territorio. Nunca antes había visto a un grifo y ya he matado a diez; no había visto a un dragón y por poco me come uno, y un segundo me ha dejado una cicatriz en la espalda; he visto cientos de criaturas, más de las que imaginaba que existían. Pero lo que nunca he llegado a ver en tres guerras es a una Viuda Negra.
Ellas son las mentes maestras detrás de todo ataque contra Tántar, las causantes de todos los temblores de tierra que han amenazado con destruir la ciudad. Llevo diez días buscando la entrada principal a las cuevas donde viven, mi huargo ya me mira con cara de pocos amigos cuando le voy a poner la montura… realmente quisiera darle un descanso, pero es el único que puede olfatear a las Viuda Negras desde la superficie.
-¿Qué pasa, Draco? ¿Qué es?
Draco estaba enseñando los dientes al lago donde estamos abrevando. No se veía nada extraño, traté de tranquilizarlo hablándole pero no dio resultado.
-Mira, bobo, para que veas que no pasa nada, voy a nadar hasta esas rocas en el centro del lago.
Había acabado de introducir el pie en el agua cuando se congeló. Dos freezer aparecieron de entre las rocas, resbalando por encima del hielo y riéndose a carcajadas con las cuchillas preparadas para cercenarme el pie y acabar conmigo después.
-¡Draco, mi espada!
Como habíamos practicado, Draco corrió hacia mí y fue cuestión de un segundo sacar mi espada de la vaina, romper el hielo que me aprisionaba el pie y ponerme en guardia para repeler el ataque de los freezer. Al ver que me había librado comenzaron a dar vueltas cerca de la orilla del lago incitándome a que entrara al hielo. No tenía intenciones de obedecerlo pero tampoco de irme: los corazones de freezer son valiosísimos en varios mercados negros dentro y fuera de Tántar. Al ver que no hacía caso a sus provocaciones comenzaron a lanzarme carámbanos de hielo largos y filosos como puñales. Como si nos hubiéramos hablado, Draco y yo nos posicionamos en partes diferentes de la orilla. Con la espada en mano comencé a romper el hielo a mandoble.
Cayeron.
Trataron de cogerme cuando rompía el hielo y se me acercaron de frente. Como un rayo me pasó por encima Draco y le rompió de un mordisco el cuello y resbaló sobre su cuerpo hasta que este paró. El segundo freezer miró hacia atrás, hacia donde se encontraba el cuerpo de su compañero. Aproveché su distracción para lanzarle una rama a las cuchillas que tiene por pies, él de un salto la esquivó y ahí fue cuando con espada en mano le salté encima y nos enredamos en al aire y caímos rodando en el hielo. Justo cuando le iba a encajar la espada en el estómago me habló. Que sorpresa la mía al oír su voz, criaturas más inteligentes como los dragones, unicornios y Huargos no lo hacían, así que me dispuse a oír lo que tenía para decirme.
-Tengo información que puede interesarte.
-Dímela entonces mientras tengas lengua.
-Sé cómo puedes entrar a la cueva de la Viuda Negra.
-¿Cómo es eso posible?
-Porque soy su guardián.
Aquello me dejó más estupefacto que el hecho de tener un freezer hablador.
-¿Dónde está?
-Eso tiene su precio.
-Tienes una espada en el pecho, me parece que no estás en condiciones de negociar.
-La tengo si es que quieres entrar y salir para contarlo.
-¿Cuál es tu precio?
-Tu palabra, dame tu palabra que me vas a dejar ir
Lo miré con desconfianza pero al final accedí.
-La tienes. Ahora dime dónde y cómo se entra…
Me contó que nunca nadie ha podido penetrar en la cueva de las viudas porque las verdaderas entradas están bajo agua; todos los túneles a los que se acceden por la superficie son simples trampas para capturar la cena. Los verdaderos están a veces a cien metros por debajo.
Terminando de hablar, blandí mi espada contra su congelado cuello, haciendo a su cabeza volar hasta donde estaba Draco. En el poco tiempo que demoró el lago en descongelarse les saqué los dos corazones y coloqué a cada uno en una cajita hermética. Draco me miraba con ojos tristes.
-Es simple, Draco, lo tuve que matar porque era la única manera de poder entrar a la cueva. En el momento de congelar el lago se debe de haber cerrado parte del túnel de entrada. Éramos blanco fácil de cualquier ataque… además le di mi palabra, pero no le dije de qué.
Entro a la cueva solo. Draco se quedó en la orilla vigilando y esperándome a mí o a lo que salga de entre las rocas. Tal como había predicho, el túnel de entrada tenía forma de U y el mismo se encontraba cubierto de agua. Me sumerjo para poder continuar mi camino. En esa parte del túnel, la altura aumenta hasta convertirse en una cueva así que puedo seguir de pie. La oscuridad es total. Tengo miedo de alumbrar demasiado, pero es más peligroso seguir a oscuras. Saco entonces de mi bolsa un cuerno de unicornio que emite la luz justa que necesito para guiarme. El olor a carne podrida inunda la cueva corrompiendo el poco oxígeno que había, el rastro de restos de cadáveres es más que evidente a medida que avanzo, están esparcidos por doquier y el olor cada vez más fuerte anuncia la cercanía a la cámara principal. De pronto, la temperatura aumenta considerablemente y una luz ondula en la pared, ahí donde es la curva era más abrupta. Desenvaino la espada y la guardo de nuevo, en vez de ella escojo mis dos gladios que son más factibles para el poco espacio de la cueva, doblo la curva esperando la lucha y…
Nada
Solo dos fogatas a ambos lados. Sigo avanzando alerta, esperando a aquel que encendió las llamas, ya el oxígeno se va agotando, paso por entre las hogueras y se despiertan. Dos criaturas de fuego se levantan y arremeten contra mí, de un salto esquivo el primer ataque y me corro contra la pared. Las criaturas se me quedan mirando un momento con ojos rojos, me señala una con el brazo, abre la boca y el brazo sale disparado hacia mí, de milagro escapo y ruedo lo suficiente rápido para de un tajo cortarle los pies. La criatura cae envuelta en un mar de chispas. Como un tigre esquivo un latigazo lanzado con malísimas intenciones, cojo una roca y trabo el látigo con ella. El calor extremo hace que se me haga una ampolla en la mano, piso la roca con mi pie y de un golpe corto a la criatura en dos.
Arrastrándome, me recuesto contra la pared a coger un poco de aire. Estos seres con sus llamas inextinguibles han consumido casi todo el aire y ya cuesta trabajo respirar. Me propongo observar sus cadáveres, me acerco a ellos, miro a uno y me abre los ojos. Las llamas casi muertas hasta ese momento crecen hasta hacer desaparecer mis pestañas, los dos cuerpos se unen en uno solo más grande que los anteriores. Ruedo sobre mí en busca de los gladios y en vez de ellos lo que encuentro son los corazones de los freezer, ¡claro! Agua, o en este caso hielo… Rápido como un rayo cogí mi gladio, esquivé un mazazo de llamas que rompió parte de la pared, corrí hasta el otro extremo de manera que le gano las espaldas y se la desgarro con el gladio, y en el hueco abierto le encajo los corazones de los freezers. Mi brazo no salió muy bien de aquello y mis pulmones tampoco, corrí y me separé lo más rápido que pude de las llamas y desde el suelo observé antes de desvanecerme por la falta de oxígeno cómo la criatura despedía una mezcla de vapor, se retorcía dando tumbos contra las paredes hasta caer… Eso fue lo último que vi.
Abro los ojos y aspiro una bocanada de aire como si me estuviera ahogando. El oxígeno se ha normalizado y la oscuridad es total, busco a tientas mi bolsa, la encuentro y saco el cuerno de unicornio. El camino que sigue es todo bajada, tengo que caminar despacio ya no solo para vigilar a mi alrededor, ahora también para no caer. Llevo descendiendo casi cinco minutos y veo al final del túnel algo que brilla, la entrada a la recámara era una telaraña luminosa por todos los bordes de la entrada haciendo imposible ver hacia adentro sin acercarte. Con la espada me abro camino a través de la telaraña, entro a la habitación y la veo.
La Viuda Negra.
Es hermosa: cuerpo de plata, de dos metros de alto, cabello rojo sangre igual a sus ojos, su pubis está cubierto de escamas de hielo plateado, pechos generosos y sus cuatro piernas cubiertas de un vello luminoso. En el techo estaban lo huevos pegados a la red de telaraña. Ella está apoyada en la brillante matriz de sus huevos, fuente de toda la luz en la cueva. Me miró sin moverse y su cabello se encendió como una antorcha, haciendo que su piel emitiera reflejos plateados por las paredes.
En tres pasos llego a ella, su cabello cayó nuevamente sobre sus hombros, sus piernas se doblan, su vientre poco a poco se va curvando y sus manos agarran mi rostro:
-Ya era hora que llegaras-dice.- Te he estado esperando, mi rey.

ABEL GUELMES ROBLEJO
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LA VIDA ROSA
Todos miraban al cielo mientras caían hermosos copos rosas sobre sus cabezas ¡Qué apetitosos parecían! Su aroma se extendía por todo el país de los cuentos y los ogros, hadas, princesas, trasgos, dragones, duendes y brujas, todos querían probarlos. El terrible ogro, acostumbrado a comer niños y cachorros de animales, no pudo resistir la tentación y cogió un puñado en sus manos para metérselos en la boca. La princesa Margarita, la más bella del todo el país, ésa que nunca comía chucherías para no mancharse, los guardó en el bolsillo de su delantal y se los llevó a casa para cenar. El dragón Félix, el mejor y más audaz dragón volador, ganador de todas las carreras y comedor insaciable de barritas energéticas, abrió su gran boca, la llenó de copos y la cerró. Los trasgos, como eran muy tragones, engulleron todos los que pudieron. Incluso la bruja, que había salido al bosque a recoger plantas para preparar el veneno de las manzanas, se olvidó de su tarea y comenzó a recoger los copos rosas que caían del cielo. Y así, poco a poco, todos los habitantes del país de los cuentos probaron tan suave y exquisito manjar. Cual sería su sorpresa, cuando después de unas horas, todos empezaron a ver rosa. Donde antes habían visto árboles, arroyos, flores y amigos, ahora sólo veían una especie de niebla rosa. Esperaron a la noche, pensando que la niebla desaparecería y verían el cielo. Pero no fue así, simplemente la niebla se oscureció y aparecieron las estrellas. Todos estaban asustados. ¿Qué les había pasado? ¿Ya no volverían a ver nunca? ¿Qué podían hacer? Sólo había una solución, subir a la montaña mágica y llamar al gran mago Merlín. Merlín era el mago más poderoso del país y seguro que sabría qué hacer. Juntos, todos los habitantes del país de los cuentos ascendieron hasta la cima de la gran montaña mágica y comenzaron a gritar una y otra vez el nombre de Merlín: “¡MERLIN!”. Pero Merlín no apareció, y después de esperar unos días, todos se sentían hambrientos y cansados, y decidieron bajar para comenzar una nueva vida. El ogro ya no comía niños sino las exquisitas frutas de su jardín. Margarita no podía ver el vestido que llevaba puesto, así que poco a poco se olvidó de las manchas y disfrutaba tumbándose en la hierba. El dragón Félix ya no volaba, se dedicaba a ayudar a los demás en las tareas más duras. Los trasgos olvidaron lo feos que eran y se creían muy guapos y apuestos. Lo curioso es que los demás también lo empezaron a creer y todo el mundo los amaba. La temida bruja dejó de cocinar los venenos para manzanas y comenzó a fabricar perfumes. Y así pasó mucho, mucho tiempo, tanto, que aunque parezca sorprendente, todos olvidaron lo que eran.
Un día 25 de Abril, Merlín volvió. Había estado muchos años jugando una reñida partida de ajedrez con su primo el mago Artabán, y por eso no había acudido a la llamada de sus amigos. Merlín quedó muy impresionado al ver la terrible enfermedad que aquejaba a todos los habitantes del país, y rápidamente cogió su varita y dijo las palabras mágicas “Salutín Salatón” para devolverles la salud. Por arte de magia, la niebla rosa que hasta entonces les había nublado la vista desapareció y todos comenzaron a ver de nuevo los árboles, los arroyos, las flores, los amigos y a ellos mismos. Al verse reflejados en el agua, los ogros recordaron quiénes eran y que su deber era cazar y comer niños. Margarita recordó que era una princesa y dejó de revolcarse en la hierba. Félix comenzó a entrenar para ganar todas las carreras y se olvidó de sus amigos. Y la bruja cerró su tienda de perfumes y volvió a fabricar veneno. Los que peor lo pasaron fueron los pobres trasgos, que durante mucho tiempo se habían sentido guapos y admirados, y ahora volvían a ser feos y antipáticos. De esa manera, todo volvió a la normalidad.
Pero la normalidad no siempre es sinónimo de felicidad, y los habitantes de país del los cuentos no pudieron olvidar su vida cuando sólo veían rosa. La alegría inicial que sintieron por haber recuperado la vista, se fue transformando poco a poco en añoranza. Ese año, cuando acabó el verano, todos los habitantes del país de los cuentos se volvieron a reunir en la cima de la gran montaña mágica para pedir a Merlin que hiciese llover los copos rosas de nuevo.

ASUNCIÓN FUENTE
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ENTREVISTA CON EL FANTASMA
Le pregunté al fantasma que se apareció de repente, en el medio del pasillo. Le detuve un momento.
Las alfombras bajo sus pies de metal líquido, humeante, y el movimiento de su sábana de cuento de niños sonando como los dedos que acarician la boca llena de dientes con caries de un piano.
Le dije que si dolía, le pregunté que si lo aceptó como un tesoro se acepta en el fondo del mar, con todo el oro muerto en los estómagos de gusanos con colas verdes y azules y ojos de salmuera. Le pregunté que si le pesaba lo que tenía debajo y levantó ese mantel blanco que me dolía en los párpados, y que contaminaba las paredes del pasillo de un azul eléctrico, ahuyentando los mosquitos que se colaban por la axilas de las ventanas.
Le pregunté si se difuminaba bien con el ambiente de aerosoles y con las estrellas alcohólicas de las noches de sábados. Le interrogué para saber si se había enamorado de una de esas muchas viudas que observaba en silencio, con un dedo en los labios, dentro de los armarios teñidos de verdes chivatos en vestidos de algodón y de seda rota. Diseñé un interrogatorio continuo, mientras mis brazos temblaban dormidos al lado de las caderas, colgando como cadáveres en una horca en medio de la plaza de la República Francesa.
Le pregunté si notaba dolor, si le habían dañado hasta mil veces sobre la piel sobre el cerebro; pensé que había extirpado sus pensamientos hasta convertirlos en una lasaña, donde todas las caras eran el fundamento y la razón de la comida de los gusanos. Ya vivos. Agonizando bajo la lluvia de todos esos paraguas de colores vivos, que parecían que burlaban la muerte de allá arriba, con sus caras pintadas y sus elásticos y sus palos levantados al infinito. Quise saber si le dolían las palabras en los poemas, si sentía la sangre que ya no tenía en las venas, si se vaciaba poco a poco cuando subía las escaleras retorcidas del recuerdo, hacia dentro. Le pregunté si los sonidos de los caracoles cuando beben los ríos que surcan la tierra en dos seguían siendo escuchados por sus oídos de burbujas de agua.
¿Era, en ese tiempo inconsciente en el que se movía aleteando sobre los centímetros de angustia que giraban su suelo, todavía un maniquí destrozado y olvidado por todos los molinos de viento, y por todas las bandejas de entrantes en los mejores lugares de comida india? ¿Ejercía el oficio de modisto de tambores mientras palidecía un poco más a la luna que le decoraba los miembros de aire con blanco sepulcral y con tinieblas de ojos de anciano?
Le pregunté si los ratones le carcomían las puntas enredadas que volatilizaban sus palabras podridas, sus dedos secos y abiertos al hambre de siglos errando; si en las plazas de música medievales aún quedaba el recuerdo de las barras de pan duras que espantaban a las palomas. Si aún sentía todos sus rostros escondidos en charcos de agua y en huellas en el suelo, y si le dolía ver a las niñas con estrellas en el pelo, soplándoselas muy fuerte para que sirviesen de carburante a los coches biológicos luchando sobre la autopista.
Le pregunté mientras callaba y sonreía, muerto, a mis dudas que surgían como cabezas de extraños vecinos en los tendales de un edificio, pendiendo, llorando por el cielo de cemento lleno de pinzas de ropa que bajo ellos acumula los cadáveres de mariposas y de hormigas muertas por exceso de migajas de pan.
Le interrogaba continuamente hasta que mi voz se acostó con el viento que nos separaba, y se pegaba a los retratos del pasillo y abrazaba las alfombras rojas que ejercían de tiritas para todas esas pisadas de tacones tibios sobre el mármol plano.
Le pregunté.
Y el fantasma me miraba con el vidrio de su cara y con la sábana elegante que en todos los dibujos es el uniforme de un fantasma por excelencia. Si no, no es fantasma. Le preguntaba y él no lloraba ni discutía, ni siquiera comentaba cómo se le torcía la columna antivértebras cuando caminaba despacio sobre fuentes de barro.
Se deslizaba sin moverse, y corrían sus velos bajo la tormenta de mis preguntas, enfadadas, y bebidas de ira y de tabaco. Le pregunté y sólo la noche parecía escuchar los lamentos que ese alma despertaba bajo el peso de una tela que era más infinita que temporal, y más espiritual que vagabunda.
Le pregunté.
En una entrevista que me hacía a mí mismo.
Delante de un espejo.

DRÍADA
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EPPUR SI MUOVE
Aunque se sentía impaciente luego de aquel descubrimiento, por un tiempo físicamente incalculable lo embargó la belleza de ese paraíso donde se encontraba. Era un astrónomo de los seres inteligentes que habitaban ese diminuto planeta verdoso y que volaba majestuoso, dotado de los atributos que le daban sus enormes alas.
Estaba indeciso en develar ese hallazgo, porque sus semejantes, consideraban que ese hermoso planeta en el que vivían era el centro del universo. Aunque se sentían sometidos a los designios de un Dios creador de todo lo existente, creían con soberbia que habían sido concebidos a su imagen y semejanza y que todo el cielo giraba en torno de ellos.
En el crepúsculo del pequeño día, el sol ya no se mostraba en el curvado horizonte anunciando la oscuridad que fue cayendo de golpe. Lentamente fueron apareciendo en el cielo nueve lunas de diversos colores, que generaban misteriosas sombras grises y azuladas en la noche.
Se posó en la altura de una roca y se abrigó acurrucándose en sus plumas mientras escudriñaba el cielo observando ese magnífico espectáculo, donde cada movimiento de los astros tenía un tiempo y espacio.
Entonces, hinchando el plumaje de su cuello, alzó su pico para emitir un canto sublime dirigido hacia el cielo, con toda la fuerza que fue capaz de juntar:
- Dios, he descubierto que nuestro planeta no está fijo en el centro del universo. ¿Que les digo a mis congéneres para convencerlos de su error en medio de tanta intolerancia? Por un instante escuchó el eco de su propio canto al que nadie respondió.
Sin embargo, después de un momento, divisó entre las nueve lunas, que algunas estrellas se abrían y cerraban, se agrandaban y achicaban, saltaban y se sumergían. Eran como pequeñas luces brillantes reflejadas en el cielo oscuro y poco a poco, fue percibiendo un murmullo lejano, que luego se fue haciendo voz.
- Diles “eppur si muove”, “eppur si muove”, le repetía Dios, que se reía en el cielo apoyado sobre las estrellas. Ya le había pasado lo mismo con un tal Galileo Galilei ante otros seres intolerantes y soberbios, que habitaban un pequeño planeta azulado, que sólo tenía una luna.

NÉSTOR QUADRI
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AUNQUE NO LO CREAS
Cuando terminó el show de nuestra amiga Ligia, en la plaza principal de aquel pueblo, Patricio y yo decidimos comprar dos pasajes para visitar la Isla Escondida. No queríamos irnos a dormir temprano. Estábamos de vacaciones y había que beber la noche caribeña hasta el final. Luego de unos veinte minutos en un barco deteriorado, por cierto, llegamos a la isla. Caminamos entre los árboles enormes, pisando hojas secas y disfrutando del encanto de la noche. Decidimos dar un paseo por la playa que se veía lo suficientemente atractiva como para que quisiéramos recorrerla.
Nos desplazábamos en silencio, contemplando admirados, el sendero de plata que construía la luna sobre la superficie del agua, compenetrados en la percepción de tanta belleza nocturna, cuando, súbitamente, Patricio señaló hacia el mar y yo comprobé, asombrado, que unas ondas peculiares perturbaban la tranquilidad marina. Luego, se produjo un extraño remolino y algo emergió de las aguas. No pudimos identificarlo, pero lo que fuese, salió y se deslizó sin ruido por la arena, perdiéndose en la selva. Nos miramos sorprendidos y Patricio atribuyó el fenómeno a los tragos que habíamos tomado en el bar. Yo no estaba tan seguro y sugerí que regresáramos a nuestro hotel. Mientras caminábamos hacia el barco, ambos miramos a nuestras espaldas varias veces, pero todo estaba tranquilo por allí.
El capitán nos comunicó la desagradable noticia de que su embarcación estaba averiada y no podríamos regresar hasta la mañana del día siguiente. Nos recomendó un hotel de confianza que se encontraba sólo a un kilómetro de allí. La idea de quedarnos en ese lugar no nos agradó demasiado, pero no habiendo otras posibilidades, emprendimos la marcha por un sendero apenas delimitado entre los árboles.
No sé si sería producto de lo que habíamos bebido, pero todo el camino sentí la perturbadora sensación de que miles de pequeños ojos seguían atentamente nuestro paso por ese paraje desolado. Me inquietó también el extraño silencio que cubría la selva. Al fin divisamos una luz lejana y al acercarnos nos encontramos con un hombre con una linterna en la mano, que nos acompañó hasta nuestro cuarto, muy humilde, pero refugio al fin.
Me dormí de inmediato, pero alrededor de medianoche sentí que Patricio me llamaba muy agitado, por cierto, y me señalaba hacia la ventana. Afuera se notaba algunas sombras en movimiento,
Nos vestimos sigilosamente y salimos. Entonces los vimos. Eran una hilera de hombres que se desplazaban rumbo a la playa. Con una sola mirada, acordamos seguirlos.
Ellos marchaban silenciosamente, llevando armas entre sus manos. Tomaron por un atajo que parecía abandonado y debimos luchar con las ramas que nos impedían el paso. De pronto, Patricio tropezó con una piedra y trastabilló, para nuestro infortunio, en forma ruidosa. Entonces el último hombre giró su cabeza y nos miró. Debo decir que sus ojos fueron el espectáculo más aterrador que contemplé en mi vida. Todo el odio y la ferocidad del universo estaban concentrados allí. El individuo fijó su mirada en Patricio, durante unos segundos y luego, afortunadamente, continuó la marcha.
Al salir del camino, los vimos subir en una lancha y luego zarpar sin producir ningún sonido. Nos quedamos unos minutos absortos, observándolos alejarse a la luz de la luna llena, cuando de pronto, el silencio se vio interrumpido por gritos, lamentos y maldiciones aterradoras, seguidos por varios chapoteos en el agua y finalmente toda esa escena desapareció en el aire. Volvimos entumecidos de frío y de terror por la senda principal al hotel y no pudimos pegar un ojo en toda la noche, preguntándonos quiénes serían esos hombres y qué estaban haciendo allí.
Al día siguiente, pudimos observar que al lado del hotelucho se levantaba una extraña construcción en ruinas, cubierta por la vegetación y junto a ella, los restos de un antiguo cementerio. Todo este cuadro produjo en mi interior cierta inquietud y rechazo.
Una vez en el barco, conversamos con el capitán sobre la historia de esa isla. El hombre entrecerró sus ojos azules, circundados por pequeñas arrugas en su piel curtida por el tiempo y fue develando el relato de una isla que era cárcel de extrema seguridad y de un día lejano de un verano de luna llena de 1960, cuando un grupo de criminales, sumamente peligrosos planeó cuidadosamente su fuga. Luego de reducir a sus carceleros, marcharon por la selva y mediante una lucha encarnizada, tomaron por asalto la isla y se apoderaron de una lancha.
Como eran muchos y la embarcación era pequeña, decidieron arrojar al agua a los heridos. Así lo hicieron, contemplando imperturbables cómo los tiburones, atraídos por la sangre, se hacían un festín con sus compañeros.
A pesar de sus recaudos, el peso de los prisioneros restantes era excesivo y la lancha finalmente se hundió. La mayoría de los prófugos murió ahogada y los que quedaban fueron apresados y trasladados a otras cárceles. El penal fue abandonado y el motín fue considerado la mayor rebelión de presos en la historia de ese país.
Cuando comencé a realizarle preguntas sobre la posible existencia de acontecimientos inusuales en la isla, el hombre titubeó un poco antes de relatarnos las leyendas que contaban los lugareños sobre sonidos misteriosos, siluetas borrosas en el sendero de la selva y desgarradores gritos y maldiciones en el mar, que se repetían una y otra vez, en las noches de luna llena, pero que él consideraba habladurías sin fundamento alguno.
Volvimos al hotel, conmovidos y sumergidos en innumerables interrogantes.
Luego de esta extraordinaria aventura, no volví a ver a Patricio, ni a tener noticias suyas. La última vez que me contactó telefónicamente, me confió que estaba pensando en volver a la isla llevando esta vez, consigo, una cámara. Luego de un tiempo, traté de ubicarlo en los sitios que frecuentaba para que me contara el resultado de su aventura, pero no tuve éxito alguno.
Diez años después de estos hechos, recibí la inesperada visita en mi departamento en Buenos Aires de Ligia, quien luego de saludarme brevemente, me mostró un ejemplar de una revista de historias marineras, donde se relataba los hechos ocurridos en 1960 en la isla. Entre otras fotografías se encontraba la del fugitivo que nos había mirado en forma tan extraña, el cual había fallecido durante la represión y otra que mostraba, vestido con su uniforme, el rostro del jefe del penal, el cual me resultó increíblemente familiar. Cuando ella se arrojó en mis brazos sollozando, comprendí con asombro, que ese amarillento retrato no era otro que el del abuelo de nuestro pobre amigo desaparecido.
En ese instante los terrores nocturnos, los gritos escalofriantes, toda aquella espantosa escena volvió hacia mí y sin darme cuenta, me desvanecí.
Desde ese infortunado día he perdido casi por completo el sueño, aquella mirada perversa permanece clavada en mi alma y ningún médico de la tierra ha logrado que yo deje de esperar cada noche de plenilunio, que esos hombres regresen por mí.

SUSANA ANGÉLICA ORDEN
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AMOR CORRESPONDIDO
Porque quería huir de ti tuve que sufrir. Para poder pasar el tiempo sin volverme loco, mi ingenio dio lugar a unas prácticas muy variadas. Lo que ocurrió mientras intenté escapar de tu influencia es lo que te voy a contar ahora.
Lo primero que se me ocurrió fue poner muelles por toda la casa. Funcionó bastante bien y, como te digo, me ayudó a seguir adelante en mi estúpido proceso de seguir sin ti. Coloqué muelles enormes por toda la casa, sobre todo en la entrada. Y nada más pasar la puerta, apenas dentro, empezaba a rebotar por todas las paredes y en todas las direcciones. Cada vez cogía más velocidad y enseguida podía verme a mí mismo distorsionado en los rebotes anteriores. Como la imagen de mis otros yoes se difuminaba mucho, no podía distinguirme y parecía que había muchísima gente en casa. Funcionó a la perfección; era tristísimo llegar a casa y verla deshabitada. Además, me ayudaba a conciliar el sueño, del cansancio que me provocaba tanto rebotar. Y también el hecho de pensar que habría alguien al día siguiente, aunque luego no fuera así. A las semanas, los vecinos empezaron a quejarse del alboroto de las “fiestas” que me montaba, así que tuve que optar por un plan más tranquilo.
Entonces me compré unos hamsters. Pensé que me harían compañía y formarían una familia en la que yo pudiera ser algo partícipe, pero ocurrió todo lo contrario. Me hacían sentir aún más solo, ya que formaron ellos (eran dos) una familia con cinco crías, y obviamente, no tenían hueco ni tiempo para mí. A raíz de esto se me ocurrió que podía hacer lo mismo con la vajilla de mi casa. Lo mismo, es decir, formar una familia. Una vajilla siempre había sido para mí algo así: los platos de comida son los padres, los platos de postre los hijos, y los platos hondos los abuelos. Les pinté unas caras con sus sonrisas y ya tenía toda una familia en casa. Bueno, a los abuelos les alquilé un piso cerca para que no tuvieran que soportar tanta juventud y agitación. Ellos se portaron mucho mejor entre ellos que los hamsters, y conmigo también, claro. Estaban siempre que les necesitaba. Todo perfecto, hasta que un día se me cayó un plato al suelo. Esta idea no siguió adelante: peor que tu compañía era soportar una nueva derrota.
Tras estos tropiezos y con mi ingenio por los suelos, apareció ese ser que ha renovado a tantos hombres a lo largo de la historia y que aparece en tantas cartas. Sí, una mujer.
Quizás me precipité la primera vez que fui a visitarla, pero mis ansias solas mueven al resto de mi cuerpo. Primero tenía que asegurarme de que estaba sola. Como vivía en un décimo, para comprobar si lo estaba, tenía que asomarme por la ventana. Era complicado llegar hasta allí, pero no imposible. A base de muchos experimentos químicos realizados durante unos dos años, desarrollé una mutación en mi cuerpo que me permitió volar, aunque fuera durante unos minutos, hasta su piso. Realmente no funcionaban muy bien estas alas, o como queramos llamarlas. Me hacían ir dando golpes con casi todos los áticos que había en el camino de su casa a la mía y tenía que beberme cada poco rato dos líquidos: uno para que tuvieran fuerza, y otro para que se encogieran hasta que eran apenas visibles, solo dos granos en mi espalda . A veces pienso que esas alas nunca existieron y era yo saltando de ático en ático impulsado por mi emoción. El caso es que el día que coincidió que estaba en casa, no estaba con su novio y tenía la persiana subida, me emocioné tanto, que en un gesto de nerviosismo se me cayeron las botellas con los líquidos. Así que tuve que pasar toda la noche esperando, y a la mañana siguiente, aguardé a que saliera de casa, y llamé a los bomberos para que me bajaran de allí. Vino también la policía y me dijo que no podía ir por ahí con las alas, que estaba prohibido volar. Les pedí que me enseñaran una ley o lo que fuera, donde pusiera algo al respecto, y así lo hicieron. Resulta que hay un punto en la ley en el que se prohíbe volar aunque se haga por amor, aunque extrañamente no añadan nada sobre hacerlo bajo los dominios del alcohol u otros productos. No me imaginaba que a nadie se le había podido ocurrir hacer una ley así. No pasó nada más; en el fondo vi que los policías lo sentían por mi situación. Después de eso, tuve que extirparme las alas totalmente.
Esta parecía la última de mis hazañas para evitarte, pero aún me quedó ingenio. Ya se sabe, por amor o hambre uno se inventa lo que sea. Además, mi relación con esta chica fue a más, aun sin tener yo que hacer grandes apariciones nocturnas volando por la ventana de su décimo piso. Me empezó a hablar mucho de ella y de su novio. Estaban pasando una mala época y yo era un gran apoyo. Como grababa todas las conversaciones, podía estudiarlas luego en casa. De esta manera llegué a la conclusión de que el problema que había aquí no éramos ni ella ni yo, ni que no hubiéramos tenido la oportunidad de conocernos; era su novio, que le cegaba. Así que ahora mis esfuerzos se enfocarían en competir contra él. Durante aproximadamente seis meses intenté mejorar mi cuerpo para sorprenderla con mi físico y que me mirara con otros ojos. Por más que lo estuve intentando, no conseguí ningún músculo digno de admiración. Mi complexión no da más de sí. Pero sí se me ocurrió otra cosa: tener un hijo con alguien que fuera muy parecido a mí y hacerlo crecer muy rápidamente. Le haría un gran hombre musculado para abrirle esos ojos tan bonitos a ella, y que se quedara después impactada por mi (su) personalidad. Luego daría el cambiazo.
Me llevó un par de meses encontrar a una chica físicamente parecida a mí que quisiera tener un hijo conmigo. No podía dejar pasar mucho tiempo, porque luego tenían que pasar los otros nueve meses de embarazo, por lo que con que se pareciera un poco ya bastaba. Dos años pasaron hasta conseguir el bebé varón, porque por desgracia mi primer hijo fue niña. Le dije que podía quedársela si quería, que yo no podía educarla, pero que nos pusiéramos ya con el chico. Ese era el trato. Por fin, el segundo salió niño. Desde el principio le quité los juguetes, aunque él iba directo, y le daba de comer cosas de mayores: costillas, jamón, o café con whisky después de las comidas, por ponerte algunos ejemplos. A los dos meses le empecé a enseñar filosofía, a conducir, y le apunté a hípica. Fue practicando mis aficiones, leyéndose mis libros preferidos, viendo las películas que yo había visto y escuchando mi música, que fue lo que más le costó. Y no practicó otras aficiones, ni leyó otros libros, ni vio más películas, ni escuchó otras canciones. Siguiendo el plan, se fue haciendo mayor antes de tiempo, a gran velocidad, y con dos meses de edad ya medía un metro y medio. Los resultados fueron espectaculares. A los cinco meses era casi como yo, así que ya podía hacer flexiones, correr, levantar pesas y demás. Como no había cumplido ni un año, no tenía ningún deber de persona mayor ni que ir al colegio; podía estarse todo el día haciendo ejercicio. Y en otro par de meses ya se había convertido en un modelo exquisitamente construído. Su cuerpo, joven, sí que era admirable. El plan dio sus frutos, y se empezó a fijar en mí. O sea, en él.
No te he dicho por qué te escribo. El motivo principal es que quiero volver contigo. No me molesta que la chica que conocí esté actualmente manteniendo, en realidad, relaciones con un niño de dos años. Ella no lo sabe, no es consciente, y él... él solo es un niño “jugando”. Lo que me molesta más es que dejó a su antiguo novio por el físico nada más. Yo soy exactamente igual que mi hijo, le eduqué como yo, con las mismas costumbres e ideas, los mismos modales; le hice ser yo en tiempo récord para que ella le conociera, me conociera. Era una manera de llegar a ella. La única diferencia es que él tiene un cuerpo perfecto. Incluso medimos lo mismo, todo nos mide lo mismo. En realidad es de mí de quien está enamorada, aunque no lo sepa. No podría estar con una chica así. A veces pienso que inconscientemente le sometí a una prueba, y... no la ha superado. Claro, ella piensa que está saliendo conmigo, sería una locura que nos viera a los dos a la vez, y eso no ha pasado hasta ahora, ni pasará. Dejaré que sea feliz con él, porque yo no quiero nada con ella ya, ahora quiero estar contigo otra vez, como antes, como siempre hemos estado. Como cuando mi primer amor eligió su segundo amor.
CRIMEA
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EL PERSEGUIDO
Tenía que ser esta la oportunidad. Él sabía bien que si no lograba contactar a los Illu jamás lograría tener la fe necesaria, ya que lo que más se asemejaba
a la deidad para él eran esos dioses horrendos dibujados en las paredes vetustas de arcilla primigenia, que narraban pasajes del Enuma Elisha, las antiguas
historias de Sumer, de Atlantis y Lemuria, había hecho las semblanzas que terminaron siendo las pruebas del sincretismo religioso; así se supo que Hesus,
Thor, Sammonocadam, Sethme II y Cristo eran una historia sacada del poema de Gilgamesh, que los egipcios sabían utilizar bombillas y conducir la electricidad,
de manera que las pirámides permanecían con luz como nosotros en nuestras viviendas en las noches; se supo además el importante hallazgo de la batería,
si, la batería, ese era el único nombre que se le podía dar a la caja de plástico con celdas de plomo y conductores de cobre hallada en Iraq, se habían
hallado las pirámides de cristal que algunos ya se atrevían a llamar la Atlántida reencontrada, un grupo de seis pirámides halladas cerca de Bermuda, pero
más cerca de Cuba, sumergidas y cubiertas de algas marinas. Tantas pruebas portentosas que maravillaban a la humanidad, y el profesor Kreisler aún se sentía
totalmente escéptico. Ya había leído los apuntes de Sitchin y de Von Daniken muchísimas veces, y aún no lograba digerir a cabalidad todo el asombro al
que aquellos viejos apasionados le provocaban. Pidió una cerveza más y la sorbió como si fuera sopa caliente, y en verdad por momentos parecía que aquella
cerveza que se estaba engullendo era el sobrante de un caldo de pollo helado, no como su cerveza natal, llena de espumosidad, temple, chispa, carácter,
así es, para el Doctor Kreisler hasta la cerveza germana tenía carácter, no como el pueblecito en el cual se encontraba, que según sus palabras era un
lugar lamentable y paupérrimo; y no era en realidad que el lugar fuera de mala muerte, si no que el corazón del Doctor Kreisler estaba castrado de las
mieles del placer, ni siquiera sus estudios de historia y astronomía le satisfacían, y así era como le conocía todo el mundo, como un hombre insatisfecho.
Era paranoico en extremo y astuto, aunque obsesivo, a veces pasaba la madrugada yendo de un lado a otro de la casa, revisando ventanas y puertas, deteniéndose
a ver que los cerrojos estuvieran bien puestos, casi sacaba su lubricante y aceitaba las bisagras, y eso fue lo que causo que su esposa le abandonara,
y sus amigos dejaran de visitarle. Ahora solamente le entretenía la lectura de los grandes volúmenes que componían su biblioteca. Una vida de prestigio
y rédito le había proporcionado los medios para llevar a cabo sus sueños, que la mayor parte del tiempo eran excentricidades. Después de varios meses de
estudio de la cultura babilónica se sentía listo para recibir a los visitantes galácticos, durante el acercamiento del planeta dios Nibirú, sentía que
era su deber recibir a los altísimos, como embajador de la paz, de la humanidad. La tarde había llegado y el Doctor Kreisler seguía en el plan de embriagarse,
pues según él, mientras más borracho, más elocuente sería para departir con los visitantes tan distinguidos. Su mente estaba en ese momento esbozando un
recuerdo de la máquina de hacer maná, el anciano de días, del Arca del Pacto, el reactor nuclear que los dioses dejaron a los antiguos semitas. Pensaba
en Jesús y en el gran señor Pacal de los mayas, pensaba en Yig, en Huitzilopochtli, en Tiamat. Sabía que este era el Oxlajuj Baqtún, el día en que los
mayas habían profetizado el regreso de los altísimos. Su boca se contrajo cuando sintió como una mordida en su vientre, se quedo con la cara contra la
mesa de madera recién cortada de un cedro negro, rústica, fría, dolorosamente sola como él, Despertó en la cama de su habitación, una de tantas en la vieja
mansión de su propiedad, sintió la garganta seca, y cuando abrió la puerta para salir en busca de agua, se vio frente a Andrómeda, con un planeta gris
y negro, gigantesco, poderoso, que se venía encima de la tierra para devorarla con su potencia.
SHELOMIT
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PERSEGUIDO
Siempre fui racista, odiaba la raza negra, para mí era una raza inferior y nunca dude de ello.
Hoy todo a cambiado ellos se han hecho con el poder, ellos me persiguen, tengo que vivir escondido, si me encuentran en el mejor de los casos, me recluirán en un campo de concentración como antiguamente recluyeron los nazis a los judíos, por suerte no estoy solo Jacob me ha ayudado y junto a él vivo escondido en el bosque.
-Jacob, ¿crees que acabaran encontrándonos?
-Seguramente Diego, pero no debemos perder la esperanza quizás no lo hagan.
Jacob era una persona muy optimista y segura de sí misma, sin el no creo que hubiera resistido esta situación tan delicada.
La noche llego, creímos estar a salvo y decidimos salir de nuestro escondite, aun siendo muy arriesgado no teníamos opción alguna, la única manera de conseguir agua potable era beber de un pequeño arroyo no lejos de allí. Llegamos al arroyo y nos dispusimos a beber de él, me puse de rodillas y comencé a beber cogiendo el agua con las dos manos, mientras bebía el fuerte sonido de un disparo me sorprendió, Jacob cayó desplomado y pude ver con la tenue luz de la luna como el agua se teñía de rojo, asustado me levante rápidamente pero ya era tarde para escapar, allí estaban ellos habían matado a Jacob y se disponían a matarme a mí, con su arma apuntándome en la sien y sabiendo que iba a morir eche una última mirada al cuerpo inerte de Jacob, ese chico negro que no dudo ni un solo momento en ayudarme, aun sabiendo que tiempo atrás había propinado palizas a chicos de su barrio por ser de raza negra, ahora era yo quien se encontraba en la situación de aquellos pobres chicos, perseguido y en breves instantes ejecutado por una raza alienígena que había invadido la Tierra.
DIEGO GALÁN RUIZ
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MIRANDO AL ESPEJO
Mi entras me miraba al espejo no podía dejar de pensar en lo mucho que siempre había disfrutado viendo mi imagen,pero ya no era así mi imagen ya no se reflejaba
en el,era el precio pagado por mi inmortalidad al haberme convertido en vampiro.
DIEGO RUIZ MARTÍNEZ
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PEQUEÑAS GOTAS DE AGUA
Todo ocurrió hace muchos años en el enigmático bosque de un pequeño pueblo de interior. Una joven risueña y muy soñadora se encontraba sentada bajo un viejo sauce. Como cada día se hallaba perdida en sus pensamientos cuando algo la trajo de vuelta a la realidad. Eran pequeñas gotas que caían deslizándose por las verdes hojas de aquel viejo árbol que la cobijaba, estaba comenzando a llover.
En vez de salir corriendo para refugiarse en un lugar más seguro, una fuerza invisible hacía que permaneciera inmóvil contemplando aquellas gotas de agua. El tiempo se había ralentizado y las gotas caían poco a poco, cosa que hizo que pudiera observar algo que no podía creerse. En una de las gotas vio como si de una bola de nieve se tratase, una pequeña imagen, un diminuto mundo que mostraban una escena. No se lo podía creer y pensó que había sido su imaginación, cerró los ojos y cuando los volvió a abrir, en otra gota vio pasar otra escena. Miles de preguntas pasaban por su mente ¿Qué estaba pasando? ¿Estamos tan centrados en nosotros mismos que no nos fijamos en las pequeñas cosas? ¿Eso era algo que siempre había sucedido? ¿Dentro de las gotas de agua había pequeños micromundos? ¿Qué serían? ¿Sueños? ¿Desilusiones?
Paró de llover y volvió a casa. Desde aquel momento lo único que le importaba era encontrar una respuesta a lo que había vivido aquella tarde de primavera. Buscó en todas las formas posibles de agua, en la lluvia, las lágrimas, en un grifo, en una fuente… Pero nunca más volvió a ver aquello tan extraño.
Un año después volvió a aquel bosque y, sentada bajo el mismo árbol esperó que llegara la lluvia. Así sucedió. Y como si volviese el tiempo atrás y se encontrara un año antes, en las pequeñas gotas comenzaron a verse escenas. Tan fuerte fue su deseo de descubrir que era aquello que se fundió en una gota y quedó dentro de ella para siempre.
VICTORIA PALACIOS MUÑOZ
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EL FANTASMA
Rio a carcajadas, ante la mirada atónita de sus hermanas, que no entendían cuál era la gracia.
_¿Cómo te podés reír, cuando nosotras estamos tan asustadas?
La que habló era la menor de ellas, visiblemente angustiada.
_Bueno no es para tanto, no se enojen, pero decir que hay fantasmas, mueve a risa. –Respondió la mayor.
_Claro, como vos no estuviste, no pasaste el miedoque vivimos nosotras. –Respondió la otra.
_Esta noche vamos las tres y les voy a demostrar que no hay ningún fantasma, sólo imaginación.
Esa noche las tres se instalaron en la casa que fuera de sus abuelos, de la cual habían salido despavoridas el día anterior.
Cenaron sin hablar mucho, sólo Teresa la mayor consiguió tener ánimo. Hicieron sobremesa, recordando aventuras vividas allí, cuando eran niñas e iban de visita.
Más tranquilas, cada una fue a su habitación a descansar.
Teresa, decidió hacerles una broma, buscó una sábana blanca y en la oscuridad de la noche comenzó a pasearse por el corredor emitiendo ruidos extraños. Las otras dos salieron de las habitaciones totalmente desencajadas, llamándola a los gritos:
_¡Teresa, Teresa!, ¿dónde estás?
Cuando estuvieron agotadas de gritar y llorar, Teresa, sacándose la sábana que la cubría, se dio a conocer.
_Vieron chicas, quería demostrarles que no tienen nada que temer.
Más tranquilas y luego de cambiar algunas palabras; todas se retiraron a dormir.
Teresa después de su aventura se durmió enseguida.
A mitad de la noche, sintió que las cobijas se retiraban dejándola sin abrigo. Estiró la mano derecha y se tapó. Inmediatamente lo sintió nuevamente. Volvió a taparse, pero esta vez, tironeó con fuerza ya que al parecer alguien hacía lo mismo,empeñado en dejarla sinabrigo.
Se sentó en la cama realmente contrariada, no sabía que pasaba.
Grande fue la sorpresa, al ver a su abuelo sentado en un sillón frente a ella.
_¿Qué está pasando? –dijo algo alarmada –estoy soñando.
_No mi hijita, no, estoy aquí, vengo a verte.
Mientras hablaba, fumaba su pipa y largaba el humo formando una nube que hacía más irreal la escena.
Teresa, se refregó los ojos para despertar de ese sueño.
_No te preocupes, no te va pasar nada.
_Pero vos estas muerto abuelo. –Dijo con un hilo de voz.
_Si, -respondió –Vine de visita. Lo hago cada vez que siento nostalgia, busco mi pipa, toco el piano. Teresa recordó lo que le habían contado sus hermanas. La música que escuchaban.
_Lo hago para que me escuche tu abuela.
_¿Ella no está con vos?
_Por ahora no. Más no pierdo las esperanzas de que pronto nos rencontraremos. Entonces voy a dejar de venir. Bueno mi hijita ya fue suficiente. Me voy…
_Abuelo, ¿sos un fantasma?
_No querida, sólo una visita.
Dicho esto desapareció.
Teresa, tardó en dormirse. Al día siguiente al despertar no supo si lo que recordaba haber vivido era un sueño o realidad. Sintió el olor inconfundible a la pipa de su abuelo, que encontró sobre la mesa al lado del sillón que él ocupara. La tomó en sus manos y notó que aun estaba tibia…
Y supo que sí, él había estado allí.
No, no era un fantasma, sólo un alma errante buscando a su amada.
No comentó nada con sus hermanas, tampoco volvió a reírse de ellos…
SUSANA DELGADO
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UN DÍA, NO COMO OTRO CUALQUIERA

Pip-Pip Pip-Pip Pip-Pip
UN DÍA, NO COMO OTRO CUALQUIERA

Pip-Pip    Pip-Pip    Pip-Pip

6 : 37 AM

                        Como todas las mañanas, chirriaba la impertinente alarma del despertador. Sin haber abierto aún los ojos, sentí ese crujido dentro de mi cabeza. Mi conciencia obnubilada, hacía caso omiso a aquellos ruidos tan estridentes.
                        Con el ceño fruncido, lograba resistir detrás de la mullida almohada. Mi negación era absoluta a levantarme. Tan solo pedía tres o cuatro minutos más de prórroga para afrontar un nuevo día.
                        Los primeros intentos de parpadeo fueron nulos, alguna que otra lágrima buscando atisbo de luz en unos ojos llorosos. Y poco más.
                        Dejando al margen, lo poco fluida que transcurría la comunicación Ojos-Ideas, había en esa mañana algo que no me gustaba, algo que no cuadraba, que la hacía distinta a las demás.
                        Después de lograr abrirme paso entre las sábanas, dando una patada al acogedor nórdico, pude por fin sentarme al filo de la cama, posando los pies sobre la alfombra.
                        Intentando a oscuras ponerme uno de los calcetines, noté que el tacto no era el de siempre. A mi lado no dormía nadie, luego sin duda era mi pie.
                        Pero ... ¿ Dónde habían ido a parar esos cuatro pelos de las piernas, que todo hombre se siente orgulloso de tener cuando juega al fútbol?  Debían de perdurar los efectos de la fiestecita de anoche, pensé.
                        Rascándome la cabeza entre bostezos descubrí, como todos los pelos de las piernas se habían subido por arte de magia a la parte superior de la calva, convirtiéndose ésta, en una melena de suaves cabellos.
                        La cosa pintaba mal, empezaba a ser preocupante. Aquí pasaba algo raro.
                     Todavía atontado como para asustarme, sentía ese bloqueo que impide pensar. Sólo me atrevía a balbucear palabras sin ninguna coherencia ¿Qué?  ¿eh?  ¿Pero ... qué?
                        De manera instintiva, las manos se escaparon para investigar qué demonios ocurría. Palpando con miedo el resto del cuerpo, pude llegar a la horrible conclusión de que allí faltaba algo; y por el contrario sobraban algunas otras cosas.
                        Poco a poco comenzaba a darme cuenta del grave problema que se avecinaba. Por lo pronto y de entrada, lo de hombre hecho y derecho había desaparecido, para dar lugar a una dama de medidas increíbles.
                        Corriendo despavorido por el pasillo, golpeándome con todo lo que encontraba por medio, logré llegar al baño. Con los ojos como platos delante del espejo, sentí miedo y vértigo a la vez. ¿Pero en qué me he convertido? ¡Si no bebí tanto anoche! Creo.
                        La situación era desbordante. Frente al espejo, pasaba de ser un Señor de Murcia, para convertirme en una señorita como la Pataki.
                        Cientos de preguntas se agolpaban en mi cabeza, todas girando sin encontrar rumbo o al menos freno.
                       No entendía nada, estaba ahí morfológicamente perdido, ante la realidad que mis propios ojos se empeñaban en mostrarme.
                        Lo intenté todo, echarme agua sobre la cara, pellizcarme los brazos. Era inútil nada podía cambiar esta absurda pesadilla femenina.
                        Vamos, venga. Tenía que tranquilizarme. Coger las riendas de la situación, poner en orden el concepto de hombría.
                        ¡Por dónde empezar!
                        ¡Si me veía una mujer!
                        Mi anterior existencia como varón, era demasiado importante, como para asimilar ahora en segundos de la noche a la mañana, este brutal cambio. 
                        Inmóvil, petrificado. Tragaba saliva, mientras observaba el espejo de arriba a abajo con total y absoluto desconcierto.
                        ¿Y si me hubiera vuelto loco?
                        Demasiados pensamientos en cadena, que se perdían uno a uno en el laberinto de mi cabeza.
                        Tomando un peine, comencé a darle forma a mi nueva melena, a mi nuevo “look”, pensando en como debería interpretar mi nuevo papel.
                        Ensimismad@ en esta sorprendente tarea, creí oír un ruido lejano de fondo. Como un pitido que iba creciendo, impertinente, chirriante.                        
                        Pip-Pip    Pip-Pip    Pip-Pip
                        Algo volvía a crujir dentro de mi cabeza.
                        Sí, era la maldita alarma del despertador. Abrí los ojos de golpe, sin necesitar de ninguna prórroga, salté de la cama olvidando el acogedor nórdico y me dispuse a buscar como un poseso mi calcetín. El punto cero de todos mis problemas.
                        Puedo asegurar que esa mañana no iba a tener ningún protocolo, había ganas de agilizar el proceso. Al instante pude comprobar, que de nuevo volvía a ser un hombre de fútbol.
                        ¡Un sueño!
                        ¡Todo había sido una maldita pesadilla!
                        Sentado en el filo de la cama, empecé a reír sin parar, mientras desaparecían por el pasillo todas las sensaciones de desconcierto y de contrariedad.
                        No más cenas fuertes. Y nada de copas antes de dormir. Pensaba mientras me partía de risa.
                        ¡Vaya mañanita! Le repetía una y otra vez a mi amigo el espejo del baño, en el más absurdo de todos los monólogos.
                        Fuera, los rayos del sol apuntaban por las rendijas de las persianas. Amaneciendo un nuevo día, no como otro cualquiera.  
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AL SÉPTIMO DÍA
Estabas solo. Perdido.
Habías dejado de hacerte preguntas después del último milenio de saltos entre dimensiones infinitas, buscando un rastro de vida que no existía en ninguna de ellas.
Te volviste loco al verte varado en aquella dimensión vacía como una cáscara. Y como a una cáscara la odiaste, porque no tenía nada para ofrecerte. Eras solo un traidor, un exiliado de la casta del Dios Orom. Eras el Tabú de tu especie, y como tal estabas condenado a ser un solitario.
Resignado, apagaste los motores y desgarraste el vínculo del hipersalto. Con pasos lentos entraste a las vitrinas de criocongelación, pensando en una inmortalidad indolora y alejada del recuerdo. Imaginaste que terminaba el Tabú mientras te abrazabas a la última vitrina funcionable y contemplabas a aquel universo de polvo y muerte, que estaba condenado - como tú- a la inercia eterna.
Cuando el frío llegó a tus huesos, soñaste.
Cuando el frío llegó a tu mente ya habías extendido sobre el sueño un mapa azul; y sobre él hiciste a la tierra, al mar y a cada cosa viviente para que te adorara.
Todo en solo seis ciclos.
Entonces decidiste que aquel sería el principio de muchos principios.
Dormido aún sonreías, como suelen hacerlo los dioses en el descanso del séptimo día.

2010 finales.
ELAINE VILAR MADRUGA
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EL RETORNO
Los robots de volframio y titanio programados para destruir todo lo que no fuese humano se habían topado con un atroz hecho: Ellos también eran materia inerte. Comenzó en los cielos la batalla de los autómatas, cuyo programa empezaba a dar instrucciones confusas.
-Self destruct sequence activated… ALERT!...Alert!… Suspicious material…-
En los cielos se veía toda suerte de luces multicolor. Los compañeros del Canticum X Mortis estaban reunidos recordando las hazañas pasadas.
Abner Caleb, líder de la organización estaba ansioso por acariciar entre sus brazos a su primogénito hijo. La base Canticum parecía un lugar apacible donde ya varias familias se habían asentado en un clima de concordia y fraternidad. Pasado eran los gritos autoritarios de Abner, que ahora parecía un remanso de quietud. Olvidadas las batallas contra los dioses demonio babilónicos la vida había vuelto a ser una total quietud. Al menos eso era lo que los miembros del Canticum creían.
Adramelek había logrado escapar de la prisión del tamaño de una caja de cerillos que le aprisionaba. Su plan era sencillo en apariencia: volver a la Tierra. Pero lo dudaba, no sabía cómo volver a ese lugar donde unos simples humanos y sus mascotas híbridas le habían propinado una paliza a él y a los más distinguidos demonios de los infiernos arcanos. Tenía conciencia de la destrucción de sus compañeros dioses, de la emigración del dios Enkidu a la materia oscura, donde era protegido por la serpiente alada, la serpiente eterna, mensajera de los dioses, Cotzcut, que no era otra que Tiamat. No le era ajeno que algunos dioses escaparon a la destrucción, y decidió buscarles por las regiones abisales del cosmos, tránsfuga del silencio vagando en cuerpo de gas, pasó por nebulosas raudas, los miembros del Canticum observaban el cielo y vieron pasar un cometa azul y de cresta gris, iracundo, viajando a una velocidad vertiginosa, precipitándose a lo profundo del cosmos. Para Canticum, que a la sazón se había convertido en un observatorio astronómico, además de un museo de monstruos arcanos y mitológicos, que por cierto ya nadie visitaba. La gente parecía haber olvidado el museo Canticum X Mortis que tanto diera de qué hablar en su momento. Pero volvamos con Adramelek el grande, el príncipe de los malignos, el poderoso, el derrotado…
No le fue muy difícil encontrar a sus compañeros dioses del fango. Un demonio siempre sabe donde hallar a un colega. Celebraron una reunión en la que todos, aterrados y un poco confundidos, pero a la vez esperanzados por el retorno del príncipe de los demonios, que había fracasado en su conquista de la humanidad, pero que nunca se rendía, y era precisamente ahí donde radicaba su peligro, en la constancia que tenía en sus acciones. En el infierno le decían el rey de los tercos, ya que cuando quería algo jamás dejaba de presionar. Si la Tierra estaba entre sus infinitas ambiciones, no descansaría hasta tomarla para él, no importaba cuantas veces lo destruyeran, su esencia siempre renacía. Su esencia maligna era su centro de poder, que se crecía con el odio, la avaricia, la venganza, el temor, la locura, la muerte. Con su oratoria rebuscada ya tantas veces oída por sus correligionarios logró convencerlos de que se unieran a la segunda campaña en contra de la humanidad, mas algunos permanecieron reacios a sus proposiciones, recordando el poder de los seres humanos, y de sus sentimientos, de los cuales ellos carecían. Los contrarios al discurso de Adramelek empezaron a debatir las razones de aquel fiero guerrero perlado en necesitar de todos ellos para tomar a las personas, ya que el discurso de Adramelek invitaba a una guerra fácil, que la esgrimiera él solo. El demonio se impacientó, quiso comenzar a gritar y decir insultos a los compañeros contrarios, pero se abstuvo al sentir un miedo indecible cuando uno de los contra dijo “CANTICUM X MORTIS”. El sólo hecho de escuchar ese nombre lo hizo titubear en su discurso, y su argumento se desvió en una reminiscencia de la paliza que había recibido. Absorto estaba Adramelek mientras los demás comentaban con horror cómo fueron humillados por los humanos. No repararon en una pequeña luz que comenzó a crecer en el centro de la oscura parte del cosmos en la cual estaban, cuando de pronto irrumpieron tremendos robots dispuestos a despedazarlos en cuestión de minutos, y así lo hicieron. Fue una horrenda carnicería aquella, horrible aún para aquellos demonios que en el pasado subyugaban seres humanos e híbridos, aquellos que ofrecían condena eterna a los humanos eran ahora diezmados por un séquito de robots creados por un joven un poco loco que muriera en la implementación de su táctica con estos seres. Aquellos que fueron creados para destruir a la humanidad la habían salvado sin que ella lo supiera de una batalla dantesca. Los robots tomaron rumbo desconocido, y los cuerpos grises de los demonios se hicieron cenizas, cenizas que se transformaron en pequeñas luces que se multiplicaban con rumor de grillo, un rumor ensordecedor, con aleteo de moscas horrísono, con crujir de dientes y reír descontrolado. La derrota los había hecho más fuertes, ahora sólo les quedaba volver a repasar la estrategia para entrar al ruedo nuevamente. Los Canticum se habían enfrascado en un círculo que nunca terminaría, se estaban perdiendo en las vueltas del infinito. Lo que no sabían era que precisamente esta batalla era el camino a la inmortalidad.
Colonia San Simón, Jutiapa, Guatemala, 16 de mayo de 2013
R.E.R.M.
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EL HOMBRE DE NEGRO
Aterrorizado,a sí me encuentro,muy asustado,y no debería ser así nunca pensé encontrarme así,nunca lo pensé,pero es la realidad,mi triste realidad.El hombre
de negro a venido a por mi ,como tantas veces, pero esta vez es diferente se le ve más seguro,dispuesto a acabar conmigo cueste lo que cueste.
Siempre e vivido en esta casa y nunca imagine que algún día intentarían por todos los medios echarme,no entiendo el porque de esta persecución nunca e echo
daño a nadie,tan solo e defendido mi hogar,algo que cualquiera haría en mi misma situación.
Hará poco más de un mes unos desconocidos se instalaron en mi casa,los okupas me cogieron por sorpresa sin tiempo para reaccionar,pasada la sorpresa inicial
intente echarles con muy malos modos,con gran esfuerzo conseguí que se fueran pero volvieron con el hombre de negro.
Nunca olvidare el primer día que lo vi, fue el principio de una pesadilla sin fin,estoy cansado de verle,de escucharle,su sola presencia me intimida,su
aspecto me causa escalofrios,no muestra sentimiento alguno,no parece humano,como si fuera de otro mundo de otra dimension,ya no puedo más e meditado seriamente
abandonar mi casa,la casa en que nací,la casa donde pase toda mi vida,la casa donde morí y donde pensaba pasar toda la eternidad,pero hasta un espíritu
es capaz de sentir miedo,miedo del hombre de negro,alguien que en nombre de Dios esta dispuesto a acabar conmigo,un cura.
DIEGO MARTÍNEZ RUIZ
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AIRE FRESCO
La música sonaba fuerte, su cuerpo vibraba dejándose llevar por el compás, girando estremecido; de pronto sintióuna mano que rodeaba su cintura. Una mano
fría que le transmitió dolores y quejidos, de otras almas presas en su cuerpo. Salió sin aliento de aquella oscuridad, desesperado e inquieto. Aun no lograba
reponerse; era ilógico que dentro de la muchedumbre, existiera un demonio haciendo de las suyas. Solo él lo descubrió. Cuando sus ojos chocaron inesperadamente
con su mirada, pudo ver que el fuego del infierno hervía en sus pupilas.
Salió desesperado en busca de la luz, su cuerpo temblaba como hoja en el viento, anduvo hasta que pudo ver, que el camino terminaba en un inmenso muro de
piedras que le cerraban el paso, no tenía otra alternativa que no fuera esperarlo, sabía que vendría en su busca. Se enfrentaría a sus maldades milenarias
no había otro camino. Apresurado dio el último paso y pegó su espalda al muro que quedo incrustado en su espalda. Estoy dispuesto a todo menos a caer en
sus garras, apretó sus manos fuertemente; tomó un pequeño crucifijo que pendía de su cuello y se encomendó sin demora al señor de la luz.
Cerró sus ojos y al instante sintió la terrible presencia, la atmósfera se había vuelto viscosa y le pesaba el cuerpo, como si colgaran de sus hombros unas
inmensas piedras, a pesar de que sus ojos permanecían extremadamente cerrados, no dejaba de imaginar la luz azul inmensa que lo mantenía limpio, e intocable.
Se percató que de repente, sopló un viento fuerte y un olor a tierra húmeda penetro por su nariz, comenzaron a caer unas gotas de lluvias grandes y dispersas
que se volvieron cerradas y fuertes, después se estremeció la noche y retumbaron en el espacio, truenos que venían acompañados de grandes descargas eléctricas.
Al final sopló nuevamente un aire fresco; abrió sus ojos y todo estaba completamente limpio y seco.
Tula2
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EL CAZADOR
El señor vive en el campo, con su mujer y dos hijos, uno de ocho y otro de nueve años respectivamente. Hace hambre ha sido una semana muy pesada, es la decimonovena vez que busca entre las latas de los granos. Nada, ni una pizca de nada. Se va a la alacena, ha de estar vacía, ya lo sabía, pero de nuevo la abrió. Es la vigésimo novena vez que la abre. El estómago le arde. Cuando llegue la esposa del pozo, donde está lavando la ropa, y sus hijos de la escuela, no encontrarán nada para comer.
Decide tomar la escopeta e irse al bosque. Pero no es el mismo bosque al que ha ido siempre. Hoy es primera vez que encuentra este. Es un bosque encantado al que jamás había entrado. Oye toda clase de animales. Escucha sus rugidos, cantos, estertores y aleteos, pero no los puede ver. Apunta aquí, apunta allá, nada a quien disparar. Se acuerda de San Francisco de Asís, lo invoca. Se le aparece en persona.
(San Francisco De Asís) Hola buen hombre, ¿cómo te llamas?
(El cazador) José del Montelíbano.
(El cazador se quedó reparándole, se acomoda la escopeta y pregunta) ¿Y tú? ¿Quién eres tú?
(San Francisco) Buen hombre, yo soy San Francisco de Asís, patrono de los animales del bosque.
(El cazador, un poco alarmado) ¿A tú eres San Francisco? ¡Claro! Desde pequeño había oído hablar de ti.
(Los dos caminan como viejos amigos)
(El cazador retoma el diálogo) Contéstame una pregunta San Francisco, ¿por qué vistes de esa manera? Pareces un pordiosero, ¿Es que tú nunca sales de este bosque?
(San Francisco) Mi familia tuvo lo necesario, pero a mí me gustó la austeridad, aquí en este bosque me divierto, soy feliz. El bosque es mi vida, los animales, mis hermanos.
(El cazador) Está bien hombre, cada quién viste como le parece y hace lo que le da su santa voluntad. Pero debes considerarme, necesito cazar una buena pieza.
(San Francisco más alto y delgado que él cazador, le mira a los ojos y le pregunta) ¿Y eso por qué, o qué?
(El cazador) Es que pronto llegan mis hijos de la escuela y mi mujer del trabajo y no encontrarán nada que comer.
(San francisco mirando hacia la distancia) Ya que se trata de una buena causa, te ayudaré.
(El cazador entusiasmado) Claro santico bendito, haz que cace dos, uno para mi familia y otro para tí, te invitaré a cenar a mi choza.
(San Francisco mirando serio al rostro del cazador) Está bien, está bien.
Dicho esto desapareció.
(El cazador mira para todos lados, siente un poco de intriga, pero continúa su cacería).
(No bien había dado veinte pasos cuando se le aparecieron dos grandes y gordas liebres. Apunta con sumo cuidado y hace los sendos disparos. Una de las liebres cae, la otra corre veloz).
(El cazador se acerca y la recoge). ¡Mira como corre la tuya San Francisco!!
JAIRO SÁNCHEZ HOYOS(Adaptado de la tradición oral del municipio)
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MISIÓN GÉNESIS
Poco a poco despertaba del suave y reparador sueño de la hibernación. Las ideas congeladas en su cerebro siguieron su curso normal, y aún cuando su mente solo recordaba haberse dormido unos minutos antes, sus músculos se encontraban algo desorientados. Sin intentar ponerse de pie, trató de llenar sus pulmones con el aire fresco cargado de oxigeno de la nave, más la expresión en su rostro no fue de satisfacción. El aire tenía un sabor amargo, dejándole un pesado gustillo a tiempo en su garganta. Volvió la mirada al sentir activarse los sensores de la vida, a su lado una esbelta y hermosa mujer despertaba después de una muerte controlada. No intercambiaron palabras por mucho tiempo, quizá sus mentes repasaban todos los idiomas para encontrar el correcto.
Sus cuerpos por fin recobraron vitalidad y pudieron abandonar el útero de la nave, para adentrase en un mundo aparentemente desconocido, más lo que vieron los tranquilizó.
- Debemos estar próximos-
Su compañera asintió con un leve moviendo de cabeza. Luego, sin mirarlo, su respuesta viajó por toda la nave. – Debemos seguir el protocolo-.
El no responde, solo busca una pequeña pantalla oscura en el tablero de comando, sus huellas son la llave que activa el centro de control de la nave. Está despierta.
- La hora ha llegado, como están tus elementos –
- Me siento bien. Debo iniciar la revisión de mis circuitos, el proceso tomará un tiempo-
- Cuando termines, comunicas situación-
Sin tener necesidad de volverse, siente alejarse a su compañera. -¿A dónde irá?, poco importa, lo bueno es que se aleja, su presencia me incomoda –
Se volvió al sentir que era observado, más el corredor estaba desierto y se tranquilizó. Sin embargo algo lo incomodaba y eran las preguntas sin respuestas. ¿Por qué cambiaron a su compañero minutos antes de la partida? ¿Cuál es la tarea de está mujer en la misión?, ¿Por qué no me informaron nada? El llamado del computador le evaporó sus pensamientos y nuevas interrogantes minimizarían estas.
- Todos los componentes están en óptimas condiciones, ningún circuito se ha dañado y han respondido afirmativamente después del sueño prolongado-
- Verifica el tiempo que hemos estado en hibernación-
- Mil cincuenta años, tres meses y un día, exactamente el tiempo estimado-
- Verifica el curso seguido-
- Existe una desviación de la ruta trazada-
- Corrige curso inmediatamente-
- Imposible, órdenes posteriores orientaron al control automático las variaciones-
- Confirma autenticidad de las órdenes-
- No creo que sea posible, el buzón de correspondencia ha sido borrado y me resulta imposible recuperar su contenido-
- ¿Cuál es nuestro nuevo destino?-
- La Tierra-
- ¡La Tierra!- se asombró al escuchar estas palabras. Generaciones anteriores habían dejado el planeta hace ya demasiado tiempo.
- ¿Cómo es?- De este solo conocía por los relatos de su abuela, la que a su vez, los había escuchado de la suya y así sucesivamente por más de quinientas generaciones.
- De la Tierra solo guardo en mis archivos imágenes descoloridas por el tiempo, de seguro el planeta ha cambiado-
- Seguro- recordaba las tristes palabras de su abuela, tierras desoladas, bosques muertos, ríos negros de contaminación. Maravillosas criaturas desapareciendo de los mares. – ¿Cómo será ese mundo ahora y por qué ha cambiado la misión?-
El objetivo de este largo viaje, al menos el que él conocía, era encontrar otro lugar para asentarse, los planetas gemelos a los que habían ido a parar los primeros fugitivos en la historia de la exploración espacial, estaban casi colapsados por la explotación irracional de unos pocos que controlaban ambos mundos. Su gente, a los que llamaban inadaptados, buscaba un planeta al que escapar.
- ¿Cuándo tendremos las primeras imágenes de la Tierra? -
- Dentro de unas nueve horas –
- Entonces pronto sabremos qué estamos buscando, mientras, ¿me puedes mostrar las imágenes del éxodo?-
Estás comenzaron a pasar por su mente, no tenía necesidad de cerrar los ojos para verlas. Mujeres, niños y hombres, se amontonaban en las entradas de las naves más imponentes construidas jamás. El escape de un sofocante mundo que distaba mucho del paraíso fue difícil. Los fugitivos espaciales no podían ser sometidos con aquella tecnología a más de diez años de hibernación, por lo que, cuando el nuevo mundo fue encontrado habían nacido y muerto en las naves veinte generaciones de humanos.
- La Tierra ya está a la vista-
- Comienza a trasmitir -
Los poderosos ojos de la nave, dejaron ver un mundo maravilloso, lleno de verdes y exuberantes bosques, ríos de aguas tan cristalinas que se podía ver el fondo, a pesar de estar todavía a más de mil kilómetros de distancia en el espacio. El recorrido fue amplio, observó criaturas magníficas que saltaban de un lugar a otro, monstruos marinos de olvidados relatos haciendo acrobacias sobre las tranquilas aguas de un mar tan inmenso como el mismo mundo. En las tierras que observó, nada semejante a lo que habían sido sus antepasados encontró.
-¿Qué ha pasado, dónde están las personas?-
- No hay, me temo que la inteligencia, si se puede llamar así, ha desaparecido de este mundo-
- Es que se ve tan distinto a los relatos de la abuela-
La nave comenzó su descenso lentamente, el contacto fue tan suave, que ninguna criatura en aquél nuevo mundo pareció darse cuenta, ni siquiera las hojas de los árboles se movieron un milímetro de su lugar.
Salió al exterior y sus pies se toparon con la hierba por primera vez en su existencia, sus pulmones se llenaron con aire nuevo y su garganta perdió para siempre el sabor a tiempo.
Inesperadamente, la nave comenzó a moverse, sin darle tiempo a reaccionar. Sus intentos de comunicarse con el computador fueron infructuosos, esta se elevó ante su incrédula mirada hasta desaparecer más allá del horizonte. En ese momento se sintió desamparado, creyéndose el único de su especie en este mundo. De repente un gran sonido penetró por todos los conductos de su cerebro dejándolo tendido con el rostro pegado a la tierra.
Poco a poco, su cerebro fue despertando de un letargo de miles de años, sus ojos se abrieron, delante suyo encontró una imagen conocida. Una señora de años inciertos con el cabello blanco, el rostro marcado por los ciclos vividos y la mirada más dulce que existiera jamás sobre este abandonado mundo.
Trató de alcanzarla, más no pudo tocarla, su imagen era inmaterial. Sin embargo, pudo escucharla cuando su dulce voz acarició nuevamente sus oídos.
- Hijo ya estás en casa-
Sus ojos miraron a los lejos, su compañera se acercaba, comenzó a verla de otra manera. Buscó en su mente hasta recordar su propio nombre –Adán, me llamo Adán- sus labios preguntaron -¿Cómo te llamas?-
Ella lo miró y con una sonrisa cómplice, respondió- Eva, mi nombre es Eva-
GYOVANY RUIZ ECHEVARRÍA
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ESTACIÓN DE TRANSPORTE
Marcelo Laverson miró una vez mas el agreste lugar que se hallaba ante el. Un enorme paisaje rocoso, con montañas hasta donde se perdía la vista. A sus espaldas a unos 3 kilómetros, se encontraba un enorme océano color marrón. Realmente, ya no encontraba tan fantástico el paisaje del cuarto planeta llamado Cignus 3 que giraba en torno a una estrella roja.
Miró el cielo violáceo-azulado tratando de entender como las cosas podían salir tan mal a veces a pesar de los años de planeamiento, pruebas y análisis.
Su mente lo llevó de vuelta hacia atrás, hacia el comienzo de todo.
Hubo dos descubrimientos fortuitos que en el año 2156 que cambiaron el rumbo de la humanidad.
Uno lo hizo el premio Nóbel de física Albert McKansey con su teoría de la compresión espacio-tiempo artificialmente inducida. La otra fue idea Enrico Merfi quien logró enviar una partícula positrón en forma dirigida hasta la luna, sin que colisionase con un electrón. Esta fue la base del proyecto "Paseo".
La idea era simple: En teoría, se podía convertir en energía un objeto y enviarlo a través de una curvatura en el espacio tiempo hacia un planeta distante y volver a reensamblar cada átomo en su lugar en el destino. Esto podría lanzar al hombre a lugares donde "jamás había llegado nadie" en cuestión de minutos sin necesidad de enormes naves espaciales, ni viajes largos y agotadores para la tripulación.
Pasaron cinco años hasta que el prototipo del transportador estuvo listo y operativo. Esa era
solo la primera parte del plan, ya que para lograr traer de vuelta el objeto enviado, en el lugar de destino debía haber otro equipo similar.
Luego de perfeccionar la técnica de transportación molecular se decidió enviar un grupo de astronautas a un planeta lejano. Se eligió Cignus 3 por poseer una atmósfera similar a la terrestre en composición y densidad.
Los astronautas elegidos fueron el especialista en física molecular Vladimir Pietrov, la doctora en medicina Gabrielle Dironais y el ingeniero Marcelo Laverson.
Se enviaron al planeta las piezas y componentes junto una cuadrilla de robots encargados de ensamblar la estación de reenvío para que los astronautas pudieran volver a la tierra. Sin ella quedarían varados sin posibilidad de rescate. También se enviaron holocamaras automáticas, alimentos, suministros médicos y gran cantidad de elementos de supervivencia, ya el grupo tenia pensado pasar varios días explorando.
Los preparativos estuvieron listos para octubre del 2159, se realizaron las pruebas de rutina y los saltos de prueba fueron perfectos. El gran momento había llegado.
Los astronautas permanecían sentados en la cámara de transporte esperando la secuencia de lanzamiento.
La voz del controlador de vuelo sonó en los auriculares de los astronautas.
- Todos los sistemas en verde equipo Cignus...sus signos vitales son estables. Lanzamiento en 10 segundos
- Enterado control .Transpórtame scotty - bromeó Pietrov por enésima vez - mientras revisaba los cierres del casco.
- Dironais rió entre dientes- la especialista en medicina parecía nerviosa -caballeros aquí vamos.
- En realidad me estoy arrepintiendo un poco, estoy a tiempo de cambiar de opinion? - pregunto Laverson.
Cuando el zumbido de las bobinas cuánticas inundó la habitación se produjo un silencio nervioso. Era algo
normal pero a los astronautas le causaba nerviosismo y no era para menos. Sus átomos estaban a punto de ser desintegrados, enviados a través del espacio y reensambladas en un planeta a millones de años luz.
Cuando sus moléculas fueron separadas en elementos simples solo notaron un leve cosquilleo en la piel.
En ese instante, a cientos de años luz de la tierra, un meteorito del tamaño de un edificio de dos pisos colisionó a varios kilómetros del punto de transporte con consecuencias devastadoras.
La magnitud del impacto provoco daños severos en los delicados circuitos de la estación. La lluvia de polvo y piedras destruyeron los receptores de retícula de blanco cuando los astronautas se rematerializaban.
Laverson abrió los ojos y miro a su alrededor. Estaba en la estación Mckansey en Cignus 3, eso era seguro, pero la cámara de transporte estaba arruinada. Todas las consolas estaban apagadas y cubiertas de polvo. Los sillones de sus compañeros estaban vacíos.
- Control de misión me copian? -dijo a través de los auriculares del traje mientras realizaba una revision
.de su estado físico mediante el autodoc instalado en su muñeca derecha. Según el aparato, todas sus funciones orgánicas eran normales.
- Dironais, Pietrov, me escuchan?, cambio...- no captó nada, su equipo de comunicación estaba mudo.
Se puso de pie tambaleante buscando la salida del cuarto de transporte. Abrió la compuerta en forma manual y entro a la pequeña sala de control del hábitat, el lugar era un desastre. Cajas con raciones, piezas de equipo, herramientas, todo estaba esparcido por el piso. el lugar estaba desierto y tenia el aspecto de
estar abandonado hacia tiempo.
Todavía confuso buscó la exclusa que comunicaba con el exterior. El panel de control y la pantalla indicadora estaban apagados por falta de energía pero había un control manual debajo de este. A pesar de su estado, el entrenamiento del astronauta pudo mas logrando salir al exterior.
El resplandor violáceo del cielo lo cegó momentáneamente, cuando sus ojos se adaptaron pudo ver las torres de comunicación derribadas, un par convertidores de energía oxidados y gran cantidad de cajas de componentes esparcidas en derredor y cubiertos de tierra.
Un destello metálico a su derecha le llamo la atención, a través de las nubes de polvo levantadas por el viento.
Caminó hacia la fuente del reflejo... era una gran placa de metal sobre una columna de mármol. Estaba gastada por la erosión pero aun era legible debido a que el metal con que estaba hecha era inmune a la corrosión.
AQUÍ SE REALIZO LA ULTIMA PRUEBA DE TRANSPORTE MOLECULAR. HACE 200 AÑOS.
LOS ASTRONAUTAS DIRONAIS, LAVERSON Y PIETROV DIERON SUS VIDAS.
SERAN RECORDADOS. DESCANSEN EN PAZ
(Placa colocada por los astronautas de la primera nave con propulsión Takionica, octubre 2359)
RODOLFO SILVÁN
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EL RAYO
Cansado, aletargado por el largo y caluroso día, volví a mi casa, cuando se desató una fuerte tormenta eléctrica.
Un estruendoso rayo, cual línea iluminada y quebradiza, cayó sobre el capó de mi auto, que instantáneamente quedó inmóvil.
Bajé y después de verificar el daño causado, emprendí la caminata.
Estaba en la plaza, a sólo siete cuadras…”Al día siguiente buscaría el coche y lo haría arreglar”.
Me crucé en ese momento con Clarisa, mi vecina y la saludé. Un fuerte ladrido retumbó en mi cabeza y no pude escuchar su respuesta, aunque no se si la hubo. Ella se apartó y siguió su camino.
Apuré el paso, podía largarse la lluvia y quería evitarla.
Más adelante, se acercó un señor con dos libros en la mano y al pasar junto a mí, noté su gran altura. Debí inclinar mucho mi cabeza para observarle la cara. El me miraba con ternura. Qué raro pensé, si yo no lo conozco.
Dos cuadras después, me enfrenté al Bar de Don José.
¿Qué hizo éste hombre?, cavilé; ¿clausuró las vidrieras? No se ve nada hacia adentro.
Muy poco duró mi duda. Decidí entrar para tomar algo fresco y al levantar mi mano queriendo abrir la puerta, sentí un gran peso. Para poder llegar al picaporte, debía levantar parte de mi cuerpo y mi mano…!qué rara!; me pareció algo peluda y con dedos gruesos y cortos. La noche ya me abarcaba y no veía bien, pero me resultó muy extraña.
¿Qué estaba pasando?
Otro parroquiano me empujó hacia un costado y yo reaccioné:
_Tenga cuidado, yo también voy a entrar.-Dije.
        Más no escuché mis palabras y nuevamente ese fuerte ladrido que retumbaba en mi cabeza.
No obtuve respuesta y cuando iba a pasar, él cerró la puerta rápidamente y allí me vi. En el vidrio espejado, en su parte inferior, sólo había un perro.
 ¡No lo podía creer! No era yo, era ¡un perro!
             Me moví para cerciorarme de lo que veía y él se movió. Me tiré en el umbral desesperado, también lo hizo.
Abatido `por la sorpresa, empecé a correr, como liebre perseguida por sanguinario cazador.
 Llegué a mi casa exhausto, el portón del garaje estaba abierto, me deslicé hasta la cocina, necesitaba encontrar a alguien que me ayudara. Y entonces mi angustia llegó al límite.
_Hola “pinito”, ¿dónde te habías metido? Te buscaba para darte tu comida. –Dijo mi esposa, mientras me acariciaba la cabeza y ponía el alimento de la mascota, a mi alcance.
Entró mi hija, yo le hablaba, le explicaba y cada vez más fuertes esos ladridos, estallaban dentro de mí.
Después llegó el abuelo, quien se agachó para acariciarme.
“Se agachó”, ¡él que era mucho mas bajo que yo!.
Y mientras me pasaba la mano por la cabeza, comentaba:
¡Qué raro está hoy éste perro”. Siempre me hace fiestas y hoy, ni se dio vuelta cuando entré. 
Me tiré al piso, nadie entendía lo que me pasaba. Empecé a revolcarme, no sabía como expresar quien era, ellos me miraban sin comprender, empecé a hacer piruetas, grité y otra vez los ladridos…
Enloquecido salí corriendo y cuando mis fuerzas llegaban al límite, sentí que me zamarreaban.
!He! Señor. ¡Reaccione! –decía alguien a viva voz.
_No cierre los ojos. No vuelva a desmayarse. Lo peor ya pasó.
Estaba dentro de una ambulancia.
Unos metros hacia atrás, algo borroso, vi a mi automóvil descompuesto.
El paramédico, ayudó a que me levantara de la camilla, a la vez que preguntaba:
¿Cómo se siente? La descarga casi lo mata. – agregó.
_Bien, muy atolondrado, pero creo que bien. –contesté.
Y ésta vez no escuché los ladridos.
Sólo mi voz.
YOSELI DEMATTEI
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LA ESTIRPE DEL ESPACIO      

  En el año 3.983, la astronave de exploración NOSTRAMA fue la primera en aterrizar en Argos, el primer planeta de Alfa Centauro de los tantos mundos descubiertos por entonces, que era idéntico a la Tierra.
       >>Argos era, innegablemente, un planeta admirable bajo muchos puntos de vista. La atmosfera que lo envolvía era ideal para la vida. Aquí y allá, sobre la superficie, se abrían vastos mares, abundantemente recalentados por el sol, que evaporaba continuamente sus aguas, escondiendo la parte baja del planeta tras una cortina de nubes. Continentes, islas y mesetas completaban la estructura de aquel mundo.
Como en la Tierra, allí se alternaban el día y la noche, el viento y la lluvia, y su temperatura media podía ser soportada perfectamente por los seres humanos.
       >>¡Pero en Argos no existía la vida!
       >>En sus continentes no rugían las fieras, ni volaban aves por el cielo, ya que no existían, y sobre sus vastas rocas no crecían ninguna vegetación; tampoco existían las bacterias que deberían haber empeñado su lucha contra la piedra para desmenuzarla, y menos aún para formar un organismo complejo. Por eso, no existía una verdadera y propia tierra digna para la vida.
       No obstante, había muchas piedras, rocas y también arena, pero no existía un solo centímetro de tierra propiamente dicha, sobre la cual pudiera crecer la vegetación.
No, en Argos no había nada vivo, ni siquiera microscópico; en sus vastos océanos no nadaba nada, y en su fondo tampoco se hallaba el característico fango. Se trataba de uno entre tantos mundos cuyo descubrimiento, ocurrido durante las muchas exploraciones de la galaxia, había representado una desilusión: un mundo en el cual, como en la mayor parte de los mundos entonces descubiertos, no era posible vivir, porque la vida no había reinado nunca antes de ellos…
       >>Cerca de dos mil años después, sin embargo, llegó a Argos la nave ELÍSEOS.
En aquella época, la Humanidad había llegado muy lejos y se había extendido grandemente por la galaxia… Por otro lado, las astronaves eran también mucho más veloces y estables; varias centenas de años luz representaban un breve viaje a la orden del día en cualquier línea espacial. Los exploradores habían llegado a menudo mucho más lejos, y habían referido que había aún gran cantidad de mundos a la espera de ser colonizados por la Humanidad. Pero la mayor parte de los planetas hasta entonces descubiertos, estaban desprovistos de vida; en el espacio giraban sistemas solares enteros en los cuales no se hallaba, en ninguno de sus numerosos componentes, ni la menor célula viviente.
       >>Por este motivo habían sido construidas las naves porta-simientes, que no tenían una muy brillante función hasta entonces. Su humilde cometido consistía en contaminar metódicamente los mundos estériles, inseminándoles la vida.
Cuando la ELÍSEOS aterrizó en Argos, lo contaminó cuidadosamente. Giró infatigablemente en su torno por encima de las nubes, esparciendo un polvo finísimo formado por esporas de las más diversas especies de microorganismos que pulverizarían la roca, transformándola en terreno abonable. Contenía también simientes de líquenes, de hongos y musgo, y todo aquello que debería transformar después el abono formado en sustancias de las cuales pudieran desarrollarse formas de vida más altas. Incluso esparció el plancton en los océanos.
       >>Pasaron varios siglos desde la última visita. Desde que la nave ELÍSEOS inseminara el planeta Argos. Las naves de los hombres hicieron ulteriores progresos.
Y los exploradores alcanzaron los márgenes extremos de la galaxia.
       >>Mil millones de años después de la ELÍSEOS, aterrizó sobre Argos la nave ecológica G.E.O (organización ecológica galáctica), que provenía de un planeta muy lejano. Se trataba de una nave gigantesca, cuya misión era bastante elemental: ante todo, observar las consecuencias que había tenido la visita de la nave ELÍSEOS.
Desde un punto de vista estrictamente técnico, éstas resultaron bastante satisfactorias; todo el planeta estaba cubierto por una tierra que rebosaba de vida.
Los hongos prosperaban monstruosamente; los mares bullían de minúsculas formaciones vitales, había incluso algunas formas nuevas, originadas como una consecuencia de las condiciones ambientales del lugar. Había, por ejemplo, paramecios grandes como uvas, y los fermentos habían alcanzado tales dimensiones que  permitían ver a ojo su perfecta floración.
       >>Pero la vida en Argos no era autóctona; todo descendía y se había adaptado y modificado a partir de los microorganismos que habían sido sembrados desde la astronave ELÍSEOS, reducida a simple polvo hacía ya mucho tiempo, y cuya tripulación no era más que unos nombres en alguna genealogía más antigua todavía, si es que acaso eran aún recordados como tales.>>
       >>Y fue que, transcurridos muchos millones de años después de que la nave ecológica G.E.O y otras naves más visitaran Argos, y gracias a la muy avanzada tecnología con la que estuvieron al corriente de la evolución del planeta durante millones de años… estudiando el curso de la flora y de la fauna; desde los primeros artrópodos hasta los primeros mamíferos y reptiles capaces de pisar la muy avanzada naturaleza del planeta, hasta los primeros homínidos que muy a su evolutiva marcha, lograron desarrollar su cuerpo y cerebro, que al igual que los humanos, habían formado en el tiempo una gran civilización, digna de conocimiento y de saber, cuya habilidad en las manos como en la mente, no cabía duda de que se trataba de una civilización avanzada.
       >>Hasta que, los humanos, decididos a volver a visitar Argos para conocer a aquella civilización, que hacía ya  dos mil millones de años, desde que fuera descubierto Argos hasta lograr llegar a él, inseminarlo y  lograr crear vida, tomaron rumbo de una lejana galaxia ya colonizada por ellos con la misión de revelarles su verdadero origen…
       Y cuando la magnífica astronave BONOBOS llegó a Argos y descendió del cielo, los Argosianos la veneraron y la aceptaron, recibiendo a sus verdaderos dioses con un amor y fervor como jamás antes habían hecho, ya que siempre habían adorado al sol y a la luna, y a los monumentos mucho antes construidos desde que éstos tuvieran conocimiento alguno para entenderlo, siempre creados por el hombre, para que entendieran quienes eran en realidad, de dónde habían surgido y por qué estaban allí.
       >>Tal vez … Hace miles de millones de años, viajantes espaciales podrían haber visitado la Tierra y, con sus conocimientos y experimentos, quizá de sus inmundicias, podrían haberse originado formas biológicas que se desarrollarían después en la vida tal como ahora la conocemos. Pues puede ser muy probable de que, muy en el pasar del tiempo, descubramos si de verdad vinieron seres del más allá, cuyos progresos en la Tierra pertenecen a alguna estirpe del espacio>>.
TOMÁS DELGADO

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PREMONICIÓN
Entre brumas grises mi corazón late desbocado al observar la casa en que nací y la de mis abuelos, situadas una al lado de la otra. No comprendo por qué no consigo vislumbrar el color ocre del ladrillo con el que están construidas, sólo percibo paredes claras…, puertas y ventanas oscuras.
  Levanto la cabeza hacia el firmamento para contemplar los negros nubarrones que sigilosamente se apoderan del cielo y se ciernen amenazadores sobre mi hogar desolado. Parece que estuviera mirando una fotografía antigua en blanco y negro, sin atisbos del color al que estoy acostumbrada.
  Ante la puerta de mi casa, cerrada a masa y martillo como si nunca hubiese sido habitada, me detengo y llamo al timbre esperando una respuesta a la sinrazón que me acompaña. El silencio es la respuesta, un silencio roto por el graznido de unos cuervos que se acaban de posar sobre las ramas de mi árbol. Sí, tengo uno en la puerta de mi casa, un árbol cuya especie desconozco pero que posee un nombre que lo individualiza entre todos. Se lo puse siendo niña, pero no consigo recordarlo…
  En mi casa retumba el silencio de la ausencia. Decido visitar a mis abuelos hasta que mis padres regresen.
  Las nubes negras acentúan el color gris que preside un ambiente desapacible.
  Ante la casa de mis abuelos me detengo pensativa. El polvo cubre la rica madera de pino, oscurecido por el paso de los años, tal vez de los siglos. No comprendo por qué está tan sucia. Mis nudillos golpean la puerta con fuerza, hasta sentir una punzada de dolor, pero nadie contesta, nadie abre el muro que me aleja de los míos.
  Con la garganta rota, a pesar de no haber pronunciado un sonido, y los ojos anegados en llanto contemplo aterrorizada el paisaje gris y negro que me acompaña. Comprendo que estoy sola. Desconozco qué puede haberles ocurrido a mis seres queridos. Intuyo una catástrofe de la que no he formado parte. No sé qué será de mí.
  En el momento en que mis ojos y mis puños se cierran violentamente, víctimas de la impotencia de la ignorancia, escucho unas voces lejanas:
-"Cumpleaños feliz,
cumpleaños feliz,
te deseamos todos,
cumpleaños feliz".
 
Abro los ojos y contemplo extrañada otros ojos: los azules de mi madre que sonríen, y los castaños alegres de mi abuela. Me despiertan con todo su amor en el día de mi natalicio. El mundo en color ha regresado para apartar el gris de una cruel pesadilla. A pesar de los cantos, de la felicidad y del cromatismo, mi corazón continúa angustiado formulándose una pregunta: "¿Estoy en el mundo real o éste es el mal sueño, el de la felicidad inalcanzable?
MARÍA ORETO MARTÍNEZ SANCHÍS

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ASÍ ES LA VIDA
-Desayuna tranquilo, ¿cuál es la prisa?
-Los compromisos. Me toca estar puntualito en el puesto.
-¿No eres el gerente?
-Con más razón, debo dar ejemplo.
Cuando dijo, esto su cara reflejó un gesto de duda. ¿Ejemplo de qué debía dar? ¿A caso no había sido injusto con aquella chica? "Después de todo, ¿dónde andará? ¿Y la bebita?, a ver, a ver, si debe andar en los veintiuno".
-¿Quién amor?
-Nadie mija, aquí pensando en voz alta.
-Cómetelo todo, no dejes nada.
No la escuchó, se paró dejando medio desayuno. No era frecuente pensar en ello, pero ahora lo hacía. Tenía bien claras las cuentas porque ese año había ingresado a la universidad. Primer semestre de Administración.
Se dirigió al cuarto a despedirse de sus hijas de 13 y 14 años que ya se disponían a bajar para tomar el desayuno.
Llegó silbando como siempre y saludando a los empleados que encontró a su paso. Estaba ojeando la prensa cuando irrumpió su secretaria. "La correspondencia, doctor".
-Gracias Corina, déjala ahí.
Bajó el periódico y se la quedó. "Es igualita a la que trabajó en mi casa. Y lo más curioso, casi el mismo nombre". Quiso distraer el pensamiento para no recordar aquel episodio, pero le fue imposible, por más que lo alejaba, más intenso volvía. Le atribuyó el suceso a su inexperiencia. Tenía apenas diecisiete años y ella quince. Hizo él todo lo posible para que la madre no se diera cuenta de su embarazo.
Media hora después volvió a entrar la secre. "Los señores de Comabién".
-Que pasen.
Después que se fueron continuó firmando papeles y facturas, cuando… Doctor.
-¿Sí, Cori? Digo, Corina. Estaba pensando en una asistenta que tuvo mi madre.
-La cita con los de Pedernal.
-¡Au! Gracias. Alístame el portafolio.
Una cuadra más adelante le pareció que le seguían. Cambió de ruta. Ahí mismo el semáforo. Dos sujetos le encañonaron. ¡Esto es un secuestro!
Al suceso le dieron poca importancia, los grandes titulares era para el Protocolo Modificatorio del TLC con E.U.
Tres días habían pasado y nada se sabía. A los cinco tuvieron noticias, la guerrilla quería presionar para que el gobierno le bajara la intensidad con que la estaba acorralando. La respuesta del gobierno fue más contundente.
-Perras sarnosas, busquen a trabajar, le dijo a las dos guerrilleras que lo cuidaban. ¿Qué les he hecho para que me secuestren? ¿Por qué atacan a la gente de bien?
-Si no te callas, te amordazamos otra vez.
La otra dio un paso dispuesta a bofetearle, pero de súbito sintió algo. -Oiga señor, estoy aquí por opción, no por convicción. De haber estudiado estuviera detrás de un escritorio, como lo está usted.
Se estremeció, esta chica le recordaba mucho a Maira, su hija mayor. _Todos dicen lo mismo. ¡Lo que les encanta es el delito!
-No lave las ventanas son fango, desde arriba viene la podredumbre. Mi madre trabajaba en una casa prestante, el hijo de la señora la embarazó y la botó sin importarle la suerte de ella, ni la de la criatura. Ella murió de parto, yo fui criada por una tía que no tenía ni para un agua de panela al día. Hoy tengo veintiuno, desde los diecisiete estoy alimentándola con este fusil.
-¿Cómo se llamaba?
-¿Qué?
-Tu madre, ¿cómo se llamaba?
La guerrillera miró a lo lejos, no pudo, la selva le acortaba la línea, mentalmente procuró salir de ahí. Apenas la conoció por fotografías, era hermosa, tenía un bonito cuerpo. "Mi tía dice que me parezco mucho a ella. Que era muy tierna, pero tímida a la vez". -¡Corí!
El celular sonó. Ella frunció el ceño, lo miró intrigada, casi con compasión. A él no le gustó para nada. Menos cuando la vio sacar la pistola.
-Espera, ¡no! Soy tu pa.
JAIRO SÁNCHEZ HOYOS

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LA HIJA DE TERMINATOR
¡Al fin! Llegó el año 3011 y los creadores  japoneses me  consideran  mayor de edad y lista para salir al mundo. Esto no me produce sensaciones ya que no fui diseñada para sentirlas.
Soy un androide. Por fuera me parezco a cualquier ser humano y por dentro poseo una maraña electrónica que -si llega a descomponerse- arreglaré tocando el chip implantado bajo la piel siliconada del antebrazo y ajustando los botones del pesado reloj en la muñeca (si el desajuste no es grande, de lo contrario lo arreglan desde casa).
Cierta vez, riéndose entre ellos, me llamaron la hija de Terminator. Yo conozco la risa del ser humano porque en varios disquetes con los que fui programada ese sonido aparecía y entiendo que ese estrepitoso ruido debe ser gracioso y darle identidad al tema. Por lo tanto cuando miro la película, llamo a Schuartzeneger papá.
Lo sé todo. En la memoria de mil gigabytes está el conocimiento del tiempo, desde sus orígenes hasta hoy. Admito que es un oscuro intento por comprender aunque no es esa mi asignación.
Ahora me instalaron en un departamento de Buenos Aires. Al estar tan atiborrado de tecnología lo siento análogo al centro experimental natal. Si bien todo luce familiar resultan extraños tantos espejos. Me explicaron que en su reflejo me reconocería una mujer bella y actuaría como tal. Sin embargo también  me enseñaron que belleza es un cuadro de Dalí o Picasso. Y yo no me veo como un reloj derretido o un clown cubista. En todo caso, si ellos dicen que soy bella, así será. Me sistematizaron para obedecer y no cuestionar.
Por ahora mi misión es hacer espionaje industrial en la usina nuclear donde trabajo. Les envío los datos solicitados; lo hecho con ellos no es asunto mío.
Hoy de mañana algo en el software no funcionaba y como les llevaría cuarenta y ocho horas solucionar el inconveniente que no puede arreglar ni con el chip ni con el reloj, fui autorizada a conocer la ciudad.  
Bueno, ¿por qué no? Comencé a caminar por ella hasta que una callecita llamada Pasaje Bolonio llamó mi atención. Decidí recorrerla; nadie la transitaba. Y fue cuando lo ví. Estaba apoyado en un vidrio. Apreté el chip para que me diese información, recordé la rotura. Recurrí al reloj pero los botones estaban enloquecidos. Evité reconocer que por primera vez estaba a mi tacto.
Temí al notar cosas fuera de control. Luego recordé que al ser mayorcita podía hacerme cargo de situaciones nuevas. Entonces dejé de centrarme en el desperfecto y lo contemplé con cuidado, evitando que mi visión de quinta dimensión le hiciera daños colaterales. Él permaneció quieto y por ese pensamiento mío a la velocidad de la luz, percibí el agrado ante  la porfiada observación.
¡Qué extraño, vivía sensaciones! ¿Cómo haría la humanidad para sentirlas todo el tiempo? Reconozco cuán desconcertante fue, pero como ninguno de los sensores daba el alerta roja me acerqué a quien parecía estar sólo para mí. Tras mirarlo más de media hora y no captar resistencias, lo compré y llevé a mi departamento. Al no saber qué hacer me dejé transportar por una idea en mi cabeza y lo acosté conmigo.
Algo debería ocurrir en él porque con sumisión consintió el toqueteo. Rocé su contorno rústico, masculino. Respondió a la curiosidad enseguida y desnudó su alma para mí, causándome un gran impacto. Ni en la más intensa de las programaciones se me había preparado para ésto.
De él comenzaron a surgir vocablos difíciles de conectar; mis filamentos se cortocircuitaban. Y como el sistema descompuesto no indicaba nada, acepté entregarme a esas frases provocadoras de chispas.
En mi memoria no había registro de una codificación semejante. Así que lo viví tal cual los humanos lo harían. ¿Y cómo lo harían? Mi única salida fue improvisar.
Lo acurruqué sobre el pecho y algo nuevo emergió: la maravilla. Hablaba de un corazón enamorado, de estar perdido por mis ojos y del encuentro en los besos y caricias. Me costó entender. Sabía que la emoción causaba vulnerabilidad. Muchos clásicos literarios las exaltaban; sin embargo, experimentarla era una deriva constante. Hasta que me invitó a leer en la hondura de sus palabras y un nada informático deseo de a poco lió ciertas ondas eléctricas. 
Fueron horas a las que llamó pasión y me hizo suya cuantas veces quiso. Cansada de tantas licencias lo saqué de encima con ternura estrenada y encontró un lugar en mi colchón. Para él también había sido demasiado.
Mañana tengo otro día libre,  así que con el pretexto de los circuitos descompuestos me entregaré  alocada a  lo que ese libro de poesías tenga para contarme.
BARBARELA ACUÑA

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PASADIZOS
Todavía no sé bien que sucedió. Caminé de regreso a casa bajo una atmósfera envolvente y placentera. Anochecía limpio después de largas horas de lluvia. 
Aunque faltaba poco, involuntariamente, mis pensamientos se adelantaron dejándome solo; como si la escoba de un barrendero invisible detrás de mis pasos, impulsara una parte de mí, arrojándome hacia el futuro.
En pocas semanas, viajaría a un país extraño. Imaginé que volaba hacia ambos destinos: el más cercano, mi hogar; y aquél exótico y lejano.
Hasta que apareció esa mujer, apoyada en la puerta de una juguetería que a mi paso, miraba vigilante y absorta, el andador de un niño en medio de la vereda. El pequeño no estaba…
Cuando dejé atrás esta escena trivial de la calle, sentí una presión blandiendo en el cénit de mi cabeza o tal vez, fue ésta, la que se tornó blanda por acción de algo.
Mi mano desocupada no halló más que una hebra de pelo dorado y largo que no era mío. Pensé que se trataba de una reacción ante la inminencia de volar tantos kilómetros en avión y de cuya potencial experiencia, emanaba una imagen catastrófica. El fuselaje colapsaba, atrapándome en un abrazo metálico y mortal.
Entonces, recordé que poco antes, al cruzar la última esquina, advertí aleatoriamente que a mitad de la cuadra, mi rumbo se tornaría en un túnel armado entre andamios y lonas, improvisado para proteger a los transeúntes y mantener en el anonimato, a las figuras de quienes se movían entre las costillas del futuro edificio. El viento entreabría las lonas, dejando ver a los obreros que trepaban como primates por ese laberinto de materiales en proceso.
Más, no me di cuenta del verdadero colapso que sobrevendría, porque me distrajo la visión perturbadora de la joven congelada sobre aquel rodado infantil, cuya ausencia parecía inexplicable para los dos.
Quizás fue sólo producto de esa luz intermedia y difusa de la tarde, mezclada con los vahos de la humedad persistente. Los restos de la lluvia todavía goteaban de los aleros. El aroma a vainilla y el sabor dulzón del pastel de Susana con que nos despidiéramos. Todo eso, remontándome al Caribe, palpitando ya en mis entrañas. Antes de tiempo.
Y de pronto, cayó sobre mi osamenta, blandida de antemano por aquella otra sensación en la cabeza; la estructura del edificio que se construía en un espacio contiguo a la juguetería, donde habíamos posado un instante, dos extraños en el plasma sensorial de mi conciencia desdoblada.
Sí, porque ahora tengo la impresión de que una parte de mí, debió quedarse, preventivamente, en la última esquina, observando todo desde allá, por instinto de supervivencia.
Ese otro yo, el subconsciente o lo que fuere, permaneció asomándose, atemorizado aunque inhábil para retener los impulsos puramente físicos, que me condujeron hacia el cepo donde me hallo en este momento.
La última vez que pude verme desde esa perspectiva. Estaba un poco más allá de mí, cruzando por debajo del túnel pasadizo. Y ahora, me encuentro consciente de ambas experiencias. Vencido por esa mala costumbre de adelantarme a los acontecimientos. Y retenido en el tiempo real. Percibo la hemorragia de mis heridas, la húmeda fragancia de la madera y el manto espeso del cemento, solidificándose alrededor.
Apenas sientoel dolor que provocan hierros y clavos, atravesándome con escarmiento. La presión de los materiales comienzan a sofocar mis pensamientos, que apenas responden, a la urgencia de los que han quedado fuera de esta tumba imprevista; para el niño que gime también, entre los escombros y que a diferencia de mí, sobrevivirá.
ANIBAL

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PASADIZOS
Todavía no sé bien que sucedió. Caminé de regreso a casa bajo una atmósfera envolvente y placentera. Anochecía limpio después de largas horas de lluvia. 
Aunque faltaba poco, involuntariamente, mis pensamientos se adelantaron dejándome solo; como si la escoba de un barrendero invisible detrás de mis pasos, impulsara una parte de mí, arrojándome hacia el futuro.
En pocas semanas, viajaría a un país extraño. Imaginé que volaba hacia ambos destinos: el más cercano, mi hogar; y aquél exótico y lejano.
Hasta que apareció esa mujer, apoyada en la puerta de una juguetería que a mi paso, miraba vigilante y absorta, el andador de un niño en medio de la vereda. El pequeño no estaba…
Cuando dejé atrás esta escena trivial de la calle, sentí una presión blandiendo en el cénit de mi cabeza o tal vez, fue ésta, la que se tornó blanda por acción de algo.
Mi mano desocupada no halló más que una hebra de pelo dorado y largo que no era mío. Pensé que se trataba de una reacción ante la inminencia de volar tantos kilómetros en avión y de cuya potencial experiencia, emanaba una imagen catastrófica. El fuselaje colapsaba, atrapándome en un abrazo metálico y mortal.
Entonces, recordé que poco antes, al cruzar la última esquina, advertí aleatoriamente que a mitad de la cuadra, mi rumbo se tornaría en un túnel armado entre andamios y lonas, improvisado para proteger a los transeúntes y mantener en el anonimato, a las figuras de quienes se movían entre las costillas del futuro edificio. El viento entreabría las lonas, dejando ver a los obreros que trepaban como primates por ese laberinto de materiales en proceso.
Más, no me di cuenta del verdadero colapso que sobrevendría, porque me distrajo la visión perturbadora de la joven congelada sobre aquel rodado infantil, cuya ausencia parecía inexplicable para los dos.
Quizás fue sólo producto de esa luz intermedia y difusa de la tarde, mezclada con los vahos de la humedad persistente. Los restos de la lluvia todavía goteaban de los aleros. El aroma a vainilla y el sabor dulzón del pastel de Susana con que nos despidiéramos. Todo eso, remontándome al Caribe, palpitando ya en mis entrañas. Antes de tiempo.
Y de pronto, cayó sobre mi osamenta, blandida de antemano por aquella otra sensación en la cabeza; la estructura del edificio que se construía en un espacio contiguo a la juguetería, donde habíamos posado un instante, dos extraños en el plasma sensorial de mi conciencia desdoblada.
Sí, porque ahora tengo la impresión de que una parte de mí, debió quedarse, preventivamente, en la última esquina, observando todo desde allá, por instinto de supervivencia.
Ese otro yo, el subconsciente o lo que fuere, permaneció asomándose, atemorizado aunque inhábil para retener los impulsos puramente físicos, que me condujeron hacia el cepo donde me hallo en este momento.
La última vez que pude verme desde esa perspectiva. Estaba un poco más allá de mí, cruzando por debajo del túnel pasadizo. Y ahora, me encuentro consciente de ambas experiencias. Vencido por esa mala costumbre de adelantarme a los acontecimientos. Y retenido en el tiempo real. Percibo la hemorragia de mis heridas, la húmeda fragancia de la madera y el manto espeso del cemento, solidificándose alrededor.
Apenas siento el dolor que provocan hierros y clavos, atravesándome con escarmiento. La presión de los materiales comienzan a sofocar mis pensamientos, que apenas responden, a la urgencia de los que han quedado fuera de esta tumba imprevista; para el niño que gime también, entre los escombros y que a diferencia de mí, sobrevivirá.
ANIBAL

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LOS POETAS MUERTOS Y EL SEPTIMAZO EN SUS MEMORIAS
Las soledades amontonadas viajan hacia la estación de Museo Del Oro… Robado, en un bus con estomago de plástico y ruedas calientes que aplastan el pavimento rompiéndolo como si estuviera hecho con medias negras de Bugs Bunny llenas de betún, "a mil las medias"… -y ese olor a navidad: a vino espumoso de ancheta, ven, ven ven, ven a nuestras almas Jesús ven, ven ven-… la lluvia negra percudida de humo, cigarrillo para el dolor de garganta, ¿es aquí o qué?
Noche ebria, viejitos con cara de peones jugando ajedrez con otras antigüedades para poner en jaque al aburrimiento, la calle es campo de batalla, perdí mi diccionario debajo de un sueño que no recuerdo; crucemos la séptima jugando golosa, de piedra en piedra… veamos: chance, la biografía inédita de Uribe, "sólo me hago la paja con la mano DERECHA"; monedas de chocolate, "regáleme una", "tome", "entonces cuánto quiere", "coma mierda de pájaro copetón"
Cuántos pasos da el tiempo en el reloj, no se marea, el cielo vomita, Drogas La Rebaja. Se me apagó el cigarrillo, "no me mire así que no la conozco", "ah… me va a regalar candela", "préndelo con el calor de tu lengua… roja", "no se vaya", "venga… seamos-amigos", "abrace; entonces"
Estoy cansando. Me voy a subir en un avión de papel, en un barquito, si hubiera aprendido a hacerlos… a hacer el amor con mi sombra. Una canción para mi empanada, roja no rosa, estoy cansado; alacranes de icopor, qué es eso, carne de alacrán… vagabundear y de nada ser culpable, vagabundear es una buena opción, vagabundear cuando tu vida se quiebre en dos… audífonos para las señales de tránsito; la bicicleta robada, de la película, apareció; número de celular: 1022…
Planetario, editorial planeta, estrellas literarias, cuántos amigos tiene que tener un poeta: ninguno, un dios muerto. Se me acaba el oxigeno… beso un árbol, listo.
Lo barato sale caro, una cara bonita hace las cosas baratas. "Cuánto vale el Old John". Nadie llega, monedero roto, sus cuchillos son los dientes de las moscas enfermas, "gracias".
Un sorbo, dos, copas rotas, qué hace aquí, Darío Lemos… "no me venda poemas", "con los amigos se tienen secretos, no negocios… ¡ya se le olvidó!", "qué le dijo Gonzalo de Bogotá", "ah, nevera hijueputa", "y Amílkar se murió ahogado, sí vio que nadaísmo no venia de nadar", "qué tiene este trago que me hace ver ‘cosas’", "no se vaya"… NO PIENSE ENTONCES… "esperando un amigo", "para subir a la universidad", "no me acuerdo", "no pregunte tanto", "qué es estar muerto", "vacaciones indefinidas", "y tu pie", "se fue corriendo"… mmm… "Adiós Darío", "venga, que se le cayó un papel"… su poema, Darío… se desapareció detrás del pie…:
Hoy resucitan los poetas colombianos
-que se hicieron los muertos-
Para darse un septimazo;
Si lees esto
Quiere decir que ya estoy corriendo
A salvar a Silva, el poetica bogotano,
Porque si ve su cara en un billete de cinco mil
Se mete otro balazo.
MICHAEL BENÍTEZ ORTIZ

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LA HORMIGA CANTANTE
Érase una hormiga muy joven, que quería ser cantante, sin embargo ella persistía en su noble deseo, y las demás hormigas se burlaban de ella, y le decían que era muy ilusa, que ser cantante para ellas era un imposible, sencillamente porque las hormigas no podían hablar.
Hasta que una tarde nuestra amiga se dirigió al bosque y allí se puso a llorar, porque no podía alcanzar su más grande anhelo, de pronto un hada madrina, de los animales pequeños del bosque apareció de detrás de un árbol milenario, en forma de una hermosa libélula gigante, y le dijo que ella le iba a otorgar el don extraordinario de la voz, y que incluso podía regalarle un poco más de estatura, para que todos sus congéneres le entendieran, y la reconocieran, pero que debía continuar siendo una hormiga buena, tal como había sido hasta ahora.
Y ella comenzó a practicar, a afinar su voz, y por fin a cantar, de hecho descubrió que tenía una voz melodiosa, y con el paso del tiempo, se convirtió en una hormiga famosa, e iba por todas las colonias brindando sus conciertos, y millones de hermanas se reunían a escucharla, y a deleitarse con su privilegiada entonación.
Pero la pequeña y grisácea artista aprovechó su fama para acumular tantos alimentos y otros enseres, que le llevaban sus admiradores, y se volvió sumamente soberbia, malgeniada y llena de egoísmo, decidió un día cualquiera no compartir con las demás de su género, su preciada alacena, aunque estuviesen en un fuerte invierno, prefería acumularla, en un lugar secreto en su inmensa colonia construida por sus seguidores en un claro del bosque, donde vivía sola. Hasta que la libélula madrina la visitó de nuevo, en el mismo lugar donde le otorgara el don maravilloso de la voz. La reina de los bosques le dijo que estaba muy molesta con ella, porque se había vuelto engreída y déspota, y que por eso había decidido quitarle, desde ahora y para siempre, tan encantadores dotes, que nadie podría entenderle, ni siquiera en el lenguaje universal de las hormigas.
Acongojada, con sus antenitas casi inertes, regreso a su enorme morada, para encontrar con sorpresa, que miles de ex compañeras suyas, obreras y hormigas- soldado, habían ingresado a su nido, furtivamente, y se habían hurtado todas sus pertenencias, por lo cual quedo más desconsolada todavía.
Pasaron varios años, y casi nadie ya la recordaba, tuvo que volver a asumir las tareas más humildes, las que deben realizar los insectos comunes, es decir volviendo a traer, acompañada de los de su especie, a sus inmensos y subterráneos hormigueros, cientos de hojitas frescas, y granos de arroz, también de azúcar y otras especies, a sus espaldas, para alimentarse en el crudo invierno.
Ya en su lecho de muerte, sumamente viejita, recordaba y contaba a sus congéneres, el fantástico relato de cómo alguna vez fue una poderosa, y muy conocida cantante, por supuesto que nadie le creía, y pensaban que estaba desquiciada, en razón a su vejez.
Sin embargo, antes de exhalar su último suspiro, comprendió que en los últimos años de su corta existencia, gracias a que había aprendido por fin, a compartir sus pertenencias, con los demás de su prole, ahora sí en realidad, era una hormiga feliz.
PEDRO MARTÍNEZ

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LA ABUELA
Firmemente parada con la ayuda de su trípode, se encontraba ella…en una foto de algunos años atrás.
Su contextura pequeña y baja estatura, de aproximadamente un metro cincuenta, no reflejaba claramente la fortaleza y energía con la que sobrellevó sus ochenta y pico de años. Su piel trigueña y un abundante cabello, recogido con una par de hebillas, despejando su frente, formaban un rodete detrás de la nuca; algunas canas desnudaban las décadas vividas, junto a los surcos profundos de las líneas  de expresión que se encontraban presentes en su rostro. Una mirada sufrida y contrariamente brillante, transmitían sus profundos y pequeños ojos claros. Su ancha y apenas voluminosa nariz sombrean los finos labios, que en ese momento no quisieron dibujar una sonrisa. 
Llevaba muchas historias en la memoria y  guardadas en las palmas de sus manos. Los dedos encorvados y la fina textura de su piel, garantizaban los sacrificados labores de campo, arar la tierra para futuras plantaciones, cuidar de la huerta, los animales, cosechar el algodón, en los suburbios de Barranqueras, provincia del Chaco; donde el cultivo de verduras, era el principal elemento para preparar un proteico guiso y alimentar a sus hijas, quienes solo contaban con la presencia de su madre.
Cómo disimular tantas vivencias ante el click de una cámara de fotos. Así fue su vida, su historia doliente y valerosa la que transmitía su dimita imagen…imborrable.
CAROLINA MERCEDES CALCAGNO

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SORPRESA EN JUJUY
Siempre quise visitar la provincia Argentina de Jujuy, por eso cuando mi Empresa me ordenó viajar a Antofagasta, Chile, vi la oportunidad de cumplir mi sueño. Tenía un amigo propietario de un hostal en San Pedro de Atacama y con él me informaría sobre todo lo necesario para cruzar la frontera.
 Alquilé un todo terreno y cargando con todo lo que mi amigo me había recomendado partí muy temprano en la mañana.
 Es increíble el paisaje que se puede apreciar en el recorrido hasta el puesto fronterizo de Jama a más de cuatro mil metros de altitud. Aunque reconozco que prestaba más atención a la conducción del vehículo y su estado, que al paisaje. En este puesto fronterizo descansé y revisé mi 4x4 pues me habían advertido sobre mi próximo trayecto de casi 155 kilómetros hasta Susques, un pueblito perdido en la soledad de aquellos parajes.
 Después de Jama el paisaje, parecido al de Atacama, impresionaba por  su suelo árido,  por la gama de colores ocre a blanco, por  la soledad de sus campos y por su magnetismo misterioso que te relajaba el alma. Había dejado atrás  el salar de Olaroz cuando mi vehículo comenzó a fallar a intervalos hasta que se detuvo completamente. No tenía idea de cuál era la “dolencia” de este caballo motorizado y ni un  alma por todo aquello.
 Dando paseítos y tratando de comunicarme con mi amigo por el celular, diviso una figura, a unos trescientos metros, entre las grietas de un cerro.  Daba la impresión que pedía ayuda y hacia allí dirigí mis pasos. La figura se desaparecía a intervalos pero sin cambiar de lugar. Llegué, un poco falta de aire, al lugar de la aparición y me encuentro con la entrada de una pequeña cueva, casi un agujero. Me quedé mirando hacia dentro tratando de ver algo,  pero la oscuridad me lo impedía. De pronto, como si se iluminara el interior, pude apreciar un cuerpo menudo de apenas medio metro. Tenía una cabeza muy grande con un sombrero de lana. Llevaba un poncho y andaba descalzo. “Hola. ¿Necesita ayuda?”. La oscuridad se apoderó de aquel pasaje subterráneo y un silencio total invadió el lugar. Sentía miedo, curiosidad o quizás  una mezcla de sentimientos. Me aparté un poco, pero sin quitar la vista del lugar. Estaba absorto en mis
                                                             9
pensamientos sobre ese encuentro con el misterioso personaje, cuando un claxon me hizo volver a la realidad. En la carretera, junto a mi auto, se encontraba un camión de auxilio.  Bajé rápidamente  y apenas sin poder respirar, comencé a relatarle, a los mecánicos, lo que había visto. Se rieron y uno de ellos me dijo:
-¿Qué, vistes acaso al Duende?
-No sé quién era. Está allá arriba en una pequeña cueva.
-Amigo, me has descrito al Duende, un personaje creado por la imaginación de los aborígenes. En realidad no existe. Creo que usted ha leído mucho sobre las leyendas deJujuy.
 No dije más nada. Pero, había sido tan real. Cuando llegamos a Susque el mecánico me dijo en tono burlón:
-Arroja harina en el piso donde vaya a dormir esta noche y si aparecen unos piececitos marcados, sabrás que está ahí. No se preocupe, su trabajo es joder pero no hace daño a nadie. Ah, para alejarlo basta con que pongas tu pantalón en la cabecera de la cama.
 Por supuesto, no conté a más nadie el encuentro con el Duende pero por si acaso y para disfrutar del encanto de Jujuy, todas las noches ponía mi pantalón en el lugar indicado por el mecánico.
ELPINERO

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CRÓNICA DE UNA CRUZADA ANÓNIMA Y SECRETA
La quinta noche fue la peor para el apóstata: la fiera le asestó una estocada en el costado, le rasgó la piel y lo envió contra un montón de rocas. El duque de Birmingham se repuso a duras penas, sintiendo un viento colarse por sus vértebras, y sólo para constatar que un dolor intenso le recorría el túnel carpiano. La sangre brotaba a borbotones pero embistió nuevamente, esta vez recibió una mordida que por poco le destroza la tráquea. El caballero pensó que habría de encontrar el martirio pero se equivocaba, la batalla aún no terminaba: hacia el alba se persignó, blandió su espada y desgarró la cerviz de la criatura.
El duque se despojó del peso de su armadura.
–Maldito seas tú, bendito sea mi Rey y alabada sea la Providencia –dijo contemplando a la bestia y acto seguido la degolló.
En la época moderna hubiera inyectado acetona en las cavidades corporales del animal, silicona en las zonas musculosas y arrastrado el cuerpo-trofeo hasta su ciudad natal para goce y júbilo de su estirpe. En el mundo clásico Julio César, triunviro desdichado y azote de las Galias, habría mandado traer desde la Ciudad Eterna al mejor sastre para que la desollara y confeccionara una túnica con sus membranas. El pragmatismo de los Caldeos se hubiera traducido en la oblación de los colmillos de la criatura y la destrucción de todo lo demás. Sin embargo este relato transcurre en el Medioevo y, como tal, el héroe de la cristiandad se conformó con untar aquel cuerpo en aceite, prenderle fuego y contemplar cómo se consumía en medio del páramo.
Esa noche leyó las Sagradas Escrituras a la luz de las llamas.
Cuando la bestia se hubo vuelto cenizas el duque cerró el libro, se incorporó a duras penas y caminó rumbo al Panteón de Éste yace a espaldas de la humanidad y su estado es de abandono general.
El duque observó el Sacro Sanctus, que con tanta sangre y tesón había defendido, y sonrió satisfecho. En ese instante una paloma blanca se posó sobre su hombro ensangrentado, emitió un graznido y nuevamente alzó el vuelo. El duque sintió el orgullo latir en su pecho: el Espíritu Santo lo felicitaba por la gesta, no cualquier mortal defendía el cuerpo de Cristo de las fauces de las bestias, y en el centro del país de los infieles. Sabiéndose dueño de sí mismo abrió las puertas de la bóveda. La inscripción estaba tallada en mármol: ius latus Jossuah vascus, «aquí late el corazón de Jesucristo». El honor, la gracia y su cuerpo fundiéndose con el infinito se pasearon por su imaginación.
El ánfora era de oro macizo, llamativo y voluminoso.
¿Era digno él, un mísero duque de una isla perdida, de entrar en verdadera comunión con el Santísimo? ¿Estaría perpetrando un crimen de decidirse a hurgar su contenido? ¿Estaría obedeciendo a los secretos designios de Lucifer? ¿Estaría quizás realizando un acto de infinita piedad?
El duque prestó juramento a la Providencia, respiró profundo y abrió la caja.
En principio su cerebro no dio crédito a lo que vieron sus retinas. El ánfora permanecía en sus manos y sus manos permanecían inmóviles. Su interior era un verdadero larvario: una oruga reina de veinte centímetros de longitud se retorcía de placer sobre los restos de capullos, exoesqueletos y polvo que constituían su palacio. Un sinnúmero de gusanos plebeyos se arrastraban para desdicha del caballero. El hedor, la fetidez y la impotencia urgieron sus entrañas: las estepas de Palestina fueron honradas con una libación de vómito copiosa y sonora.
El duque de Birmingham sollozó, gritó y aguardó lo peor, sin embargo el Ángel de la Muerte no lo visitó. Se tumbó en el suelo e intentó dormir, pero el insomnio se apoderó de su cuerpo, en medio de arrebatos de llanto y carcajadas psicóticas el complot se le hizo manifiesto: el destino, la Providencia y la Hidra del Caos se burlaban de él, riéndose a mandíbula batiente. El sol despuntó en el horizonte e infundió nuevos bríos a su espíritu, después de todo, ¿qué hacer sino marchar hacia adelante con la frente en alto?
Finalmente el duque se desembarazó de todo cuanto portaba.
––Maldito seas, Dios mío ––dijo y se echó a caminar, en plena conciencia de su apostasía, sin otro atuendo que unos harapos y sin más compañía que el desengaño, el desierto y el silencio.
LUIS FELIPE TORRES

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LA PRINCESA QUE NO SE CONVIRTIÓ EN RANA
Sandalias rosadas, vestido blanco y sonrisa neutra, le decían Sara la niña perdida. Cuando íbamos al pantano a jugar siempre la veíamos observando las ranas y tirando flores al agua, nos parecía extraña y nos daba algo de miedo.
Nos gustaba tanto nadar que íbamos todos los domingos por la mañana. Mojados jugábamos a los retos; unos se tiraban desde un árbol, otros se comían alguna hoja rara y a mí me pusieron la peor de todas ¡Ir a hablar con Sara la niña perdida!
Respire hondo y fui nadando donde ella, se veía algo triste. Cuando me vio se puso tímida y dejo de tirar flores, entonces pensé que no daba tanto miedo. Salí del agua y me senté al lado de ella en una roca.
- Hola ¿Cómo estas Sara? Creo que me has visto mucho por aquí.
- Si eres el más pequeño del grupo. La verdad no estoy tan bien aun no me convierto en rana.
- ¿De qué hablas? Se supone que la historia es al revés el sapo se convierte en príncipe.
- Lo siento chico pero aquí es diferente, soy Sara la princesa del lago. Hace pocos meses era una hermosa rana hasta que vino una chica a besarme, grito y vio que se equivoco de rana. Desde entonces estoy acá esperando que me bese un chico para volver a ser princesa.
Se acerco a mí y me miro a los ojos con dulzura. Los dos juntamos nuestras cabezas y nos dimos un beso, quedamos mirándonos cinco minutos pero no paso nada, ella seguía siendo Sara la niña perdida.
Sonrió y me dio las gracias, volví al agua y me despedí con la mano, estaba algo sonrojado y mis amigos me molestaron. Que puedo decir fue mi primer beso y sobreviví a no convertirme en rana.
Llego el otro domingo y ya no estaba, tal vez sea La princesa del lago o simplemente:
¡Me quería robar un beso esa Sara!
La Batata Peláez

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CAROLINA EN LA CIUDAD DE LAS MARAVILLAS
EL BAÑO.
No bien había sonado el despertador, cuando Carolina salto de la cama, como un bólido se dirigió al baño y abrió las llaves de la regadera, mirándola fijamente, suspiro una vez más, en lo más profundo de su ser deseaba que el agua saliera, casi sin pensarlo, le rogaba a Dios que el agua saliera de la regadera y en unos instantes, esta salió, dando estrepitosos chorros combinados con cortes del precioso liquido, por fin se regularizo el flujo y Carolina suspiro aliviada, en la Ciudad de las maravillas, sitio donde Carolina vivía desde hacía catorce años, el agua era cada vez más, un artículo de lujo, los esfuerzos incansables de las Autoridades, por llevar el agua a cada habitante de la Ciudad, no podían competir con la enorme cadena de corrupción y "Valemadrismo" de sus propios habitantes, los cuales seguían con costumbres tan torpes como suicidas, como la de lavar sus autos con agua limpia o lavar sus propiedades con chorros de agua potable, en verdad era una bendición que el agua saliera de aquella regadera.
Sin perder tiempo Carolina se despojo de su graciosa pijama, dejando al descubierto su bello cuerpo de adolescente, el agua recorriendo cada poro de su piel le despertó por completo y le devolvió los ánimos, en su éxtasis de limpieza, Carolina llego a pensar que lo que hacía era malo ya que sin desearlo, sentía un placer incognito en el simple hecho de bañarse y en más de una ocasión se imagino ver a los "Porquelos", espiarla a través de la ventana del baño, lo cual le daba pavor, pero esta vez se decidió a no voltear hacia la ventana y disfrutar de su apreciado baño, al final si los "Porquelos aparecían, ella aceptaría su culpa y su castigo.
Se decía que los "Porquelos" eran crueles y que hasta llegaban a asesinar a las personas, pero solo se decía, Carolina no conocía personalmente a nadie que los hubiera visto, hasta se decía que eran inventos del Gobierno para que la gente no desperdiciara el agua, pero esta vez no, Carolina no haría caso a ninguno de esos seres horrendos y torpes, con ella no se meterían, ella no tenía la culpa de que sus padres y abuelos desperdiciaran tantísima agua durante toda su vida, esta vez no, pensó Carolina y dejo que el agua acariciara su cuerpo, en casa todos dormían y nadie se percataría que Carolina tardaba bañándose, nadie la limitaría a 3 o 5 minutos de baño, esta vez no, pensó Carolina y dejaba que el agua acariciara su hermoso cuerpo.
Casi sin sentirlo y como un fugaz susurro en el oído, Carolina escucho un ruido extraño y sobresaltada abrió los ojos, en silencio y conteniendo la respiración, aguzo el oído tratando de escuchar a través del sonido del agua de la regadera, nada, volvió a poner atención y nada, trato de calmarse pero sus nervios ya estaban de punta, con sigilo cerro las llaves de la regadera y aguzo el oído, nada, con cautela tomo su toalla y envolvió su cuerpo, las fuertes sandalias que calzaba le daban seguridad al caminar y con la mano temblándole, giro el picaporte de la puerta, de un golpe la jalo hacia ella abriéndola de tajo, nada, el silencio de la casa era lo único que encontró, suspiraba aliviada cuando se dio cuenta que ese silencio no era normal, el aire estaba espeso, daban las seis de la mañana y de la bulliciosa calle no provenía ningún sonido, nada, solo el silencio pesado y cortante, Carolina dio un paso al exterior del baño y entonces ¡Un ser horrendo se abalanzo sobre de ella! ¡Carolina soltó un grito de angustia y terror!, en sus mas retorcidas pesadillas, nunca se había imaginado algo tan horrible, el pavor y el miedo a la muerte la invadieron y solo atino a poner las manos en defensiva, el ser o la cosa que la atacaba, no le dio tregua y en rápidos arañazos y mordiscos, Carolina se vio de pronto ensangrentada de sus brazos y rostro y con la angustia de saber que no había nadie que la ayudara, como pudo giro su cuerpo y en un impulso increíble se dejo caer al suelo, cayendo sobre el horrendo monstruo, el cual al sentir el golpe contra las baldosas, soltó a Carolina y se hecho a correr a través de la sala y una ventana abierta, no sin antes maldecir a Carolina y amenazarla con regresar.
En un mar de llanto y terror Carolina grito y siguió gritando hasta que los habitantes de la casa salieron y pudieron auxiliarla, ni había palabras de aliento que pudieran contener el estado de histeria en que la encontraron, Carolina se había topado con un "Porquelo" y en esa extraña mañana se dio cuenta que en la Ciudad de las Maravillas donde vivía, la realidad y la fantasía no tienen distingo y los sueños y las pesadillas de la gente cobraban vida y cobraban la vida de aquellos que no habían entendido que lo Divino y lo Maldito se entrecruzaban y que los errores continuos de la gente, daban paso a una realidad paralela y cruda a la vez, Carolina conoció a su corta edad a esos seres, a los cuales unos maldecían y otros bendecían, porque tenían la capacidad de cobrar en carne a la gente que contaminaba, tiraba o malgastaba el agua, recurso sin el cual ellos morían poco a poco, los "Porquelos" si existían o tal vez salían de nuestra retorcida mente o imaginación, pero el caso es que Carolina supo por primera vez que vivir en la Ciudad de la Maravillas era algo muy difícil y más difícil de entender para una chica de 14 años.
JORGE ARELLANO ZYÑIGA

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EL ELEMENTO FALTANTE
En 1839 a Louis Daguerre se le atribuye la invención de la moderna fotografía, y en 1895 los hermanos Lumiere dan otro salto al darle movimiento a las mismas, naciendo el primitivo cine. Por eso causó poderosamente la atención mundial, cuando recién en el año 2017 Francesco Latorre patentó el instanmovie.
Francesco trabajaba para una ensambladora de aparatos electrónicos, y si bien contaba con título de ingeniero, en realidad nunca se había distinguido entre sus pares. Siempre fue un ambicioso sin logros, o sea, un soñador.
La novedosa máquina, pergeñada por el italiano, ceñía en una a la fotografía y a la película, vale decir, a la imagen congelada fundida con la de movimiento. ¿Cómo podía suceder? El mecanismo era más ingenioso que prodigio tecnológico. El aparato era manual, como una máquina fotográfica o filmadora. Desde el visor el operador seleccionaba la escena, y una pequeña cruz roja se movía a su gusto para seleccionar el objeto a congelar. Una presión en el botón de inicio sólo fijaba lo señalado, el resto del encuadre se filmaba por 5, 10 o 20 segundos. El resultado era asombroso. Un niño fotografiado en una plaza aparecía inmóvil y detrás de él las palomas volaban, las hojas del otoño caían y un juguetón cachorro escapado de su dueño se le cruzaba por delante.
El invento rápidamente causó sensación, quizás no por lo revolucionario, tal vez sí, por que a nadie se le ocurrió antes. Surgió una nueva escuela de arte, y la instanmovie reemplazó al 3D como arte de vanguardia. Francesco se hizo millonario de la noche a la mañana... y curiosamente fue su único invento.
Alejado del trabajo de operario, el joven italiano se dedicó a brindar conferencias de todo tipo. Fue invitado a congresos de empresarios, a disertar en cursos de emprendedores, a dar charlas en encuentros filosóficos o asesoramiento en reuniones metafísicas. Él aceptó todas las propuestas.
En cada ocasión dibujaba en una pizarra una torre con varios elementos que la constituían. En la cima escribía en un gran cuadro la palabra INVENTO, verticalmente hacia abajo, en un cuadro menor EMPEÑO, luego en sucesivos cuadros similares las palabras VISION POSITIVA, ALTERNATIVAS, IDEA, y terminaba con otro pequeño conteniendo las iniciales EF.
Explicaba Francesco Latorre, que todo nace con una idea, de la cual se desprenden alternativas para concretarla. Algunas son valederas y otras alocadas. Con una postura positiva se lleva adelante la más promisoria y con esfuerzo y empeño se la ejecuta. Todo ello decía el inventor, que si no fuera por el aura mediático creado en su persona, sus palabras sonaban a un vulgar libro de autoayuda. Cuándo se le preguntaba por el significado de las letras EF, él siempre respondía "No podría traducírselas, piensen lo que ustedes quieran, ni yo mismo puedo descifrar esa sensación que llega cuando nace una idea, y por eso yo se las señalo como Elemento Faltante". Más de una vez los oyentes quedaron disconformes, porque allí reinaba la verdadera esencia del hacedor, de la fama y de la rápida fortuna.
Hay una historia poco conocida del joven inventor y otra más profunda que solamente él aprisiona para sí. En su lujosa mansión de las afueras de Verona, Francesco cierra con llave su dormitorio. De un cajón de su mesita de luz saca un álbum de fotos tapizado con gastado cuero marrón. Lo abre justo en la foto que busca. En ella aparece él, con sus siete años de edad; detrás su madre que falleció cuando Francesco tenía 15 años. Foto que muestra dos seres congelados a poca distancia. Instantánea que no permite ver lo que sí continúa en la memoria del inventor... el beso tierno de su madre en su mejilla. La vida no sólo le robó a Francesco una madre en plena adolescencia, sino miles de besos, abrazos y tiernas palabras, hasta que por lo menos llegara a ser adulto. Hoy Francesco brota en lágrimas deseando ser otra vez un niño para sentir ese beso que la maldita fotografía no le permite ver... ni sentir. Muy dentro de él lo sabe, la NECESIDAD siempre será el germen de las ideas, porque eternamente la meta será SOBREVIVIR.
GUILLLERMO HORACIO PEGORARO

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UN JOVEN CON SUERTE
Cuando un día el joven Hugo de tan solo 34 años se levanto con la idea de trabajar para ganarse un hermoso traje; este traje que quería este joven, costaba mucho dinero en ese momento, el solo pensaba como podía lograr el dinero que costaba el traje, entonces de forma cautelosa se sentó a pensar y poco a poco meditó sobre su problema, él quería comprarse un traje que fuera acorde con la ocasión que tenía, entonces el creyó que lo correcto era primero lograr un empleo; segundo que lo pediría prestado y tercero que jugaría con unos amigos a las cartas, el pensando de esta manera; se ideo un plan, para poder intentar lograr el dinero utilizando de forma ingenua pero inteligente, estas tres alternativas.
Decidió entonces dirigirse a una librería donde buscaban vendedor, ese día el decidió ponerse algo sencillo pero aceptable para la ocasión, llegando al local el decidió esperar a que llegara la joven que atendía la solicitud, al poder verla le parecía encantadora pero quiso dejar en ella una linda inspiración, pero algo no salió bien al parecer, era triste saber lo comprometido del trabajo para el poco dinero que él iba a percibir, entonces el no pudo aceptar este trabajo luego de una semana el joven decidió dirigirse a casa de su hermano y le solicito le prestara el dinero, su hermano no pudo en el tiempo en que lo requería; sin embargo no cerró la posibilidad de que se lo diera aunque sea la mitad, el a pesar se retiro contento del lugar ya podía contar con la mitad del dinero ese mismo día, se ideó ir con los amigos para ver qué podía hacer jugando a las cartas, era interesante saber que de las cartas mucho sabia, entonces se puso a jugar cada partida costaba 20 euros y en la partida se colocan cuatro jugadores lo que suman 80 euros, después de dos manos y haber perdido 40 euros por las dos rondas, el pensó:
¡Si el traje me cuesta 1000 euros y mi hermano me va a prestar 500 euros yo necesito solo 500 euros, lo que me corresponde ganar 9 partidas, esto hace un total de 540 euros, porque le quedarían 40 euros restantes y eso es importante!
La celebración a la que el va acudir es muy significativa, ya que asistirá a la boda de su mejor amigo, entonces decidió poco a poco y con paciencia, como haría para ganar las 9 partidas de cartas y completar el dinero, ya en la siguiente partida se dio cuenta que tenía unas buenas cartas, lo harían recuperar los primeros 60 euros que ya había perdido, ya que la inversión por cada jugada es de 20 euros como ya se mencionó, ganar 9 partidas le costaría jugar toda la tarde, entonces decidió que solo sacrificaría 100 euros, esa tarde para sorpresa del y de sus compañeros de partida, gano esa ronda de cartas ya había logrado recuperar los primeros 60 euros invertidos, uno de sus amigos ya había perdido los 80 euros correspondientes a cada partida, la partida se hiso interesante cuando logro hacer que uno de sus amigos se incorporara al juego, eso si fue grandioso para sus planes ya que aumentaría a 100 euros cada partida y la ganancia por ronda seria de 80 euros, la alegría de la partida que ganó lo convenció de que era su día de suerte y continuo jugando; hasta que en la partida siguiente no tuvo la misma suerte perdiendo 20 euros más, pero las dos siguientes fueron excelentes logrando ganar 160 euros aunque ya había perdido en total 80 euros y decide retirarse con la escusa de que va al médico a acompañar a su vecino, se retiro por un lapso de tres horas con 320 euros en total, muy contento descanso y logro convencer a su hermano de forma astuta de que le lograra prestar los 500 euros, que le había dicho podía lograr conseguir para la fecha, pasadas las tres horas se fue nuevamente al lugar donde solían jugar y en esa casa pudieron disfrutar sanamente del juego si logro como cuatro partidas, logro ganar cinco más lo que hiso de la noche muy especial ya que logro completar 640 euros es decir fue victorioso para el ya que podía comprar hasta un pequeño regalo, al retirarse del lugar después de una larga noche de alegría por lo entretenido del juego y de sus intenciones que era lograr el dinero pudo con afán observar que el vendedor de flores del lugar, se le había caído la venta del día y pensó de forma honesta devolvérsela, pero no podía quedarse más tiempo en el lugar para no correr peligro cuando llego a su casa se dio cuenta que la venta era de 400 euros, lo que ya sumaban unos 1040 euros en total, es así como la dicha alcanzó el corazón de aquel joven que aunque humilde y sencillo, pudo contar con la suerte de lograr conseguir los afortunados 1040 euros sin contar la dadiva de su hermano que le ofreció los 500 euros, que sumaron los mil que requería. Felizmente el pudo dirigirse a la tienda en la que vio por primera vez tan lindo traje es entonces cuando quiso con entusiasmo comprarlo de su color favorito, busco a la señorita que atendía el lugar logrando seleccionar el que con mucha elegancia y buen trato le mostro la joven, es de esta manera como el sin novia y al verla tan bonita, decide invitarla a un café en un lugar sencillo pero especial al que la salir del trabajo; él la iría a buscar eso si siempre pensando en invitarla según su conducta a la boda de su amigo, ese día se puso muy nublado, frio y lluvioso el decidió que con mucho cuidado, colocaría el dinero en el banco y mientras tanto esperaba a la joven salir de su lugar de trabajo, logro hacer un deposito justo como lo había planeado y según lo pensado se dirigió al trabajo de la joven; que a lo mejor muy interesada lo había esperado, razón suficiente de ser cierto, para que junto a ella pasara una rica velada, en un café que quedaba a una calle del lugar donde acordaron encontrarse, la joven hermosamente arreglada se coloco un sutil perfume, que lo inspiro a sentirse mejor, ya que presiente que no hiso una mala elección al invitarla para conocerse entonces ya en el café la joven se puso triste al parecer había muerto la madre hace pocos días y la salida no le sentó nada mal, razón esta que lo conmovió mucho, ya que su buen espíritu no solo lo logro a ayudar a encontrar el dinero necesitado sino acertar en invitar a una joven que pasaba por un lamentable momento cerca de la mesa del café, un hombre le intento vender una rosa le pareció a ese joven que era el mejor regalo para ella y así fue.
El compro la flor y el anciano que se la vendió, aunque le pregunto se quedo con un cambio muy importante de 10 euros que costó la flor; él se quedo con los 10 euros restantes, al joven intentar reclamar este dinero se le voto el café manchando a la señorita y manchándose el lugar, conmocionado por el incidente no permitía que él pudiera disfrutar del café, entonces el muy molesto solicito que limpiaran la mesa sorprendentemente el señor replicando le reclamo en vez de ayudarle, retiro a la señorita del lugar no si antes aclarar que no cancelaria los cafés, que casi no pudieron ingerir y es cuando el joven Hugo en un espacio muy especial a oscuras del lugar, decidió con mucha humildad y sutileza hacerle una pregunta a tan encantadora dama, es entonces cuando el al proponérselo de forma dulce pero muy varonil, le pregunto si ella quería ser su novia y poniendo su boca en la de ella, una hermosa sensación de atracción sintieron ambos, es entonces cuando la joven muy alegre decide lograr mantener con él una hermosa relación amorosa, quedaron en verse los dos la noche siguiente y es cuando intentan lograr ir mas allá de la relación de novios, el joven inspirado y muy emocionado decide mostrar responsabilidades con ella y decide invitarla primero a almorzar y luego en la noche llevarla a su casa a descansar; a pesar de la fría noche el joven se puso a pensar en la dicha tan hermosa, que durante esos quince días a logrado tener, se propuso comprarse un traje para ello un dinero tenía que encontrar y lo encontré tuvo que jugar y gano, necesitaba una joven novia y solo al proponérselo lo logro y con ella comparte los mejores años de su vida, lo que quiere decir para concluir; que solo al proponérselo pudo lograr de forma honesta todo lo que quería y que de la vida en ese momento anhelo. El día de la boda de su amigo mucho fue lo que disfruto y vio, como con felicidad su muy buen amigo se llego a casar.
ABG. MARY FRANCIS FARÍAS

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60  MINUTOS
A la edad de 13 años, Jorge, un niño de familia de clase media de un barrio del extrarradio de una gran ciudad, descubrió que tenía un poder especial.
Estando un verano en la finca de su tío. Se asomó demasiado al pozo de la finca del vecino y resbaló cayendo dentro de él. En su desesperada caída. Sólo acertó a gritar desesperadamente la palabra "mierda" y sus piernas flojearon y cayó al suelo. Había Sol. Y veía el pozo. Por fuera. Estaba a unos metros del pozo. Como un rato antes. No se lo contó a nadie. Ni siquiera estaba seguro que fuera un sueño.
Unos meses después, jugando un partido de fútbol de máxima rivalidad entre colegios. Jorge, que aquel partido era titular por lesiones de los otros delanteros, con el partido empatado y a punto de finalizar, recibió un balón completamente sólo ante el portero y sin nadie que le marcara. Con ansia le pegó al balón con toda la potencia que pudo pero sin pensar en la colocación, y el disparo se fue a las nubes provocando la decepción sus compañeros y la bronca de su entrenador. Se estiró los pantalones y gritó "mierda" y se encontró con el balón de nuevo delante del portero. Dudó un instante, provocando que la defensa estuviera a punto de llegar hasta él. Pero esta vez colocó la pelota cerca del poste con tranquilidad. Sus compañeros le aclamaron. Aquel día fue el heroe. Y el día que se dio cuenta de su poder.
Empezó a mejorar sus notas. En los exámenes orales, volvía el tiempo atrás y miraba la pregunta en el libro y en los escritos se las arreglaba para copiar de distintas maneras, hasta que alguna colaba.
Consiguió evitar las broncas de sus padres. Tras varios intentos, siempre encontraba la excusa adecuada.
Descubrió el tiempo exacto. 60 segundos. Siempre 1 minuto hacia atrás. Los 60 segundos que estaban cambiando su vida.
Pero algo no funcionaba. Laura. Laurita la bella. Su amor secreto. El amor secreto y público de los demás compañeros de la clase.
Pero estaba con Rober. Por el que todas suspiraban. Rober escribía poemas, Rober tocaba la guitarra. Rober… Bah, Rober. Pensaba que él era el goleador y estrella del equipo de fútbol. A Rober ni siquiera se le había visto nunca con un balón. ¿Quién era él para disfrutar de la preciosa, sensual, inteligente, sensible y maravillosa Laurita? ¿Cómo se atrevía a interponerse delante de su sueño?.
Aprovechándose de su nuevo poder. Hizo muchos intentos por conseguir una cita con Laurita. Pero siempre se veía obligado a volver atrás. Ella siempre lo rechazaba con simpatía. Con amabilidad. Con una dulzura que sólo hacía que su obsesión se acrecentara.
Así que no cejó en su intento. Tenía que cambiar de táctica. Se hizo amigo de la pareja. Siempre estaba con ellos. Y ellos lo aceptaban. Aunque a veces les hubiera gustado que les dejara un rato a solas. Ni Laurita ni Rober se hubiera atrevido a decirle nada. Se acabaron acostumbrando a él.
Les buscaba en el recreo. Les buscaba después de clase. Y empezó a usar su poder para ir desnivelando la balanza a su favor. Si Laurita decía que tenía sed. El volvía atrás y le ofrecía una coca-cola. Si Laurita decía que tenía hambre, él, antes de que lo dijera, le ofrecía su bocadillo. Si Laurita decía que quería ver tal película en el cine. Él se lo planteaba antes y le decía que lleva mucho tiempo deseando ver esa película.
Poco a poco, notaba como Laura le miraba con otros ojos. Usaba su poder de manera constante para impresionar la y, de paso, dejar en ridículo a Rober cada vez que tenía ocasión.
Hasta que un día, lo que tenía que ocurrir, ocurrió. Laurita le dio una nota en la que le citaba en el parque después de clase… a solas. Allí, sentados en la fuente, Laurita fue diciéndole que había discutido con Rober, que últimamente se sentía extraña con él, que sentía que tenía una conexión especial con otra persona. Él, con el corazón a cien, le preguntó con ansiedad: ¿Quién?
Aquel día la besó. Por fin llegó el día. Por fin, todo era perfecto para él. Una alegre música inundaba su cabeza y le hacía mover los pies a ritmo cuando volvía a su casa después de dejar a Laurita en la suya. Ella le quería. Era el rey del universo.
Al día siguiente, era Sábado, y Jorge había quedado con Laurita para dar un paseo. Hacía un soleado y maravilloso día de primavera, Laura estaba preciosa. Llevaba un vestido de flores y sus zapatos nuevos. Caminaron por el parque entre achuchones, besos y sonrisas. En un momento de la tarde, Laurita se encontraba algo cansada por lo que se sentaron en un banco y Jorge se ofreció a ir a por unos refrescos. Laura aceptó encantada.










































































- No tardes mucho – dijo Laurita.
- Vuelvo en un minuto, preciosa – contestó Jorge con felicidad.
Llegó al kiosco y pidió un par de coca-colas frías. Al terminar de pagar y dar la media vuelta con las cocas-colas en sus manos, observó que una bonita chica le sonreía. Su cara le era familiar. Al principio no la reconoció. Sólo reparó en la belleza de la chica. Al dar unos pasos y acercarse a ella cayó en la cuenta. Era Celia, la chica nueva del colegio. Algunos chicos ya empezaban a decir que Celia estaba tan buena como Laurita. Ella mantenía su sonrisa cuando me crucé con ella.
- Te vi jugar al fútbol. Lo haces muy bien.
- Muchas gracias.
Celia mantenía su sonrisa, mientras se alejaba de Jorge después del cumplido.
Jorge dio dos pasos en dirección a donde le esperaba Laurita. Pero se paró y se dio la vuelta.










































































-¿Vas a todos los partidos?
-Sí, a todos los que puedo.- contestó Celia.
-¿Y qué haces después?
-Poca cosa, aún no conozco a nadie aquí.
-Quizá…tu y yo podríamos hacer algo.
-Por qué no- dijo ella sin parar de sonreír.
-Nos vemos el próximo partido entonces.
-Nos vemos.
Jorge no acababa de asimilar lo que acababa de pasar mientras volvía al banco donde le esperaba Laurita. Estaba confuso. Solo sabía que aquella chica le resultaba muy atractiva. Pero no podía perder el norte. Laurita le esperaba. La maravillosa Laurita. La chica de sus sueños.
Entonces vislumbró la escena más horrible imaginable. A unos metros de él, Laurita besaba a otro chico. Era Rober.
Jorge no podía reaccionar. ¿Qué había pasado?. Laura sostenía un papel en una mano. Sea lo que sea lo que haya pasado, sólo hay una solución y gritó con furia: "mierdaaaaaaa"… Sólo para observar aterrado como Laura leía el contenido del papel e inmediatamente, besaba apasionadamente a Rober.
"Mierda, mierda, mierda". Una y otra vez se repetía la misma escena. El comienzo del apasionado beso. Una y otra vez. Nunca había usado el poder de esa manera. No sabía cuánto tiempo podía ir hacia atrás pronunciando la palabras varias veces seguidas. Ahí tenía la respuesta. 60 segundos. No más allá. Por más que lo intentó no pudo ir más atrás del beso. Estuvo horas torturándose. Reviviendo el golpe una y otra vez. Hasta que de repente pronunció la palabra y la escena no se repitió. En ese momento Laurita se separó de Rober y se dirigió a él.
-Jorge, lo siento muchísimo. Rober me escribió algo que me hizo estar segura de que sólo le amo a él. Quiero que siempre seamos buenos amigos.
No dijo nada. Agachó la cabeza y se fue. Rendido. Sin fuerzas. Torturándose pensando que si no hubiera perdido ese tiempo precioso con Celia quizás podido estar a tiempo de evitar que Rober le diera la nota. Pero ¿cómo hubiera podido evitarlo siempre?. Nunca supo lo que contenía la nota si sabía que él no podría escribir lo que había escrito Rober por mucho que pudiera volver el tiempo atrás.
En esos pensamientos estaba cuando de repente, se sintió empapado. Un coche, a velocidad excesiva, había hecho que el agua de un charco provocado por la lluvia de los últimos días, la calara hasta los huesos. Empapado y rabioso, no tardó ni un segundo en gritar la palabra… y seguía mojado. Nada ocurrió. Jorge se sintió destrozado. Era el peor día de su vida. Había perdido a Laurita y también su don.
Jorge fingió una enfermedad y no volvió a clase en el mes y medio que quedaba de curso. Tampoco fue a los entrenamientos ni a los partidos del equipo. De hecho, nunca volvió a jugar al fútbol.
Al año siguiente, al padre de Jorge le trasladaron de ciudad por motivos de trabajo. Jorge tuvo que ir a otro instituto. Nunca volvió a ver a Laurita. Pero sí a Celia, con la que coincidió el año siguiente. Al padre de Celia también le trasladaban constantemente. Celia y Jorge hicieron buenas migas. Se casaron años después.
Jorge Méndez se convirtió con el tiempo en un afamado actor de teatro.
En una ocasión unos periodistas en una rueda de prensa, en relación con las suculentas ofertas que había recibido para hacer cine, le preguntaban que porqué se negaba a aceptarlas:
- No me gusta repetir las escenas - respondió él provocando las carcajadas en la sala de prensa.
Sé que para él, perder ese don que tuvo durante la primavera de sus trece años, fue un alivio. Que nunca hubiera podido controlar su destino. Y que le hubiera gustado decirle a los periodistas lo que me dijo a mí el día que me contó esta historia:
- Pienso que una obra de teatro fluye como un río. Hacia delante, sin marcha atrás. Como la vida. Si no, no hay riesgo ni emoción.
MIGUEL ÁNGEL ESCUDERO

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AL MAR
El domingo 26 de abril 1867, Jaume partió con su maleta, una llena de ropa sencilla y unas cuantas hojas en blanco, el decía que se va para la mar, tenía una onda afición por las cuestiones saladas digo yo.
Jaume  se construyo un arpón con el mango de la escoba de mi abuela, se la regale porque estaba hecha de un mango de roble, era una escoba especial, porque nunca se uso para barrer, y realmente no parecía escoba pues su mango estaba tallado con símbolos extraños, diré que mi abuela era una bruja entonces.
Cuando se fue era como un hilito flaco volando con el ventarrón, todas las hojas en blanco que se llevo me empezaron a llegar llenas de cosas fantásticas, me hablaba de peces que nunca me hubiese imaginado, de las costumbres de los marineros enloquecidos por las olas, de mareos y una cierta psicosis que se le estaba creciendo adentro.
En una de sus tantas cartas se empezó a desdibujar, decía que aquel arpón le estaba abriendo un hueco en la costilla, que a veces temía que le nazca una mujer de ella, que estaba tomando vida la soledad.
Había fantasma entonces en los tablones de su camarote, una especie de hueco con tufo salino, con apenas una escotilla llena de moho y comejenes, que en ese pozo casi seco se mostraban en las noches cadáveres confirmando que él estaba casi vivo, que aquella alimañas se posesionaban del foco y le soplaban la vela, tenía miedo entonces.
Era cuestión de mi abuela le respondía, era como si yo le hubiese mandado la maldición de temerle a la soledad, mi abuela se llamaba Soledad, según cuentan las lenguas vecinas, nunca perdió su belleza y  decían que comía gato y sangre de pichón negro, todo para ella se batía en el negro.
Jaume estaba sufriendo embates de terror, cuando el arpón se le cruzaba entre los dedos, muchas veces tubo las ganase de pescar marineros y colgarlos con sal para que se sequen y conservar su carne para venderla cuando topen puerto.
Que juro a ver visto sirenas, pero las sirenas eran entremeses entre pescado y algas, cosas con cara pero no era una buena cara, las sirenas son de verdad demonios come sueños, cantos y chirridos de cadenas y anclas.
Jaume un día se murió o algo así, lo sé porque sus cartas empezaron a llegar en blanco en un blanco fantasma, en un blanco de olvido, entonces agarre mi maleta y empecé a buscar las cosas saladas, a buscar fantasmas y arpones tallados, a jurarle que a la soledad y a mi abuela Soledad las derrotaría sin sirenas.
Algunos puertos me fueron hablando de él, algunos marinos cercenados contaron de su venta de miembros en los mercados, y Jaume, Jaume era un maldito pirata come peces extraños, un ladrón de velas y que estaba pescando mi alma.
Muchos reconocieron mis facciones por el tatuaje que se hizo a rasguños frenéticos en su espalda, que él era un alma desterrada por mi escoba, era mi escoba heredada, muchos se santiguaron, muchos me maldijeron, pero Jaume, estaba perdido en las aguas, y yo, Jaume, Jaume yo nunca aprendí a nadar, pero si a conjurar esos demonios que no harán que me olvides, hasta que llegues al puerto a mi puerto.
GARA GARABATA

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MISTERIO DE UN BIGOTE 
En un pueblito lejano, poblado por pocos hombres, cuentan una vieja historia. Algunos dudan que sea cierta, pero otros, sin embargo, creen en ella al pie de la letra.
Imagino que todos querrán saber de que se trata, pero eso se los contaré luego, porque esta historia escalofriante es solo para contarla a la luz de una lámpara.
Por lo pronto, puedo adelantarles que es sobre un señor gordo y gigante, con un enorme bigote, que ocupa calles, y cuadras, y a veces, hasta manzanas. El bigote se agranda y se achica, dependiendo del clima: Se infla cuando hay sol, y si hay lluvia se desinfla.
Además, está habitado por brujas, y hadas, de todos los tamaños, grosores, y colores, pero de esas que se dedican a trabajar para sembrar la maldad en el corazón de cada hombre. Pero eso no es todo: Dicen que en él se esconde un loco misterio.
Un día, un señor muy osado y curioso, soñó con encontrarlo, pero el bigote era tan alto ese día, que se vio obligado a comprar un helicóptero para alcanzarlo. Minutos, horas, y días pasaron, pero finalmente lo alcanzó.
Al pisarlo sintió un viento fuerte que lo elevó por el cielo, cubrió su cuerpo con un fresco aroma, transformó sus pies y sus piernas en tallos, y en pétalos sus manos y sus brazos.
El hombre jamás regresó, y hasta el día de hoy, nadie ha podido encontrarlo.
JUSTINA CABRAL

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MGG Y TLEXI
Antes de que los planetas MMG y Tlexi entraran en una guerra cruenta, todos los habitantes de MMG vivían como formidables duques de fábula, encerrados en sus casas y torreones bajo la protección del techo transparente de selenita que recubría la ciudad de Xaixel. 
  MMG, el más gigantesco planeta rocoso de ese lejano sistema solar, a 250 millones de años luz del planeta Tierra, en órbita alrededor de un sol implacable e inacabable, con una peculiar vida humana aposentada en su suelo terrestre, es de suponer que careciera de mares y de nevados y de que no tuviera tampoco montañas prominentes con abundante vegetación; sin embargo, sus habitantes se habían aposentado en aquella agreste e indomable tierra y habían acondicionado su hábitat en una extensa zona donde se erigían los altivos edificios de Xaixel, la única ciudad del planeta habitada, y por consiguiente su capital. En esos amplios edificios se  cultivaban plantas y se criaban animales domésticos, la escasa lluvia que caía era recogida por extractores muy avanzados y abastecían así, por medio de canales, las necesidades de la gente de la ciudad, pero antes de que se rompiera la alianza y el comercio con el pequeño y paradisíaco planeta Tlexi que los proveía de alimentos y de agua,  MMG tenía así algunos beneficios de conservación de su especie, además de que de igual forma otros planetas los aprovisionaban de agua, comida y armamento: flotas, naves y armas. El  resto de la población repartida por el gigantesco mundo eran tribus nómadas que vivían en las dunas y se alimentaban de plantas áridas y de residuos. 
  Mientras tanto Tlexi se enriquecía con la explotación de los médanos ricos de componentes químicos de los planetas rocosos, incluyendo desde luego a MMG, el más grande y rocoso planeta, cuyo territorio era la codicia de los tlexianos. Con el beneficio de estos recursos, los tlexianos impulsaron la energía geosolar en gran escala. Antes de romper la alianza, Tlexi y MMG tenían muy buenas relaciones.  MMG cambiaba sus rocas por el agua y los alimentos que producía Tlexi. Pero Tlexi era un vecino muy caprichoso y peligroso, después de la invención y fabricación de las poderosas máquinas que disparaban a kilómetros y millas inimaginables rayos de neutrones iónicos pulverizantes, todo el vecindario espacial temió de ser enemigo de Tlexi, el pequeño planeta había desarrollado armas tan letales de destrucción masiva tanto orgánica como material, al mismo tiempo. Y entonces se supo que Tlexi había atacado ya a algunos vecinos que se negaban a cooperar para permitir la explotación de sus riquezas geológicas. Ese afán de fletear y apoderarse de todo lo mineral llevó a la nación tlexiana a la invasión y a la expropiación, era necesario para mantener la prolongación de su avanzado imperio tecnológico. Y aunque Tlexi era pequeño y verde, cubierto por un solo mar que inundaba el 80 por ciento de la superficie planetaria, llamado por sus residentes como El Mar de Rante, el resto del orbe se componía de tierra habitada y habitable donde se asentaban las ciudades capitales Atriada y Modom, y bajo las montañas la poderosa y misteriosa Ciudad Subterránea, todas estas urbes eran bases del armamento nuclear de Tlexi; rodeadas por magníficas selvas y afluentes que formaba el mismo Mar de Rante. Aunque en un tiempo atrás, el pequeño y paradisiaco planeta no tenía esas pretensiones de conquistar los suelos de los planetas rocosos, no fue sino cuando investigadores de Tlexi, científicos y estudiosos de mentes superdotadas, encontraron en los componentes térreos de los planetas rocosos la fuente de sus armas aniquiladoras. Entonces pasó Tlexi de ser un insignificante y minúsculo planeta viviente a ser un peligroso y devorador vecino con todos los recursos para la vida y todas las armas para la muerte y la destrucción.   Y desde entonces ambicionó ser la minúscula tierra todopoderosa que quería gobernar sin importarle la existencia de ningún otro planeta, y decidió quitarse de encima, de una vez por todas, la gigantesca sombra de MMG que impedía que se encontrara plenamente con el sol del sistema, de súbito le declaró la guerra al descomunal orbe con propósitos aniquiladores, rompiendo la alianza cósmica y desestabilizando la región. Primero notificó su encono bélico y luego atacó y bombardeó los desiertos de MMG, como una muestra de provocación. A lo que MMG comprendió que debía responder y armarse para una eventual confrontación antes de que las pretensiones de Tlexi tuvieran un alcance considerable.
  Se creía además que Tlexi también había diseñado la construcción de  ciudades submarinas en El Mar de Rante, ciudades fortines donde almacenaba armas nucleares y de tipo biológico bajo extremos cuidados, ¿en qué momento el pequeño David había desarrollado tanta destreza tecnológica? Tenían todos los privilegios: naturaleza y agua, flotas y naves, soldados y habitantes mutados, ciudades inexpugnables y armas nucleares de gran alcance. Hasta que sus gobernantes, un Concejo conformado por diestros militares, por inteligentísimos mutantes y científicos delirantes, deliberaron sobre la suerte que le deparaba a los planetas rocosos que no cooperaran con sus intereses de expansión nuclear y biológica. Tlexi consideraba como primarios a esos planetas y quería invadirlos y posesionarse de sus riquezas y desde luego someterlos en definitiva a sus requerimientos tecnológicos.
FRAN NORE

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EL CAZADOR DE BESTIAS INMUNDAS
Cuenta la leyenda que Maravin, descendiente de la estirpe de los argonautas, arribó a las playas del reino de Pangea siendo un niño sobre un escudo recubierto de paja y maleza, creció entre los nativos y con el tiempo se convirtió en un poderoso rey que infundía pavor a sus enemigos. A su muerte, sus guerreros obedecieron su voluntad y llevaron los restos del cuerpo a la orilla del mar dentro de un navío cargado de tesoros. De esta forma, el niño que un día llegó del océano volvía a la mar después de crear una nueva dinastía de reyes, los maravinianos.
El monarca Haribut, hijo de Lot y de estirpe maraviniana, reunió a su alrededor una gran hueste de bravos guerreros, y para albergar la corte decidió construir un lujoso castillo con el nombre de Tanis. En la hermosa mansión siempre reinaba la alegría y se organizaban magníficas fiestas en las que el rey repartía joyas entre sus vasallos. Pero sobre ellos se cernía una grave tragedia.
En las profundidades del pantano habitaba un maligno ser monstruoso cegado de una terrible ira. Se trataba de un animal prehistórico que respondía al nombre de Golgot. Una noche, aquel espantoso monstruo salió en dirección al bello palacio y, viendo que los maravinianos disfrutaban del dulce sueño tras un alargado jolgorio con vino en abundancia, sembró con sus garras la muerte en la  estancia. Después de acabar con una treintena de vasallos, el monstruo escapó para refugiarse en su ciénaga.
A la mañana siguiente, el rey Haribut descubrió los estragos de Golgot y su corazón se llenó de tristeza. El monstruo continuó con su sangría de muertes durante meses y años. Las noticias de las desgracias de Tanis se extendieron por toda Pangea y llegaron a oídos del país de los númidas, gobernados por el rey Críspulo.
Entre los guerreros númidas destacaba por su fuerza y coraje un joven llamado Janos, hijo de Eko, quien reunió a quince hombres entre los más valerosos soldados de la corte de Críspulo y partió a bordo de un navío en socorro del rey Haribut. La llegada de los bravos guerreros llenó de esperanza las salas de Tanis y las jarras de vino se volvieron a alzar entre maravinianos y númidas. Tras desaparecer el sol, el rey Haribut decidió confiar la defensa de su reino a Janos ofreciéndole una gran recompensa si salía victorioso.
Janos había decidido luchar contra la bestia Golgot sin armas y le esperaba sin adentrarse en el sueño reparador. El monstruo salió de su guarida entre las sombras y se dirigió hacia el castillo de Tanis donde vio una sala repleta de los jóvenes héroes. Su primera presa fue un guerrero dormido al que destrozó con sus garras y del que bebió su sangre, pero de pronto Golgot notó como un brazo le agarraba tan fuerte que sentía que se ahogaba. La bestia trató de escapar, pero Janos le rompió un hueso del hombro y le arrancó una extremidad, mientras los guerreros númidas le golpeaban con sus espadas, porque estos desconocían que un poderoso hechizo protegía a Golgot de los filos de las armas. Herido de muerte, el pérfido monstruo huyó al pantano y Janos clavó en la pared su trofeo para que lo vieran todos los maravinianos.
El rey Haribut organizó una gran fiesta y agasajó con caballos y joyas a los númidas como agradecimiento por su valentía y honor. Pero Janos se mostraba inquieto porque el monstruo había conseguido escapar con vida. Cuando terminó el festín, nadie podía adivinar que el terror volvería a llamar a las puertas de Tanis.
En el mismo pantano vivía la madre de Golgot; las heridas que Janos infligió a su hijo levantaron en ella un terrible odio, por lo que aquella misma noche se dirigió a Tanis en busca de venganza. Al llegar al castillo donde dormían los guerreros, cazó al primero que tuvo al alcance y huyó sin esperar a Janos. Se trataba de Askariot, el más fiel de los vasallos de Haribut. Maravinianos y númidas siguieron el rastro de la bestia hasta llegar a un precipicio. En el fondo había un pantano con aguas teñidas de sangre, y la cabeza de Askariot colgaba de un árbol. El monstruo estaba cerca.
Ataviado de una excelente cota de malla que le había salvado la vida en anteriores batallas, y de una afilada espada a la que llamaba Amazona, Janos cogió carrerilla y desapareció sumergido en las aguas de la ciénaga. Estuvo nadando largas horas hasta que la madre de Golgot salió a su encuentro atrapándolo con sus feroces garras. El guerrero númida más valeroso golpeó con todas sus fuerzas la espada Amazona contra el monstruo, pero apenas le ocasionaba daño. A punto de devorarlo con sus fauces, la cota de malla salvó la vida a Janos que, exhausto, levantó la cabeza y vio la espada de hierro, forjada por gigantes, que solo un hombre con su extraordinario vigor podía manejar. En un último suspiro de pundonor, Janos asió su arma y asestó un golpe mortal en el cuello a la madre de Golgot, que cayó moribunda ahogándose en su propia sangre. Janos decidió explorar la cueva y descubrió a Golgot agonizando en un rincón. Con el dolor que había provocado en Tanis como fresco y doloroso recuerdo, le cortó también la cabeza.
Con el paso del tiempo, tras la muerte del rey númida Críspulo, Janos se convirtió en un prudente monarca por más de cuarenta años. En su última voluntad, Janos pidió que, después de ser incinerado, se construyera un túmulo elevado, de tamaño considerable y glorioso en la orilla del mar para que fuese visto por los navegantes y perpetuara la memoria del héroe entre su pueblo.         
JAVIER RAMOS

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LA LUNA Y SU VELO PLATEADO
Tras las noticias del telediario sobre el tráfico, reposo unos minutos en el sillón azul pálido de la salita. Tengo cierto desasosiego, esta tarde viajaré hacia el anochecer, y aunque no voy lejos, apenas cuarenta km, una inquietud, no sé cual, me domina. Serán las estadísticas de accidentes del fin de semana.
Viajo bastante de noche, y al anochecer; me gusta el brillo de la luna pegado en mi cara, la observa. Cuando lo hago, veo todo su brillo en mi piel y se ilumina mi rostro. En ese momento, se que no debo mirarla, una y otra vez; si no he llegado aún a mi destino; pero lo hago continuamente, Y eso es peligroso.
Es la hora y he salido de casa, conduzco hace rato con la luna pegada en mi oreja; marcho lentamente, está luna pálida de brillo, se ha propuesto nublar mi camino y mis pupilas. Me impresiona, la verdad, sobre todo desde que me abdujeron por primera vez, aquella tripulación; desde entonces parece seguirme, la veo irse y venir por mi mismo camino. Igual que ahora.
Ella, como la nave azulada, juega apareciendo y despareciendo en pícara danza ante mí. No es una sensación, siento como me buscan; noto ese color en el horizonte que deja el humo de la nave. Hoy no quiero, no deseo coincidir con la luna en su órbita. No necesito entrar en ningún baile con ella. La conozco bien desde aquel primer viaje iniciático. Estuve demasiado cerca de su luz helada y su atmosfera macilenta, tanto que empapó todo mi espíritu de ella. Desde entonces parezco blanquecino al lado de la gente; creo que lo notan. Estas sensaciones aparecen si viajo solo, y de noche como ahora.
De momento mi cuerpo siente su frío, nota como algo helado va y viene, y sube y baja por los brazos, las piernas, el cuello; es la humedad de otras veces. La cintura me tirita y la espalda está encorvada; esto no lo soporto bien. Noto como se hielan mis manos; y los pies ya no parecen míos. Los observo inertes dentro de estos zapatos y del calcetín; me he puesto los más calientes Tampoco siento las uñas No están cómodas con esta temperatura, se volverán azuladas y cortantes como las otras veces. Siempre es lo mismo.
Mi volante se ha endurecido y la dirección, más que nunca, parece plástico helado. No lo manejo, resulta parecido al metal; está cada vez más rígido. Creo que se mueven ahí fuera, aunque aun no llegan los reflejos de su cristal. No voy a parar en el arcén; de todos modos van a colocarse detrás de mi coche en marcha. Reconozco el insistente chapoteo del vapor del agua helada de su tubo de escape, hace rato que salpica la carretera. Es enorme, como la nave. Aunque apenas si se escucha algo desde aquí dentro, siento el tintineo de sus ruedas pesado y constante. Quitaré la música del coche, estoy más alerta.
Se va la luz de la carretera, y no llega el resplandor de las farolas, ni el brillo de las señales. Eso indica cosas, la más importante ¡Están cerca, seguramente, me llevaran de nuevo con ellos hasta ese mar en calma de la superficie lunar! Todo lo cercano, parece quedar lejos.
Estoy en la carretera con la luna, algunas estrellas, las sombras clavadas en el infinito, espejos y la escarcha. Creo que va pegada al techo del coche. Avanza, se nota ese frio de cámara de congelación que es su luz. Ya salen de la nave y abren la puerta. Todo es oscuridad hasta posarse, y aunque la luna baila esta noche la misma danza, no la intuyo tan cerca. Cerrando los ojos quizá pude apartarme de su camino. Han abierto la puerta de atrás, porqué siempre usan la misma.
Con estas gafas que me colocan nunca veo sus caras. No puedo relajarme aunque lo intento.
Me bajan por otro lugar; no brillan luces metálicas y enormes como otras veces. Echo de menos la música en la radio; solo me entretienen los guiños de la luna, hoy llena, sin oscuridad: presume de su palidez desvaída que de nuevo me contagia.
El cielo, tan liso como una pista de patinaje y desde hace unos minutos más brillante, y la luna vuelven a ir vestidos de luciérnaga; se deslizaban subiendo y bajando, los noto alrededor de estos hombres extraños y de mí.
La reconozco, a pesar del velo plateado y ladeado, veo su sonrisa burlona; casi de Parca y palidezco aún más. Me hace muecas, continuamente sube y baja. Brilla con todo su brillo de luna llena, y palidece mi desencajado cuerpo, turbado y tembloroso; deseando termine este nuevo viaje, y no se aproximen a mi estas gentes enormes de estatura, y pálidas como yo hasta dentro de… ningún tiempo.
Debo recobrar mi tono de piel para moverme por la tierra cuando llegue, lleva varias semanas de rayos uva y alimentación a base de carotenos. Las explicaciones en casa, por mi tardanza y aspecto, son la parte más divertida. En ellas vuelco toda mi fantasía de escritor.    
CALA